Cubainformación
“Prohibido recordar memorias”.
Sentencia dirigida al pueblo en el juicio de Túpac Amaru II.
“Vinieron a castrar el Sol”. Popol Vuh.
Marcelo Valkoi.
Reflexiones (si pueden llamarse así), de Donald Trump
"¿Cómo
van las cosas en nuestro Patio Trasero? No muy bien, me temo. John
Bolton resultó inapropiado. Y además de eso, medio imbécil y muy pesado.
Se cree que estamos en el período del exterminio público y ostentoso en
América Latina. Es así, pero no es así. John no sabía interpretar al
Presidente de los EEUU que soy yo. A pesar de mi insistencia y mi
ejemplo no ha aprendido a tratar los asuntos de Seguridad Nacional como
negocios en los que el “tira y afloja” es fundamental. John se quedaba en el “tira” y de tanto tirar estuvo a punto de romperme la cuerda”.
Así
responden algunas veces los mejores hombres de confianza: en lugar de
aprender y obedecer, recuerdan los motivos de su nombramiento y
pretender enseñar. Se enfadan cuando el Presidente les da órdenes
incluso después de escucharlos atentamente. Los buenos servicios pasados
les hacen reclamar que yo, el Presidente, Donald Trump, acepte sus
consejos y siga sus indicaciones. Incluso reclaman urgencia cuando no
conocen todas las cartas de la baraja.
”Se creía un Halcón y terminó como pichón de cuervo”,
comentó alguien sobre Bolton, en RT, la televisión de Putin que tienen
vigilada mis agentes e informáticos en las mil y una agencias que tengo
distribuidas por el mundo.
No se puede amenazar en vano
Tiene
razón el tipo porque no se puede amenazar en vano como estoy
aprendiendo en mis años de Presidente número UNO de la historia de los
Estados Unidos. Number one porque lo soy. Número uno y “EEUU primero”
como les gustaba oír, cuando yo –Donald Trump- hinchaba pecho y
enorgullecía a las multitudes que aumentaban día a día y me aplaudían en
mis gritones discursos electorales.
Todo era mentira, puro marketing
y pura campechanía falsa, para arrastrar a unos brutos; muy ciegos para
entender cómo funciona el mundo. Unos brutos que no han triunfado y que
no saben salir del hambre y la pobreza. Han fracasado en la vida y
merecen su suerte. Se sienten mierda. Basura. El problema era hacerlos
sentir grandes cuando América fuese grande. El odio al de fuera, al extranjero,
al que “nos roba el trabajo” o nos disputa el poder en el mundo,
funciona mejor que cualquier otra explicación. Los asesores de entonces
tenían que poner cara de fiera para demostrar determinación para luchar
por una América grande e ir, si es preciso, a la guerra por América.
“Los extranjeros nos están robando el trabajo”. “Las empresas debían
volver a los Estados Unidos”, “los inmigrantes no pueden entrar”, los
“ilegales deben salir” ¡Voy a construir un muro de contención en la
frontera con Méjico!
Trump no hay más que uno
Pero
la política real me ha dado muchos disgustos. No necesito a nadie que
sea más Trump que yo. Trump no hay más que uno, en América y fuera de
América. Yo soy el más duro de todos porque América siempre ha sido
dura. El mundo no tiene que mirar a Bolton, a Pence, o a Pompeo, para
sentir miedo. Les sobra conmigo y con mis rápidos twitters desde
la Oficina Oval. En ellos concentro mi cólera, mi desprecio, mi racismo,
mi amor a la guerra y a la destrucción total del enemigo, la capacidad
de aterrorizar que tienen los Estados Unidos. En ellos insulto sin
piedad. Rezumo hombría. Eso le gusta al americano de a pie. Lo hace
grande siendo insignificante. Eso les ocurre al americano del Middle
West, de la camioneta y el rifle de guerra. Los miro a la cara y los
entiendo, escucho sus gritos y sé por dónde van sus sentimientos. Freno o
me desboco. Siempre envío a algunos pequeños grupos que tratan de
motivar al rebaño. En el fondo soy un gran actor. Lo sé y lo vivo desde
que me levanto hasta que me acuesto.
Por eso he echado a Bolton.
Con un golpe de dedo o una señal girando la cabeza hacia la lejanía, me
basta. Aunque él presumió de haberse ido por decisión propia. Hay que
contar con las reacciones de fanáticos como John Bolton”. Yo no lo soy.
Solo quiero pasar a la historia. Lo mismo ocurrió con todos los demás:
Abrams –que tenía un pasado tenebroso inocultable. Ahora he colocado ahí
a otro halcón que no se convertirá en cuervo y mucho menos en paloma.
