Las relaciones entre el poder político y económico y los que son
considerados por sí mismos y/o por los demás como intelectuales, nunca
han sido sencillas, ni en el mundo occidental ni en México. En este
país, desde la independencia, el involucramiento de los miembros
intelectuales de la clase dominante y de los sectores que pueden ser
considerados de la clase media ha estado en función de los violentos
acontecimientos que constituyen los momentos históricos de la nación.
Desde el grupo de intelectuales que organizaron, pelearon y murieron en
el proceso de independencia (al parecer Hidalgo, ante la falta de
cañones y la ignorancia de cómo hacerlos, sugirió consultar en los
libros de la Enciclopedia francesa de la Ilustración traídos de
contrabando), pasando por los intelectuales que estaban asociados al
juarismo como la forma que ciertos sectores de la burguesía vieron para
expulsar a los invasores, hasta llegar a los intelectuales que apoyaron
de múltiples forma la dictadura de Díaz, los intelectuales mexicanos
anteriores al siglo XX dieron la pauta de comportamiento que sus
continuadores ejercieron en el siglo XX. Como saben bien aquellos que se
interesan por la historia y por la historia de las ideas en México, en
términos generales la actitud de los intelectuales del período posterior
a la guerra civil conocida como Revolución Mexicana ha ido de un franco
apoyo cuando sometimiento a la clase dominante y sus cipayos políticos a
momentos de enfrentamientos como los sucedidos después de la matanza de
Tlatelolco o en los inicios de la rebelión zapatista de 1994, algo que
no tardaron en corregir con el sometimiento intelectual de las reuniones
llevadas a cabo por representantes de ellos en el período de Echeverría
en la década siguiente a la matanza y el de Salinas en los años 80, y
con las críticas de mala voluntad contra los indígenas rebeldes, por
poner los casos más paradigmáticos: los casos de congruencia constante y
militante opositora, informada e ideológica como José Revueltas, fueron
tan raros que quizás sobresalen precisamente por esto.
Y
a pesar de que sus representantes más evidentes han tratado de dar la
idea en contrario, lo cierto es que salvo honorables, los intelectuales
durante el período neoliberal de los últimos 40 años en general no
cambiaron ese patrón de sometimiento a las clases dominantes: lo
profundizaron. Las justificaciones y presuntas explicaciones que
ofrecieron los académicos de las universidades y los centros de
investigación públicos y privados y los intelectuales del mundo
cultural, para evitar cualquier rebelión contra las medidas del saqueo a
la población trabajadora y la concentración de la riqueza por parte de
una clase ya de por sí inmensamente rica y poderosa, ayudaron a
configurar y cimentar la idea del discurso único que desde la Inglaterra
neoliberal y los Estados Unidos del reganomics se fundó, para,
efectivamente, evitar que los explotados pudieran siquiera pensar en
buscar alternativas contra el saqueo y la guerra de clases que se estaba
y se está llevando en su contra. Quizás no exista ejemplo en toda la
historia de este país del más abyecto sometimiento ideológico, superando
incluso el sometimiento del período inmediato anterior, de quienes
teóricamente deberían de poner en duda la situación político, económico y
social que incluso puso en patas arriba, a la vuelta de los años, los
cimientos sobre los que teóricamente el liberalismo se encuentra
levantado, tal como lo demuestran las amargas polémicas que dentro del
mismo y de éste con el polisémico e indefinido o definido a conveniencia
populismo, aparecen periódicamente en medios especializados y en la
prensa que les da cabida[1].
Evidentemente
que en todo lo anterior y en lo que sigue, hablamos de los
intelectuales de la derecha y de los que se encuentran ligados de una
forma u otra a la izquierda reformista a lo largo del siglo XX y lo que
va de este. Generalmente escriben en los principales diarios del país
y/o tienen alguna influencia en la televisión y la radio, así como en
redes sociales.
