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lunes, 21 de septiembre de 2020

Milton Friedman a 50 años


Por distintas circunstancias éste es un momento oportuno para repensar la idea propuesta por Milton Friedman hace exactamente 50 años en un artículo publicado en la revista del New York Times. Se trata de La responsabilidad social de la empresa es incrementar sus ganancias.

El de Friedman (1912-2006) es un caso de interés y relevante en cuanto al contexto histórico y el ambiente político-social en que se generan las ideas y logran progresar hasta convertirse en predominantes. Su influencia se gestó en un proceso largo de formulación de principios de una teoría económica con un alto impacto en el diseño e implementación de las políticas públicas que, en buena medida, se asentó en la mayor parte del mundo.

En 1964, durante la campaña por la presidencia de Estados Unidos del senador republicano Barry Goldwater, uno de los economistas en su equipo de asesores era Friedman. En un artículo publicado en marzo de ese año se cita que era considerado un hombre brillante y enormemente articulado, pero también completamente irresponsable y que no ofrece ningún consejo que alguien seguiría. Las cosas fueron muy distintas.

Desde entonces Friedman se oponía a la existencia de los sindicatos; la regulación gubernamental de los negocios; las funciones de la Reserva Federal, al sistema de salud Medicare, que consideraba un desvarío socialista y al Nuevo Trato de Roosevelt del que decía que fue un error. En resumidas cuentas: menos gobierno y menos impuestos eran la fórmula más adecuada de encauzar la economía.

La historia de Friedman y la escuela de Economía de Chicago, de la que se convirtió en representante indiscutible, expresa el desenvolvimiento de la confrontación que surgió entre lo aquí podría, por conveniencia, denominarse como el pensamiento libertario planteado por Friedman en su libro Capitalismo y Libertad de 1962 y el liberalismo de raíz keynesiana. Desde lo años 1980, la primera tendencia ha sido ideológicamente predominante.

En medio de las controversias que desató la formulación de Friedman sobre el funcionamiento de las empresas, enfocadas en acrecentar sus ganancias (https://cutt.ly/ufKrIQB), ésta consiguió establecerse progresivamente como la verdad acerca de que no sólo las ganancias son esenciales para la supervivencia de un negocio, sino incluso es lo único que importa.

En todo caso, las ideas de Friedman y la escuela de Chicago se posicionaron de modo cada vez más firme en el debate económico y político. Incidieron decisivamente en la definición del sistema de producción, financiamiento y distribución. De modo práctico esa misma visión se aplicó de modo brutal en Chile desde 1973 y se estableció de manera decisiva, paralela y gravosa con los gobiernos de Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990) y Reagan en Estados Unidos (1981-1989).

La ideología concentrada en la obra de Friedman, desde aquella querella en torno al objetivo esencial de la ganancia en las empresas y la separación de lo que concierne al orden económico versus el orden político, encajó con precisión en la formación del orden neoliberal.

En su esencia, el neoliberalismo concibe las relaciones sociales en términos de la competencia y a los ciudadanos como consumidores que ejercen sus preferencias en el mercado, donde se sanciona la ineficiencia. Las ventajas que así se obtienen se confrontan con la ineficacia de la planificación estatal.

El término se acuñó en 1938 en París y se definió la ideología que lo sustentó. Ahí asentó la influencia de sus dos pensadores seminales Frederick Hayek y Ludwig von Mises que concebían las políticas intervencionistas de Roosevelt y las del estado de bienestar británico como formas de colectivismo, asimilables al comunismo e incluso al nazismo. En el fondo ése es el meollo de la controversia neoliberal: el papel del individuo a la manera de El manantial de Ayn Rand o de la misma Thatcher que afirmaba que la sociedad no existe, sólo los individuos.

En 1947, a instancias de Hayek, se creó la Sociedad Mont Pèlerin (una aldea Suiza) para debatir sobre el destino del liberalismo clásico y la resistencia que debía armarse en contra del intervencionismo estatal y la planeación, ya fuera de índole marxista o keynesiana.

Entre sus fundadores estaba Friedman. Con esto pretendo apuntar a la manera en que las ideas de tanto raigambre se van configurando, insisto, hasta convertirse en modelo de un cierto orden social con un papel que pretende ser muy definido para lo privado (como es el de las ganancias de las empresas) y el Estado, que no debe intervenir, aunque lo hace todo el tiempo, aunque sea por omisión, como es el caso de la desregulación lo más amplia posible. Caso en cuestión, por ejemplo, el del sector financiero.

La lectura del ensayo cincuentenario de Friedman exhibe la fuerza y la resistencia de esas ideas, cuando menos hasta la crisis de 2008, por el severo impacto redistributivo que ha tenido y la fuerte intervención gubernamental que ha propiciado en la asignación de los recursos financieros. Al cuestionamiento de las políticas neoliberales se ha sumado ahora el efecto de la pandemia. Alternativas sustentables están aún en proceso en el mejor de los casos.

No olvidemos la advertencia de Keynes: Las ideas de economistas y filósofos políticos, tanto cuando aciertan o yerran, son más poderosas de lo que comúnmente se piensa. En efecto, el mundo está regido por poco más que eso. La gente práctica, que piensa que está exenta de toda influencia intelectual, es usualmente esclava de algún difunto economista. Seguramente lo aplicaría a sí mismo.

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