Los medios de difusión dominantes, capitaneados
por Estados Unidos, intentan imponer un relato absolutamente falso
sobre el golpe de Estado en Bolivia. Respecto de este peligro y la
urgente necesidad de contrarrestarlo coincidíamos un grupo de compañeras
y compañeros el martes 10 en un inolvidable y productivo encuentro con
Evo Morales y Álvaro García Linera, presidente y vicepresidente del
Estado Plurinacional de Bolivia. Debe quedar claro: en Bolivia no hubo
nada parecido a un fraude electoral, mucho menos el
descomunal fraudede que hablan sin pruebas medios como El País, de Madrid, Clarín, de Buenos Aires, o CNN en español, que algunas personas todavía tienen por serios, cuando no son más que bocinas del ministerio de propaganda del imperio. Ni siquiera el sesgado informe
preliminarde la OEA se atreve a afirmar que haya existido fraude en las elecciones generales del 20 de octubre y sólo se refiere a irregularidades en relación con una muestra de actas cuya selección despierta muchas sospechas ya señaladas por el análisis que hizo el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas, prestigioso grupo de estudios con sede en Washington. El análisis (http://cepr.net/), un exhaustivo trabajo estadístico sobre los datos reales de las elecciones bolivianas,
no encuentra evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera vuelta.
Lo que sí ha sido fraudulenta y traicionera es la actuación en las
elecciones bolivianas de la OEA y, sobre todo, de su secretario general,
Luis Almagro. Primero, la OEA ofrece un informe el 21 de octubre en el
que sin presentar pruebas de irregularidades que lo ameritaran y
tomándose atribuciones de las que carece, recomienda ir a una segunda
vuelta electoral en una grosera intervención en los asuntos internos de
Bolivia. Esto envalentonó al ladrón y genocida candidato opositor Carlos
Mesa. Propició que se abriera cauce al racismo y al fascismo anidados
en importantes sectores de las clases medias tradicionales y que ya
venían desatándose anteriormente. Mesa llamó a sus partidarios a
protestar contra el
fraude. De manera extraña, quien acusaba de fraude hizo que sus huestes quemaran cuatro tribunales electorales departamentales con papelería electoral incluida. Raro, pues se supone que nadie más interesado en disponer de las pruebas del fraude que quien aduce ser víctima de éste. Pero no sólo fue eso. Cientos de indígenas y seguidores del oficialista MAS, entre ellos muchas mujeres, fueron vejados, apaleados, quemadas sus casas, particularmente en Santa Cruz, por los grupos de choque fascistas cruceños y más tarde los de Cochabamba y La Paz. Es escandaloso el caso de la alcaldesa masista a quien le cortaron el cabello, golpearon, empujaron por la calle, orinaron y virtieron pintura encima.
En medio de esta ferocidad derechista, Evo Morales, con el fin de
relajar tensiones y pacificar el país llamó el 25 de octubre a la OEA a
realizar una auditoría de la elección y se comprometió a acatar sus
resultados. Cuando se dio a conocer el informe preliminar de la
auditoría que recomendaba convocar a nuevas elecciones, toda una
canallada de Almagro, Evo, consciente de que el documento equivalía a
una tea incendiaria, lo aceptó en el mismo ánimo de paz y anuncio la
elección de nuevas autoridades electorales.
Pero ya en ese momento las turbas fascistas quemaban o amenazaban con
quemar las casas de ministros del gobierno, líderes del MAS,
gobernadores y legisladores, con las familias adentro, o eran amenazados
de muerte sus familiares más cercanos si no renunciaban a sus cargos.
En eso estalló el motín policial, cuya característica principal es que
los efectivos policiales se encerraron en los cuarteles y negaron a
controlar el orden público. Era también justo el momento en que las
movilizaciones convocadas por el MAS parecían capaces de inclinar la
correlación de fuerzas del lado del gobierno. Entonces vino el llamado
del comandante de las fuerzas armadas a que el presidente renunciara, en
un discurso televisado, lo que hizo girar nuevamente hacia la derecha
el balance de fuerzas. Ello obligó a Evo a presentar la renuncia (aún
hoy no aceptada por la Asamblea Nacional), a esconderse y a acogerse al
asilo en México, en una sucesión de hechos que pusieron en grave peligro
su vida, incluido un frustrado intento de emboscada por el ejército en
el aeropuerto de Chimoré, ya a bordo del avión de la Fuerza Aérea
Mexicana que lo conduciría a ese país, frustrado por miles de sus
simpatizantes que se interpusieron entre los militares bolivianos y la
aeronave hasta que despegó.
Encima de todo esto, aprovechando el vacío de poder, la derecha,
siempre con el total apoyo de Washington, que ha hecho correr ríos de
dinero para comprar desde jefes militares hasta marchistas de derecha
anima la autoproclamación de una presidenta interina. Pero para hacerlo
viola toda la línea de sucesión establecida por la Constitución. ¿Qué es
esto sino un golpe de Estado clásico? Frente a una tormenta de balas y
mucha sangre la resistencia indígena y popular continúa.
Twitter: @aguerraguerra
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