Intersecciones
Crítica desde la crisis
Que
vivimos tiempos de crisis capitalista no es una novedad para nadie. Al
menos desde el estallido financiero de 2008, el análisis del
capitalismo, que parecía olvidado en buena parte de la teoría social y
también de la acción política, ha vuelto al centro de la escena. Tal
vez, algo ande mal con el capitalismo como tal. De la mano de
este "retorno" de la crítica del capital, Marx y el marxismo han vuelto a
gozar de cierta legitimidad teórica, aunque más no sea en una versión
limitada, como herramientas intelectuales para el análisis de la crisis
económica. Sin embargo, también asistimos a una significativa
multiplicación, fragmentación y heterogeneidad de los conflictos
sociales. Lejos de las predicciones del marxismo tradicional sobre la
creciente homogeneización subjetiva de las capas proletarias bajo las
presiones del dinamismo sistémico, el conflicto social de nuestro tiempo
aparece irreductiblemente heterogéneo en su interior. Mientras que el
poder de los sindicatos, como órganos tradicionales de la clase, ha sido
debilitado por décadas de neoliberalismo, han cobrado importancia
varios movimientos sociales centrados en el género, el racismo, la
naturaleza, la vivienda y las formas de habitar las ciudades, el acceso
al agua y otras necesidades básicas, los servicios públicos, etc. La
crisis capitalista, estructural como es, parece generar múltiples
respuestas, pero que permanecen marcadas por la heterogeneidad y la
multiplicidad. Articular el momento objetivo de crisis sistémica con el
momento subjetivo de multiplicidad de luchas a veces fragmentarias es un
desafío de peso para el momento presente.
Las cosas no son más
simples en el plano de la teoría. El marxismo tradicional, a pesar del
retorno a la crítica del capital, es una teoría ampliamente
desacreditada. Se lo ha cuestionado, sobre todo desde las tribunas
posestructuralistas, por tener una mirada reduccionista de la clase
(incapaz de dar cuenta de ejes de dominación social atravesados como el
género o la raza), un historicismo eurocéntrico (una filosofía de la
historia progresista basada en el desarrollo de las fuerzas productivas)
y una teoría del sujeto demasiado ligada a la modernidad (que ve a la
naturaleza como mera materia disponible para ser dominada por el
sujeto). Sin embargo, la mayoría de las "teorías de relevo" en
competencia con el marxismo tradicional han tendido a desconocer sin más al capitalismo como objeto de crítica.
Este es el caso, por ejemplo, el posmarxismo de Chantal Mouffe y
Ernesto Laclau, en el mejor de los casos una teoría de la autonomía de
lo político con respecto a lo social. En la propia teoría crítica de la
sociedad (Jürgen Habermas, Axel Honneth), parece que encontramos
herramientas para diagnosticar y combatir algunas patologías sociales de
la modernidad, pero no al capitalismo como tal en cuanto ensamble
sistemático.
Producir una nueva gran teoría social, abarcadora y
amplia de miras, capaz de vérselas con la pluralidad de conflictos
sociales sin retroceder a los reduccionismos y esencialismos del
marxismo tradicional y volviendo a poner al capitalismo como tal
en el centro de la discusión, parece un desafío intelectual de primer
orden para nuestro tiempo. Nancy Fraser ha recogido el guante. Sus
intervenciones más inmediatamente políticas de los últimos años son
mejor conocidas (por ejemplo, Fraser, 2018, Fraser, 2019). Ha
cuestionado el "neoliberalismo progresista", que se caracterizó por la
alianza entre avance de la mercantilización e incorporación domesticada
de demandas de reconocimiento de algunos movimientos sociales en las
décadas pasadas. Contra esta peligrosa alianza, Fraser ha propugnado por
la construcción de un populismo de izquierdas que reúna demandas
emancipatorias en todos los planos con una fuerte crítica económica de
las desigualdades sociales. Sin embargo, las bases teóricas de sus
intervenciones políticas permanecen menos conocidas. Es precisamente en
los trabajos teóricos de los últimos años donde Fraser desarrolla una teoría ampliada del capitalismo vigorosa. En este artículo intentaré presentar los rudimentos de esa teoría.