La llegada de El Líder y
su partido, Morena, al poder, el primer día de diciembre del año pasado,
ha cambiado de manera evidente el sometimiento intelectual de quienes
en el resumen anterior vimos que no tenían problema alguno con su
silencio durante el neoliberalismo. Como si de repente recordaran la
función del intelectual tal y como lo plantea Edward Said, como si
quisieran dar un mentís al reclamo que Julian Benda realizó hace casi un
siglo sobre la traición de su función, los intelectuales que
justificaron la miseria de la población trabajadora, la expoliación de
los recursos naturales y la concentración de la riqueza, en suma, los
intelectuales cercanos o derivados del poder político y económico de los
dueños del país, y los intelectuales que dicen identificarse con
posturas de izquierda sobre todo de carácter institucional como son los
de la fracasada opción del perredismo, empezaron a cuestionar con datos
pero sobre todo con mentiras, con evidencias pero sobre todo con mucha
carga ideológica, las actividades del gobierno del Obradorismo-zen que
en sus aciertos y sus equivocaciones, esos hombres y mujeres han
decidido simplemente meter en el mismo saco de su desprecio ideológico y
moral.
Parece increíble que una opción
derivada de la ciertos sectores de la burguesía nacional y de la pequeña
burguesía y que en resumen puede decirse que consiste en una
transformación del capitalismo dependiente mexicano que busca limar las
partes mas rudas de la herencia neoliberal sin tocar la concentración de
la riqueza, y que busca hacer válidas y funcionales las leyes burguesas
que la misma clase dominante burguesa se niega a acatar (dicho de otra
forma: la burguesía mexicana se niega a acatar su propio orden jurídico
burgués y el obradorismo-zen al parecer intenta corregir esto), genere
tanta violencia verbal y escrita por parte de amplios sectores de esa
clase y de la clase media que hace poco se sentían y se creían
totalmente invulnerables metidos dentro de su circuito de corrupción e
impunidad, corrupción e impunidad que por cierto derivaron a la mayor
parte de la población por medio de un proceso fomentado por la misma
clase dominante y que hemos llamado la ideología de la criminalidad. En
cierta forma El Líder tiene razón cuando dice que no solamente se ha
dado un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen: la forma en la
que los antiguos beneficiarios (que no han dejado de ser dueños reales o
supuestos de la nación) de ese mencionado circuito han reaccionado, da
la impresión que estos sienten las actitudes de los actuales gobernantes
no como un cambio de régimen, sino como una revolución. Y si bien desde
el punto de vista de la amplia mayoría de la población (que, por
cierto, en general apoya la propuesta de El Líder, como bien sabemos) no
cambiará su situación actual más que de manera marginal, podemos decir
que la pretendida Cuarta Transformación no es más que una Cuarta
Simulación, lo cierto es que la violenta reacción de los antiguos
beneficiados del neoliberalismo y la creciente ola de rumores de cierto
tipo de golpe de Estado, han hecho que nuestros intelectuales se sumen
de manera rotunda en la defensa de sus intereses, que al parecer se
vuelven los intereses de quienes se sienten desplazados por una
revolución que no es más que un ajuste necesario de supervivencia dentro
del capitalismo mundial y nacional, a pesar de las quejas e
imprecaciones al poder en turno por parte de esos intelectuales que
parecen sentirse ofendidos por siquiera pensar en esta posibilidad.
Y
en el asunto cultural la pelea de los intelectuales que atacan a El
Líder y su gobierno exhibe una violencia nominal e ideológica que
creemos que difícilmente se encontrarán en textos económicos y políticos
que cuestionen los trabajos y las políticas de aquel, al menos si
pretenden estos dar un análisis que sirva para algo a quienes los
consultan. Dejando de lado el asunto de polisémico y altamente
cuestionado término de populismo al que se hace necesario dedicarle un
estudio aparte, el desprecio clasista (y ocasionalmente racista) rezuma
en muchos de los textos de las secciones culturales de periódicos y
revistas cuya evaluación detallada es, por un lado, casi imposible por
la cantidad y el tamaño pero por el otro innecesario, por la repetición
de conceptos y desprecios. Así que será una guía de ejemplo el texto de
Juan Domingo Argüelles titulado “La élite y el bonche. Cultura y resentimiento” publicado en la sección cultural de El Universal, Confabulario, Número 318, del 14 de julio del año presente.
