A
medida que avanza la era digital, la reciente inclusión de Huawei en la
lista negra de los Estados Unidos puede resultar un acontecimiento de
importancia histórica.
Durante la última década,
aproximadamente, unas pocas empresas de Internet con sede en los Estados
Unidos fueron más allá de la captura de nuestros sistemas de
información y comunicación para empezar a dominar sectores físicos como
el comercio minorista y el transporte, y avanzar hacia otros como la
salud y la educación. Así como la mecanización no dejó ningún proceso o
sector sin tocar durante la revolución industrial, con la economía
digital, la inteligencia digital basada en datos está reconfigurando
radicalmente todas o la mayoría de las áreas y sectores de la actividad
económica.
Respaldada por una Internet global, la economía
digital, con sus flujos de datos en gran medida sin fronteras, nació
como un único espacio digital. Si bien la inteligencia digital basada en
datos es su principal impulsor, ésta se basa en muchas capas digitales,
desde redes físicas, chips informáticos y dispositivos de usuario,
hasta software y aplicaciones. Las empresas estadounidenses han dominado
casi todas estas capas, por lo que los EE.UU. se han ido configurando
como el único centro en torno al cual se organiza la economía digital
mundial. ¡Pero entonces llegó China para arruinar la fiesta de los
EE.UU.!
China ha surgido como una fuerza global en el
ámbito digital. Lo que comenzó como pánico político por el potencial
perturbador de Internet, se convirtió cada vez más en políticas
industriales reflexivas destinadas a promover la industria digital
nacional de China. Una combinación de factores variados – el gran
cortafuegos de China, más de mil millones de personas unificadas por un
solo idioma que no es el inglés, la recién formada clase media rica y
emprendedora de China que emerge de una revolución manufacturera muy
exitosa, el apoyo cercano del gobierno, etc. – resultó en el surgimiento
aparentemente repentino de enormes empresas digitales chinas en casi
todos los sectores. Después de haber servido con éxito al amplio mercado
chino, éstas están ya en camino hacia conquistas globales. El ingenio
fabril de China ya le estaba permitiendo capturar el mercado de
dispositivos y equipos de telecomunicaciones. Ahora, las empresas chinas
de plataformas digitales basadas en datos están incursionando en los
mercados asiáticos y más allá, para disputar la dominación digital
estadounidense.
Con Amazon compitiendo con Alibaba, y Uber
con Didi, se desarrolló un escenario interesante. Los monopolios
digitales de EE.UU. se enfrentaban a cierta competencia, que en general
era buena para el mercado mundial. Las empresas digitales
estadounidenses y chinas competían tan ferozmente con sus compatriotas
como lo hacían con otras. Tanto el mercado estadounidense como el chino,
así como las cadenas de suministro, fueron importantes para las
empresas de ambos países. Esto también llevó a la formación de alianzas y
redes digitales entre países, por ejemplo Baidu se ha asociado con Ford
para su aplicación de transporte.
Una geodivisión digital emergente
Lo
digital, no es apenas un sector ordinario. Es más bien un paradigma que
afecta toda la economía y la sociedad. La competencia por su control es
sencillamente demasiado política y estratégica para que cualquier tipo
de camaradería digital entre las dos superpotencias globales perdure. El
liderazgo mundial en términos económicos ha sido de por sí bastante
antagónico, pero en la economía digital los intereses estratégicos, de
seguridad e incluso militares de largo plazo también están implicados.
Entre
bastidores, los gobiernos de las dos superpotencias digitales están
jugando una especie de ajedrez geopolítico. Compañías como Google y
Microsoft son conocidas por dar una mano a los intereses geopolíticos de
los Estados Unidos. Justificando su trabajo con el ejército
estadounidense, el jefe de Amazon, Jeff Bezos, dijo recientemente que
Estados Unidos es un gran país y que necesita ser defendido. Del mismo modo, el director ejecutivo de Google, SundarPichai, ha asegurado que Google está comprometido con el ejército de EE.UU. y no con China. El capitalismo de estadochino y sus aspiraciones globales no son un secreto.
En 2017, cuando la IA de Google venció al campeón mundial de Go–
un juego chino significativamente más complejo que el ajedrez, la
conciencia pública de China se vio profundamente impactada. Unos meses
más tarde se publicó la estrategia china de inteligencia artificial, en
la que se declaraban las intenciones del país de lograr la supremacía en inteligencia artificial para 2030.
Esto puede haber parecido ser una proclama bastante extraordinaria. Sin
embargo, muy pronto, incluso la prensa occidental se llenó de las
hazañas de la IA de China y de su carrera por la IA con los Estados
Unidos.
Como informa la revista Wired, no sólo hay más
trabajos de investigación sobre IA procedentes de China que de los
Estados Unidos, sino que incluso se prevé que la calidad de los primeros alcancela de los segundos en 2020.