Fraser
hizo un primer giro a la teoría del capitalismo en un trabajo sobre
Karl Ponaly en 2012, dando con formulaciones más completas en el
artículo "Behind Marx’s Hidden Abode" (2014) y el libro co-escrito con
Rahel Jaeggi, Capitalism. A Conversation in Critical Theory (2018,
traducido al castellano en 2019, ver Bibliografía al final de este
artículo, ndr.). Sabemos que Marx dirigió su atención a la "morada
oculta de la producción" detrás de las escenas superficiales del
intercambio de equivalentes, desentrañando la explotación y la
dominación de clase tras las promesas de igualdad y libertad del
capitalismo. Con Marx, pero más allá de Marx, Fraser encuentra nuevas
"moradas ocultas" detrás de la producción de valor: la reproducción
social, no reconocida como trabajo y realizada gratuitamente, en buena
medida en los hogares y por mujeres; la naturaleza, introducida en la
dinámica capitalista periódicamente mediante nuevas anexiones y
mercantilizaciones; la expropiación de comunidades racializadas, no
reconocidas plenamente en el derecho ni siquiera en los términos del
trabajo asalariado; la política, que provee marcos institucionales
indispensables –pero potencialmente conflictivos– para el sostenimiento
de la acumulación. Estos ámbitos configuran la ontología social
internamete diferenciada del capitalismo. Se trata de un único orden social, pero que no posee una lógica unitaria (por ejemplo, la valorización o la mercantilización), sino lógicas diversificadas conforme divisiones institucionales que
portan también diferentes criterios normativos. El capitalismo es
entonces algo más que un sistema económico basado en la clase, es un
orden institucional que también se estructura de manera racista y
patriarcal, que agudiza la separación entre humanidad y naturaleza y que
hace posible, al tiempo que constriñe, demandas democráticas y
transformadoras.
Finalmente, el capitalismo es un orden
institucional históricamente cambiante. Las fronteras institucionales
que lo caracterizan no son estáticas. Cada una de ellas es propensa a la
crisis y renegociable. Las grandes fases históricas del capitalismo (el
liberalismo del siglo XIX, el capitalismo administrado por el estado de
posguerra, el neoliberalismo actual) son estabilizaciones provisorias
de las contradicciones dinámicas y los conflictos de límites del orden
institucional. Esto significa que cada fase del capitalismo debe
estabilizar la dinámica de la acumulación, con su perpetua propensión a
crisis. Pero también debe articularla con las otras dimensiones
institucionales: la reproducción social, la relación con la naturaleza,
la expropiación de comunidades y la política, generando sucesivas formas
de equilibrio precario. Hoy, la última gran fase del capitalismo, el
neoliberalismo, está en crisis en todos los planos (la acumulación, la
reproducción social, la nueva ronda de expropiaciones, la legitimidad
democrática, la relación con la naturaleza). Esto explica que, junto con
la lucha de clases o como elemento imbricado con ella, aparezcan nuevas
"luchas por los límites" (boundarie struggles) en todos los
ámbitos del orden institucional. La teoría ampliada del capitalismo
permite abordar la crisis contemporánea, tornando inteligibles los
vínculos entre la dinámica de la crisis y los conflictos sociales
abiertos, dando lugar a nuevas maneras de comprender los procesos y a
nuevas perspectivas para intervenir en ellos.
Hacia una teoría ampliada del capitalismo
En
sus conversaciones con Jaeggi, Fraser avanza una primera definición
"ortodoxa" del capitalismo para, sobre esa base, construir
caracterizaciones más complejas. El capitalismo supone 1) la división de
la sociedad entre una clase de productores y una de propietarios; 2) la
mercantilización institucionalizada del trabajo asalariado; 3) la
dinámica compulsiva del capital como valor que se valoriza; 4) la
alocación del excedente social y los factores de producción mediante el
mercado (Fraser y Jaeggi, 2018: 41). El capital es caracterizado como
"sujeto" del proceso de valorización (Fraser y Jaeggi, 2018: 31), en
cuanto su dinámica recursiva y automatizada toma a los seres humanos
como sus "peones". Asimismo, esa dinámica de acumulación tiene por
presupuestos la división de la sociedad en clases y la compra-venta de
la fuerza de trabajo. Estos cuatro rasgos iniciales pretenden dar cuenta
del carácter históricamente determinado de la sociedad capitalista, de su especificidad histórica o de los rasgos singulares que la caracterizan y diferencian de otras formas sociales preexistentes.
