Cuando
en los años 1960 nos incorporamos a la lucha gremial y de inmediato a
la político-militar en el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros
(MLN-T) de Uruguay, no sólo parecía evidente que el capitalismo podía
ser superado, sino incluso la militancia que reivindicaba el socialismo
estaba convencida en su gran mayoría de que el mundo ya estaba superando
el capitalismo.
Los comunistas uruguayos, siguiendo las
palabras del Partido Comunista de la URSS, daban por hecho que, por lo
menos una sexta parte de la Humanidad ya vivía en el socialismo y había
dejado atrás el capitalismo.
Los pro-chinos, a pesar de
criticar el “revisionismo” del PCUS, no negaban ese aserto, sino que
incluían a China y a Vietnam como parte de esa porción de la Humanidad
que había dejado el capitalismo en su pasado.
En América
Latina los cubanos revolucionarios y quienes se inspiraban en la Cuba
revolucionaria consideraban un hecho que la Isla construía el
socialismo.
Por nuestra parte sólo muchos años después,
leyendo las ideas económicas del Che, y en especial sus propuestas y
realizaciones económicas en su período de dirigente en Cuba (ver Guevara
1964 y 1970) y su crítica al Manual de Economía Política de la Academia
de Ciencias de la URSS (Guevara 2006), escrita en su estadía
clandestina en Europa poco antes de ir a combatir a Bolivia (pero
publicada por primera vez sólo en 2006), nos re-preguntamos a partir de
Marx qué caracteriza el capitalismo, y por ende cuál sería el perfil
general de un orden socioambiental que lo superase.
El
capital es la relación social que media entre los dueños de medios de
producción y los que trabajan para ellos como asalariados en esos
medios.
El capitalismo reposa sobre la valorización del
valor que ocurre a través del robo de plusvalía arrancada por los
capitalistas a sus asalariados. El valor es la cantidad de tiempo
socialmente necesario para producir una mercancía.
La
mercancía es la entidad de doble faz constituida por el valor (de
cambio, llamado simplemente valor) y el valor de uso, que es el soporte
material del valor. El valor (a través de procedimientos que no
analizamos aquí) se expresa como precio en una determinada suma de
dinero.
El dinero es la medida universal de valor, que
facilita el intercambio de todas las mercancías, incluyendo la mercancía
fuerza de trabajo, cuyo valor (que el capitalista paga o debería pagar
como salario) es la suma de los valores de las mercancías necesarias
para que el trabajador reproduzca en él y sus descendientes la fuerza de
trabajo (que el capitalista pondrá a su servicio en las generaciones
presente y futuras).
La plusvalía es la suma de valor que
supera el valor de la fuerza de trabajo (el salario) y que el
capitalista se embolsa gratuitamente, a costa del asalariado. Tal
remanente deriva del hecho de que el trabajador trabaja más allá del
tiempo que equivale al necesario para “pagarle” al capitalista el valor
de la fuerza de trabajo, recibido como salario (plusvalía absoluta) y/o
del hecho de que disminuye el valor de la fuerza de trabajo por las
innovaciones tecnológicas que hacen posible reducir el valor de los
bienes que conforman su valor, sin que disminuya la jornada laboral del
asalariado (plusvalía relativa).
La ganancia es el
remanente de valor de que se apropia el capitalista (mediante la
plusvalía) luego de haber compensado los desembolsos que hizo por
concepto de salarios, materias primas y auxiliares, fracción de las
maquinarias desgastadas en el proceso de producción de una determinada
cantidad de mercancía, y cualquier otro gasto generado por esa
producción.
Ahora, como dijo Marx (anticipando la actual
devastación ecológica y la mercantilización de todas las dimensiones de
la vida humana), en la lógica de la ganancia propia al capitalismo, se
ven socavadas la dos fuentes de la riqueza (el ser humano y la Tierra).
En
esos conceptos simples (y que presentamos de forma simplificada) reside
la explicación de la esencia del capitalismo. Y así, como lo señaló el
Che en las obras antes citadas, y en especial en la última, mientras
haya aplicación de la ley del valor, mercancía, salario y dinero, el
capitalismo no habrá sido superado (y tampoco eventualmente otras
formaciones económicas que lo precedieron históricamente y pueden
convivir con él, aplicando las categorías mencionadas).
Analizando
a la URSS, el Che previó que la sobrevivencia de esas categorías en su
vida económica amenazaba retrotraer a la URSS al capitalismo puro y
duro; y 35 años después la Historia le dio la razón. Por nuestra parte
mostramos la inconsistencia con las propuestas, críticas y advertencias
del Che en relación a la URSS, que tenían los nuevos “lineamientos
económicos” aprobados por el Partido Comunista cubano en 2011 (ver
Israel Semino, María y López Velasco S., 2014, anexo 1).