Este es un logro sobresaliente para un país que hace 15 años tenía poco
software de clase mundial o competencias digitales. Las bromas sobre la
calidad de los productos fabricados en China se están volviendo
anticuadas. Los equipos de telecomunicaciones de Huawei hoy en día no sólo son más baratos, sino que la empresa tiene más patentes
que cualquier otra y es generalmente considerado el líder mundial en
5G. Si China dominara la industria de redes de telecomunicaciones, un
documento filtrado del Consejo de Seguridad Nacional de los EE.UU. dice,
“ganará política, económica y militarmente”.
La inclusión
de Huawei en una lista negra por parte de los EE.UU. golpeó los dos
puntos débiles de la compañía, generalmente compartidos por las cadenas
de valor digitales de China. Google retirará
su sistema operativo móvil android y sus servicios aliados, mientras
que la empresa ARM, con sede en el Reino Unido, cuyos chips activan la
mayoría de los móviles, está interrumpiendo la entrega de sus chips a Huawei.
A
lo que éste opuso un rostro valiente. Huawei ya está desarrollando su
propio software de operación móvil. También afirma que tiene suficiente
stock de chips para aguantar mucho tiempo. Hace unos años que China notó
su vulnerabilidad en el sector chips de su cadena de valor digital, y
ha invertido miles de millones de dólares públicos y privados para
desarrollar capacidades nacionales. No pasará mucho tiempo antes de que
China llene estos vacíos en su control integral de las cadenas de valor
digitales. El incidente de Huawei simplemente acelerará el proceso y
proporcionará a China una justificación pública útil para invertir en el
desarrollo de capacidades nacionales de clase mundial, y a la de los
Estados Unidos, en todos y cada uno de los aspectos digitales.
Los servicios computacionales en la nube de Alibaba ya se están acercando
a los del líder mundial Amazon, mientras que los motores de IA de Baidu
compiten con los mejores de Google, Amazon, Microsoft y Facebook.
Muchos dicen que la ebullición y el ritmo de la innovación digital en
China supera con creces a la del mundo occidental.
En
resistencia al poder digital emergente de China, el caso de Huawei es
sólo el último de una larga serie de medidas similares adoptadas por los
Estados Unidos. Por ejemplo, el año pasado, impidió que Alibaba
comprara el MoneyGram de EE.UU. y embargó los suministros
estadounidenses para la empresa china de telefonía móvil ZTE. Pero este
nuevo incidente puede representar un punto de inflexión importante en
las relaciones digitales globales.
Integración vertical en el espacio digital
El
mundo del software e internet se construyó sobre diferentes empresas
que fabricaban chips, hardware, redes, software y aplicaciones. Hoy en
día, Google, Amazon y Facebook están fabricando sus propios chips, lo
cual es un hecho significativo. No sólo los rivales geopolíticos, sino
también las grandes corporaciones digitales temen depender de otra
empresa en relación con los eslabones críticos de la cadena de valor
digital. Esto revela lo mucho que está en juego en el mundo digital y lo
despiadada que puede ser la competencia por la supremacía digital.
Últimamente
ha surgido una gran protesta en Occidente, incluido en Estados Unidos,
por frenar el poder de las megacorporaciones digitales, lo que también
es posible mediante su fragmentación. La amenaza china ha sido funcional a las empresas objetivo, que afirman que cualquier medida de este tipo puede frustrar la dominación digital global de Estados Unidos.
Este es un llamamiento abierto de estas corporaciones para que los
EE.UU. adopten un enfoque geopolítico de la economía digital, en lugar
de uno basado en el interés público nacional. El nexo entre el Estado y
las empresas chinas, por su parte, es demasiado conocido como para que
sea necesario su análisis. Es probable que las ofertas digitales
globales se organicen y dividan en torno a los dos polos digitales
globales de EE.UU. y China, a la vez que se van integrando cada vez más.
Se trata de una lógica estructural emergente pero clave de la
digitalización global.
Todos los demás países aparte de
las dos superpotencias digitales, se enfrentan a un dilema de
proporciones trascendentales. A medida que la inteligencia digital
impulsada por los datos y las plataformas correspondientes se convierten
en la clave de la reorganización y el control de casi todos los
sectores, estando la columna vertebral de éstas conformada por
artefactos digitales -desde chips, equipos de red y dispositivos
personales hasta software y aplicaciones-, es posible que estos países
tengan que tomar la decisión de alinearse digitalmente ya sea con los
Estados Unidos o con China. Una cesta mixta puede funcionar inicialmente
durante algún tiempo. Pero cada vez más, a medida que incluso los
estándares técnicos se vayan dividiendo a tráves de la brecha
geopolítica, las opciones digitales tenderán a acercarse a una u otra
superpotencia digital, convirtiéndose en la opción principal.
A
medida que todo se digitaliza, las aplicaciones de seguridad digital se
convierten en la clave de la seguridad general de una nación, lo cual
es la preocupación prioritaria de todos los países. Gran parte de la
seguridad digital está integrada en los chips, dispositivos, redes,
software, aplicaciones, inteligencia artificial y las principales
plataformas sectoriales de un país. Y dado que el pensamiento y las
opciones de seguridad son geopolíticamente estratégicas, también lo será
la elección de toda la cadena de valor digital. Desde el punto de vista
de la sociedad digital, las esferas económica, social, cultural,
política y de seguridad tienen todas bases infraestructurales comunes,
lo que hace que la elección del geo-alineamiento digital sea de alguna
manera integral y unitaria.