Ahora
bien, ni la dinámica de la valorización, ni la venta de fuerza de
trabajo como mercancía, ni la división de la sociedad en clases bastan
para caracterizar al capitalismo, una forma social que excede estructuralmente a la relación de capital y
sus ramificaciones internas. Sencillamente, "la sociedad no puede ser
mercancías hasta el final [all the way down]" (Fraser, 2012: 1). Por el
contrario, hay "condiciones de posibilidad" no mercantiles para la
existencia de mercancías (Fraser, 2012: 8). Siguiendo críticamente a
Karl Polanyi, Fraser cuestiona la tesis de la universalización capitalista de la forma mercancía, con sus patrones objetivos y subjetivos (2014:
5). Por el contrario, el marco institucional del capitalismo produce
una diferenciación de ámbitos que son las "condiciones de trasfondo" [background conditions] del proceso de valorización.
Fraser
retoma, para pensar esas condiciones de trasfondo, cierta metodología
desplegada por Marx en el estudio de la acumulacion originaria. Esta
investigación nos lleva de la explotación del trabajo doblemente libre a
la expropiación de las comunidades campesinas, la historia de las enclosures
y la instauración por medios político-estatales, directos y violentos,
de las clases sociales en sentido moderno. Aparecen entonces condiciones
de posibilidad (históricas) de la acumulación, que no se resumen en su
dinámica intrínseca como tal. Fraser retoma este argumento pero le da un
giro sincrónico: las "condiciones de trasfondo" de la acumulación no
son solamente su presupuestos históricos. Son, en cambio, sus
condiciones simultáneas de eficacia y permanencia, en una lógica de
primer plano y trasfondo [foreground/background] que permite
ampliar la concepción del capitalismo y encontrar "moradas ocultas" tras
la producción de valor. Hay un marco institucional que debe funcionar
simultáneamente con la acumulación para que ésta tenga eficacia.
La reproducción social
La
primera condición de trasfondo o división institucional del capitalismo
que Fraser destaca, siguiendo al marxismo feminista, es la reproducción social.
En la sociedad capitalista, la reproducción de la fuerza de trabajo es
realizada en buena medida (aunque no totalmente) en un marco no
mercantilizado, en el ámbito doméstico y predominantemente por mujeres.
Este trabajo reproductivo es "absolutamente necesario para la existencia
de trabajo asalariado" (Fraser y Jaeggi, 2018: 45). Incluye también los
procesos de subjetivación básicos que dan lugar a la formación de
comunidades y la interacción social significativa. La división entre
producción de mercancías y reproducción social es una condición
"completamente generizada" del capitalismo (Fraser y Jaeggi, 2018: 46).
Esta división institucional también es históricamente específica: en
otras sociedades históricas, la actividad social y económica se orienta
directamente a la producción para la subsistencia como tal, no
separándose en los ámbitos escindidos de la producción de valor y la
reproducción social. La reproducción social delimita una condición de trasfondo no mercantilizada del mercado capitalista, que posee dinámicas normativas propias.
En
el artículo "Contradictions of Capital and Care", Fraser sostiene que
el capitalismo tiene una profunda, estructural, tendencia a la crisis de
reproducción social (2016a: 100). Las contradicciones sistémicas del
capitalismo no se despliegan solamente dentro de la acumulación
de capital (caída de la tasa de ganancia, sobreproducción, etc). El
capitalismo posee contradicciones estructurales y tendencias a la crisis
también en la interacción entre el ámbito de la reproducción
social y la producción de mercancías. "Por una parte, la reproducción
social es una condición de posibilidad para la acumulación de capital
sostenida, por la otra, la orientación del capitalismo a la acumulación
ilimitada tiende a desestabilizar el proceso de reproducción social en
el que se basa" (Fraser, 2016a: 100). La separación entre producción de
mercancías masculinizada y reproducción social feminizada conlleva una
relación contradictoria entre las dos (Fraser, 2016a: 103). Esta
combinación de separación, dependencia y rechazo es fuente de constante
inestabilidad social, en cuanto la dinámica de la acumulación tiende a
socavar las bases de la reproducción social que, al mismo tiempo,
presupone como su condición institucional.
La expropiación y el racismo
La
segunda condición institucional del capitalismo está vinculada con el
imperialismo y el racismo, "integrales a la sociedad capitalista, tan
integrales como la dominación de género" (Fraser y Jaeggi, 2018: 55). El
capitalismo no suprime las jerarquías de estatus (Fraser y
Jaeggi, 2018: 57) ni instituye sin más la explotación de clase basada en
la igualdad jurídica. Por el contrario, marca políticamente a algunos
sujetos como menos-que-proletarios: sujetos que ni siquiera van a ser
reconocidxs como jurídicamente libres e iguales y por lo tanto pueden
ser objeto de expropiaciones directas y violentas. La constitución
política de estos sujetos está marcada de cabo a rabo por la racialización y el imperialismo.
