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jueves, 3 de septiembre de 2020

Argentina y la tortuga de Eduardo Duhalde


Los rebrotes del Covid-19 y el confinamiento empiezan a trastocar el equilibrio síquico y emocional de las personas. En Argentina, legisladores de la oposición amenazaron con romper la sana distancia llevando 100 diputados al recinto parlamentario, y un grupo de intelectuales negligentes calificó de terrorista sanitario al presidente Alberto Fernández.

Sin embargo, en imagen y manejo de la pandemia, los principales sondeos de opinión dan a Fernández 60 y 74 por ciento de aprobación.

Simultáneamente, en un programa televisivo de gran alcance, el ex gobernante Eduardo Duhalde (2002-03) advirtió de un golpe militar en ciernes, proponiendo un pacto como el celebrado en España para conjurar las maniobras desestabilizadoras del franquismo residual (Pacto de la Moncloa, 1977). O sea, pactar con la oposición que Mauricio Macri lidera, jugando futbol desde… Suiza.

Ambas cosas, la insólita denuncia y la inviable propuesta cayeron en saco roto. Duhalde se retractó. Se me soltó la tortuga (sic), dijo. Entonces, algunos periodistas evocaron al embajador de Washington en Buenos Aires, James Cheek, quien a mediados de los 90 publicó un aviso solicitando información sobre una tortuga que se le había perdido a su pequeño hijo. Felizmente, el servicio secreto del diplomático encontró al despistado quelonio.

En política, por definición, no hay casualidades. Con todo… ¿mensaje soterrado de trasnochados golpistas y conspiradores que tocaron al despistado Duhalde? Aclarando y oscureciendo, el añoso caudillo endosó sus palabras a un momento sicótico que habría sido disparado, posiblemente, por llevar la cuarentena aislado de su esposa, fumadora empedernida.

Duhalde fue vicepresidente de Carlos Menem por breve periodo (1989-91), gobernador de la estratégica provincia de Buenos Aires (1991-99) y uno de los organizadores del Grupo Calafate que en 1998 enfrentó a Menem, junto con Alberto Fernández, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Un año después, el parasicólogo, mentalizador y vidente Manuel Salazar promovió la candidatura presidencial de Duhalde. Rodeado de entusiastas seguidores, Salazar realizó un exorcismo en la céntrica plaza Moreno de La Plata, para romper con la maldición de la Tolosa. Bruja que en el año de fundación de la ciudad (1882), maldijo a los pobladores de la provincia de Buenos Aires.

La tradición popular atribuye a esa curiosa maldición el que ningún gobernador bonaerense haya podido ocupar el sillón presidencial. Profecía cumplida: Duhalde fue derrotado por una alianza de radicales, izquierdistas y peronistas, encabezada por Fernando de la Rúa.

Pero la política (científicamente comprobado) está plagada de maldiciones. El 21 de diciembre de 2001, al grito de ¡que se vayan todos!, De la Rúa renunció al cargo dejando un tendal de muertos y heridos en todo el país. En medio del caos y gran confusión, Argentina tuvo cinco presidentes en 10 días. Hasta que la ley de acefalía cuadró el círculo institucional y Duhalde fue ungido presidente (1º de enero de 2002); 18 meses después, convocó a elecciones y entregó el bastón de mando a Kirchner.

Los allegados a Duhalde afirman que alucina a Cristina Fernández de Kirchner, convencido de que sería la verdadera bruja, pues nadie discute que ella nació y creció en Tolosa, popular barrio de La Plata. Según el periodista Horacio Verbitski, el consenso general, tanto en el oficialismo como en la oposición, es que Duhalde no está en pleno dominio de sus facultades. El día de la entrevista en que alertó sobre el golpe, Verbitski contó que su esposa y sus hijas le preguntaron si estaba bien.

El periodista apuntó que el ex gobernante “no se privó de insistir con su generoso ofrecimiento de ayudar al gobierno, y le recomendó reformar la Constitución para que no sea obligatorio votar año por medio sino cada cuatro años, ‘como en todo el mundo’, y reducir el gabinete de 22 a tres ministerios…” (El cohete a la luna, 30/8).

Con o sin tortuga, Duhalde se ha convertido en paradigma de agnotología, término inventado por Robert Proctor, profesor estadunidense de historia de la ciencia en la Universidad de Stanford. Agnotología: estudio de la ignorancia inducida con la publicación de datos tendenciosos, y fabricación deliberada de la incertidumbre, la duda y el estrujamiento de cifras y situaciones hasta terminar viciando una evaluación.

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