Incluso si se logra un
deshielo temporal con respecto a Huawei y otras áreas actuales de
disputa digital entre EE.UU. y China, una lógica y un conjunto de
fuerzas más amplios están operando hacia un abismo digital que es
improbable que se revierta.
Es aterrador imaginar cómo
sería un mundo tan dividido digitalmente. Eso, aparte de las agudas
dependencias digitales que sufrirán los países frente a sus respectivos
amos digitales (EE.UU. o China). Una vez que la inteligencia digital que
opera los sectores de un país sea propiedad y esté controlada por
agentes externos, los países se encontrarán en una situación de
impotencia, bastante peor que con las dependencias de la era industrial.
No alineación digital y una ecología digital abierta
En
estas circunstancias, ¿cuáles son las opciones para todos los países
que no son superpotencias digitales, incluidos los países europeos? Es
una cuestión distinta que estos últimos sigan siendo presos de algún
tipo de noción nostálgica/romántica de que tienen algunas ventajas
ocultas que de alguna manera, algún día, los catapultarán a la primera
fila digital.
La dirección apropiada sería una combinación
de un enfoque geopolítico de no alineación digital y uno práctico de
promoción y establecimiento diligente de cadenas de valor y ecología
digitales abiertas. Inspirándose en el movimiento de No alineación del
período de la guerra fría, la no alineación digital significaría
decididas inversiones económicas y políticas para mantener la propia
economía y sociedad digital no demasiado ligada a ninguno de los
productos y servicios digitales de cualquiera de las superpotencias
digitales.
Al igual que con el movimiento original de los
No alineados, un aspecto muy importante de esto sería emplear la
fortaleza colectiva para, en primer lugar, resistir las formidables
tentaciones digitales y el poder a los que estos países estarán sujetos,
y, en segundo lugar, dar forma a opciones digitales más mixtas y
abiertas sobre el terreno. Esto último implicará y requerirá la
promoción de una fuerte participación de la industria nacional, así como
el mantenimiento de suficientes posibilidades de regulación digital.
El
establecimiento de una ecología digital más abierta es el modelo
técnico, político-legal y de negocios complementario a la no alineación
digital geopolítica. Existe una necesidad urgente de promover normas
técnicas públicas y abiertas en todos los niveles de las cadenas de
valor digitales. Esto debería invertir la actual tendencia hacia
estándares propietarios, que corren el riesgo de dividirse -al menos en
cierta medida- a lo largo de la brecha entre Estados Unidos y China.
Estos estándares abiertos también ayudan a mitigar las integraciones
verticales, que necesitan ser contrarrestadas por medidas regulatorias
explícitas y fuertes. Los patrones para tales regulaciones que promueven
la apertura digital deberían construirse a nivel global, de modo que
sea conveniente para todos los países implementarlas. Se requiere apoyo
político y jurídico para proteger y hacer viable la industria digital
nacional, incluso mediante leyes y medios para la propiedad y el
intercambio de datos a nivel local.
Por último, para las
empresas digitales transfronterizas y mundiales se necesitan modelos de
negocio más abiertos y menos extractivos. Éstos facultarían y
desarrollarían capacidades digitales reales de empresas y economías
nacionales, en lugar de explotarlas. Estos modelos internacionales
abiertos pueden ser promovidos, para empezar, por países con mejores
competencias digitales en la actualidad, como algunos países europeos,
así como por países más grandes en desarrollo como la India.
Huawei
y China se han estado preparando para este tipo de chantaje digital por
parte de los EE.UU., e incluso pueden utilizarlo a su favor. Pero en el
futuro, otros países, con gran parte de su sociedad digitalizada y con
profundas dependencias con respecto a una u otra superpotencia digital,
se encontrarían completamente indefensos frente a una amenaza o chantaje
similar. Es muy probable entonces que tengan que ceder a cualquier
exigencia que se les haga.
Puede que todavía haya tiempo
para anticipar y prepararse para -o evitar sustancialmente- un futuro
tan sombrío, que se está acercando rápidamente.
(Traducción: Javier Tolcachier – Pressenza. https://al.internetsocialforum.net/2019/07/15/develando-el-caso-huawei-ee-uu-china-y-la-necesidad-de-la-no-alineacion-digital/)
- ParminderJeet Singh
es director ejecutivo de IT forChange, y dirige el trabajo de la
organización en las áreas de gobernanza de Internet, gobernanza
electrónica y desarrollo en la era digital. Es miembro fundador de tres
coaliciones globales en el ámbito de la gobernanza de Internet: Just Net
Coalition, BestBits and Internet Rights y Principles Coalition.
Publicado originalmente en inglés en Bot Populi
https://www.alainet.org/es/articulo/201050
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