Jorge Durand
La Jornada
El diario La Prensa
de Nicaragua colocó en toda la primera plana una botella de agua, con el
título Nicar Agua. La botella es un nuevo símbolo de lucha de la
Solentiname rebelde. Se dice que nadie puede negar un vaso de agua, pero
no es el caso del presidente perpetuo Daniel Ortega y de la
vicepresidenta Rosa Murillo de Ortega.
El agua les fue negada a las madres de presos políticos del régimen,
que hacían huelga de hambre en una iglesia y que permanecía aislada por
un cerco policial. Un grupo de jóvenes trató de romper el cerco
llevándoles agua a las huelguistas y pagaron caro su atrevimiento, ahora
forman parte los presos políticos.
La revuelta en Nicaragua es asunto cotidiano desde abril del año
pasado, cuando se dieron los grandes enfrentamientos en barricadas
improvisadas, de varias ciudades del país. Y paradójicamente el símbolo
de los insurrectos es la bandera azul y blanco, el pabellón nacional,
frente a la bandera rojinegra de los últimos reductos seudosandinistas.
Salir a las calles con la bandera nacional se convirtió en símbolo de
lucha contra el régimen. En el colmo de la desesperación la policía y
las fuerzas paramilitares les arrebataban la bandera a los
manifestantes.
El escudo nacional también, es otro emblema de lucha. El triángulo
donde se aprecian los cinco volcanes que representan la vieja utopía de
la unidad centroamericana, se convirtió en otro símbolo, utilizado por
la resistencia, con las salvedad de que se coloca al revés, con la punta
del triángulo para abajo. Un simple triángulo invertido pintado en una
pared compite con los espectaculares a todo color donde se anuncian y
promocionan los egos y proyectos presidenciales.
La máscara de Anonymous, símbolo de la rebeldía en el mundo entero, o la más reciente de Dalí, de la serie la Casa de Papel,
en Nicaragua pasan desapercibidas ante las máscaras populares de las
danzas pueblerinas, que representan la tradición, al pueblo bajo y llano
que se rebela.
Y las máscaras dan pie a la danza. En plena protesta callejera, en
medio de las consignas gritos y rechiflas, surge la música popular y
salen las parejas a bailar con sus trajes tradicionales. Las faldas
multicolores desarrollan sus evoluciones en medio de los gritos de
protesta, la pareja masculina, a su vez, evoluciona con la bandera en
las espaldas, obviamente con el triángulo del escudo al revés. Protesta
juvenil, alegre y festiva que ha sido reprimida a balazos por el
régimen.
En Nicaragua la presencia de los símbolos se nota ni bien se sale del
aeropuerto. En medio del camellón carretero se levantan unas
estructuras metálicas, de un supuesto árbol de la vida, que quiso
convertirse en un símbolo de esperanza para el régimen. No bastaba con
uno, estos se repiten hasta la saciedad cada cincuenta metros. Por obra y
gracia de la señora de Ortega, actual vicepresidenta y promotora de la
idea de sembrar la ciudad con árboles de la vida metálicos, la
resistencia ha encontrado la manera de desahogar su encono contra ellos.
Durante la revuelta de abril varios fueron derribados y otros han
sido quemados y vandalizados. Quedan todavía muchos en pie, pero no
podrán escapar a su destino, serán quemados, derribados y despedazados,
por esta nueva generación de muchachos rebeldes, en medio del paroxismo
de una fiesta popular.
Otra insignia derribada ha sido el megalómano proyecto del Canal
Transoceánico, símbolo del entreguismo del siglo XXI, con una concesión
de 100 años renovable, al millonario chino Wang Jing que tuvo sus cinco
minutos de gloria al engatusar a Ortega y familia, con la evocación de
un viejo sueño nicaragüense, que lo más seguro es que se convertiría en
pesadilla.
Ya no fueron los muchachos, sino los profesores y científicos
nicaragüenses, agrupados en la novel Académica de Ciencias de Nicaragua,
los que señalaron las pocas virtudes y muchos defectos y problemas del
mencionado proyecto. Con bases sólidas y científicas, y con asesoría
internacional, los académicos desenmascararon las falacias de este
proyecto que quería convertirse en símbolo del progreso y el futuro del
país.
Finalmente, no hay mayor carga simbólica que la muerte, la memoria de
los que dieron su vida en estas primeras batallas, que todavía no tiene
final. Y para preservarla está el nuevo museo de la memoria por los
caídos y contra la impunidad, Ama y No olvida, instalado en la UCA, uno
de los bastiones juveniles y profesoriles de la resistencia.
Gracias Nicaragua, Nicaragüita, por dejarme ver tu legendario rostro
de resistencia y rebeldía, gracias por permitirme degustar tus tamales,
con papa y arroz y saborear tu aromático ron; gracias por hacerme
recordar tus trinos de poetas daríos y cardenales; gracias ¡gracias!
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