Rosa Miriam Elizalde
No hay intercambio de mercancías entre ambos países, pero tampoco es
posible controlar el mercado subterráneo y totalmente desregulado de productos culturales
que se empaquetan en discos duros externos y memorias flash,
o que directamente nos llegan a través de Internet. A veces para bien y
otras muchas para mal. Rara vez se repara, cuando se habla del bloqueo
estadunidense, en su cara más laxa: lo que te deja tomar casi todo lo
que llega vía digital, gracias a lo que el filósofo francés Eric Sadin
ha llamado la silicolonización del mundo
.
Incluso para Cuba, bajo cerco por demasiado tiempo, las guerras ya no son lo que eran. Nos enfrentamos a adversarios que no tienen ni territorio, ni fronteras, ni diplomáticos, ni asiento en el Consejo de Seguridad, ni ningún interés para negociar. La lógica opaca y cambiante de las redes digitales, que incluye protocolos, algoritmos y un ejército de moderadores, se superpone al gobierno descentralizado de Internet sobre el que transita. También multiplica por cero las leyes de los estados soberanos a los que asfixia sin sufrir repercusiones. Como una impenetrable capa de látex, ese imperio media entre nosotros y es el responsable de la polarización, el extremismo y muchas otras disfunciones que vive la sociedad contemporánea.
Este es el tema del documental El dilema social, del realizador estadunidense Jeff Orlowski, que ya circula en los entresuelos digitales de la isla. Narrado por desarrolladores principales de Facebook, Twitter, YouTube, Pinterest y otras plataformas que desertaron de esas empresas por razones éticas, es el análisis más lúcido, sucinto y profundamente aterrador sobre el impacto de los llamados medios sociales que haya visto.
Sorprende, porque son los cerebros de estas plataformas los que hablan hasta por los codos de la capacidad destructiva de estas empresas, pero no porque no tuviéramos ya conciencia de ello. Lo estamos viviendo en carne propia los cubanos por dos vías: la polarización y el escarnio que campea en redes sociales, permeables al sarampión trumpista de grupos coordinados de cubanos que viven en Miami, y las teorías de la conspiración que inundan las comunidades latinas en Florida. Tanto demócratas como republicanos compiten allí por la medalla al partido más anticomunista y por denigrar los símbolos de la revolución cubana, en vísperas de unas elecciones en las que las mentiras han alcanzado una dimensión salvaje, según el diario digital Politico.
La desinformación, añade Politico, llega a un nivel de saturación que amenaza con moldear el resultado en el estado más disputado del país
en la actual contienda electoral. Nunca había visto este nivel de desinformación, teorías de conspiración y mentiras
, dice Evelyn Pérez-Verdia, estratega digital demócrata, que ha estudiado los grupos de WhatsApp.
La desinfirmación que se comparte en los chats y en YouTube, Twitter, Instagram y Facebook va más allá de la retórica hiperbólica. Las teorías de la conspiración, especialmente en torno a QAnon, que postula que Trump, está luchando contra un poder global de pedófilos satánicos, saltan de las redes a los carteles y camisetas de los partidarios de Trump que cada semana se movilizan en Florida.
El pasado viernes, el principal diario en español de ese estado, El Nuevo Herald, se vio obligado a retirar su suplemento Libre, que atacaba al movimiento Black Lives Matter con opiniones racistas y antisemitas. Un venenoso youtuber autoproclamado líder de Partido del Pueblo en Miami y principal vocero de Trump en la comunidad cubanoestadunidense ha anunciado, entre otras suculentas mentiras, que sobrevendrá una ola migratoria desde la isla antes del 3 de noviembre. Sus transmisiones en vivo suelen tener a diario miles de entusiastas espectadores.
En un artículo en el que advierte que la campaña Trump 2020 se
dispone a invertir mil millones de dólares para anuncios publicitarios
en Internet, la revista The Atlantic reconoce que en estos
comicios se ha movilizado una vasta coalición de medios partidistas,
grupos políticos externos y empresas privadas, dispuestas a emprender
la que podría ser la campaña de desinformación más extensa de la
historia. Tenga éxito o no en la relección de Trump, la destrucción que
dejará detrás será irreparable, y no sólo para Estados Unidos
.
¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Cuándo y quién desató a los demonios que ahora andan sueltos? ¿Qué vamos a hacer? Esas son las principales preguntas que se hace El dilema social, en Netflix y en El Paquete cubano. Está por ver si la polvareda que ha levantado el documental ayudará a la desilicolonización. Ojalá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario