El papel de la religión en el golpe boliviano
Brecha
En las décadas del
60 y 70 varios golpes de Estado en América Latina recurrieron a un
discurso religioso que reivindicaba lo “occidental y cristiano”. El
fenómeno parece repetirse estos días en Bolivia mediante dos modelos de
cristianización: el de la Iglesia Católica y el de las teologías de la
prosperidad económica y el dominio político.
La religión siempre ha estado presente en la política boliviana y es
un factor fundamental en los procesos subjetivos de cambio social del
país andino. Según datos de 2018 del Instituto Nacional de Estadística
boliviano, 71 por ciento de sus habitantes se definen como católicos, 21
por ciento evangélicos, un 4 por ciento se adscribe a las religiones
nativas (aunque muchos viven su religiosidad originaria en diálogo con
el catolicismo popular) y el 3 por ciento se reconoce afiliado a otras
religiones.
En 2009, durante el gobierno de Evo Morales, la
laicidad del Estado quedó garantizada en la nueva Constitución, lo que
provocó desencuentros con la jerarquía católica y las elites de Santa
Cruz. Aun así, la religión no quedó fuera de la escena política ni de
los procesos de legitimidad simbólica usados por Morales: “Evo realzó
las prácticas religiosas ancestrales andinas”, explicó a Brecha Julio
Córdova Villazón, sociólogo boliviano e investigador sobre fenómenos
religiosos. “Por ejemplo, la ceremonia de investidura gubernamental se
hizo en Tiahuanaco, con la participación de yatiris (sacerdotes-médicos
aymaras), amautas (sabios de la comunidad), y la realización dentro del
Palacio de Gobierno de ofrendas a la Pachamama.” Estas no fueron, sin
embargo, las únicas señales religiosas. Aunque Morales se distanció de
las prácticas clericales de la Iglesia Católica Romana, ya en 2015 había
recibido al papa Francisco, el primer pontífice en visitar el país. En
esa oportunidad ambos protagonizaron un polémico intercambio simbólico:
el papa le regaló al mandatario boliviano un mosaico de la Virgen y una
copia de su encíclica sobre el medioambiente. Morales, por su parte, le
entregó al pontífice una cruz tallada sobre una hoz y un martillo,
réplica de la obra del sacerdote jesuita español Luis Espinal Camps,
torturado y asesinado por paramilitares en 1980 por denunciar la
violencia política en Bolivia.
Morales tuvo incluso varios
gestos religiosos durante esta última campaña, que pretendía su
reelección por un cuarto período consecutivo, según recordó también el
investigador. Por ejemplo, el ahora ex presidente comulgó durante el
acto de entrega de las obras de refacción de la iglesia Nuestra Señora
de la Inmaculada Concepción, en Tarija, actividad que transmitió el
canal estatal. Desde sus tiempos de sindicalista, Evo Morales supo
manifestar su cercanía con la Iglesia Metodista boliviana, que en mayo
de este año le obsequió un cayado que, según dijo entonces el obispo
Antonio Huanca, simbolizaba “firmeza y autoridad”. Durante la ceremonia,
Huanca también afirmó que su Iglesia denominó al período de gobierno de
Morales como “tiempos de paz y de renovación” (Página Siete, 24-V-19).
El líder del Movimiento al Socialismo también participó este año en
varios encuentros con iglesias pentecostales y neopentecostales,
buscando apoyo y legitimidad, recordó Córdova. El 18 de mayo recibió el
apoyo del pastor Fabricio Roca, de la iglesia Asamblea de Dios, quien
dijo que “el binomio oficialista (Morales y su vice, Álvaro García
Linera) debe seguir al mando del país porque es el camino que tú, Señor,
has trazado para nuestra Bolivia”. Posteriormente Roca oró y pidió una
bendición para el mandatario y su gobierno: “Bendecimos al presidente
Evo, bendecimos al vicepresidente Álvaro y declaramos victoria y
bendición sobre nuestra Bolivia” (Página Siete, 24-V-19).
