Entrevista al periodista e historiador Mario Amorós
El dictador Augusto
Pinochet falleció en 2006, cuando acumulaba cerca de 300 querellas por
crímenes, desapariciones, torturas y violaciones de los derechos
humanos. Pinochet dejó en herencia la Constitución chilena de 1980,
actualmente en vigor, y un modelo económico ultraliberal –el de los
Chicago Boys- contra el que en octubre se iniciaron revueltas populares.
Según el informe de la CEPAL Panorama social en América Latina,
presentado en febrero de 2019, el 1% de los hogares más ricos de Chile
concentraba en 2017 el 26,5% de la riqueza neta del país.
El
hilo que conduce a esta coyuntura puede seguirse en el libro de 832
páginas Pinochet. Biografía militar y política (Ediciones B), del
periodista e historiador Mario Amorós (Alicante, 1973). “En el último
momento -a 36 horas de la sublevación-, Pinochet decidió sumarse a la
conjura fraguada por otros altos oficiales de las Fuerzas Armadas,
después que la derecha, la dirección de la Democracia Cristiana, las
organizaciones empresariales y el gobierno de Nixon y Kissinger hubieran
situado al país al borde del abismo”, recuerda el investigador. Mario
Amorós es también autor, entre otros libros, de Allende. La biografía
(2013), Neruda. El príncipe de los poetas (2015) y Rapa Nui. Una herida
en el océano (2018). La entrevista tiene lugar antes de la presentación
de la biografía en el Centre La Nau de la Universitat de València.
-Se cumplen cuatro semanas de protestas, marchas y paros en Chile, con
un balance de 23 muertos durante la represión militar y policial (las
autoridades decretaron el toque de queda), además de las denuncias de
torturas, miles de heridos y detenidos…
Una semana antes del 18 de octubre, la vida en Chile era normal; la gente hacía su vida y el modelo funcionaba;
de repente, se decidió una subida en el precio del billete de metro de
30 pesos en hora punta (0,036 euros); y la gente empezó a colarse en el
metro de Santiago, ésta fue la chispa que ha prendido la mayor
rebelión política y social en Chile durante los últimos 30 años, desde
el final de la dictadura; se trata de una rebelión contra el gobierno de
la derecha y el modelo económico neoliberal que implantó Pinochet. Pero
de ahí a que sea posible una alternativa, falta muchísimo; es muy
difícil, porque en Chile se da una despolitización muy grande, aunque
haya habido –y los hay- movimientos sociales muy potentes y con mucho
apoyo transversal.
-El 11 de noviembre la Sociedad Chilena
de Oftalmología (SOCHIOF) hizo un llamamiento al Ministerio del Interior
y las Fuerzas del Orden y Seguridad para que adoptaran “medidas
urgentes” con el fin de “detener la utilización de balines
antidisturbios ya que están generando un inédito número de pacientes con
lesiones oculares graves y daño visual severo”. ¿Es el sello de la
derecha pinochetista?
Éste es el poso autoritario de la
derecha chilena; la derecha en Chile fue tradicional y republicana hasta
los años 60 del siglo pasado; una derecha, digamos, democrática, que
entró en crisis en 1964 cuando no presentó candidato a la elección
presidencial y apoyó a Eduardo Frei, dirigente de la Democracia
Cristiana, para que no venciera Salvador Allende; y es lo que ocurrió,
Eduardo Frei Montalva ganó ese año las elecciones presidenciales. Fue
una derecha que se reinventó en la lucha contra el proyecto
socialista de Allende. Esa derecha republicana, democrática, derivó en
una derecha contrarrevolucionaria, fascista, que respaldó el golpe de
estado y la dictadura; durante el régimen de Pinochet fue también una
derecha neoliberal.
-¿Destacarías algún ejemplo?
