Las nuevas guerras de EE.UU.
Fuentes: El Cohete a la Luna - Ilustración Sebastián Angresano
El deterioro de la política doméstica de los Estados
Unidos tiene correlato en la degradación de su política exterior. La
tradición injerencista de Washington busca impedir su paulatina
declinación como referencia de la política mundial y apela a innovadoras
conceptualizaciones y prácticas para evitar un mayor deterioro.
En un intento por sortear las repetidas derrotas estratégicas
sufridas desde la Guerra de Corea hasta la actualidad, el exparacaidista
y contratista militar (eufemismo de mercenario), actualmente devenido
en académico, Sean McFate, publicó un libro en 2019 que se constituyó en
el texto de cabecera de las usinas de información del Departamento de
Seguridad Nacional y del Departamento de Estado. El almirante James
Stavridis, que fuera responsable del Comando Sur hasta 2009 y luego
Jefe Supremo de la OTAN hasta 2013, catalogó a McFate como el nuevo Sun Tzu, en referencia al general chino del siglo V, autor de El arte de la guerra.
El libro de McFate se titula Las nuevas reglas de la guerra: la victoria en épocas de desorden,
y se ha constituido en el texto de consulta obligada para los
funcionarios que ejecutan las políticas de intervención en los países
que Estados Unidos considera bajo su ámbito de influencia. Desde el
prólogo, se anuncia que es una respuesta a los peligros detectados por
los oficiales que han participado de las últimas aventuras trágicas del
modelo imperial: el ascenso de China, el resurgimiento de Rusia, la
creciente escasez de los recursos naturales y las conflictividades
intraestatales. Las sugerencias planteadas por McFate exhiben con total
procacidad las iniciativas de manipulación, vigilancia, simulación y
engaño sistémico utilizadas por Washington para intentar conservar su
poder devaluado. El desembozado injerencismo planteado en Las Nuevas Reglas reivindica
la militarización de la política a partir de la utilización de los
medios de comunicación, la gestión del desorden y la generación de
conflictos internos.
La hipótesis central del autor es que Estados Unidos ha sido
derrotado en todas las confrontaciones militares desde la Segunda Guerra
Mundial (Corea, Vietnam, Cuba, Afganistán, Irak y Siria) porque no ha
comprendido el cambio de los desafíos bélicos. Según McFate, el centro
de las nuevas guerras está en la política y no en el territorio de la
acumulación de armas. Las batallas del presente y del futuro se llevan a
cabo en un nuevo escenario: la construcción de imaginarios y de sentido
común; la búsqueda por imponer formas de realidad; y –sobre todo– el
manejo de la información, los datos y la segmentación de que deriva e
esos agregados. “La victoria moderna no se obtiene en un campo de
batalla sino en la conciencia de una sociedad”.
El enfoque supone que la victoria en el campo de batalla es obsoleta.
El autor afirma críticamente que Estados Unidos invierte billones de
dólares en aviones de combate y robots asesinos y que, sin embargo, no
logra imponerse: “Necesitamos el dominio de (…) la subversión
estratégica para evitar que los problemas se conviertan en crisis y las
crisis en conflictos”. Para eso se requieren más académicos, más
Hollywood, más ONGs, más servicios de inteligencia y menos portaviones.
El conflicto actual se desenvuelve en las sombras, en los ejércitos
privados (las empresas contratistas de mercenarios), el anonimato, las
operaciones de confusión y propaganda. Las fuerzas militares
convencionales –profetiza McFate– deben ser reemplazadas por grupos
enmascarados ajenos a las regulaciones convencionales de la guerra.
Entre sus propuestas, llega a considerar la creación de cuerpos
similares a la Legión Extranjera, con agentes reclutados de diferentes
países, capaces de defender los intereses estratégicos de las
corporaciones dentro de territorios (catalogados) sin Estado.
Sus actores prioritarios estarán en guerra permanente porque las
escenas bélicas no comenzarán ni terminarán. Serán una continuidad
acorde con el desorden global, los ejércitos privados, la entropía, el
terrorismo, las operaciones de inteligencia y la búsqueda permanente por
ganar la legitimidad; es decir, la aquiescencia de una población. Lo
que McFate propone –y las delegaciones diplomáticas de Washington están
ejercitando– es la exaltación de una guerra total en la que se asume la
imposibilidad de respetar las regulaciones de los conflictos armados (la
Convención de Ginebra, por ejemplo), porque ese tipo de enfrentamiento
ya no existe y porque supone un handicap para los antagonistas.
La tortura, el asesinato de civiles, la utilización de minas
personales, el secuestro extrajudicial, el acatamiento de la soberanía
de los aliados, el exterminio de prisioneros de guerra, etc., son
cláusulas que ya no pueden ser respetadas porque su acatamiento supone
una ventaja sobre los formatos actuales del conflicto.