Córdova destacó a este semanario que, “en cuanto a lo
político-electoral, tanto el gobierno de Evo Morales con su sincretismo
como (la autoproclamada presidenta) Jeanine Áñez saben manejar los
símbolos religiosos para conseguir el apoyo de la población (…). Desde
mi perspectiva, los bolivianos tienen un nivel alto de fe religiosa,
pero un nivel muy bajo de confianza interpersonal y hacia los líderes
sociales y políticos”.
La cruz y la espada
En
una reciente entrevista con Telesur, el teólogo boliviano Alejandro
Dausá resaltó la potente simbología religiosa que eligió el líder social
y empresarial Luis Fernando Camacho. El Macho, como se lo conoce en su
país, convocó “a concentraciones multitudinarias en un espacio físico
muy conocido en Santa Cruz de la Sierra, donde hay una imagen
tradicional muy grande de Cristo y un altar donde estuvo el papa
Francisco cuando visitó Santa Cruz. A esto se le suma el uso de la
imagen de la Virgen, el rosario y la Biblia (…). Durante meses, Camacho
se ha mostrado como un cruzado en la lucha entre el bien –que
representaría él– y el mal –representado por Evo Morales y el partido de
gobierno” (10-XI-19).
Semanas atrás el dirigente cruceño –que
se define como católico– dijo que estaba destinado a llevar la Biblia a
la casa de gobierno, y lo hizo junto con una bandera nacional y la carta
de renuncia que pretendía firmara el presidente, en una imagen que
recorrió el mundo. Pero este opositor a Morales no sólo preside el
Comité Cívico de Santa Cruz, que representa a los intereses del
empresariado local desde los años cincuenta, sino que se ha presentado
como un enviado de Dios y como un caballero cruzado frente al mal.
Aprovechando los sentimientos religiosos de los bolivianos, el
empresario difunde en las reuniones del Comité Cívico un mensaje
racista, mezclado con gestos religiosos, oraciones y alabanzas, en
beneficio de sus intereses. Según Dausá, “la religión se volvió un
instrumento para defender los intereses de la clase dominante y los
grandes intereses económicos internacionales, en contra de los intereses
populares”. De acuerdo al teólogo, en el proceso que desembocó en la
salida de Evo Morales “han participado pastores y también referentes
católicos que celebraron una misa como una manera de bendecir el golpe
de Estado. Se usan las creencias religiosas para producir un quiebre de
la democracia”.
Otro de los actores que han jugado de forma
destacada en esta narrativa es Chi Hyun Chung, un pastor presbiteriano
coreano-boliviano, desconocido hasta las últimas elecciones, que ganó
popularidad gracias a su fanatismo religioso y sus posiciones contra el
aborto y la comunidad lgbt. Su discurso está alineado con el de Áñez, y
tal fue su éxito que en pocos meses logró las adhesiones suficientes
para colocarse en el tercer lugar en los comicios, detrás de Morales y
Carlos Mesa.
Enrique Dussel, destacado filósofo, historiador y
teólogo latinoamericano, considera que el golpe da cuenta de un proceso
de transformación de la subjetividad, afirmado en una interpretación
racista, colonial y machista de la Biblia que busca destruir la
tradición indígena. Se está dando una lucha de tipo religiosa que es
política e ideológica, en la cual el mensaje de la teología de la
liberación (“bienaventurados los pobres y malditos los ricos”) está
siendo invertido por el fundamentalismo religioso. “Con un sentido común
burgués y proestadounidense dan una nueva interpretación de la realidad
(…). Es un cristianismo fundamentalista que reinterpreta la cruz y la
espada, dos conceptos coloniales, en pos de reeducar la subjetividad de
los pueblos originarios para que supuestamente entren al mundo moderno,
con el objetivo de trabajar y así conseguir cierta riqueza (…). Hay un
racismo que desprecia al indígena y a las cholas, que han sido
humilladas y tiradas, algunas han sido rapadas. Todo esto da un
preocupante panorama en América Latina” (Aristegui Noticias, 14-XI-19).