El ministro del Interior y Seguridad Pública durante el gobierno de
Piñera, Andrés Chadwik, aplaudía en 1988 al dictador en un mitin y
gritaba la consigna “¡Mano dura, Pinochet!”; la Unión Demócrata
Independiente (UDI) es un partido con mucha votación (cerca de un millón
de votos, el 16% de los sufragios en las elecciones a la Cámara de
Diputados en 2017. Nota del entrevistador). La derecha, con Sebastián
Piñera al frente, ganó las últimas elecciones presidenciales con el 54%
de los votos. El núcleo de hierro que rodea a Piñera pertenece al sector
más duro de la derecha chilena, que fue el sector pinochetista. Ahora
han tomado una medida completamente increíble, como es sacar el ejército
a las calles. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, dijo
Piñera el 21 de octubre, en los primeros días de movilizaciones
populares; el general Iturriaga, jefe de la Defensa Nacional para la
Región Metropolitana, afirmó que él no estaba en guerra con nadie; el
ejército chileno ha tenido esta precaución, porque hay numerosos
miembros del ejército condenados a penas de cárcel por los crímenes de
la dictadura.
-En el Centre La Nau has recordado episodios
de la represión pinochetista, como los 15 campesinos
detenidos-desaparecidos cuyos cadáveres se hallaron en un horno de la
localidad de Lonquén, cerca de Santiago, en 1978; o el asesinato en
Buenos Aires, en 1974, del general Prats, quien había ejercido de
Comandante en Jefe del Ejército de Chile antes del golpe militar. Según
los diferentes informes oficiales, 3.200 opositores fueron asesinados o
desaparecidos durante la dictadura (1973-1990) y más de 30.000, víctimas
de la prisión política y la tortura. En el libro recoges testimonios de
la violencia política…
Uno de los casos es el de la
dirección comunista. En mayo de 1976, una secciónde la DINA –la brigada
Lautaro- secuestró a la dirección clandestina del Partido Comunista de
Chile. La historia de los hechos no se conoció hasta que pasaron 30
años, por la declaración ante la justicia de uno de los exagentes
represores. La Brigada Lautaro tuvo un cuartel secreto en la calle Simón
Bolívar de Santiago, en el que no hubo supervivientes. Según la
investigación judicial, allí fue asesinado el subsecretario general del
Partido Comunista y dirigente sindical, Víctor Díaz; cuando éste se
hallaba detenido, le espetó directamente a Pinochet: “Tratar de
exterminar al Partido Comunista es como vaciar el agua del mar con un
balde”.
En el libro también dedico unas páginas al caso del
sacerdote español y dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), Antoni Llidó, secuestrado por agentes de la DINA en el centro de
Santiago, torturado y asesinado en octubre de 1974. Un mes después, los
obispos Fernando Ariztía y Helmut Frenz mostraron a Pinochet una lista
de personas desaparecidas, un informe sobre las torturas a los detenidos
y una fotografía de Antoni Llidó, a lo que el dictador respondió: “Ése
no es un cura, es un terrorista, es un marxista, hay que torturarlo
porque de otra manera no cantan”.
-Con motivo del 45
aniversario del derrocamiento de Allende (septiembre de 2018), el
presidente Piñera escribía en el periódico El Mercurio: “Es bueno y
necesario recordar que nuestra democracia no terminó por muerte súbita
ese 11 de septiembre de 1973. Venía gravemente enferma desde mucho antes
y por distintas razones”. La diputada de Renovación Nacional, Camila
Flores, se declaró en una entrevista a CNN Chile (diciembre de 2018)
“pinochetista” y “agradecida al gobierno militar”. ¿Con qué discursos se
ha legitimado la dictadura?
Por ejemplo con el supuesto milagro económico.
El exministro y principal economista de la dictadura en los años 70,
Sergio de Castro, formado en la Universidad de Chicago, afirmó que
Pinochet fue determinante para el giro neoliberal. Sabían que el nuevo
modelo de los Chicago Boys tendría un gran costo social, que
llegaría el desempleo y el hambre e incluso recibiría críticas dentro de
la iglesia católica y el sector más nacionalista y estatista de las
fuerzas armadas. El argumento de los logros económicos es muy común en
Chile; pero a finales de enero también Alfonso Guerra, dirigente
histórico del PSOE, afirmó que hay dictaduras como la de Pinochet “que
al menos tienen eficacia en el terreno económico y de los servicios”.