Compuesto
con falacias ad-hominem, basado en la idea principal de que el
conocimiento y su disfrute es antes que cualquier otra cosa el fruto del
trabajo personal en el cual simple y sencillamente las condiciones
sociales, políticas y económicas (en suma, las cuestiones de clase) no
cuentan, Domingo Argüelles simplemente no duda haciendo uso de todo esto
en acusar al gobierno de fomentar una política cultural del
resentimiento basándose en una interpretación muy particular de la idea
de Harold Blomm sobre el tema[2]: “(La idea de todo el gobierno actual) es
una “cultura desde el resentimiento”, tal como la caracteriza Harold
Bloom: no es trabajar para que los ciudadanos lleguen al culmen de la
creación estética y el pensamiento, sino Ideologizar para uniformar en
lo básico y alcanzar, como cumbre, la mediocridad. No sólo la “medianía
republicana”, tantas veces pregonada, sino también la pauperización
estética e intelectual”, escribe el autor sin explicarnos como una
idea filosófico-literaria o si lo quieren de crítica literaria deriva en
una idea político-administrativa tan despreciable como la que según el
intelectual dice que El Líder y sus gobierno impulsa de acuerdo a una
idea casi pedestre de cultura: “La idea de 'cultura' de López Obrador
es la más básica, la de carácter antropológico: cultura es todo lo que
no es naturaleza. Y esto es indiscutible, pero también lleva a
confundir… la Danza de los viejitos con El lago de los cisnes y El
cascanueces de Tchaikovski; o la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, con
los Diálogos de Platón y los Ensayos de Montaigne”, dando a entender
a las claras que en la cultura hay niveles: cincuenta años después de
los discursos posestructuralistas y posmodernos volvemos al punto de
partida, hay Cultura y hay cultura, aunque por cierto Alfonso Reyes es
posible que no estuviera muy de acuerdo en ser puesto al mismo nivel de
la danza popular (a la que Domingo la pone por abajo de la categoría). Y
no por la danza popular en sí misma, sino por la manera en que nuestro
escritor mexicano e intelectual realiza las equivalencias.
¿Es
el gobierno una élite? ¿Importa? Para Juan Domingo A. sí porque en su
pelea con el populismo obradorista que pretende hacer a según él de
todos los mexicanos lectores y escritores, se contrapone a la necesidad
de cuidar y proteger a las elites que tanto se han esforzado por la
cultura que verdaderamente debe considerarse como tal. Si nuestro
intelectual pone en relieve a Saramago (“Leer siempre fue y será cosa de una minoría y no vamos a exigir a todo el mundo la pasión por la lectura”)
nosotros podemos agregar a un anarquista muy popular que dijo que
siempre ha existido individuos como Aristóteles o individuos como Platón
pero nunca pueblos Sócrates. ¿Y todo esto qué? Teóricamente, creemos,
que el Fondo de Cultura Económica venda los libros muy baratos, no
debería generar problemas con las ideas culturales de una élite, a menos
que se plantee que eso no está bien pero que sí es correcto dar 1,700
millones de pesos por parte del Estado a Salinas Pliego y sus orquestas
en los últimos diez años mientras la Secretaría de Cultura tenía una
merma del 60% de su presupuesto y se cerraban muchas propuestas
culturales (algo que los acusadores del Obradorismo-zen evitan
mencionar)[3]: se vendía como filantropía cultural y educativa lo que en
realidad siempre fue negocio de particulares con costo al erario
público. Mas todo esto es seguro que se le presenta transparente a
nuestro obtuso intelectual: “Ahora bien: Los artistas y escritores,
que realmente tengan vocación y talento, desarrollarán esa vocación y
ese talento incluso si no tiene el apoyo del Estado. ¿Qué apoyo del
Estado, para escribir Bajo el Volcán, tuvo el borracho Malcom Lowry?,
¿qué apoyo del Estado, para escribir sus Baladas, tuvo el crápula
Francois Villon?, ¿qué apoyo del Estado, para escribir Pedro Páramo,
tuvo el genial vendedor de neumáticos, Juan Rulfo?” se pregunta muy
serio nuestro intelectual y no está demás preguntarse para qué tanto
brinco estando el suelo tan parejo: ¿qué puede importarle a él y a otros
como él si el Estado da dinero para quiénes de otra forma no podrían
acceder a la cultura de los privilegiados, si todo se decide en la
individualidad de quiénes son iluminados?