Decíamos
que lejos de acercar a Cuba a lo sugerido por el Che en su oposición a
lo que sucedía en la URSS, esos lineamientos se aproximaban precisamente
a lo que criticaba el Che.
Hoy, 5 años después,
reafirmamos esa posición. No tenemos respuesta para la pregunta sobre si
es posible que un país o un grupo de países puede efectivamente ir más
allá de la ley del valor, la mercancía, el salario y el dinero, mientras
el resto del mundo permanece capitalista; menos aún tenemos esa
respuesta si ese o esos países son poco desarrollados tecnológica e
industrialmente.
Pero ya sea posible eso o haya que
esperar-imaginar la posible superación del capitalismo sólo cuando la
misma ocurra a nivel planetario (y hay que preguntarse cómo sería
posible esa transformación global simultánea), reiteramos algunas ideas
clave sobre el contenido de esa superación en perspectiva socialista con
horizonte ecomunitarista (ver López Velasco 2009, 2013, 2018).
Para
dejar el capitalismo atrás hay que imaginar en primer lugar que toda
la comunidad humana (nacional o planetaria) participe (por ejemplo a
partir de los 11 años, que es la edad que Piaget caracterizó como la
del manejo del razonamiento lógico y del nivel maduro de la moral) en la
definición de las necesidades individuales-comunitarias que deben ser
satisfechas y de la confección del Plan de producción capaz de proveer
los bienes y servicios para satisfacerlas.
Oportunamente
aclaramos que esas necesidades acatadas serán sólo las éticamente
legitimadas por las tres normas fundamentales de la Ética, que nos
exigen, respectivamente, luchar para garantizar nuestra libertad
individual de decidir, realizar esa libertad en la búsqueda de consensos
con los otros, y, preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y
no humana; también aclaramos que esta última traza los límites
ecológicos éticamente aceptables para la producción y el consumo
poscapitalista, de tal forma que concebimos el poscapitalismo como el
orden socioambiental ecomunitarista en el que se practican las tres
normas básicas de la Ética y se aplica diariamente el principio que reza
“de cada uno según su capacidad y a cada uno según se necesidad,
respetándose los equilibrios ecológicos”.
Así los
productos y bienes generados no son más mercancías pues carecen de valor
de cambio, y se limitan a ser valores de uso para satisfacer las
necesidades legítimas. Así ha sido dejado atrás el salario y también el
dinero.
En segundo lugar, y para respetar la tercera norma
fundamental de la Ética, la economía poscapitalista debe usar sólo
energías limpias y renovables (como la solar y la eólica), reducir,
reutilizar y reciclar los insumos y residuos (de la producción y del
consumo), y prescindir, en la producción, de los agrotóxicos,
transgénicos y de cualquier técnica que degrade gravemente la tierra, el
agua y/o el aire, y/o que afecte gravemente la salud de la naturaleza
humana y no humana (contrariando la tercera norma fundamental de la
ética).
En tercer lugar todas las decisiones intra y
extra-económicas (en sentido estricto) deben ser tomadas mediante el
ejercicio de la democracia directa, y los cargos de representación que
sea inevitable mantener deben ser ejercidos en permanente rotación y sus
ocupantes deben ser electos y removibles a cualquier momento por los
electores (ver López Velasco 2017); tal democracia directa es hoy
enormemente facilitada por los recursos informáticos y de internet.
La
comunicación debe ser horizontal y simétrica, usando todos los recursos
que ya ofrecen la informática e internet, y la gran prensa será
comunitaria y pública, superando e impidiendo la formación de monopolios
u oligopolios mediáticos privados.
La educación formal e
informal tendrá siempre un perfil problematizador (ver Freire 1968) y
ambiental-ecomunitarista (ver López Velasco 2008, 2018, 2019); tal
educación incluye una educación sexual promotora de la erótica del libre
y consensuado placer sano para los partners (según lo exigen
las tres normas básicas de la Ética), sean sus nexos de carácter hetero u
homosexual, y la crítica-superación del machismo y del racismo.