"Mientras que los trabajadores explotados reciben el estatus de
individuos libres portadores de derechos (…) aquellos sometidos a
expropiación son constituidos como seres dependientes, no-libres,
despojados de derechos" (Fraser y Jaeggi, 2018: 56). Como dice la autora
en "Expropiation and Explotation in Racialized Capitalism", el Estado
capitalista fuerza cada vez una división entre "trabajadores-ciudadanos"
y "sujetos dependientes, expropiables" (Fraser, 2016b: 163).
Las
dinámicas de racialización se organizan de manera transnacional,
delimitando núcleos y periferias globales del capitalismo, al tiempo que
expropiación y la explotación coexisten a veces en un mismo territorio.
La expropiación, nuevamente, no es una condición histórica pretérita
cancelada en la historia posterior del capitalismo. Es uno de sus
mecanismos constantes, "acumulación por otros medios" de "bruta
confiscación –de trabajo, ciertamente, pero también de tierra, animales,
herramientas, depósitos de energía y hasta de seres humanos, sus
capacidades sexuales y reproductivas, sus hijos y órganos corporales"
(Fraser y Jaeggi, 2018: 55). La expropiación es entonces una background condition de la explotación tanto como la reproducción social.
La separación sociedad/naturaleza
El
capitalismo instituye una relación dual (de separación y anexión) con
la naturaleza. La convierte en un recurso cuyo valor es a la vez
"presupuesto y denegado" (Fraser y Jaeggi, 2018: 50). Los capitalistas
la expropian "sin costo", tratándola como una materia libremente
disponible y aprovechable. La constante anexión de la naturaleza, como
fuente de riquezas y vertedero de deshechos, acompaña a la acumulación
de capital continuamente. Estas anexiones permanentes y crecientes, al
mismo tiempo, vienen acompañadas de una agudización de la frontera que
separa sociedad y naturaleza. "El capitalismo asume (en efecto,
inaugura) una división tajante entre un reino natural, concebido como
provisión gratis, no producida, de ‘materiales brutos’, y un reino
económico, concebido como la esfera del valor, producido por y para
seres humanos" (Fraser y Jaeggi, 2018: 50). Con esto se endurece la
distinción previa entre humanidad y naturaleza, que tiene una larga
tradición en el pensamiento occidental.
El capitalismo, además de
cursos paradojales, tiende a producir contradicciones ecológicas.
Presupone la disponibilidad libre y en principio infinita de la
naturaleza como recurso. Pero también desestabiliza la ecología, minando
sus propias condiciones de posibildiad cada vez. Nuevamente, las
contradicciones del capitalismo no se limitan a la acumulación de
capital. Incluyen las contradicciones entre la acumulación y sus
condiciones de posibilidad o de trasfondo, en este caso, las condiciones
ecológicas.
Economía y política
La última
condición de trasfondo del capitalismo es la política. Simplemente, la
acumulación presupone lógicamente un poder público separado, que tercie
en las relaciones contractuales (incluida la salarial, condición de la
explotación). Esto configura una separación entre economía y política
que es también específica del capitalismo (en otras sociedades
históricas es normal ver al poder político y el económico fusionados
inmediatamente). La diferenciación entre economía y política, por lo
tanto, es estructuralmente necesaria para el capitalismo. Al mismo
tiempo, la política se constituye sobre criterios normativos
no-idénticos a los económicos, "principios de democracia, ciudadanía
igualitaria e interés público, por muy restrictivos o excluyentes que
puedan ser a veces" (Fraser y Jaeggi, 2018: 64).
La división
entre política y economía, estructurante del capitalismo como tal, hace
posible el funcionamiento "automatizado" de la acumulación como
"compulsión silenciosa" (Fraser y Jaeggi, 2018: 53). Al mismo tiempo,
acá emerge la posibilidad de la contradicción entre capitalismo y democracia,
como fue tematizada por Ellen Meiksins Wood. En efecto, la desigualdad
de clase y la regulación compulsiva de la economía tienden a socavar a
la política y su autonomía. La legitimación democrática es entonces
puesta en cuestión, o mejor, se vuelve periódicametne incompatible con
los imperativos de la acumulación. Se ponen de manifiesto "las
contradicciones específicamente políticas de la sociedad capitalista –el
hecho de que su economía simultáneamente se basa en y tiende a
desestabilizar a los poderes públicos" (Fraser y Jaeggi, 2018: 54).