Mauricio
Claver es cubano-americano, así que anticastrista hasta la muerte.
Tendré que vigilar sus excesos, aunque ahora la rebelión contra Estados
Unidos en esa América Latina se ha puesto al orden del día. No me llega
el tiempo para leer los informes de mis embajadas, o de la CIA, que es
lo mismo. Eso de la rebelión continental me lo han dicho mis mariscales
vestidos de civiles, mis funcionarios a los que les gustaría matar a los
enemigos de un bombazo. A propósito, me gustó mucho el vídeo de la
Clinton, sofocada de alegría cuando vio el asesinato de Gadafi.
¡Llegamos, vimos y él murió!, llegó a decir en su entusiasmo. No sabía a
quién imitó la Clinton en esos momentos de euforia, entre etílica y
sádica, por no decir clintorica. Los generales me dicen que a Julio
Cesar y quieren asombrarme con sus conocimientos de estrategia militar y
sus conocimientos detallados de todos los Imperios que ha tenido el
mundo.
No calculan bien, entre tanta diarrea estratégica, que yo
soy el actual emperador y que si se ponen muy sabios -en lo que tiene
que ver con mis tareas sobre la grandeza de los Estados Unidos- los
envío a la reserva o los relevo inmediatamente de sus funciones.
Este
Claver, cubano-americano, será cuervo toda su vida (lo mismo que la
Directora de la CIA, Gina Haspel, que hasta a mí me da miedo). Coincido
con él en que está loco por volver a tener algunos “casinitos” en Cuba.
Para mi Cuba tiene que volver a ser una colonia disfrazada de
independencia y amarrada por la Enmienda Platt, o alguna enmienda
parecida.
¡Guerra!, ¡Guerra!, ¡Guerra!
¡Guerra!, ¡Guerra!, ¡Guerra!,
era el consejo permanente de Bolton y se volvió pesado. Además no sabe
sonreír; es viejo, demasiado serio y tiene un bigote de otros tiempos.
No es, desde luego, un hippy o un policía camuflado de los años 60.
Nadie lo cree, ni cuando se pone persuasivo ni cuando se pone ácido,
amenazador y hasta violento.
Asusta a todos los niños, ancianos y
a casi todas las mujeres de este país y así no voy a ganar las
elecciones aunque compre votos y aproveche el sistema electoral más
arcaico del planeta. Ahora voy a ponerme serio en estas reflexiones
íntimas. Bolton no encaja bien en ningún papel y me estropea cualquier
política aunque compartamos el fondo y en cierto modo las formas. Carece
en absoluto de cualquier sentido de la oportunidad. Lo único que le
achaco a Bolton es que no sabe medir y asusta. Algunas veces, en su
patriotismo violento se le nota muy claramente el racismo y su tendencia
a la represión violenta, sin límites. Eso está bien bajo una cara de
poker, como la mía.
La gente se ríe de John cuando les da la
espalda. Y mucho más en los países amigos. No tiene nada que se parezca a
la flexibilidad que tengo yo, que descalabro los huesos en cualquier
“apretón de manos” de presidentes, sin alterar mi sonrisa de cortesía de
negocios, o de inocencia; y poco después actúo de “duro-duro” del imperio global. Todavía tengo a Mike Pence y, sobre todo a Mike Pompeo que es mi doble y aguanta parte de los golpes.
El
apretón de manos hasta el límite y la mirada fija e insolente son el
ejemplo más cinematográfico de advertencia física y de disuasión
personal y global. Las cosas son más sencillas de lo que la gente cree.
El presiente de Corea del Norte aguantó pero le costó lo suyo. La
presidenta de Alemania me miró con cara de disgusto. Lo comentaron los medios pero a mí y a mis asesores, nos entró la risa, nos pareció gracioso y casi todos me felicitaron jubilosos.
Fue
una de las pocas veces que el bueno de John se mostro satisfecho y me
aconsejó que les rompiese los huesos a cuatro o cinco más, especialmente
a los amigos que no comparten esos modos disuasivos y prefieren las
sonrisas cínicas. Desde joven, en la policía de New York, aprendí a ser
directo y a expulsar a los ladrones de pequeña monta. Sobre todo a los
que roban a los amigos. Robar, en sí mismo, no tiene la menos
importancia. Todos lo sabemos pero lo negamos. Somos políticos porque
amamos la libertad de empresa.
Lo hemos dicho con letras
de oro, y a los cuatro vientos. En realidad solo engañamos a los que
quieren hacerse el tonto y seguir mintiendo a los ciudadanos. Lo más
gracioso de todo esto es que nos creen y nos apoyan muchos ciudadanos de
los de abajo. Cada cual tiene lo que se merece.
De Bolton
-según señalan los medios y las redes sociales- puedo confirmar que ha
perdido la compostura en su insistencia en armar “la de Irak”, en Irán.
Declarar, o lanzar, la guerra sin más. No es oportuno y parece
peligroso.
Mejor lo segundo, lanzar la guerra sin más –piensa el
amigo John, en el mejor estilo de los Estados Unidos. No se da cuenta de
que el Acuerdo D+1 todavía no se ha olvidado del todo –a los europeos
les parece muy conveniente-, y que ese país de ayatolas no se anda con
bromas ni parece asustarse ante nada.
Amenaza con destruir Israel
y destruir una parte de nuestra flota de portaviones y puede hacerlo.
Lo han demostrado con imágenes y lo ha confirmado la CIA, la CNS y los
servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas. Ni me imagino lo que
puede ocurrir si esos iraníes con barba poblada hunden a uno o dos
flamantes Grupos de Portaviones, o atacan a Israel como represalia, o
destruyen los petroleros que nos suministran petróleo desde el Golfo
Pérsico.
Hasta hace muy poco esas peleas -organizadas para que
mueran siempre los otros-, eran patrimonio indiscutible de los Estados
Unidos. Avisando o por sorpresa. Todo lo vendíamos como protección o
defensa de los derechos humanos. Lo pienso así, con minúscula, porque me
da risa. Daños colaterales, bombardeos masivos, pueblos arrasados,
ciudades destruidas, ruinas y muertos por todas partes. “América es lo
primero” ha sido siempre nuestro lema nacional. Y yo, estas cosas me las
tomo muy en serio. ¡Qué tiempos los de Hiroshima!
De un tiempo a esta parte ¡Nadie se asusta conmigo!
En
realidad, de un tiempo a esta parte nadie parece asustarse conmigo. Ni
Irán, ni Rusia, ni China, ni Corea, ni Cuba, ni Venezuela, ni los demás
“paisitos” de la América que ya se atreven a juntarse y a llamarse, con
orgullo, naciones de América Latina. ¿Cómo aplicarle la ley del Patio
Trasero que no distinguía entre sus fronteras para inmiscuirse en cada
uno de ellos a sangre y fuego si los negocios lo requerían?
He
leído –por consejo de mis asesores- algunos libros de historia y sé que
nuestras leyes internacionales –las que imponemos a los demás, como
Imperio- superan en dureza y arbitrariedad- a las del III Reich. Ellos
las hacían para sus Mil Años, nosotros las hemos hecho para que no
caduquen nunca. El mundo será por siempre de los EEUU. Lo han proclamado
todos los últimos Presidentes. Nuestro pequeño problema es una especie
de juego de casino o de video-juego: ¿Cómo repartir zanahorias y
garrotazos?
Ahora, con la amenaza del impeachment y con la
certeza de unas nuevas elecciones sé que tengo que ganar una batalla
que no me discuta nadie. Como Hitler en su tiempo.
Será, tal
vez, en ese Patio Trasero despreciable en el que aparece lo inexistente
en EEUU: el pueblo que tanto nos asusta a los que vivimos en el más
intocable e incompartible de los cielos.
Repasaré, uno por uno,
los conflictos que tenemos en ese Patio Trasero que nos ha hecho imperio
y en el que hemos repartido zanahorias y garrotazos, tal como
recomendaron e hicieron los mejores presidentes; e hicieron, aunque lo
ocultaron, casi todos los demás.
Ya que he pensado en tantas
cosas debo cerrar estas primeras reflexiones con la idea principal para
mis planes de acción en el futuro. Tengo que convencer a los demás
–incluso a los más escépticos-, de que en estos tres años de presidencia
he leído mucho -aparte de los dosieres oficiales, casi siempre
secretos-; entrando en el estudio de la historia.
Algunos de mis
asesores más discretos me han aconsejado el estudio a fondo de la
historia de los grandes imperios; especialmente del III Reich por ser el
último de ellos. Como mi especialización personal ha sido la de la
comunicación y la propaganda, he leído a fondo a Joseph Goebbels y he
aprendido mucho. Llegados hasta ahí, he comprendido rápidamente la
similitud entre su propaganda y la nuestra; y también sus ideas sobre el
control del mundo y el trato a los enemigos a los amigos que se parecen
tanto a las de los Estados Unidos.
¡Quiera nuestra providencia
que alcance un segundo mandato para hacerlas más efectivas! ¡hoy me
siento muy feliz y más grande! ¡tiemblen los enemigos de los Estados
Unidos!
Nota:
i Bolivia. “Prohibido recordar memorias”. Excelente artículo de Marcelo Valko, Resumen Latinoamericano, 20 noviembre 2019
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