Según Dussel, la izquierda no ha sabido cómo interpretar este mensaje, y
ha primado la incomprensión de la dimensión subjetiva y espiritual de
los procesos sociales.
Soldados de cristo
Al
igual que en muchas dictaduras latinoamericanas décadas atrás, hoy en
Bolivia el poder religioso y el militar se aúnan para legitimarse
mutuamente con un objetivo político común: si durante los años sesenta
el enemigo a derrotar era el comunismo, en la Bolivia actual se trata de
aniquilar las cosmovisiones originarias y su simbología (como la
wiphala, que ha sido quemada y desterrada de los edificios de gobierno).
Frente a esta situación de violencia religiosa, la teóloga y
antropóloga aymara Juana Condori declaró a Brecha que “la wiphala
representa el territorio sagrado para el mundo originario, su quema es
una afrenta a la existencia plurinacional de nuestros pueblos. No es
sólo contra el Mas: es un símbolo que para la clase media alta es cosa
de los indios y sus ‘supersticiones’”.
Una misma caza de brujas
puede verse en otros países de la región, donde el enemigo designado es
la denominada “ideología de género”. Ambas –cosmovisiones originarias y
lucha feminista– son vistas como enemigas en la narrativa que maneja la
autoproclamada presidenta Áñez, una mujer identificada con los sectores
católicos ultraconservadores, que comulga con la derecha evangélica
latinoamericana y apoya a grupos como Con mis Hijos no te Metas.
En un video difundido a pocos días del golpe por el Ministerio Bautista
Internacional, una iglesia evangélica con sede en Santa Cruz de la
Sierra, se ve plasmada esta alianza religiosa y militar en las palabras
del coronel de la policía boliviana Rodolfo Salazar, quien declara:
“Sometiéndonos bajo su soberanía y su autoridad, por gracia de Dios hoy
somos parte integrante del ejército más grande, somos soldados de
Cristo”. En ese mismo acto, su colega Raúl Rubén Lafuente Velásquez
anuncia: “Soy creyente, hijo de Dios. Y como coronel del Ejército de
Bolivia, restablezco un nuevo tiempo y entendimiento en las fuerzas
armadas de Bolivia para cumplir su misión fundamental (…). Reivindico y
consagro a las fuerzas armadas de Bolivia para Jesucristo y (estas) se
someten al señorío de Jehová Tsebaoth, general de generales, Dios de los
Ejércitos. Amén”. Su discurso es recibido por aplausos y gritos de amén
de los presentes en la ceremonia.
La imagen, en sí misma, da
cuenta de cierto sincretismo: medieval y contemporánea, muestra a
uniformados presentes en un acto religioso que desde su lugar de
autoridad militar se rinden ante una autoridad teocrática y resaltan una
imagen militarista de Dios. No en vano Tsebaoth es la forma en que los
hebreos se refieren al Dios de los Ejércitos en el Antiguo Testamento.
La elección de ese nombre es una referencia a los tiempos donde primaba
la teología sacrificial, es decir, una deidad que pide sacrificios para
ser honrada. Eso que el propio Camacho exaltó tras el golpe de Estado
cuando se dirigió a sus seguidores: “Agradezco todo el sacrificio que
han hecho, han estado fuertes en esta lucha de 21 días de paro, era la
señal que Dios tenía para recuperar el voto que fue violado, y llevar
adelante el nombre de Dios, que ya volvió al palacio”.
Desde su
exilio en México, mientras tanto, Evo Morales parece no haber perdido la
fe en la presión internacional… ni en la divina. Ha pedido la mediación
de la Onu, de personalidades europeas y también del papa Francisco,
pero hasta el momento sólo ha recibido deseos de buena voluntad. Quizás
Evo en este momento esté preguntándose, como Atahualpa Yupanqui, si sabe
dónde está Dios: “¡Por su casa no ha pasado tan importante señor!”.
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