Fraser ha profundizado estas tesis en el artículo "Legitimation Crisis?"
(2015), donde retoma algunas herramientas del análisis de Jürgen
Habermas para analizar la crisis política del capitalismo neoliberal.
"La lógica de sistema de la economía capitalista está profundamente
arraigada en la sustancia del poder público y la consume desde adentro.
Desestabilizando sus propias condiciones políticas de posibilidad, el
régimen actual no solo amenaza con destruirse a sí mismo, sino también a
la única fuerza que podría transformarlo" (Fraser, 2015: 188).
Historicidad de las fronteras
Arriba
reconstruí el marco institucional del capitalismo como tal, con sus
divisiones constitutivas entre producción y reproducción, explotación y
expropiación, sociedad y naturaleza, economía y política. Estas
divisiones, inherentemente capitalistas, tienen una historia interna de
articulaciones y renegociaciones. El capitalismo como orden
institucional no es estático. Ha atravesado una serie de fases donde sus
divisiones institucionales, que encierran propensiones a la crisis,
fueron estabilizadas temporalmente.
Por ejemplo, durante el
capitalismo liberal, especialmente hasta la crisis de 1929, en los
países del centro primó un modelo de reproducción social basado en
"esferas separadas" (Fraser y Jaeggi, 2018: 107). La familia, como
unidad de reproducción de la fuerza de trabajo, se encontraba separada
del mercado y escasamente atendida por medidas estatales. Durante el
capitalismo administrado estatalmente de la posguerra este modelo fue
reemplazado. El poder de estado se dedicó directamente a administrar la
reproducción social, garantizando servicios públicos en la salud, el
cuidado de niños, la educación (Fraser y Jaeggi, 2018: 108). Al mismo
tiempo, se instituyó el "salario familiar", con el que "debía pagarse a
un trabajador varón industrial lo suficiente para mantener a toda su
familia" (Fraser y Jaeggi, 2018: 109). Esta forma de reproducción social
"fordista" garantizó salarios altos y bienestar obrero, al menos en el
centro global, pero al precio de reforzar los patrones familiares
patriarcales y heteronormativos supuestos en el salario familiar.
Finalmente, con el neoliberalismo se difundió el modelo de "familia de
dos asalariados" [two-earner family]. En esta fase se condensaron
ambiguamente las presiones a la baja de salarios exigidas por la
acumulación ante la baja de productividad y las demandas feministas y
LGBT contra las opresiones condensadas en el formato familiar fordista.
Se erigió así el "orden de género del capitalismo financiarizado"
(Fraser y Jaeggi, 2018: 111), que a su vez estaría en crisis
actualmente, en un marco de crisis general del capitalismo neoliberal.
"Este régimen promueve la desinversión estatal y corporativa del
bienestar social, al tiempo que recluta mujeres en la fuerza de trabajo
paga –extrernalizando el trabajo de cuidados en familias y comunidades
mientras reduce su capacidad para realizarlo" (Fraser, 2016: 112).
Las
consideraciones de arriba podrían repetirse para las otras divisiones
institucionales del capitalismo. En todos los casos, vemos cómo cada
fase histórica afecta al conjunto del orden institucional,
redibujando las fronteras entre ámbitos. Nuevas formas de imperialismo,
de anexión de la naturaleza y de articulación economía/política se
dibujan también en cada caso. Con estos intentos sucesivos, todos ellos
precarios y contestables, el capitalismo logra estabilizar
transitoriamente sus contradicciones sistémicas, augurando en cada caso
nuevas fases de crisis y reconfiguraciones generales.
