
Las
protestas de la juventud y del pueblo panameño contra las reformas
constitucionales propuestas por el presidente Laurentino Cortizo son
responsabilidad de los gobernantes. Desde un principio, la forma de
abordar el problema fue calculado mal por los asesores de Cortizo. El
primer mal paso fue acoger una propuesta excluyente, sin consulta o
revisión, para reformar la Constitución preparada por un grupo de
ciudadanos fue un error. Segundo error, el ejecutivo le envió
directamente a la Asamblea Nacional de Diputados sin una revisión del
contenido de las reformas propuestas. En el proceso de revisión de la
propuesta por parte de la Asamblea todos los diputados quisieron meter
su cuchara, sin orden alguno y, peor aún, sin una dirección ideológica o
partidista.
La propuesta de reformas que envió Cortizo a
la Asamblea no tenía justificación teórica ni sustento alguno (ni
escrito o verbal). La manipulación de los diputados del paquete
convirtió el procedimiento en un circo. Cada diputado se sentía con
libertad de introducir cualquier artículo. La banda circense paró de
tocar cuando la Universidad de Panamá levantó la voz contra una reforma
que pretendía privatizar la educación superior mediante una maniobra
legislativa. La propuesta de un diputado conservador, ligado a los
intereses empresariales, tocó un nervio muy sensible. Los
universitarios, apoyados por amplios sectores de la sociedad, sacaron
sus pancartas e hicieron la caminata desde “la casa de Méndez Pereira”
hasta el Palacio ‘Justo Arosemena’ donde sesiona la Asamblea.
El
rector, Eduardo Flores, le explico a los diputados y a su guardia
pretoriana, agazapada detrás de las rejas con ‘las púas de la
vergüenza’, cual era la misión de la Universidad y el despropósito del
artículo que pretendían introducir en la Constitución. El presidente
Cortizo, la mayoría de los miembros de su gabinete ni los diputados
aceptaron lo planteado por el rector Flores. Sin embargo, la Universidad
tenía otra arma aún más convincente: la fuerza de su juventud
estudiantil. Las manifestaciones de los grupos estudiantiles de varias
universidades se concentraron en las calles que rodean la Asamblea
protestando. El presidente Cortizo dio la orden de abortar el artículo
que pretendía suprimir la educación superior en Panamá.
Tras
el enfrentamiento, los jóvenes se sumaron a las protestas contra el
proyecto de reformas a la Constitución, tanto en su contenido como en su
forma. Para enfrentar el descontento general, Cortizo se presentó en
televisión para regañar a los diputados y jóvenes por igual. Amenazó con
el uso de la represión si no se avanzaba con el calendario de reformas
que él se propuso al tomar posesión de la Presidencia en julio de 2019.
Lo
más interesante de esta experiencia es, por un lado, la madurez y
consistencia del movimiento de la juventud. Además, los jóvenes han
abierto un diálogo con todos los demás sectores del país. Hay un solo
punto en que todos los protestantes coinciden: no quieren las reformas
constitucionales propuestas. La mayoría quiere que se convoque una
constituyente (originaria) con plenos poderes soberanos. El choque con
las fuerzas del gobierno no sólo se da en el terreno político, también
se produce en las calles cuando los ‘antimotines’ de la Policía Nacional
reprime a los jóvenes. Se reportaron casi cien detenidos y el doble de
heridos.
Al gobierno sólo le resta esperar para ver si el
calendario de Cortizo se cumple a fines de 2020 con un plebiscito para
aprobar o reprobar las reformas propuestas. El gobierno cuenta con el
apoyo de los sectores más conservadores del país y todo indica que tiene
caminando a su lado a los partidos políticos (neoliberales),
oficialistas y opositores. La acogida a las reformas por parte de los
medios, que son propiedad de los sectores mencionados, ha sido tibia. La
Embajada de EEUU, acéfala hace varios años, aparentemente no tiene
mayor interés en las propuestas de reforma.
Los jóvenes
apuntan a un objetivo que une a todo el pueblo en contra de la clase
económica y su gobierno. Quieren detener el proceso de reforma. Pero le
agrega a este objetivo la convocatoria de una Constituyente originaria.
La lucha entre gobernantes y gobernados es permanente. Lo que cambia es
la correlación de fuerzas. Si existe mucho descontento en la familia
panameña se puede llegar a una Constituyente con alguna probabilidad de
éxito. En este caso hay que trabajar y hacer las consultas más amplias
para construir el edificio sobre el cual descansará la nueva
Constitución.
7 de noviembre de 2019
- Marco A. Gandásegui,
hijo, es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e
investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo
Arosemena (CELA)
https://www.alainet.org/es/articulo/203103
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