La
respuesta a esta última pregunta la proporciona el mismo intelectual:
el Estado se apropia del trabajo de los intelectuales aunque sea para
presumirlo (lo cual, por cierto, es real: lo hacen lo mismo las
dictaduras que los Estados que el intelectual llama populistas, y
también las democracias que tanto le agradan), y el apoyo del Estado a
los que no son de la elite es casi una ofensa a quienes el
individualismo extremo les permite no ver las cuestiones sociales: “En
todo tiempo, y en todo lugar, las aptitudes, los talentos y las
inclinaciones personales han determinado el ejercicio y el disfrute del
arte y la cultura. Por supuesto, también son determinantes los niveles
educativos…” nos escribe el intelectual aunque por un lado hay una
aceptación de que en una sociedad plural el Estado debe garantizar esa
pluralidad aún en el mundo de las letras obradoristas: “Lo importante
en la denominada “república de los lectores”, no es que todo el mundo
esté pegado permanentemente a los libros, sino que todo el mundo tenga
acceso a ellos, más allá de que cada cual decida si le gusta leer mucho o
poco, o no leer en absoluto” (¿acaso no se está llevando ahora todo
esto por sus enemigos ideológicos?), mientras que por el otro lado le
exige al mismo Estado las garantías de que se reconozca como elite
(aunque sea una elite de comisarios culturales) para que se proteja a la
elite intelectual que es que vale la pena (recuerda mucho a Nietzsche
en aquel libro que no es llamado El Estado Griego): “Los artistas y los creadores son sustantivos (¿verbos encarnados?); los administradores y los políticos, son adjetivos. Y más adjetivos aún los comisarios, aunque se crean indispensables”.
Los indispensables son Ellos, los de la Elite, aquellos que, como
Nietzsche en su famoso libro ya citado, deben ser cuidados por el
Estado. Juan Domingo Argüelles y sus colegas deben ser sostenidos y
protegidos por el Estado, aunque ellos no necesiten de sus recursos y
por lo cual se sienten orgullosos, pero sí que necesitan que el Estado
contenga a ese bonche despreciable: “Y, en todos los casos, lo que se
presume es el culmen, la cúspide, la cima del quehacer artístico y
literario: la élite y no el bonche (gran cantidad de gente), incluso
tratándose de destacados talentos que surgen dentro del bonche. Véase el
caso del músico, compositor y director de orquesta venezolano Gustavo
Dudamel, genio musical moderno desde la infancia, y artista de élite, no
del bonche. ¿En dónde situamos al arquitecto Luis Barragán y al pintor
Rufino Tamayo? ¡En la élite, no en el bonche!” conmina decididamente
nuestro Gran Intelectual con una sencillez que no encontraremos en
Nietzsche y también con una gran falta de honestidad intelectual que al
gran pensador alemán le sobraba ya que este sí pensaba que El Estado
debía defender a los Elegidos como él de cualquier rebelión que los
esclavos pudieran realizar creyendo que tuvieran derechos a dignidad
alguna, muy a pesar de los intentos de edulcoración por parte de la
izquierda cultural[4]. Y nada de exhibirlos en listas que ellos
consideran inquisitoriales[5], ya que a los integrantes de la élite
nunca le ha parecido problemático que la búsqueda del elitismo sea su
norte: “La élite y “el elitismo”, que tanto escaldan a los poderes
demagógicos son, sin duda, las metas de todo artista que se respete.
Unos pocos (la élite) las alcanzan; muchos, en cambio, tienen que
conformarse (aunque no quieran) con ser parte del bonche. Y, a pesar de
esto último, todos los artistas y escritores (incluidos los del bonche)
llevan a cabo su obra animados por ser los primeros para estar junto a
los más grandes (sus modelos), no para formar parte del montón”, y
cualquier otra cosa que salga de este marco es sostener al bonche, al
resto, a todos aquellos que no pertenecen a la élite, en suma, pérdida
de tiempo y recursos que deben ser mejor orientados a donde Ellos, la
élite, los Elegidos, digan. ¿Y la cultura como derecho de todos que en
alguna época pregonaba la izquierda? ¿Y la pretendida igualdad que ponía
a según la derecha cultural al mismo nivel ideológico y discursivo al
chamán y al doctor en medicina, al hombre de la calle y al físico
nuclear? ¿Y aquel pensamiento que en su época se consideraba de avanzada
y que planteaba nivelar el lenguaje de todos y que ahora se ha
traducido en un empobrecimiento sistemático del idioma? ¿Y todas
aquellas propuestas que nos decían que todo es un asunto de poder porque
son las élites las que se benefician en la vigilancia de todos
nosotros? En el bote de la basura ideológica porque a la hora en que los
del bonche se creen con los mismos derechos que los Elegidos gracias a
la presencia de un gobierno que cree que la legalidad burguesa para
todos se traduce en que todos tienen la mismas garantías y oportunidades
incluyendo el acceso y el disfrute a la cultura, no es hora de seguir
sosteniendo memeces que finalmente eran para el bonche y para la
estúpida izquierda que se ha tragado carnada, plomada, caña y brazo
ideológico de la derecha con tal de no tener que reconocer su propio
fracaso ideológico y político. Como lo deja en claro nuestro
intelectual, Elegido si hay uno, hay Cultura y hay cultura, y hay que
defender a los que la hacen buena, y no andar perdiendo el tiempo en
trivialidades[6].