Proyectos emancipatorios y luchas sociales
Contra
la vieja tesis de Lukács que postulaba una tendencia a la
universalización de la forma mercancía en el capitalismo (Fraser y
Jaeggi, 2018: 65), Fraser enfatiza las gramáticas propias y las ontologías diferenciadas
de cada una de las condiciones de trasfondo del capitalismo,
construyendo una topografía societal compleja. La política no se rige
por la lógica de la mercancía, la reproducción social no se rige por la
dinámica de la acumulación, etc. Esto no significa que esas divisiones
institucionales variopintas sean reservorios puros de una normatividad emancipatoria:
muchas veces, sus oposiciones dinámicas con respecto a la economía
capitalista plasman complementariedades sistémicas, madrigueras
conservadoras y otras trampas dualistas. Sin embargo, marcan una
normatividad alternativa (a veces complementaria, a veces en conflicto)
con respecto a la valorización del valor.
Las divisiones institucionales del capitalismo dan lugar a luchas por los límites [boundarie struggles].
En diferentes contextos, las personas pelean colectivamente por
redefinir, rediscutir y a veces también defender las fronteras entre
ámbitos institucionales. Por momentos, tratan de proteger fronteras
heredadas, por ejempplo contra los avances de la mercantilización
(luchas defensivas, Fraser y Jaeggi, 2018: 213). También,
retomando un vocabulario que desarrolló en trabajos previos (2006),
Fraser distingue luchas por los límites afirmativas y transformadoras.
Las primeras buscan situar en otro punto la localización social de una
frontera dada, sin discutir la existencia de esa forntera como tal (por
ejemplo, discutir la inclusión de las mujeres en el trabajo asalariado o
de poblaciones racializadas en la ciudadanía estatal). Las segundas
objetan la existencia de algunas fronteras institucionales como tales
(por ejemplo, proyectos radicales de transformación social que busquen
abolir las separación entre producción y reproducción, entre política y
economía, etc.). Finalmente, como Fraser viene sosteniendo desde los
años ‘90, la propia distinción entre luchas afirmativas y
transformadoras se complica en la práctica, donde son posibles reformas no reformistas,
afirmativas bajo un criterio estricto, pero que "dan lugar a efectos
transformadores porque alteran las relaciones de poder y, por lo tanto,
abrir un camino para nuevas luchas que se vuelven cada vez más
radicales" (Fraser y Jaeggi, 2018: 214).
Al mismo tiempo, Fraser
nos advierte contra los peligros de dos imaginarios extremos y
simétricos: el liquidacionismo y el prohibicionismo. El primero busca
"eliminar una frontera del todo", mientras que el segundo intenta "hacer
impenetrable" una frontera dada (Fraser y Jaeggi, 2018: 215). Ejemplos
peligrosos de liquidacionismo se encuentran en el intento soviético por
eliminar la frontera entre economía y política, que condujo a las
dificultades sistémicas de la economía planificada; así como en algunas
experimentaciones fascistas de instrumentalización estatal de la
reproducción social y biológica. El prohibicionismo se encuentra, en
cambio, "en aquellas feministas que buscan prohibir toda
mercantilización del sexo, la reproducción y el trabajo de cuidados"
(Fraser y Jaeggi, 2018: 215). En estos casos se asume que cierto ámbito
de la existencia (la reproducción social) es inherentemente no
mercantilizable. De un lado, liquidar toda frontera institucional puede
ser peligroso, del otro lado, decretar la sacralidad de las fronteras
puede resultar conservador y paralizante. Fraser recomienda mantener una
actitud abierta y contextual, capaz de pensar renegociaciones y
redefiniciones de fronteras, militando por una "nueva y más democrática"
manera de trazarlas (Fraser y Jaeggi, 2018: 216).
Las
consideraciones anteriores se enmarcan en otra caracterización de las
luchas sociales en el capitalismo. Reformulando las ideas de Karl
Polanyi, Fraser distingue un "triple movimiento" entre mercantilización, protección social y emancipación
(Fraser y Jaeggi, 2018: 231). El ciclo fordista estuvo, en buena
medida, marcado por la alianza entre protección social y
mercantilización, en detrimento de la emancipación social (lo que se
plasmó en las presuposiciones hetero-patriarcales del salario familiar,
entre otras cosas). El capitalismo neoliberal, en cambio, significó una
curiosa alianza de mercantilización y emancipación, que incorporó parte
de las críticas y demandas emancipatorias de la nueva izquierda de los
años ‘60 y los movimientos sociales, muchas veces "desplazándose hacia
formas individualistas y meritocráticas de enmarcar sus agendas" (Fraser
y Jaeggi, 2018: 241). Esto marcó un período de neoliberalismo
progresista donde la expansión del mercado pareció ofrecer oportunidades
a versiones domesticadas de los movimientos sociales. Las
estabilizaciones sistémicas parecen posibles cuando se alían dos de los
tres posibles movimientos capitalistas, en detrimento de un tercero. En
esos casos es posible condensar dinámicas de lucha en sentido de un
ordenamiento social provisorio pero viable. Una articulación disruptiva
de movimientos generales y luchas de fronteras (incluida la de clases)
podría dar lugar a una transición a una nueva articulación institucional
o, incluso, a una ruptura con el capitalismo como tal.