Entre las sombras
La nueva biblia bélica pretende ser una caracterización pero termina
imponiéndose como un decálogo de ejecución. Los corolarios de su
doctrina se observan con claridad en los capítulos tercero y cuarto del Documento de Seguridad Estratégica de diciembre 2017, difundido por Donald Trump,
donde se ensayan reconversiones de las fuerzas militares en grupos de
operaciones dedicados a tareas especiales, cuyo centro son los
contenidos culturales, los memes, la ridiculización de dirigentes
políticos enemigos, las operaciones judiciales, el control de los
aparatos comunicacionales y el engaño planificado. La política ya no se
piensa como una forma diferente de la guerra, sino que es una de sus
facetas. “Si los gobiernos pueden hacer que la comunicación estratégica
sea rentable –subraya McFate–, el sector privado puede ser creativo para satirizar a Putin montando osos. En
esa misma lógica cuestiona que China haya comprado algunos estudios de
Hollywood, hecho que hace imposible “presentar al gigante asiático como
un villano en las películas”, enfoque que ayudaría más que las armas
para enfrentarlos.
Para poder insertarse en el nuevo mundo de la guerra, habrá que
derivar parte de inmensos recursos bélicos a la administración de
mentiras comunicacionales (fake-news) ajenas a cualquier
regulación soberana. Esto supone el retorno a un mundo pre-westfaliano
(casi hobbesiano, de guerra de todos contra todos) donde conviven
ejércitos privados, guerras sin Estados y organizaciones terroristas de
triple bandera, dirigidos por fondos de cobertura financieros. Lejos de
rechazar la anarquía y la anomia, McFate –autor también del libro El mercenario moderno– las conceptualiza como un territorio fértil para los nuevos formatos bélicos. Se
trata de una conflictividad atemporal, de pugnas duraderas sin bandos
totalmente triunfantes. Una administración permanente de la crisis
global para sostener el status quo del liderazgo global de Washington. Un reciente ejemplo de este paradigma fue transparentizado por el sincericidio del
empresario Elon Musk, quien afirmó por redes sociales: “Derrocaremos a
quien haga falta” para poder acceder al recurso natural que se requiere
para la producción de sus autos eléctricos (el litio).
Algunos de los apotegmas apuntados en Las Nuevas Reglas indican
que “las mejores armas no disparan balas”, sino que son campañas
efectivas de propaganda, lobby y relaciones públicas, basadas en la
compra de voluntades y en el poder blando que supone la utilización de
cócteles diplomáticos, la concesión de ventajas aspiraciones y la
invitación a Congresos de Seguridad y lucha antiterrorista: una Green Card –sugiere
McFate– puede comprar a muchos políticos, jueces o periodistas. Las
batallas sangrientas, afirma, serán cada vez menos eficaces. La nueva guerra debe
transformarse en un espectáculos de héroes y villanos, luego de que se
demonice al contrincante y se lo caracterice ante el gran público como el enemigo del pueblo, en clara analogía de Henrik Ibsen.
En la misma lógica que el recordado libro de Jean Baudrillard (La guerra del Golfo no ha existido),
pero con un tono más cínico, McFate señala que siempre será necesario
el camuflaje de las acciones políticamente consideradas incorrectas, con
el objetivo de obtener ventajas. No se puede salir derrotado de Vietnam
–sugieren Las Nuevas Reglas– porque se autorice la divulgación del uso
generalizado del napalm. Su pensamiento, inserto en una lógica imperial
(que pretende la supresión de soberanías de terceros países), priva a
McFate de identificar las verdaderas causas estructurales de la
conflictividad mundial: la desigualdad, el hambre, el control
corporativo de los recursos naturales, la degradación ambiental, la
violencia patriarcal sistémica, el neocolonialismo y/o la beligerancia
funcional a la comercialización de armas.
En el anexo, el autor brinda 36 recomendaciones para los nuevos
comandantes político-militares, responsables de garantizar a futuro la
continuidad de la hegemonía de Washington. Las estratagemas devienen de
exégesis arbitrarias y forzadas de las indicaciones realizadas por Sun
Tzu hace 15 siglos.
- Se deben esconder las verdaderas intenciones. En el caso de Argentina, el discurso de los valores, la república y la corrupción son claros ejemplos de cómo se enmascara la cruda intención de impedir la integración regional, la soberanía estatal, el empoderamiento de los sectores populares y la democratización de la renta, la propiedad y la riqueza.
- Hay que detectar aliados antes de considerar los ataques. Las delegaciones diplomáticas de Washington funcionan habitualmente como un centro de reclutamiento de elites locales dispuestas a impedir el fortalecimiento de las representaciones nacionales y populares. “Dispone alianzas con los enemigos de tus enemigos”.
- Es necesario falsificar, tergiversar, confundir y complejizar el discurso y el debate social. Se buscará, sobre todo, que sea imposible comprender con claridad los beneficiarios y víctimas de cada una de las medidas políticas. El autor lo dice más claramente: “Es necesario inventar realidades creíbles”. Para ejemplificar esta máxima, afirma: “Cuando Rusia quiere desestabilizar Europa, no amenaza con una acción militar, como hizo la URSS. En cambio, bombardea Siria. Esta táctica llevó a decenas de miles de refugiados a Europa y exacerbó la crisis migratoria, instigando el Brexit”.
- Hay que irritar al enemigo. Se trata de entablar negociaciones sobre problemas aparentes para impedir que se aborden aspectos estructurales. “Marea a tu enemigo, sorpréndelo, discute cosas intrascendentes (…) Vuelve loco a tu enemigo, ponlo nervioso, ritualízalo”. El autor propone el diseño de subversiones a medida, revolución de colores y operaciones psicológicas de prensa como centro estratégico de la doctrina militar.
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/las-nuevas-guerras/
No hay comentarios:
Publicar un comentario