Sobre la base de que
existe una democracia política y una institucionalidad que caracterizan a
un país que se califique a sí mismo democrático, y para ambos bandos
supuestamente México lo es y también ambos lo sostienen, los
intelectuales antiobradoristas así como los oficialistas debaten sobre
la forma en que unos y otros esperan usar y defender los recursos y las
instituciones. En cualquier país con una real democracia burguesa (y no
es necesario mirar a el primer mundo) estos debates serían más de
trámite que de fondo. Para la derecha lo que el obradorismo-zen y El
Líder vienen haciendo en el aspecto cultural más no solamente en esto,
se presenta como afrenta a sus privilegios atávicos que no quieren que
sean cuestionados. Estos intelectuales representan la versión exquisita
de una barbarie de clase y de casta que al parecer no está dispuesta a
perder lo que por herencia consideran suyo. Señores de Horca y Cuchillo,
incluso en su deriva intelectual, no pueden aceptar que otras elites
cuestionen sus derechos, y mucho menos que exista gente del bonche que
crea que pueda estar al mismo nivel de los selectos, aunque para
defender sus privilegios tengan que recurrir a los desprecios culturales
y morales más reaccionarios, que son, a fin de cuenta, más que su
herencia, la herencia de los Elegidos.
Notas:
[1]
Por ejemplo: Jan-Werner Müller. La crisis de la conciencia (Dilemas
del liberalismo). Revista Nexos No. 488, agosto de 2018.
[2]
Sobre la idea del resentimiento de Bloom, una idea para criticar lo que
él pone como la mala cultura fomentada por las mismas elites que
deberían de mantener el nivel, independientemente del Estado, https://www.letraslibres.com/ mexico/libros/hay-que-quemar- harold-bloom, https://elpais.com/cultura/ 2014/12/08/actualidad/ 1418055903_266402.html, https://sergiomansilla.com/ revista/aula/lecturas/imagen/ gamerro_carlos__harold_bloom_ y_el_canon_literario.pdf, https:// laberintodelaidentidad. blogspot.com/2013/11/la- escuela-del-resentimiento.html .
[3] Noticiero Milenio TV, julio 22 de 2019, 20:00 hr.. Además: https://aristeguinoticias.com/ 2106/mexico/falsafilantropia- azteca-les-arrebato-la- orquesta-no-la-musica/, https://www.radioformula.com. mx/noticias/mexico/20180619/ la-falsa-filantropia-de- salinas-pliego-esperanza- azteca-es-financiada-con- recursos-publicos/, https://www.24-horas.mx/2018/ 06/22/orquestas-de-tv-azteca- florecen-y-cultura-en-mexico- se-asfixia-cuarto-capitulo-de- la-falsa-filantropia/
(La cultura se asfixia. El periodo 2012-2018 ha sido un oscuro
callejón financiero para instituciones y programas oficiales e
independientes: la Secretaría de Cultura perdió 58% de su presupuesto; al Centro de Capacitación Cinematográfica, la destacada escuela de cine, le cortaron 61% de los fondos. El financiamiento a festivales se redujo 53%; a la red de Librerías Educal tampoco le fue bien: su presupuesto se achicó 53%. … Mientras,
las orquestas infantiles de TV Azteca florecen. Los legisladores, el
gobierno federal y 29 gobernadores les han entregado recursos públicos
por $1,689 millones).
[4] “La
educación, que ante todo es una verdadera necesidad artística, se
basa en una razón espantosa; y esta razón se oculta bajo el sentimiento
crepuscular del pudor. Con el fin de que haya un terreno amplio,
profundo y fértil para el desarrollo del arte, la inmensa mayoría, al
servicio de una minoría y más allá de sus necesidades individuales, ha
de someterse como esclava a la necesidad de la vida a sus expensas, por
su plus de trabajo, la clase privilegiada ha de ser sustraída a la
lucha por la existencia, para que cree y satisfaga un nuevo mundo de
necesidades”. Friedrich Nietzsche. El Estado Griego. Colección Carrascalejo de la Jara. El Cid Editor. Argentina, s/f. Página 12.
