Bolivia, noviembre 2019
“Un total de 737 accionistas -un 0,123%- controlan el 80% del valor de más de 43.000 compañías multinacionales.”
Narciso Pizarro
“Robar un banco es delito. Pero más delito aún es fundarlo.”
Bertolt Brecht
Las
recientes revueltas populares en diversos países del mundo (Irak, El
Líbano, Egipto, Francia, Haití, Honduras, Chile, Ecuador) podrían hacer
creer que los modelos neoliberales vigentes están en crisis, están
siendo derrotados. En realidad, más que estar en crisis, están
produciendo estragos inconmensurables en las poblaciones, pero para
quienes los implementan y se benefician de ellos, no están en ninguna
crisis. Por el contrario, están sumamente saludables.
No
caben dudas que los pueblos que sufren esas políticas ya están hartos,
hambreados, empobrecidos como nunca antes, hastiados de los engaños de
los políticos, faltos de proyecto alternativo. Están desesperados,
evidentemente, lo cual los hace salir a protestar en forma visceral.
Pero esa energía, ese tremendo descontento, además de ilusionarnos y
hacernos creer que las cosas están cambiando -estamos esperando ese
cambio en forma ansiosa- no encuentra los canales adecuados para
transformar la realidad. Los cacerolazos se enfrentan a balas reales, y
sin una conducción revolucionaria con proyecto claro, no puede haber
revolución. Puede haber cambios importantes desde las casas de gobierno
con planes de contenido social, como los que promovían el MAS en
Bolivia, o el PT en Brasil. Pero por la vía de las democracias formales
no se pueden consolidar las transformaciones. Con esos dos ejemplos
podemos ver cómo terminan las cosas. Pero sí, como hay mucho malestar en
la gente, definitivamente hay ebullición, hay protestas, hay
movilizaciones.
Como bien lo dice Susana Merino: “El
planeta se ha transformado en una enorme caldera donde se cocina un
guiso para pocos y en la que sin orden ni proporción se mezclan los más
insólitos e imprevistos ingredientes creados por el ser humano: divisas y
otros muy diversos derivados financieros tales como SWAPS, acuerdos a
futuro (forward) OTCs (operaciones “over de counter”), CDS (Credit
Default Swaps, o permutas de incumplimiento crediticio), los CFD, los
contratos de futuros, los bonos estatales, los fondos de inversión y las
opciones, calificados todos como armas de destrucción masiva,
instrumentos en suma puramente especulativos y en permanente ebullición
que según el premio nobel de economía Maurice Allais han convertido al
mundo en un “enorme casino” destinado a sustentar la “pleonexia”, como
llamaban los griegos al insaciable apetito de riquezas que Platón
calificó como verdadera “enfermedad moral”, generando un potaje en
permanente ebullición al servicio de un reducidísimo núcleo de seres
humanos.”
Para saber dónde estamos parados y qué procede en consecuencia, es importante no perder de vista la situación real. “Análisis concreto de la realidad concreta”,
podría decirse. Es decir: análisis muy exhaustivo de cómo están las
cosas, cómo marcha el mundo, y qué se puede -o qué se debería- hacer
para intentar cambiar su curso.
Por
lo pronto, la globalización neoliberal que se ha impuesto estas últimas
décadas, definitivamente está muy viva, no ha muerto. “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.
Los megacapitales financieros que manejan buena parte del mundo
(excluidas China y Rusia, y algunos otros países que no caen bajo su
égida: Cuba, Norcorea, Irán, Irak y Libia cuando lo intentaron) están
cada vez más robustos. El monstruoso, infame y vil golpe de Estado en
Bolivia (principal fuente mundial de litio, gran reserva de hierro, de
zinc, de gas natural, tras todo lo cual van esos capitales) lo demuestra
en forma palmaria.
Seamos
racionales en el análisis y no nos dejemos ganar por la pasión
espontánea: las protestas que se dieron en buena parte del mundo fueron
importantes rebeliones que marcan el camino, sin dudas, pero que no
lograron conmover los cimientos de la estructura capitalista mundial.
Ningún presidente fue removido de su cargo (Evo Morales sí), y los
megacapitales globales no perdieron un centavo (y ahora caerán como
buitres sobre las reservas minerales del Estado Plurinacional de
Bolivia).
¿Qué
son esos megacapitales que establecen los planes neoliberales de los que
casi nada puede escapar? Son los verdaderos dueños del planeta, de sus
recursos naturales y de sus poblaciones. El mundo del libre mercado (el
“mundo libre” se le llamaba durante la Guerra Fría, en oposición al
“reino de las tinieblas del infierno socialista”) se mueve en torno al
dólar. Irak, con Saddam Hussein a la cabeza, y la Libia de Mohamed
Khadafi (a la sazón, país con el menor índice de pobreza en toda África)
intentaron salirse de la esfera del dólar vendiendo su petróleo en otra
moneda, y ahí están los resultados: muertos ellos, sus países invadidos
y sus sociedades en crisis.
El
dólar es fijado por el llamado “Banco Central” de Estados Unidos, que
es el país donde oficialmente se imprime esa moneda. Pero en realidad,
ese Banco Central es otra cosa; toma el nombre de Sistema de la Reserva Federal (en inglés: Federal Reserve System,
también conocido como Reserva Federal o, más comúnmente, como FED),
aunque… ni es reserva ni es enteramente federal. No es Reserva, porque
por ley no mantiene ningún fondo en reserva, y no es estrictamente
Federal, por cuanto es un banco público-privado, con participación de la
gran banca empresarial privada.
La
FED es quien fija la política monetaria de Estados Unidos y, por
extensión, del mundo, emitiendo dólares a mansalva, con el respaldo,
finalmente, de las fuerzas armadas (las de Estados Unidos y las de la
OTAN).
Los
megacapitales que fijan la marcha del mundo, es decir: el ámbito
financiero global, tiene hoy día un poder pavoroso, inconmensurable.
Mientras que la masa mundial de bienes se ha cuadriplicado en estos
últimos 30 años, la masa monetaria se multiplicó por 40. Es decir: los
bancos, los megabancos con poder mundial, tienen un control desmedido
del planeta. Desde hace varias décadas el capitalismo productivo fue
dando lugar a un capitalismo basado crecientemente en la especulación
financiera. El mundo del dinero especulativo fue desplazando en su
desarrollo a la industria, así como la industria dieciochesca desplazó a
la producción agropecuaria -fuente principal del modo de producción feudal- en tanto dominadora de la escena sociopolítica.
Hoy día esos capitales financieros tienen una preponderancia definitoria, marcan el rumbo planetario, definen la
arquitectura del sistema global. Son transnacionales, se mueven a
velocidades de vértigo, invierten en lo que dé ganancias, no tienen
sentimientos ni espíritu solidario (¿acaso el capitalismo podría
tenerlo?). Manejan sectores cada vez más crecientes del mundo,
invirtiendo muchas veces en el aparato productivo de bienes fácticos -industria, servicios, comercio-
controlando integralmente los circuitos capitalistas (materias primas,
elaboración, distribución, mercadeo), siendo quien aporta las grandes
sumas de dinero necesarias para generar la producción en su conjunto.
La
OTAN es la instancia militar mundial (de Estados Unidos y de Europa
Occidental) que sostiene a todo el sistema del petrodólar, obligando
bajo amenaza militar a los diversos países a comerciar en esa moneda.
Quienes se salen de ese sistema son declarados miembros del “Eje del
mal” (y eventualmente destruidos). Es por este motivo que más de tres
millones de soldados estadounidenses están acantonados en casi 1,500
bases militares dirigidas por Washington a lo largo y ancho del globo,
en 120 países. ¿Para qué? ¡Para cuidar a esos megacapitales y a los
ostentosos privilegios de sus propietarios!
Esos
inconmensurables capitales tienen nombre y apellido: son los poderosos
grupos económicos que dirigen las finanzas mundiales, y a través de sus
bancos, con los llamados fondos de inversión, manejan incontables
empresas multinacionales dedicadas a todos los rubros: energéticos,
armamentos, alimentación, comunicaciones, transportes, industria
química. Entre los más connotados se encuentran Goldman Sachs, Rockefeller, JP Morgan, Loeb Kuhn, Lehman, Du Pont, Rothschild, Warburg, Lazard, Israel Moses Seifs.
Manejando
las finanzas internacionales del mundo capitalista (ahora enfrentados a
los grandes capitales chinos), tienen como organismos operativos a los
brazos técnicos de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial. El dólar intenta seguir mandando, y las políticas
neoliberales que vienen aplicándose desde los 70/80 del siglo pasado,
siguen impertérritas, más allá de las protestas que actualmente vemos. “Los
imperios económicos están interesados en promover el endeudamiento de
los gobiernos. Cuanto más grande es la deuda, más costosos son los
intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno privilegios
fiscales, monopolios de servicios, contratos de obras, etc. Si este
gobierno no acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y
huelgas que al empobrecer a la nación los obliga a claudicar ante sus
exigencias”, tal como perfectamente lo dijera el historiador
estadounidense Carroll Quigley. Se mueven con pasos muy finamente
estudiados, saben lo que hacen y dónde quieren llegar y, de momento,
parecieran tener casi todo el planeta bajo control.
El
neoliberalismo, lamentablemente, no está derrotado, no está de salida.
Los pueblos están diezmados, sin dudas; los capitales no. Aunque
apoyemos fervientemente todo alzamiento popular, no podemos decir que
esas políticas están derrotadas, ni en vías de serlo muy prontamente.
Los recursos naturales del mundo siguen siendo saqueados por ese
capitalismo voraz, y cuando se intenta defenderlos con espíritu
nacionalista: golpe de Estado, como el recién acontecido en Bolivia, o
ahogo insoportable, como en Venezuela. Con China y con Rusia no se meten
porque el poder militar de estas potencias se los impide. Pero ganas no
le faltan.
Cuando en 1963
el presidente de Estados Unidos John Kennedy, que no era socialista
precisamente, intentó transformar la FED con un famoso decreto
presidencial (Executive order number 11110), evitando que fuera
ese banco quien emitiera los dólares, para pasar a hacerlo el gobierno
central (ahorrándose así los intereses que Washington debe pagarle a esa
banca privada al contraer créditos), al poco tiempo fue asesinado. Y
todavía no existían formalmente lo que ahora llamamos neoliberalismo.
Con
todo lo dicho no se quiere restar importancia a las protestas populares
que se han encendido recientemente. Por el contrario, ese es el camino:
la insurgencia popular, el levantamiento de los pueblos. Pero sin
proyecto organizado y conducción certera no se pasa de los cacerolazos,
no se conmueven las políticas trazadas. El neoliberalismo, mal que nos
pese, está demasiado firmemente enraizado. Pero la lucha sigue.
Marcelo Colussi
mmcolussi@gmail.com, https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33
https://www.facebook.com/Marcelo-Colussi-720520518155774/
https://www.alainet.org/es/articulo/203253
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