El lenguaje de las
declaraciones al finalizar la cumbre del Mercosur en la ciudad de Santa
Fe en la Argentina mantiene el carácter diplomático, a veces anodino,
pero queda muy claro el cambio de la hegemonía política de hace pocos
años.
Se trata de un regreso al origen por constituir la
institucionalidad de la liberalización económica en la región
sudamericana. Recordemos que el Mercosur surge en 1991, momento de auge
de la liberalización y el neo liberalismo, consecuencia directa de la
ruptura de la bipolaridad entre capitalismo y socialismo derivado de la
caída del Muro de Berlín y la desarticulación de la URSS. Es un proceso
desplegado entre 1989 y 1991, con antecedentes diversos en los 80, sea
un nuevo papado en la Iglesia católica, la crisis polaca y la impronta
global de las presidencias de Thatcher y Reagan en Gran Bretaña y EEUU.
Es una historia larga, de remotos antecedentes por enterrar cualquier
posibilidad de construcción social no capitalista.
La ofensiva
liberalizadora de los 80 se consolidó en la región latinoamericana y
caribeña en los 90, Consenso de Washington mediante. La ofensiva
liberalizadora del capital imponía la agenda de reorganización del
sistema mundial y de las relaciones capitalistas, afectando derechos
laborales, súper explotando a la Naturaleza y modificando la función del
Estado. Claro que al mismo tiempo los pueblos presentaron resistencia,
especialmente en los territorios de Nuestramérica y se habilitó una
experiencia de cambio político que generó expectativas en el ámbito
mundial.
Experiencias de cambio político
El
laboratorio de los nuevos gobiernos surgidos de la dinámica de la
resistencia popular a la globalización neoliberal y capitalista, retardó
el proceso imaginado de una integración subordinada en la lógica
imperialista del ALCA o de las negociaciones lideradas desde Europa por
los países de la península Ibérica.
La novedad
“nuestramericana” debía ser abortada y se aplicaron todas las
estrategias posibles para revertir un fenómeno que aludía y ejercitaba
nuevos mecanismos de una integración no subordinada, incluso con ideas
en la articulación productiva del petróleo y la soberanía energética; la
alimentación y la soberanía alimentaria; e incluso con propuestas sobre
una “nueva arquitectura financiera” sustentando la soberanía
financiera.
Con la foto de la cumbre presidencial de estos días
en Argentina, se consolida una nueva hegemonía de orientación de
derecha en el Mercosur, con el alineamiento y sintonía muy especial de
los presidentes de Brasil y de Argentina, los dos mayores entre los
socios de la articulación regional, los que se suman a la tradición
derechista en Chile y Paraguay, condicionando fuertemente al Uruguay.
Solo Bolivia sustenta hoy los valores que hasta hace pocos años
hegemonizaban el proyecto de integración en la región, donde Hugo Chávez
y Venezuela aportaban la dinámica de creatividad y renovación de los
principales instrumentos de una integración no subordinada. Venezuela
está afuera del Mercosur por la decisión de la hegemonía en el bloque,
crecientemente subordinado a la política exterior de EEUU.
La
disputa es por la institucionalización de instrumentos que faciliten la
libre circulación de capitales, mercancías y servicios en el Mercosur.
En esa disputa se juegan los acuerdos recientes con la Unión Europea,
probables con EEUU y con variados países. Son acuerdos políticos entre
Estados capitalistas para favorecer negocios de las transnacionales con
origen en esos territorios o países.
Inserción mundial de la región
Es por eso que gana espacio la extensión de la mercantilización en
tiempo de dominación transnacional de la economía mundial, y que define
el lugar de la región en el sistema mundial.
De hecho, se
configura una especialización productiva que privilegia un modelo
primario exportador sustentado en la histórica dotación de recursos
naturales, sea la tierra, el agua, los minerales, el petróleo, el gas,
el cobre, la biodiversidad, etc.
La poca industrialización
construida en tiempos de sustitución de importaciones deriva en una
lógica de ensamble subordinada a la dominación tecnológica y financiera
de las grandes corporaciones transnacionales.
Todo acompañado
de una dinámica de especulación financiera, que al tiempo que alimenta
el endeudamiento público y privado, compromete las finanzas en la
región.
En rigor, se es parte de un proceso que apunta a
alimentar un ciclo mundial donde la valorización del capital potencia la
integración de los ámbitos productivos y de circulación con gran peso
de la banca, los mercados de capitales y una política monetarista en los
organismos internacionales y los principales países del capitalismo.
Aclaremos que los gobiernos del cambio político no modificaron
esencialmente ese perfil productivo y el modelo de desarrollo
consecuente, asociado al consumismo, aun cuando aparecieron novedosas
propuestas de articulación productiva y financiera como comentamos.
Los gobiernos de la derecha en la región, pretenden en la coyuntura
retomar el rumbo de los noventa, de inserción subordinada, y consolidar
unas relaciones socio económicas convergentes con la demanda política de
la hegemonía mundial capitalista. Por eso gana el discurso de apertura
al mundo, lo que supone subordinación a la lógica de la dominación,
sustentada en la concentración y centralización del capital.
Recreación de la hegemonía neo liberal
En ese camino se debe retomar el desarme de la lógica reformista construida por medio siglo entre 1930 y 1980.
Aun con matices en distintos países del mundo, las políticas de Estado
benefactor o keynesianas son las que otorgaron dinámica en lo esencial a
las políticas públicas en todo el mundo, con un resultado favorable a
la ganancia, sí, pero también para el salario, el empleo y la seguridad
social, con derechos sociales, individuales y laborales extendidos. Se
pretendía alejar la demanda socialista entre los trabajadores y las
trabajadoras
La política neo liberal se propuso desmantelar
esas conquistas sociales, matizadas según la realidad de la lucha de
clases en cada territorio.
Ese propósito fue interrumpido en el
cambio de siglo en Nuestramérica, que, con la subsistencia del proyecto
cubano, se reanimó la posibilidad de imaginar un destino socialista,
del Siglo XXI para nuestros países. Eso era y es lo que había que
frenar.
Solo así se puede explicar lo que viene aconteciendo,
más allá de opiniones que puedan verterse sobre las diferentes
realidades y experiencias. No es lo mismo el imaginario por el
socialismo construido en algunos de los procesos, que las propuestas por
un capitalismo “serio” o “normal” formulados por algunos gobiernos. Aun
así, lo común era la crítica al discurso hegemónico de corte neo
liberal, más allá de la no realización de mutaciones estructurales que
afirmaran un rumbo anticapitalista o incluso reformista en el marco de
las relaciones capitalistas.
Se trata ahora de recuperar el
tiempo perdido y por eso se avanza con definiciones políticas por la
apertura y la liberalización, las que inducen cambios estructurales de
fondo, caso de las reformas laborales, previsionales y tributarias, con
distinto nivel de avance según las realidades de cada país.
Desde el Mercosur se consolida un discurso por la liberalización,
habilitando condiciones para la disputa hegemónica de los capitales más
concentrados del sistema mundial, apoyados por las burocracias de los
principales Estados del capitalismo y de su propio peso en los
organismos internacionales. El interrogante pasa por las acciones de
confrontación derivadas de la iniciativa popular, permeada por la lógica
comunicacional contemporánea, también definida por la acumulación de
poder económico y cultural del orden capitalista.
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