Guatemala
En la historia reciente
del país, la extrema derecha guatemalteca deviene de una matriz
ideológica y política común: el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).
Como partido político, el MLN tiene su origen en las fuerzas
contrarrevolucionarias que, bajo la conducción de Estados Unidos y la
realización de la Operación PBSuccess, derrocaron el gobierno democrático y legítimo encabezado por Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954).
El
MLN, constituido formalmente en 1958, fue la más representativa
expresión del anticomunismo, que como ideología fue esencial en la
implementación de una política de crímenes de lesa humanidad,
planificados, organizados y ejecutados por estructuras represivas de
Estado y escuadrones de la muerte, cuya acción comenzó en 1954 y se
extiende al día de hoy en prácticas de corte fascista.
Algunos
escuadrones de la muerte tuvieron su origen directo en este partido
político, autodenominado «el partido de la violencia organizada», al
cual pertenecieron algunas expresiones del gran empresariado. Al
rastrear a muchos políticos y poderes actuales, que se encuentran en la
mayoría de los partidos políticos de derecha, puede constatarse su
origen en las filas del MLN y de sus vástagos ideológicos. Así las
cosas, el sustrato ideológico anticomunista se encuentra difuminado en
buena parte de las organizaciones partidarias, pero también en grupos,
medios y expresiones económicas, sociales, culturales e ideológicas que
forman parte de quienes hegemonizan el poder dentro y fuera del Estado.
Desde
la ideología anticomunista se categorizó como comunistas, cuando no
como terroristas, a todas aquellas personas y organizaciones sociales y
políticas que atentaran contra el establishment y el statu quo
. Se incluyó no solo a las organizaciones claramente subversivas e
insurrectas, sino también a expresiones orientadas a exigir derechos, a
luchar por mejoras económicas y sociales, a perseguir objetivos
democráticos. En este marco, la expresión quitarle el agua al pez
constituyó una máxima en la estrategia anticomunista y se tradujo en la
aplicación de la tierra arrasada, política consistente en un plan
sistemático de masacres contra comunidades rurales, indígenas y
campesinas bajo el supuesto de ser colaboradoras de las organizaciones
guerrilleras.
En el contexto actual se observa cómo el
anticomunismo se renueva. Todo aquel que forma parte de luchas
sindicales o de defensa del territorio y constituya una expresión
reivindicativa desde sujetos históricamente excluidos vuelve a ser
catalogado como comunista y terrorista. No obstante, su renovación está
siendo recuperada y reimpulsada por un conjunto de aparatos ideológicos
(medios y programas de difusión masiva, netcenters , Iglesias
neopentecostales, etcétera) y políticos (Cacif, así como fundaciones y
partidos políticos de derecha y extrema derecha) que integran, de forma
directa o indirecta, la articulación de poder que controla los
principales organismos estatales. Esto se explica en que buena parte de
sus integrantes se han visto amenazados por procesos de investigación y
procesamiento judicial, por resistencias a proyectos extractivos y
búsquedas de reforma, los cuales son interpretados como un peligro para
sus intereses y para el régimen económico, social y político instituido.
En
este sentido, utilizan un conjunto de términos cercanos: comunista,
socialista, izquierdista, terrorista. Asimismo, se mezclan discursos
racistas y homofóbicos. Siendo elástico el uso de tales términos, estos
son aplicados contra todo aquel que se distancie de alguna política
específica aunque coincida en la defensa del modelo de acumulación y del
régimen político. Así, el exembajador de Estados Unidos Todd Robinson
fue catalogado como socialista. Embajadas europeas que propugnan por
avances en la investigación criminal, además de instituciones como la
Cicig y figuras como Thelma Aldana e Iván Velásquez, son acusados de ser
parte de una trama izquierdista de carácter internacional que atenta
contra la soberanía y la independencia del país. Y en la
disputa electoral actual califican a Sandra Torres, política tradicional
de derecha moderada, de exguerrillera, de representación de la
izquierda y de expresión del socialismo internacional.
Más allá
de una acepción y aplicación laxa de la ideología anticomunista, lo
riesgoso de esto son los cambios institucionales, las nuevas leyes y las
orientaciones de la política estatal, que podrían devenir en una
política de mayor persecución, represión y aniquilamiento de
dirigencias, luchadores y defensoras de derechos. Este sería el caso de
la activación de estructuras estatales y privadas organizadas desde el
mundo finquero y empresarial.
Así las cosas, el anticomunismo constituye un espectro que amenaza nuevamente a nuestro pueblo.
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