Hay
que notar que algunos autores han defendido la tesis de que el “trabajo
productivo” en el capitalismo, a saber aquel que genera plusvalía, se
concentró en el sexo masculino, mientras que los trabajos “no
productivos” (como las tareas domésticas y de cuidados educativos y de
salud) se depositaron en manos de las mujeres, por lo que el modo
capitalista de producción sería intrínsecamente machista. No obstante
hay que notar que algunos de esos autores parecen contradecirse cuando,
al constatar la inclusión masiva de las mujeres al mercado de trabajo
capitalista, afirman que esa inclusión se hace al precio de su
masculinización; y decimos que se contradicen porque naturalizan en la
mujer características tales como la dulzura y la compasión, siendo que,
para escapar al machismo, hay que concebir esas virtudes como propias de
lo humano sin más, sin distinción de sexos. En ese punto lo decisivo es
que las mujeres y los hombres (y transexuales, lésbicas, gays, etc.) se
encuadren como iguales en la economía ecológica y sin patrones (sin
vigencia de la ley del valor, sin mercancías, ni salario ni dinero) que
antes reseñamos.
Ahora bien, más de un siglo transcurrió
desde la Revolución rusa, pero se constata que en todo el mundo las
voces y acciones decididamente anti/poscapitalistas son minoritarias, y
han sido derrotados no sólo el “socialismo real “ (URSS y sus países
satélites del este europeo), sino también la socialdemocracia clásica,
con el progresivo desmonte del “Estado (capitalista) de Bienestar” en
toda la Europa occidental, un intento del “socialismo del siglo XXI”
(Ecuador), intentos “progresistas” (en Brasil o Argentina), al tiempo en
que el supuesto socialismo maoísta dio lugar en China a un furioso
capitalismo coordinado por el Estado dirigido por un Partido denominado
Comunista (y ese camino parece ser imitado a su escala por el heroico
Vietnam).
Poco sabemos de la República Popular
Democrática de Corea, pero lo que sabemos basta para decir que mucho se
aparta del poscapitalismo caracterizado en las múltiples dimensiones que
hemos esquematizado aquí antes.
Para explicar las
derrotas en los países de Europa y A. Latina se ha esgrimido una y otra
vez la tesis de la manipulación mediática. Sin negar esa posibilidad, a
esta altura de los tiempos debemos plantear la sospecha de una razón más
profunda, a saber, la “pulsión de muerte” invocada por Freud, como un
impulso inseparable de lo humano que (contrariando al “eros”, la pulsión
de vida) hace que cada uno de nosotros tienda hacia la autodestrucción y
la destrucción de los otros. No es mala esa hipótesis para explicar el
incomprensible hecho, repetido a la saciedad, de que los pobres
(asalariados, desempleados y marginados) votan en gran proporción a sus
verdugos, incluso cuando éstos anuncian anticipadamente que tomarán más
medidas de recortes en las políticas públicas (educación, salud, y
vivienda, por ejemplo) e incluso en los salarios y jubilaciones.
Tal
hecho acaba de repetirse nuevamente en julio de 2019 en la cuna de la
democracia, Grecia. Allí la mayoría de los votantes, decepcionada con
las traiciones de la coalición de supuesta izquierda Syriza a sus
promesas de que se enfrentaría a los recortes antipopulares impuestos
por la Troika (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI),
traiciones que incluyeron el desconocimiento del resultado del
plebiscito referente a esa cuestión que la propia Syriza había convocado
al asumir el Gobierno, en vez de apoyar al Partido Comunista que había
criticado esas traiciones y se había negado a integrar el Gobierno, optó
en cambio por la derechista “Nueva Democracia” que ya había gobernado
inmediatamente antes de Syriza y había practicado recortes similares.
Así,
la pregunta “¿es posible superar al capitalismo?” no se limita a las
esferas económicas, políticas, militares, educativas, erótico-sexuales,
comunicativas, religiosas (enormemente complejas de por sí), vigentes en
el capitalismo, sino que apuntaría también a la propia constitución del
ser humano, pues hay tres posibilidades: o Freud se equivocó y no
existe tal pulsión de muerte (algunos psicoanalistas la niegan), o
existe pero puede ser compensada-contorneada (habría que ver cómo), o
existe y es incontorneable. A falta de conocimientos e investigaciones
personales en la materia, por ahora nos limitamos a desear, para bien de
la Humanidad y del planeta, que esa tercera posibilidad no sea la
correcta.
Bibliografia
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GUEVARA, Ernesto. Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, publicado originalmente en 1964, in Obras 1957-1967, vol. II, p. 251-285, La Habana: Casa de las Américas, 1970.
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LÓPEZ VELASCO, Sirio (2008) Introdução à Educação Ambiental Ecomunitarista, Rio Grande (Brasil), Ed. FURG.
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LÓPEZ
VELASCO, Sirio (2019). Cuestiones de Filosofía de la Educación –
Diálogo con Vaz Ferreira y otros autores, y otras cuestiones pedagógicas
Sirio López Velasco
Filósofo (Doctor y Posdoctor en Filosofía); profesor universitario durante 33 años, autor de una veintena de libros; E-mail: lopesirio@hotmail.com
https://www.alainet.org/es/articulo/201112
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