Entrevista a Jacques Pauwels
Fuentes: Algérie Résistance
Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Mohsen Abdelmoumen: En su libro El gran capital con Hitler
(1) menciona la colaboración de la élite económica industrial y
financiera con Hitler. ¿Fue Hitler un producto puro del sistema
capitalista, un instrumento?
Dr. Jacques Pauwels: El llamado “nacional-socialismo” de Hitler (que
en realidad no era en absoluto una forma de socialismo) era la variante
alemana del fascismo y el fascismo era una manifestación del
capitalismo, la manera brutal y cruel en la que se manifestó el
capitalismo durante el periodo de entreguerras en respuesta a la amenaza
del cambio revolucionario encarnado por el comunismo y a la crisis
económica de la Gran Depresión. En efecto, se puede calificar a Hitler
de “instrumento” del capitalismo en la medida en personificó la variante
alemana del fascismo. Sin embargo, como menciono en mi libro, el
término “instrumento” es demasiado simplista en realidad. Sería más
exacto definir a Hitler como una especie de “agente”, un ser humano
complejo con un espíritu propio, que actúa en nombre del capitalismo
alemán, aunque no siempre de acuerdo con los deseos de los capitalistas,
en vez de calificarlo de simple “instrumento” o “herramienta” del
capitalismo alemán. Eso explica por qué los capitalistas alemanes no
siempre estuvieron completamente satisfechos de los servicios de Hitler.
Pero la ventaja de este acuerdo era que tras el desmoronamiento de la
Alemania nazi pudieron culpar al “agente” de todos los crímenes que él
había cometido en su nombre.
MA: ¿El
capitalismo tiene una
necesidad vital del nazismo y del fascismo?
JP: El
capitalismo
es un
sistema socio-económico muy flexible
que es capaz de funcionar en diferentes contextos políticos.
Sin duda es un mito que el capitalismo,
llamado por eufemismo “mercados libres”, es una especie de
hermano siamés de la democracia, es decir, que el entorno político
preferido del capitalismo es la democracia.
La historia nos demuestra que el
capitalismo prosperó
en unos sistemas muy autoritarios y apoyó a estos sistemas con
entusiasmo. En Alemania
el capitalismo
se comportó extremadamente bien cuando Bismarck dirigió el Reich
con mano de hierro. Alemania
bajo Hitler siguió siendo capitalista al
100 % y el capitalismo prosperó con Hitler, antes y durante
la guerra, como he demostrado en mi libro.
El capitalismo también es capaz de
asociarse a la democracia, y está deseoso de hacerlo, en particular
si parecen necesarias
unas reformas democráticas para disipar la amenaza de un cambio
revolucionario, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando se introdujeron en Europa reformas políticas y sociales
democráticas (el Estado de Bienestar)
para hacer fracasar las reivindicaciones
mucho más
radicales, incluso revolucionarias, formuladas por los movimientos de
resistencia en países como Italia o Francia.
Se podría decir que para
conseguir su objetivo de lograr el máximo beneficio el capitalismo
está dispuesto a utilizar tanto la «zanahoria»
de
la democracia como el «palo»
del
fascismo y
otras formas de autoritarismo, como las dictaduras militares.
MA: ¿El
ascenso de grupos neonazis y fascistas por todo el mundo sirve al
gran capital y a la oligarquía que gobierna el mundo?
JP: Como he mencionado antes, el fascismo es
una manifestación del capitalismo. En otras palabras, es la manera
en la que el capitalismo, como un camaleón, adapta su color a un
entorno social y político cambiante. El fascismo histórico de la
década de 1930, personificado por personajes como Mussolini y
Hitler, reflejaba la respuesta del capitalismo, en Italia y Alemania,
a la doble amenaza del cambio revolucionario a la rusa y de la Gran
Depresión.