[5]
En otro artículo semejante aunque menos agresivo aparecido en el mismo
número de Confabulario, Christopher Domínguez Michael se queja de la
lista de beneficiarios de las becas del FONCA que publicó Notimex, la
agencia noticiera del Estado mexicano. ¿De verdad una lista puede hacer
tanta mella en el prestigio de los mencionados? ¿Es tan pobre su
autoestima y su capacidad referencial? No lo creemos, y se hace
necesario preguntarse porque en una situación semejante una nadadora
olímpica tuvo mejor respuesta que nuestros intelectuales cuando al ser
cuestionados los métodos de evaluación y calificación para los juegos
Olímpicos y demás en puerta por parte de un diputado del partido
oficial, aquella le contestó que se informara mejor de los métodos de
calificación, que no son lineales como el diputado lo suponía. Asunto
terminado. ¿Qué tanto conocemos de las maneras en que dichas becas son
asignadas? ¿No será que al mantener el problema a nivel de
individualidades se nos niega por parte de todos los involucrados de
conocer dichas maneras?. Christopher Domínguez Michael. La demolición
del Estado cultural. Confabulario No. 318. Suplemento cultural de El
Universal. 14 de julio de 2019.
[6] El Estado debe cuidar a los de la élite según nuestro intelectual y siempre hay forma de decirlo: “Que
todos sean artistas y consumidores de las bellas artes es una
desmesura de la demagogia y una mentira de la política. Como su nombre
ya lo indica, las administraciones culturales, en todo el mundo, no
hacen cultura, la administran, o pretenden administrarla,
aunque, en realidad, lo que deberían de hacer, estrictamente, es
apoyarla y difundirla, especialmente brindando iniciación, formación y
libertad a los creadores, y formando públicos”. Que esto de formar
públicos sea función del Estado y no el producto de su propuesta
elitista, no parece generar a Juan Domingo Argüelles ni a otros
intelectuales como él problema alguno: ¿para qué desgastarse si el
Estado puede brindarles sus consumidores? Como los empresarios que
piden que el Estado siga educando a la masa de acuerdo con sus
propuestas educativas por la vía de reformas educativas a modo, los
intelectuales de la élite quieren que el Estado les de sus consumidores
a modo. Nietzsche siempre ha sido honesto, no como nuestros elitistas:
“Por eso hemos de aceptar como verdadero, aunque suene
horriblemente, el hecho de que la esclavitud pertenece a la esencia de
una cultura; ésta es una verdad, ciertamente, que no deja ya duda
alguna sobre el absoluto valor de la existencia. Es el buitre que roe
las entrañas de todos los Prometeos de la cultura. La miseria del
hombre que vive en condiciones difíciles debe ser aumentada, para que
un pequeño número de hombres olímpicos pueda acometer la creación de un
mundo artístico. Aquí esta la fuente de aquella rabia que los
comunistas y socialistas, así como sus pálidos descendientes, la blanca
raza de los “liberales” de todo tiempo, han alimentado contra todas
las artes, pero también contra la Antigüedad clásica”. Y el
Estado, en este ensayo la administración cultural de nuestro
intelectual, siempre tiene que ser claro en sostener su función: “Por
fuerte que sea el instinto social del hombre, sólo la fuerte grapa del
Estado sirve para organizar, a las masas de modo que se pueda evitar
la descomposición química de la sociedad, con su moderna estructura
piramidal. ¿Pero de dónde surge este poder repentino del Estado cuyos
fines escapan a la previsión y al egoísmo de los individuos? ¿Cómo nace
el esclavo, ese topo de la cultura? Los griegos nos lo revelaron con
su certero instinto político, que aun en los estadios más elevados de
su civilización y humanidad no cesó de advertirles con acento
broncíneo: “el vencido pertenece al vencedor, con su mujer y sus hijos,
con sus bienes y con su sangre. La fuerza se impone al derecho, y no
hay derecho que en su origen no sea demasía, usurpación violenta”.
Friedrich Nietzsche. El Estado Griego. Colección Carrascalejo de la
Jara. El Cid Editor. Argentina, s/f. Página s 12, y 14-15.
Las citas que nuestro intelectual hace de T. S. Elliot tienen como
bien se puede ver, la idea de fortalecer el elitismo de la existencia
del Estado.
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