Además se tiende a separar la represión –y la DINA (policía secreta de
la dictadura) como elemento que la simboliza- del esquema económico, que
actualmente se cuestiona pero que permitió a Chile ser un ejemplo.
Esta separación me parece inaceptable. En abril de 1975 Pinochet aprobó
el llamado Plan de Recuperación Económica, durante una reunión en el
Palacio de Cerro Castillo en Viña del Mar; allí estuvo, además de los
economistas que prepararon el plan, el jefe de la DINA, Manuel
Contreras, que participó en las discusiones. El neoliberalismo se
instauró en los primeros meses de 1975 con la izquierda en las
catacumbas, centenares de desaparecidos y las torturas más atroces.
-¿Por esta razón titulas dos apartados del libro “Una dictadura de clase” y “El programa de shock”
(con dos ministros destacados: Jorge Cauas, titular de Hacienda; y
Sergio de Castro, en la cartera de Economía, además de los economistas
chilenos formados en Estados Unidos)?
En marzo de 1974 se aprueba un documento, la Declaración de Principios del Gobierno de Chile, de tufo bastante franquista y cuya redacción final tiene como responsable a Jaime Guzmán, un abogado muy de derechas y cerebro gris de
la dictadura. En 1975 la situación era muy difícil y la política
económica del régimen estaba fracasando; ese año el PIB tuvo una caída
del 13%, el gasto público se redujo en un 27% y la inflación a finales
de año se elevó al 343%. En aquel momento estaban en Chile Milton
Friedman y Arnold Harberger, economistas de la Escuela de Chicago,
impartiendo conferencias. Pinochet los recibe el 21 de marzo de 1975 y
les pide consejo. Todo lo que le dijeron está publicado, le aconsejaron
un “tratamiento de choque” ultraliberal. La política económica del
régimen de Pinochet fue un desastre. Tras la derrota en el plebiscito de
1988, el 11 de marzo de 1990 el dictador entregó un país que tenía el
40% de la población en la pobreza más absoluta.
-¿Y en
cuanto a la relación entre Pinochet y Franco? En la presentación has
recordado el “mensaje de solidaridad” del dictador chileno -publicado el
3 de octubre de 1975 en La Vanguardia- “ante la infame campaña
internacional que enfrenta España” por los últimos fusilamientos del
franquismo (septiembre de 1975), de tres militantes del FRAP y dos de
ETA.
Pinochet sentía admiración por Franco, un
militar de carrera exitosa con toda la propaganda que le rodeaba: el
general más joven de Europa y conductor de la guerra civil española
contra los rojos. Además cuando Pinochet ya es dictador, bebe en
las fuentes de un sector muy reaccionario de la derecha chilena, que
compartía el hispanismo imperialista y franquista, y que admiraba a
Franco por haber aplastado a la izquierda. Los dos dictadores
encabezaron el proceso que acabó con dos experiencias democráticas y
modernizadoras: la II República española y el gobierno de la Unidad
Popular. Por otra parte, en una de las cartas a su familia, de
septiembre de 1969, desde la comuna de Quillota, el sacerdote Antoni
Llidó escribe en el contexto de una de sus charlas en el Instituto del
Estado: “Sorpresa. Para los chilenos, Franco es un semidiós que salvó a
la Madre Patria (¡la llaman así!) del desastre y la ha conducido por el
buen camino durante 30 años (…). Se queda uno de una pieza cuando oye
decir a un caballero con toda seriedad: ‘Un Franco es lo que necesitamos
aquí’”.
-¿También se asemejan los dos autócratas en el enriquecimiento?