La situación actual
Los
análisis del presente de Fraser son más conocidos. Se trata de una
intelectual políticamente activa, que interviene permanentemente en la
prensa y ha producido varios artículos de lectura coyuntural. No voy a
reponer sus posiciones más inmediatamente políticas en detalle por
razones de espacio. Baste, por el momento, decir que para Fraser
asistimos a la crisis del neoliberalismo progresista (cuyo signo sería,
en el contexto de Estados Unidos, la victoria electoral de Donald Trump
sobre Hillary Clinton), enmarcada en una crisis general del capitalismo financiarizado.
Esta situación marca la apertura de un nuevo período de inestabilidad y
conflicto. Las nuevas derechas populistas emergen de esta crisis,
proponiendo una posible salida regresiva de la situación, que apunta a
estabilizar el capitalismo bajo nuevos patrones de dominación. Frente a
este contexto, Fraser llama a construir una nueva alianza de emancipación y protección social, que supere los límites del neoliberalismo progresista y enfrente a las derechas conservadoras.
Mi instinto es aprovechar el momento y pasar a la ofensiva (…) Ni el neoliberalismo hiper-reaccionario ni el progresista serán capaces de (re)establecer una hegemonía segura en el período que viene y enfrentamos un interregno caótico e inestable (…). Podría haber una apertura para la construcción de un bloque contrahegemónico en torno al proyecto del populismo progresivo. Combinando en un único proyecto una orientación económica igualitaria y pro-clase obrera con una orientación inclusiva y no jerárquica al reconocimiento, tendríamos al menos una oportunidad de pelear para unir al conjunto de la clase trabajadora (Fraser y Jaeggi, 2018: 257).
En
este trabajo traté de reconstruir las nuevas exploraciones teóricas que
subyacen a este tipo de propuestas. En los últimos años Fraser produjo
una teoría ampliada del capitalismo, que no se limita a la economía en
sentido restrictivo. En cambio, se fija en las divisiones
institucionales constitutivas de esta forma social e histórica. Esto le
permite reconfigurar los límites de la lucha de clases (o, al menos, de
las luchas potencialmente anticapitalistas) para abarcar también las
luchas por los límites, que buscan redefinir, reorganizar o impugnar las
fronteras sociales. Esta teoría capta el carácter históricamente
determinado del capitalismo, así como su dinamismo interno. Finalmente,
se trata de una teoría capaz de iluminar la crisis del presente,
caracterizando su multidimensionalidad (que atraviesa a todas las
dimensiones institucionales) y bosquejando algunas perspectivas para la
intervención política en nuestro tiempo.
Bibliografía
Fraser,
Nancy (2012) "Can Society be Commodities All the Way Down? Polanyian
reflections on capitalist crisis" publicado en Archive Ouverte de
Sciences de l’Homme et la Societé, https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00725060
Fraser, Nancy (2014) "Behind Marx’s Hidden Abode. For an Expanded Conception of Capitalism" en New Left Review, 86, 55-72.
Fraser,
Nancy (2015) "Legitimation Crisis? On the Political Contradictions of
Financialized Capitalism" en Critical Historical Studies, 3:1, 163-178.
Fraser, Nancy (2016a) "Contradictions of Capital and Care" en New Left Review, 100, 99-117.
Fraser,
Nancy (2016b) "Expropiation and Explotation in Racialized Capitalism: A
Reply to Michael Dawson" en Critical Historical Studies, 2:2, 157-189.
Fraser, Nancy (2018) "¿Podemos entender el populismo sin llamarlo fascista? Entrevista", disponible online: http://www.sinpermiso.info/textos/podemos-entender-el-populismo-sin-llamarlo-fascista-entrevista
Fraser, Nancy (2019) ¡Contrahegemonía ya!, Buenos Aires: Siglo XXI.
Fraser, Nancy y Jaeggi, Rahel (201)) "Capitalismo. Una
conversación desde la teoría crítica", Ediciones Morata, Madrid, 2019
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