Álvaro Verzi Rangel|
Cuando se cumplieron seis meses desde que Estados Unidos reconoció al
autoproclamado Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela,
Washington amenazó al presidente constitucional Nicolás Maduro, al
señalar que tiene un «corto plazo» para dejar el poder con «garantías»,
si no quiere enfrentar la justicia internacional y nuevas sanciones.
El encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Mauricio
Claver-Carone, afirmó, asimismo, que los mayores frutos de la estrategia
estadounidense están por llegar, mientras que ante unos pocos cientos
de simpatizantes, Guaidó aseguró en Caracas su disposición de hacer lo
que fuera necesario para sacar a Nicolás Maduro del poder. Hace seis
meses que dice lo mismo y no lo ha logrado siquiera pidiendo una
intervención militar estadounidense.
La escalada de amenazas siguieron el miércoles, cuando el
representante especial estadounidense para la crisis venezolana, Elliott
Abrams, dijo que su gobierno evalúa sancionar a Rusia por su apoyo al
presidente venezolano. «Estamos tratando de cortarle el flujo de fondos
al régimen, y creo que estamos teniendo un impacto bastante
considerable. La presión continuará, el jueves tendremos más sanciones.
Seguimos implementando las sanciones para mantener la presión», dijo
Abrams.
«Las presiones sobre Cuba aumentaron mucho desde enero y seguirán
aumentando, y hemos dejado claro que fue por sus acciones en Venezuela.
En Rusia, todavía estamos pensando qué sanciones aplicar, si
individuales o sectoriales», añadió Abrams.
Admitió que el gobierno ruso no está «ayudando» a Caracas «desde un
punto de vista financiero», pero sí contribuye a que pueda vender su
petróleo, objeto de sanciones estadounidenses. «(Los rusos) están
sacando dinero de Venezuela. Sin embargo, están ayudando a comercializar
el petróleo y eso es algo en lo que estamos pensando», afirmó.
Crisis humanitaria, dictadura
Crisis humanitaria, régimen dictatorial, son frases hechas que se
repiten decenas de veces a diario por los medios hegemónicos que buscan
el aislamiento internacional y la descalificación del venezolano como
sistema democrático, la generación de un clima propicio para la
aplicación de la Carta Democrática de la OEA (una intervención), y
permitir la construcción de alianzas entre países del área de influencia
del Comando Sur estadounidense para estrechar el cerco contra
Venezuela.
Lo
que se ha tratado es de conjugar estas iniciativas con la figura de la
“crisis humanitaria”; que permitiera colocar en la agenda internacional y
en el imaginario colectivo la premisa de la crisis humanitaria que
permita una intervención con apoyo de organismos multilaterales.
Tras seis meses en los que la prensa hegemónica y cartelizada
internacional, siguiendo el libreto de Washington, lo hizo ver como
líder único al que respaldar, las grietas se reabren en el seno de la
oposición.
La parálisis política, la refragmentación de una oposición al
gobierno que no solo ha perdido su unidad sino también el optimismo,
contrasta con el diálogo que sus representantes recomenzaron con los
enviados del gobierno en Barbados, con la mediación de la diplomacia
noruega, después que el 30 de abril pusiera en escena un fake-golpe y
anunciara el inicio de fase definitiva “del cese de la usurpación” por
parte del gobierno constitucional.
“Sin minimizar lo que está sucediendo en Barbados (…) sería
inconcebible tener elecciones que realmente representen al pueblo
venezolano si Maduro sigue estando presente en el país”, dijo Pompeo
tratando de influir en las negociaciones.
La cancillería de Noruega señaló que las conversaciones avanzan, pero
no informó sobre qué puntos. Luce muy difícil que el sector
gubernamental acepte una salida de Nicolás Maduro de la presidencia
antes de unas elecciones y la oposición ha asegurado que no aceptará un
acuerdo si no se fija la fecha de unas presidenciales.
Quizá es el hecho de que sea Noruega la que promueve los diálogos, lo
que ha despertado cierto optimista sobre sus objetivos. Cabe recordar
que en el diálogo en República Dominicana fracasó al momento mismo de la
firma del acuerdo, por órdenes de Washington a los negociadores de la
oposición.