Pinochet murió en 2006. En 2004 se descubren sus cuentas secretas en
Estados Unidos y se desploma su imagen. Fue el denominado “caso Riggs”
(por el nombre del banco norteamericano –Riggs National Bank- donde
tenía las cuentas ocultas). Se dijo que Pinochet podría tener –en el
extranjero- una fortuna valorada en cerca de 30 millones de dólares de
la época. Entonces gente que había sido muy cercana al dictador se
separó de él por primera vez (En agosto de 2018 la Corte Suprema de
Chile condenó, por el “caso Riggs”, a tres militares en retiro por
malversación de caudales públicos y ordenó la incautación de 1,6
millones de dólares de bienes de Pinochet o alguna de sus sociedades.
Nota del entrevistador). Sin embargo, con la ola reaccionaria actual, y
la presencia de Trump, Bolsonaro o en España Vox, hay en Chile un líder
de la extrema derecha sin complejos y con un discurso abiertamente
pinochetista: José Antonio Kast, fundador de Acción Republicana, que en
las elecciones presidenciales de 2017 alcanzó el 8% de los votos.
-Documentación desclasificada en Estados Unidos, en noviembre de 2017,
confirmó la colaboración de la CIA en el golpe militar contra Allende;
en 1974 el periodista de The New York Times, Seymour Hersh, ya informó
sobre cómo la CIA financió la desestabilización del Gobierno de la Unidad Popular. ¿Cambió en algún momento la posición norteamericana?
Estados Unidos observó cómo el 2 y 3 de julio de 1986 se desarrolló una
gran jornada de Protesta Nacional, totalmente transversal, en la que
participaron desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista y
las organizaciones sociales. Los estadounidenses vieron asimismo que el
Partido Comunista de Chile tenía de nuevo gran fuerza (en agosto la
dictadura detectó un desembarco enorme de armas de los comunistas
chilenos en la localidad de Carrizal Bajo; y en septiembre se produjo un
intento de asesinato –tiranicidio frustrado- contra Pinochet por parte
del Frente Patriótico Manuel Rodríguez). En ese contexto, en noviembre
de 1986, Ronald Reagan, su secretario de Estado, George Shultz, y el
Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos debaten sobre Chile: hay
una apuesta por forzar que Pinochet no se eternice en el poder.
Pero, a mi juicio, esto no fue lo decisivo. Aunque también diría que el
embajador de Estados Unidos en Chile, Harry Barnes, ejerció un papel
positivo ya que, por ejemplo, acompañó a las víctimas de la represión en
los funerales del joven fotógrafo Rodrigo Rojas, que murió en julio de
1986 por las quemaduras que le causaron los militares. Yo diría, en
resumen, que en Chile se produjo una Transición pactada -para una salida
no revolucionaria a la dictadura- con el apoyo de Estados Unidos. Creo
que lo más significativo fue el potente ciclo de Protestas Nacionales,
que comenzaron el 11 de mayo de 1983 –prácticamente cada mes- hasta
julio de 1986. Esta ola de movilizaciones es la que logra la victoria en
el plebiscito de 1988 y fuerza la salida de Pinochet.
-Por último, ¿qué resaltarías sobre el papel de la prensa?
Por una parte está clara la condescendencia de la prensa oficial y los
grandes medios chilenos que apoyaron la dictadura; ésta es una fuente de
información fundamental para la biografía. Medios como El Mercurio y La
Tercera respaldaron el golpe militar, pero lo interesante es que, a
partir de 1978 y sobre todo en los años 80, surgió en Chile un
periodismo muy valiente y democrático; lo encarnaron revistas como
Análisis, APSI, Cauce o Fortín Mapocho. De hecho, cuando Pinochet perdió
el plebiscito en octubre de 1988, Fortín Mapocho –que era un periódico
diario en ese momento- publicó una portada histórica con el siguiente
titular: “¡Corrió solo y llegó segundo!” Estos medios denunciaron los
crímenes de la dictadura, además hacían un periodismo de mucha calidad,
con grandes periodistas…
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