Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
La muerte de Roberto Fernández
Retamar deja un sensible vacío en la cultura y el pensamiento cubanos.
También provoca profunda congoja y sensación de pérdida irreparable en
muchos de quienes tuvimos la dicha de su amistad –y la de Adelaida– y de
enriquecernos con la lectura de su obra. Poeta, ensayista, académico y
pensador de altos vuelos, diplomático, exigente editor, promotor
cultural, estimulador de proyectos y aglutinador de talentos en Cuba,
América Latina y el Caribe, y más allá. Fundador de revistas e
instituciones culturales de impronta internacional. Certero partícipe de
lo que Fidel llamó la batalla de ideas. Su pluma y su verbo, de filo
martiano y templados como la espada de Bolívar. Desde el triunfo
revolucionario de 1959 fue un diestro gladiador en el debate intelectual
y cultural en defensa de la revolución cubana, de la unidad de los
intelectuales progresistas y de los pueblos de nuestra América frente al
imperialismo estadunidense, de la paz y la cooperación internacionales.
Diputado a la Asamblea Nacional, miembro del Consejo de Estado
(1998-2013) y Premio Nacional de Literatura en 1989.
Retamar fue, sigue siendo, uno de los más relevantes constructores
del pensamiento descolonizador en América Latina y el Caribe, y lo que
solíamos llamar tercer mundo. Siguiendo los pasos de Martí, su referente
intelectual más importante y entrañable, no dio tregua, armado de su
enjundioso y aguerrido ensayo Calibán (aumentado y actualizado
sucesivamente), a los intentos de Estados Unidos para dividir al
movimiento intelectual antimperialista de nuestra América, ni cejó en el
desmontaje, pieza a pieza, de los dogmas marchitos del pensamiento
eurocéntrico, vinieran de la acera que vinieran.
La poesía es central en el universo retamariano, donde integra una
diversa constelación de chispeantes y amorosas anécdotas, nobles
sentimientos e ingeniosa filosofía. Pocos han sabido apresar esta
vertiente suya con la exactitud de Luis Rogelio Wichy Nogueras, aquel
joven y brillante escritor que la muerte nos arrebató cinco años después
de que escribiera estas líneas: “…siempre me ha gustado la poesía de
Fernández Retamar… desde los gallardos y juveniles endecasílabos de Elegía como un himno (1950) a los maduros versos de Juana y otros poemas personales (1980) ha recorrido ya 30 intensos años… en Palabra de mi pueblo hay tres décadas de una vida, miles de nocturnas y diurnas horas de apasionada fidelidad a la poesía.
Palabra de mi pueblo reúne fragmentos de Elegía como un himno y
131 poemas de otros nueve libros. La selección ilustra magníficamente
el porqué del reconocido prestigio de que goza la poesía de Roberto hoy
en el mundo de habla hispana.
Es en esos versos suyos, nacidos de experiencias acaso o casi siempre
comunes (la revolución, el amor, la amistad, la muerte), pero que han
sido vividas en el papel de una manera íntima e intransferible, donde
está lo mejor de su poesía. No importa si el acercamiento formal a un
tema se produce a través de la gravedad o del suave humor (Roberto
Fernández Retamar es un maestro del tono, el detalle, la palabra justa).
Lo que importa, en este caso, es la convincente, conversadora intimidad
que en sus mejores poemas logra trasmitir. Cuando sentimos que un poeta
habla por nosotros (el poeta habla por todos, decía Lope); cuando nos
reconocemos en sus versos; cuando decimos, después de leerlo, ‘en
efecto: así me fue a mí en este o aquel minuto de mi vida’, entonces, se
ha producido ese mágico contacto entre el que escribe y el que lee, esa
fraternal e invencible relación entre el que habla y el que escucha sin
los cuales no vale la pena siquiera hablar de poesía”.
Doctor en ciencias filológicas, Retamar fue profesor de la
Universidad de La Habana desde 1955, integró el Movimiento de
Resistencia Cívica en la lucha contra la tiranía de Batista y tan pronto
triunfó la revolución se dio a la tarea de la transformación cultural
del país. Fundador y secretario de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba (1961-1964), donde codirigió la revista Unión. Fundador y
director del Centro de Estudios Martianos (1977-1986). Director de la
Academia Cubana de la Lengua y miembro correspondiente de la española.
Colaborador de la histórica revista Orígenes desde 1951. A partir de 1965 dirigió la revista CASA,
órgano de la Casa de las Américas (CA), institución que presidió desde
1986 y de la que fue uno de sus pilares junto a su fundadora y heroína
de la revolución, Haydeé Santamaría, Mariano Rodríguez, Manuel Galich y
Mario Benedetti. Aislada y agredida Cuba en América Latina por el
imperialismo y las oligarquías, con la excepción de México, CA fue el
nexo imprescindible que la mantuvo unida al movimiento intelectual y
artístico de nuestra región, siempre en la primera línea en defensa de
la revolución cubana. La contribución de Retamar para gestar y mantener
vivo ese vínculo ha sido trascendental.
Twitter: @aguerraguerra
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