Puerto Rico
Jacobin Magazine
Una creciente ola de
indignación inunda Puerto Rico. Gentes de toda clase y condición exigen
la dimisión del gobernador conservador, Ricardo Rosselló. Han copado las
redes sociales e invadido las calles para expresar su desdén por el
gobernador y sus colaboradores. La población portorriqueña no conocía
este tipo de apoyo popular transversal desde el llamamiento a la
retirada del ejército de EE UU del municipio insular de Vieques. El
resultado de estas movilizaciones determinará la historia de Puerto Rico
durante generaciones. ¿Cuál es la causa de este estallido y qué
perspectivas se abren?
La ciudadanía portorriqueña se enteró
el mes pasado de que numerosos organismos públicos, incluida la plana
mayor del gobierno de Ricardo Rosselló, estaban siendo investigados por
el FBI. En una entrevista radiofónica del 24 de junio, el jefe de la
agencia tributaria de Puerto Rico se quejó de que el organismo que él
supervisaba estaba carcomido por la corrupción, controlado por una mafia institucional
de burócratas gubernamentales que cobraban dinero a cambio de favores
como la cancelación de deudas y la anulación de multas. La semana
pasada, el FBI demandó a la antigua responsable de Educación, Julia
Keleher, y a la ex jefa de la administración del seguro de enfermedad,
Ángela Ávila-Marrero. La gota que colmó el vaso fue la publicación de
los mensajes de un grupo de Telegram que administraba el gobernador Rosselló junto con sus colaboradores más cercanos.
De momento se han filtrado 889 páginas de este chat,
aunque puede que salgan a la luz todavía más. Los mensajes revelan la
manera maquiavélica de actuar y la falta de escrúpulos del círculo
próximo al gobernador. Abundan los insultos lanzados contra la oposición
y quienes la apoyan. Además, el gobernador ordenó a sus colaboradores
que movilizaran a trolesen las redes sociales para atacar a rivales
políticos o disidentes. Hordas de troles recibieron instrucciones para
cumplimentar sondeos en línea, dando la impresión de que una mayoría de
la población portorriqueña aprobaba la política y los logros del
gobernador. Sus colaboradores enviaron líneas editoriales a los
principales medios locales, dictaban las preguntas a los periodistas y
organizaban entrevistas exclusivas.
Bromearon sobre la muerte de
políticos de la oposición, hicieron comentarios homófobos sobre la
sexualidad de personajes célebres, contaron chistes gordofóbicos sobre
sus propios votantes, hubo burlas transfóbicas, llamaron putas a mujeres
de la oposición y de sus propias filas, ridiculizaron a los mayores de
su propio partido, expresaron el deseo de asesinar a rivales políticos,
descalificaron las manifestaciones de protesta contra la violencia de
género y socavaron la reforma policial ordenada por el ministerio de
Justicia de EE UU. Ridiculizaron la campaña antiacoso que había
encabezado la propia esposa del gobernador, Beatriz Rosselló,
dedicándose a acosarse entre ellos en el chat. Los miembros del grupo también perpetuaron el estigma en torno a la salud mental.
El gobernador compartió una fotografía de un barrio pobre que supervisó desde su casa de veraneo en Cayey con un hashtag
que decía “así no podemos pedir la categoría de Estado” [1]. Se jactó
de haber puesto fin a una comisión creada para auditar la deuda del
gobierno portorriqueño, trasladado el Hamilton de Lin-Manuel
Miranda de la Universidad de Puerto Rico a otro teatro y privatizado la
Compañía Eléctrica de Puerto Rico y los servicios de transbordador de
los municipios insulares de Vieques y Culebra. Los mensajes revelan que
los colaboradores del gobernador comentaron documentos confidenciales
con representantes de grupos de presión y lograron que el Consejo de
Control Fiscal, impuesto por el gobierno federal, modificara documentos
que eran lesivos para su gobierno entes de publicarlos.
Tal vez
lo que más ha enfurecido a la gente de Puerto Rico, que todavía está
recuperándose de los desastres provocados por el huracán María, ha sido
el hecho de que los miembros del chat se coordinaron para impedir
que se publicaran reportajes sobre las muertes que causó el huracán e
incluso bromearon sobre la utilización de los muertos para eliminar la
disensión. El día después de la filtración, un manifestante le dijo a un
periodista: “Me llamo Luis Alejandro Vázquez. Estoy aquí por mi padre.
Lo hallaron muerto tres semanas después del María. Cuando leí que
necesitaban un cadáver para alimentar a los buitres, ya no pude más.”
Puerto
Rico está en una encrucijada. La intensidad y magnitud de la protesta
pública tiene pocos precedentes. La dirección del Partido Nuevo
Progresista [2] constituye una barrera entre la gente y su deseo de
cambio. Entre las excusas que los seguidores de Ricardo Rosselló han
dado por él figuran las siguientes: todos cometemos errores, los demás
partidos políticos también son corruptos, el grupo de Telegram es
un grupo privado y el gobernador necesita tiempo y espacio para
reflexionar. Sin embargo, el apoyo a Rosselló está cayendo dentro de su
propio partido, algunos de cuyos miembros piden su dimisión, mientras
que otros plantean que debe renunciar a la reelección y abandonar la
presidencia del partido, y otros más le solicitan más tímidamente que
reflexione.
