Si la democracia alguna vez cotizó entre los empresarios, hoy es un valor sin rédito. Ellos no invierten en democracia y si lo hacen, es para asesinarla. Sienten odio visceral cuando se mencionan propuestas de justicia social e igualdad. Una animadversión rayana en delirio sicótico. Sucedió con los empresarios en el Tercer Reich, financiando al partido nazi. El banquero Kurt von Scröder, el rey del acero Gustav Krupp, las empresas Bayer, Mercedes Benz, BMW, Hugo Boss, Kodak o Telefunken lo auparon para satisfacer sus ansias de poder. En España fue Juan March y su banca quien financió el golpe de Estado de Francisco Franco. En Chile, los Edwards, Yarur, Matte o Alessandri, sentían una inquina personal contra Allende y el programa democrático. En Argentina Videla contó con el apoyo de los grupos financieros y empresarios. En Paraguay, hicieron a Stroessner más fuerte. En República Dominicana, Trujillo les fue útil. Batista en Cuba fue un mantenido de los grupos azucareros y la mafia estadunidense. Sin olvidar las trasnacionales que aborrecen todo anhelo de justicia social. IBM, Coca-Cola, Ford o Nestlé, en Alemania; United Fruit Company, en Guatemala; ITT, en Chile, o Repsol en Bolivia. Los casos se multiplican.
La desafección de los empresarios hacia la democracia forma parte de
un argumentario cuyo principio la define como una conspiración de
pobres. Marginados que mendigan beneficios sociales. Ellos pagan y otros
holgazanean a su costa. En pocas palabras, la democracia es un proyecto
de gentes incapaces de tener iniciativa. Atentan contra la libertad de
mercado, la iniciativa empresarial y la propiedad privada. Son
recurrentes sus críticas a la inversión pública en sanidad, educación,
vivienda, cultura o al pago de impuestos sobre el capital. Es ya
habitual escucharles decir, nada más triunfar un proyecto democrático: Te quitarán la casa, se llevarán a tus hijos y los educarán en consignas comunistas
; te expropiaran tus empresas
; tus ahorros pasarán a manos del Estado
; todos vestiremos iguales
; no tendrás derecho a elegir tu futuro
; quemarán iglesias, fusilarán sacerdotes, violarán mujeres
; manipularán tu cerebro con drogas
.
¿Cómo rebatir sus diatribas? Cualquier argumento sensato es desechado.
Así justifican el asesinato, la tortura y la desaparición de personas.
Ellos o nosotros. El bien contra el mal, y el mal siempre es la
democracia. Los derechos humanos, para ellos, son una cuestión estética
perfectamente prescindible.
Los empresarios del mundo sienten un verdadero amor hacia Pinochet. Algunos por rubor, lo ocultan. Pero todos mencionan el éxito del modelo chileno y el lugar que ocupa Pinochet en su triunfo. Fue su determinación por trasformar Chile en el edén del neoliberalismo, su obra culmen. Todo es perfecto, pueden campar a sus anchas. La pobreza, la desigualdad y el hambre no van con ellos, menos aún, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas. Son los dueños del país, el resto sus esclavos. La democracia no les concierne. Da igual Chile, México, Colombia o Estados Unidos. Para los empresarios, Pinochet encarna su proyecto de ley y orden. Sean regiomontanos, chilenos o estadunidenses.
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