Uruguay
Luego
de la confirmación de la fórmula presidencial por el Frente Amplio
uruguayo (FA) con Graciela Villar acompañando a Daniel Martínez y
superadas las polémicas en torno a la pertinencia del binomio que ayer
confirmó el Plenario Nacional pareció retomarse cierto impulso militante
para el trabajo de cara a las elecciones de octubre (y eventualmente
noviembre ante un muy probable ballotage). Mi propio Comité de Base en
Buenos Aires, el Fernando Morroni, se dio una nueva mecánica de
funcionamiento y organización. Al día siguiente, otro comité porteño
organizó un acto con la presencia del diputado y ex intendente de
Maldonado Oscar De Los Santos. En ambos casos fue subrayada la gravedad y
riesgo de la coyuntura electoral y la necesidad de un trabajo militante
movilizador y de contacto estrecho con la base social. El
debilitamiento de los apoyos en las bases, fue sucintamente tratado por
un reciente artículo propio en Caras&Caretas. Obviamente se trata de
un problema cualitativo y multicausal que en última instancia expresa
cierta conformidad del FA con la reforma electoral del año 96 que
comenzó a implementarse en el 99. El FA se parece cada vez más a un
partido electoralista, aunque, como la socialdemocracia, declinante.
La ausencia de crítica respecto a la democracia representativa, la que
denomino liberal-fiduciaria, resulta evidente en prácticamente todos los
sectores, como lo demuestran las idas y vueltas de las iniciativas de
reforma constitucional en los congresos del FA o bien en el rechazo a
las enmiendas críticas sobre organización política del estado en las
elaboraciones programáticas. De la antigua crítica de la democracia
“burguesa”, sostenida sólo en virtud de producir el mecánico correlato
de la segregación económica, se pasa sin más a su aceptación acrítica,
por lo que la democracia liberal-fiduciaria pasa a ver potenciada su
legimitidad a límites tales de ser concebida como “La Democracia”, única
posible. En cualquier caso, el debate más conceptual podrá tener lugar
más adelante. La proximidad del acto eleccionario obliga a pensar las
estrategias con las herramientas del presente y con los cálculos
cuantitativos indispensables, particularmente ahora que contamos con
resultados de las elecciones primarias. Sobre estos últimos, no es
difícil hallar cierto optimismo voluntarista que si bien empuja hacia el
esfuerzo lo hace con ecuaciones que dieron resultados pasados, aunque
me permito dudar de su actual precisión.
A fin de pensar la
magnitud del salto cuantitativo me permití construir algunos indicadores
que toman la serie desde el año 99 para las elecciones nacionales. Si
consideramos que en las elecciones primarias acude la militancia (de
presencia obligatoria a pesar del carácter optativo) y los
simpatizantes, aquel desgranamiento en los comités de base que venimos
señalando, en la decreciente presencia de delegados en los congresos y
en la dinámica política interna en general se refleja también en los
números. El FA perdió 139 mil votos entre el año 99 y éste (poco más de
35%) y 199 mil si tomamos la mejor referencia ganadora en primera vuelta
de 2004 (sin variaciones significativas respecto 2009), es decir que
perdió casi un 44% de caudal electoral primario. El FA que es la fuerza
política con capacidad de movilización y relación con las organizaciones
de la sociedad civil y los movimientos sociales, superó en caída desde
el 2009 a la totalidad de la masa ciudadana que acude a las internas, y a
los dos partidos tradicionales tomando las dos últimas experiencias de
conjunto.
Claro que los que acuden a las primarias no
necesariamente militan en los partidos a los que votan. Muchos sólo
manifiestan su apoyo con este único acto electoral previsiblemente
repetible en las elecciones nacionales obligatorias. De este modo,
tiende a igualarse el derecho permanente de los miembros activos a
elegir sus candidatos con la concesión ocasional de ese derecho a
personas desinvolucradas partidariamente. Vengo sosteniendo que en lugar
de mejorar la democracia de los partidos asegurando la participación de
los afiliados en la selección de candidatos, este tipo de primarias
licuan al partido en una masa plebiscitaria y desalientan el compromiso
consecuente del afiliado y militante, premiando el fugaz acercamiento
dominical del simpatizante transitorio. Resulta visible en los números.
Si tomamos una ratio Primarias/Obligatorias, es decir un cociente
relacional que da una idea de cuánto debe multiplicarse promedialmente
cada votante de primarias para obtener un triunfo en las nacionales
concluimos que en el año 99, el FA debió multiplicar por 2,49 su caudal
de primarias. Casi no varía en su arrasador triunfo de 2004 en primera
vuelta (2,48), pero ya en 2009 claramente declarada y visible la caída
de participación militante debe subir a una ratio de 4 y más aún a 4,06
en 2014.
Ante la caída aún mayor de electores del FA en estas
últimas primarias del 15,5%, la estimación del multiplicador dependerá
de:
- El porcentual de participación que históricamente ronda el 90% de los ciudadanos inscriptos que no han crecido significativamente.
- La caída de votantes provenientes de la diáspora argentina, en virtud de la simultaneidad con la elecciones en ese país ya que muchos se han integrado y poseen interese cívicos locales, además de los costos y dificultades del traslado hacia el Uruguay que absurda y anacrónicamente carece de voto en el exterior, además de aspectos cualitativos de la campaña.
En el acto al que aludí se afirmó genéricamente que cada militante
debía multiplicarse por 4. Los números expuestos lo desmienten. Sólo un
4,5 aproximado lograría retener mayorías parlamentarias y tener chances
de derrotar en ballotage al collage derechista que se unirá para frenar
la fuerza del cambio. Pero lo que el nuevo factor numérico nos dice es
que cada vez perdemos militancia, aunque ganemos electores.
Debiera ser el verdadero susto que “despierte al mamao”.
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