Aparentemente Rosselló ha logrado lo imposible: ha
conseguido unir en contra de él a una izquierda política asediada y a
mucha gente apartidista. El resultado ha sido impresionante: miles de
personas han salido a la calle e invadido las redes sociales para
manifestar su indignación. Personalidades famosas como Lin-Manuel
Miranda, Bad Bunny, Ricky Martin y Ednita Nazario llegaron incluso a
llamar a manifestarse en la calle y exigir la dimisión del gobernador.
Representantes electos de ambos partidos en ambas cámaras federales,
entre ellos el congresista por Arizona Raúl Grijalva y el senador por
Florida Rick Scott, también han reclamado un cambio en la cúpula del
Estado. En la base, gentes de comunidades marginadas y acomodadas, y de
distintas razas, géneros, inclinaciones sexuales, regiones geográficas e
ideologías, gritan “Ricky dimite y llévate contigo el Consejo de
Supervisión Fiscal”.
Los y las manifestantes sitúan su objetivo
mucho más allá de la dimisión de Ricardo Rosselló. Son cada vez más
conscientes de que los problemas que subyacen a esta revuelta son
sistémicos y de que las soluciones deberían estar a la altura del reto.
Exigen la adopción de medidas que acaben con la corrupción
gubernamental, el aumento de la transparencia y la autonomía de los
medios de comunicación, la inclusión de una perspectiva feminista en la
enseñanza primaria y secundaria, la declaración del estado de emergencia
en respuesta a la crisis de violencia contra las mujeres, la
implementación de la reforma de la sanidad y de la ley electoral, la
convocatoria de nuevas elecciones, la suspensión de las negociaciones en
curso sobre la quiebra del Estado, la cancelación de la deuda de Puerto
Rico y la eliminación del Consejo de Supervisión Fiscal impuesto por el
gobierno federal.
Las redes de solidaridad que se formaron tras
el paso del huracán María prepararon el terreno para las movilizaciones
contra Rosselló. Los activistas de la ayuda mutua sentaron las bases de
la politización de sus redes. Lo hicieron viviendo y actuando en las
comunidades en las que contribuyeron a crear grupos de ayuda mutua y
construyendo un movimiento de resistencia de abajo arriba frente a las
causas sistémicas de su desgracia.
Grupos como Colectiva Feminista en Construcción
habían estado defendiendo en el seno de la izquierda la necesidad de ir
más allá y crear un movimiento de oposición. Llamaron a la elaboración
de un plan de acción para un futuro emancipador, que solo se haría
realidad mediante el impulso de movilizaciones populares a través de la
labor cultural, educación popular, autodefensa y acción directa. Estos
grupos se mencionan con desprecio en los mensajes del chat del
gobernador, porque habían responsabilizado al gobierno por su actitud
negligente en la crisis de violencia de género. Sin embargo, su lucha no
se limita a las cuestiones de género, sino que pretende impulsar una
práctica antisistema que apunte simultáneamente contra el
neoliberalismo, el colonialismo, el capitalismo, el patriarcado y el
racismo.
Con la revelación de los mensajes del gobernador y sus
amigos, la población portorriqueña ha sido testigo de cómo la clase
dominante conspira para situar en el poder a su gente y los intereses
que defiende, manteniendo al resto de la población a su servicio. Los
movimientos y organizaciones que tantos comentarios de desprecio reciben
en los mensajes publicados son verdaderas amenazas para este sistema.
Debemos apoyar y dar continuidad a los esfuerzos de estos movimientos,
que resisten los ataques, la precariedad y el desgaste en su lucha.
Tras el paso del huracán María, el hashtag
#PuertoRicoSeLevanta se generalizó. El gobierno de Rosselló hizo suya
la expresión y la reprodujo con tanta frecuencia que perdió todo
significado. El público no podía observar ninguna señal de que Puerto
Rico se levantaba efectivamente tras el desastre del temporal. Altos
cargos del gobierno pregonaban continuamente sus esfuerzos por la
reconstrucción, ayudados por actividades de relaciones públicas que
costaban millones de dólares, mientras que en privado intercambiaban
mensajes para discutir cómo inclinar a su favor la narrativa en torno a
la reconstrucción. Después de meses de manipular las noticias locales,
los sondeos, los informes oficiales y las redes sociales, el velo que
protegía la imagen del gobierno de Rosselló se ha descorrido y, por fin,
Puerto Rico se levanta.
Notas:
[1] Puerto Rico es un Estado asociado de EE UU, pero existe un movimiento
que reclama la categoría de Estado de pleno derecho de la federación.
[Ndt.]
[2] El PNP es el partido al que pertenece el gobernador y que defiende que
Puerto Rico devenga Estado de pleno derecho de EE UU. [Ndt.]
Fernando Tormos-Aponte es académico de la Universidad de Misuri-San Luis. Es oriundo de San Juan de Puerto Rico.
Traducción: viento sur
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