Después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando el fascismo estaba probablemente muerto y enterrado, el
capitalismo (en particular el capitalismo estadounidense) se apoyó
en los sistemas neo, cuasi o criptofascistas para neutralizar
amenazas similares. Por ejemplo, en Chile, donde Pinochet fue llevado
al poder para impedir unas reformas radicales y permitir al capital
de inversión estadounidense instalarse con toda seguridad en el
país. Hoy en día problemas económicos y sociales cada vez más
importantes asociados a unas amenazas revolucionarias reales o
percibidas han hecho que el capitalismo haya generado en varios
países partidos y movimientos políticos fascistas o, si lo
prefiere, casi o neofascistas. Por el momento el capitalismo no
necesita llevar a estos fascistas la poder, pero resultan ser muy
útiles porque, como Hitler con su antisemitismo, desvían la
atención del público de los fallos del sistema capitalista echando
la culpa a chivos expiatorios (preferentemente de color) como las
personas musulmanas, refugiadas, chinas o rusas. El escritor alemán
Bertolt Brecht nos advirtió poéticamente de ello haciendo alusión
al fascismo hitleriano y a la capacidad intacta del capitalismo de
generar nuevas formas de fascismo:
“[…]
So was hätt einmal fast die Welt
regiert!
Die Völker wurden seiner Herr, jedoch
dass keiner von uns zu früh da
triumphiert
Der Schoss ist fruchtbar noch, aus
dem das kroch”
(¡Una
vez algo así casi gobierna el mundo!/Los
pueblos lograron hacerse con él, sin embargo,/que nadie
nos cante triunfo demasiado pronto, continúa fértil el vientre del
que surgió
aquello. La
resistible ascensión de Arturo
Ui)
MA: La
Unión Europea acusa a la URSS de haber desencadenado la Segunda
Guerra Mundial, ¿qué opina usted?
JP: Acusar de la Segunda Guerra Mundial a la
URSS (y, por consiguiente al Estado ruso que le sucedió) es una
declaración puramente política. Constituye una distorsión
monstruosa y vergonzosa de la historia. A lo largo de la década de
1930 la Unión Soviética estuvo años tratando de establecer con
Francia y Gran Bretaña una alianza contra Hitler, pero fue rechazada
varias veces. La razón de ello reside en el hecho de que los hombres
que estaban en el poder en Londres y París no querían entrar en
guerra al lado de la Unión Soviética contra Hitler, sino que
querían que Hitler utilizara la potencia militar de Alemania para
encaminarse hacia el este y destruir la Unión Soviética mientras
ellos observaban tranquilamente entre bastidores. Sin duda Hitler
quería la guerra y por ello se le reprocha con razón haber
desencadenado la Segunda Guerra Mundial. Pero los dirigentes
franceses y británicos son responsables en parte porque ellos
animaron a Hitler y le apoyaron con su política de “apaciguamiento”,
por ejemplo, ofreciéndole Checoslovaquia en bandeja de plata en el
marco del tristemente célebre pacto que firmaron con él en Munich
en 1938.
MA: Al
culpar
a la URSS, ¿acaso no
tratan los políticos y
los medios occidentales de ocultar
su propia historia atroz
de colaboración con Hitler y el nazismo?
JP: En efecto, culpando a la Unión Soviética los países
“occidentales”, o al menos sus dirigentes, tratan de desviar la atención
del papel que ellos mismos desempeñaron en el inicio de la Segunda
Guerra Mundial. Por medio de su infame política de apaciguamiento los
dirigentes británicos y franceses fomentaron y facilitaron los planes de
Hitler de una “cruzada” contra la Unión Soviética. Y la élite de las
empresas y las finanzas de los países occidentales, incluido Estados
Unidos, colaboró muy estrechamente (y de manera muy beneficiosa) con
Hitler, como he demostrado en mis libros El gran capital con Hitler y El mito de la guerra buena (2).
JA: En sus obras El gran capital con Hitler y El mito de la guerra buena: Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial
usted desmonta el mito de que Estados Unidos “liberó” a Europa, aunque
es sabido que el momento crucial de la guerra es la victoria de
Stalingrado de los soviéticos. ¿No es otra mentira histórica afirmar que
Estados Unidos liberó a Europa? ¿Acaso Estados Unidos no colonizó
simplemente Europa? ¿Cómo explica usted la dependencia de Europa
respecto a Estados Unidos y el hecho de que los europeos siempre sigan
la política imperialista de Estados Unidos? ¿No se ha quedado obsoleta
la OTAN?
JP:
Es cierto que la Unión Soviética hizo,
con mucho, la mayor aportación a la victoria de los Aliados.
Si el Ejército Rojo no hubiera logrado
detener la apisonadora nazi ante Moscú en 1941 y obtener victorias
importantes en Staligrado
y otros lugares, Hitler habría ganado la guerra.
Pero los
nazis tenían la maquinaria de guerra más poderosa que se haya visto
nunca y para vencerla
se necesitaba
la contribución de todos los ejércitos aliados y también de los
movimientos de resistencia. No
se puede negar que el ejército estadounidense también hizo una
contribución importante; sin embargo, los dirigentes estadounidenses
se aprovecharon de la presencia de su ejército en Europa occidental
para establecer su hegemonía en esta parte del mundo.
En muchos
sentidos, Estados Unidos no “liberó” verdaderamente a los países
de Europa occidental. Todavía
hoy Alemania no es “libre” de pedir a las tropas estadounidenses
que abandonen su territorio,
y Bélgica y los Países Bajos deben
tolerar la
presencia de bombas atómicas estadounidenses dentro de sus
fronteras. El presidente francés
Charles de Gaulle no estaba
lejos de la verdad cuando describió la liberación estadounidense de
Francia como una segunda “ocupación” tras la ocupación
alemana. Al
contrario de los
alemanes y belgas, de Gaulle
tuvo el valor de exigir que las
tropas
estadounidenses abandonaran Francia y esa es una de las razones por
las que parece que la CIA estuvo implicada en diferentes atentados
contra su vida.
Pero ni siquiera de
Gaulle pudo evitar adherirse a la OTAN,
que no
es en absoluto una alianza entre iguales sino un club de “satélites”
europeos de Estados Unidos, estrictamente
controlado por el Pentágono y que funciona como un departamento de
ventas y de relaciones públicas del “complejo militar-industrial”
estadounidense. En
su origen la OTAN se
creó para defender Europa occidental de una amenaza totalmente
ficticia proveniente
de la Unión Soviética, de modo que
se debería
haber disuelto tras el desmoronamiento del “Imperio del mal”.
Sin embargo, para Estados Unidos la OTAN
es un instrumento
muy útil y
poderoso para controlar Europa. Y,
en efecto,
este control, esta hegemonía, fue
establecido por Estados Unidos en los meses que siguieron al
desembarco
de sus tropas en Normandía
en 1944. Irónicamente,
esta hazaña no habría sido posible si
mucho antes el Ejército Rojo no hubiera atestado varios golpes
mortales a la Alemania nazi.
MA: ¿La
intervención estadounidense en Europa durante la Segunda Guerra
Mundial
no es simplemente una guerra capitalista? ¿No sirve fundamentalmente
a los intereses del imperialismo estadounidense y a su completo
militar-industrial?
JP: La Segunda Guerra Mundial fueron dos
guerras en una. Por una parte, se trataba, efectivamente, de una
guerra “capitalista” o, más bien, de una guerra “imperialista”.
El imperialismo era, es, la manifestación internacional, mundial,
del capitalismo que implica la competencia y el conflicto entre las
principales potencias capitalistas/imperialistas por unos territorios
que que rebosan de elementos codiciados, como materias primas
(petróleo, por ejemplo) y mano de obra barata. La Primera Guerra
Mundial fue un conflicto imperialista, pero no solucionó las cosas,
de modo que las potencias imperialistas entraron en guerra una
segunda vez. Estados Unidos salió de este conflicto como el gran
ganador gracias, irónicamente, a la aplastante derrota gracias a la
Unión Soviética del otro candidato a la supremacía imperialista,
la Alemania nazi.
Al mismo tiempo, la Segunda Guerra Mundial
también fue un conflicto entre el capitalismo-imperialismo y el
socialismo, encarnado por la Unión Soviética. Es una ironía de la
historia que ambos tipos de conflictos se hayan fusionado y generado
unas contradicciones como la alianza de facto de la Unión Soviética
socialista, intrínsecamente anticapitalista y antiimperialista, con
dos potencias imperialistas antisocialistas, Estados Unidos y Gran
Bretaña. La guerra sirvió a los intereses del imperialismo
estadounidense en el sentido de que permitió a Estados Unidos
emerger como el número uno indiscutible del imperialismo. Pero el
resultado de la guerra fue imperfecto porque significaba también un
triunfo para la Unión Soviética antiimperialista y por esa razón
inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial Washington
empezó una nueva guerra, la Guerra Fría, cuyo objetivo era nada
menos que la eliminación de la Unión Soviética.
MA: El
imperialismo estadounidense nunca ha cesado una política de guerra y
de golpes de Estado por todo el mundo. ¿Las guerras imperialistas
que han devastado Irak,
Afganistán,
Libia,
Siria
y Yemen no son sintomáticas de la barbarie del imperialismo
estadounidense?
JP: Históricamente el
imperialismo estadounidense ha perseguido sus objetivos de manera
sistemática, despiadada y se podría añadir que no solo
abiertamente sino también furtivamente por medio de la guerra
abierta, la guerra económica, la desestabilización, el sabotaje y
los intentos de asesinato. Citemos
entre los
ejemplos de esta crueldad el bombardeo inútil de Hiroshima, la
guerra química contra el pueblo vietnamita, los intentos de
asesinato logrados o no de dirigentes recalcitrantes como Fidel
Castro y Lumumba, y unas sanciones económicas que cuestan la vida a
decenas, incluso centenares de miles de mujeres y niños, como
reconoció tristemente Madeline Albright en referencia a Irak.
De modo que sí, las guerras
desencadenadas por Estados Unidos en Irak, Afganistán, Libia, etc.,
son sintomáticas de esta crueldad o barbarie, como
usted lo denomina.
¿Quién
es el dr. Jacques
Pauwels?
Jacques R. Pauwels
es un historiador,
investigador y escritor nacido en Gante,
Bélgica. Emigró
a Canadá
en 1969 después de estudiar Historia en
la Universidad de Gante y se instaló cerca de Toronto.
Hizo estudios de doctorado en la
York University de Toronto y se
especializó en la historia social de la Alemania nazi.
En 1976 obtuvo el
doctorado. Es
profesor de Historia en varias universidades canadienses, incluidas
la universidad de Toronto y
la de Guelph. En 1995 obtuvo
un doctorado en Ciencias Políticas en la especialidad de la
reglamentación de las inversiones extranjeras en Canadá.
Ofrece conferencias en varias
universidades de Ontario, incluidas
las universidades de Toronto, Waterloo y
Guelph. Y ha publicado muchos artículos.
Ha escrito varios libros que se han traducido a diferentes lenguas. Entre sus obras destacan Women, Nazis, and Universities : Women University Students in Nazi Germany, 1933-1945, El mito de la guerra buena, El gran capital con Hitler, Les mythes de l’Histoire moderne y Le Paris des sans-culottes.
En su página web,
http://www.jacquespauwels.net,
se publican las conferencias y
entrevistas en las que ha participado, así como sus muchas
publicaciones.
Mohsen Abdelmoumen
es un periodista argelino independiente. Colabora
con varios periódicos argelinos como
Alger Républicain
y con
diferentes páginas web de prensa
alternativa. Su blog es Algérie
Résistance.
Notas de la traductora:
(1) En francés Big Business avec Hitler, en castellano El gran capital con Hitler, Edithor, Quito, 2019. Esta misma editoral ha publicado también de este autor La gran guerra de clases 1914-1918.
(2) En francés Le Mythe de la Bonne Guerre : Les USA et la Seconde Guerre mondiale, en castellano El mito de la guerra buena, Hiru, Hondarribia, 2002, traducción de José Sastre.
Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar
su integridad y mencionar al autor, a la
traductora y Rebelión como fuente de la traducción.
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