Rafael Vergara
La Jornada
Confieso que sufrí porque mi
dificultad respiratoria me impidió marchar, ser una gota más del mar de
voluntades hermanadas que por cientos de miles, contundente, expresó en
toda la geografía nacional nuestra inconformidad, el derecho que nos
asiste, en democracia, a que Duque cambie el rumbo.
El paro nacional convocado por la centrales obreras, Fecode y organizaciones sociales “Contra el paquetazo
de Iván Duque, la OCDE y el FMI” fue masivo, porque creció en
inconformidades y protestas, trascendió el tema de las reformas
recetadas, las privatizaciones anunciadas: las reformas laboral,
tributaria y pensional.
En las marchas, entre arengas, cantos, discursos, se reiteró el
rechazo al asesinato de los líderes sociales, indígenas y ex
combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el
enfrentamiento a la radicalidad uribista contra la paz, la lentitud en
la implementación y la vuelta al ayer con la tesis de la victoria
militar sobre la negociación. Con 10 por ciento de desempleo y alta
informalidad, 3.3 por ciento de crecimiento habla bien al sector que lo
aplaude, no a quien soporta la carestía. La jornada terminó en cacerolazo.
Es obvio que existe un rechazo a la viabilidad de construir
democracia con el modelo que expresa el Centro Democrático (CD),
derrotado en las elecciones de la mitaca en el Congreso, en las Cortes y
las calles. Duque como presidente está obligado a repensarse, a buscar
un pacto sobre lo fundamental, si Uribe y sus duros se lo permiten.
Los millones de marchantes –la manifestación más grande de la
historia– expresan la continuidad de una concientización pluralista,
pacifista, democrática e independiente, y del avance de las nuevas
fuerzas, ONG y sus redes sociales.
La fortaleza de esta –como decía Bolívar–
unidad en la diversidadmás allá de los partidos, es la misma que en gran medida religió a Santos y al proceso de paz, votó por el Sí, llenó las plazas para superar el no, y se potenció al votar por Petro y el plebiscito anticorrupción.
Estamos ante una ciudadanía que eligió un congreso de equilibrios y
que con 22 millones de votantes, superando la abstención, votó por
nuevos gobernadores, y en los principales centros urbanos por alcaldes
que vencieron las maquinarias, el poder de las élites y los partidos
tradicionales.
El CD perdió todas sus apuestas. Sólo ganó en Casanare y Vaupés. Quiera que la debilidad no se vuel-va represión.
En la marcha de los trabajadores, intelectuales, artistas y hasta la
reina de Colombia junto con los ambientalistas, la juventud, las
universidades, luchadores anticorrupción, los indígenas, las minorías,
demandamos cambios, profundizar la democracia.
En Chile colapsó el modelo de las privatizaciones y la Constitución
impuestas, por Pinochet, por eso estalló la violencia y se impuso el
diálogo que conducirá a una Constituyente. En Colombia decimos no a la
violencia y asesinatos, a las privatizaciones que indignan. Se exigen
respuestas sensatas a las demandas, porque la Constitución ordena
propender al logro y mantenimiento de la paz, es decir, a la justicia
social.
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