El discurso de la oposición señaló poco después que con ello fue el
gobierno el que ganó tiempo y por ello sectores como el de Vente
Venezuela y del exalcalde caraqueño Antonio Ledesma, se hayan
manifestado en contra de unas conversaciones que, solo servirán para que
“el régimen de Maduro gane tiempo”.
Guaidó fue calificado como poco serio por mediadores europeos, ya que
mientras envía emisarios a las conversaciones de Barbados, dice que lo
hace con el único objetivo de fijar una fecha para la salida de Maduro y
unas nuevas elecciones, coincidiendo con el cansino discurso de los
“halcones” estadounidenses, entre amenaza y sanciones.
La respuesta de Maduro fue que habrá elecciones en 2020, pero no
presidenciales, sino de la Asamblea Nacional (la que preside Guaidó y
que está en desacato). El hecho de que la solución no esté cerca
complica las cosas para Guaidó, ya que los partidos de la oposición se
pusieron de acuerdo para rotar cada año en la presidencia de la Asamblea
Nacional. Así eligieron a Guaidó por un periodo de un año, hasta
finales de 2019. ¿Qué ocurrirá cuando venza y deba elegirse un sucesor?
¿También se autoproclamará presidente?
Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis y a
veces guionista de la oposición, insiste en que ésta debe ser más
realista. “¿Es posible que sin una salida negociada la oposición pueda
presionar la salida del gobierno por la fuerza y la presión
internacional? No parece el escenario más probable”, afirma León.
“Ni el gobierno siente indispensable negociar una salida porque no
está en peligro extremo, ni la oposición está preparada para convencer a
élites y bases de que el cambio debe integrar a su adversario y
garantizar poder a los militares”, añadió.
Desde 1998, cuando fuera electo presidente Hugo Chávez, la oposición
ha denunciado fraudes en las 23 elecciones que se realizaron. Muchas
veces, incluso, antes de conocerse los resultados. Algunos voceros de la
oposición ha alertado a EEUU del
peligro de que el gobierno se acoja a una “farsa electoral” para
legitimarse, lo que esconde realmente es el temor a una posible división
ante un hipotético escenario electoral anticipado.
Las presiones de EEUU
El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, quien en breve gira
latinoamericana alineó a varios países en sus políticas de seguridad y
supuesto antiterrorismo, destacó en una conversación filtrada a la
prensa, los problemas que habían encontrado para poner de acuerdo a las
diferentes facciones contrarias a Maduro.
Corolario
de ello fue la reunión de cancilleres del Grupo de Lima realizada el
martes 23 en Buenos Aires y la decisión de la Asamblea Nacional de
reincorporación al Tratado ninguna validez jurídica, pero en el plano
político-simbólico se da otro escenario, donde sectores opositores se
reconectan con la idea de una intervención militar en Venezuela.
Esta decisión generará de 48 a 72 horas de titulares en los medios
hegemónicos, antes de desvanecerse y desaparecer de la agenda mediática,
pero servirá que desde la Organización de Estados Americanos (OEA) se
intente impulsar acciones políticas y hasta militares contra Venezuela.
Los ministros del Grupo de Lima repitieron el argumento de EEUU y
señalaron que el Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos no deja margen para que algunos países sigan
apoyando al “régimen ilegitimo” de Maduro, por lo que los exhortaron a
contribuir para el retorno del Estado de Derecho y la democracia en
Venezuela, reiterando a esos países que no se sometieron a la presión
estadounidense, que su apoyo a la “dictadura” amenaza la estabilidad de
toda la región.
El bloque antivenezolano decidió remitir el informe de Bachelet a la
fiscal de la Corte Penal Internacional, para apoyar el procedimiento
adelantado por Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Paraguay y Perú en
septiembre de 2018, posteriormente refrendado por Costa Rica y Francia, y
bienvenido por Alemania, en mayo de 2019.
Cada cipayo cumple su tarea, pero no alcanza para derrocar al
gobierno venezolano. La realidad real (no la virtual difundida por los
medios hegemónicos) muestra que Guaidó ha perdido el empuje y sobre todo
la credibilidad, y sus mítines son escuálidos (Chávez dixit): pocos
creen en sus promesas. Cuenta (por ahora) con el apoyo irrestricto de
Washington y el reconocimiento de menos de 50 de las 193 naciones a
nivel mundial.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio
en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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