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martes, 15 de septiembre de 2020

Evo, Correa, Lula, la prisa de Trump y la dicotomía pasado-futuro


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Todo hace pensar que hay prisa para ejecutar las tareas de desarme popular en Latinoamérica antes del 3 de noviembre, fecha de las elecciones presidenciales estadounidenses, en las que Donald Trump pareciera naufragar en sus intentos por reelegirse como presidente.

 Las formas es lo que menos interesa para satisfacer los intereses de Washington y de sus socios de las elites nacionales: bien puede ser por la fuerza como por la injusta y perniciosa aplicación de la justicia.

Para eso se cuenta con sectores de las fuerzas armadas y de la Justicia, los medios hegemónicos de comunicación, las fake-news diseminados por los trolls de las redes sociales, y la fuerza de tareas de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otras instituciones. Y ahora EEUU, con el apoyo de los gobiernos títere en la región, quiere apoderarse de los recursos de la región, en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Por si alguien tuviera dudas, Jan Schakowsky, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, señaló públicamente que Donald Trump y los directivos de la Organización de Estados Americanos, la OEA, tienen una alianza que ‘parece coincidir con algo siniestro’. Recordó que las misiones de observación electoral en varias ocasiones se han inclinado ante la presión política. Citó los comicios de 2000 y 2011 en Haití y las de Bolivia, donde alentó el golpe.

Y aún faltan más de 50 días para las elecciones estadounidenses, y Trump sigue seduciendo a los presidentes ultraderechistas de Brasil y Colombia para lograr su máximo y postgergado anhelo, la invasión a Venezuela, para apoderarse de las riquezas del país y terminar de una vez por todas con ese fantasma que sigue recorriendo la región, la Revolución Bolivariana.

Casuales causalidades

Por casuales casualidades, a la misma hora, los expresidentes progresistas de Ecuador y Bolivia, Rafael Correa y Evo Morales fueron inhabilitados por la “justicia” de sus países para participar en las próximas elecciones presidenciales. Correa fue postulado como candidato a vicepresidente, Morales a senador.

 Usted dirá que no es lo mismo Ecuador que Bolivia. Es cierto, el gobierno de Lenín Moreno, surgido de las urnas, traicionó los postulados de la Revolución Ciudadana de su antecesor, Rafael Correa, mientras que Morales fue depuesto por un cruento golpe civil-militar donde la OEA jugó un rol estelar.

Y súmele el caso de Luiz Inacio Lula da Silva, quien gobernó por dos períodos a Brasil y que fue preso por el lawfare de una justicia más corrupta que la trasnacional Oderbrecht –sin prueba alguna, como se verifica ahora- con el solo fin de impedirle participar en las elecciones y dejar el camino libre al neofascista Jair Bolsonaro. Claro, antes de produjo el golpe parlamentario contra la presidente Dilma Rousseff.
  
Varias cosas unen a Correa, Morales y Lula: a) los tres transformaron sus países dando prioridad a las necesidades postergadas de las mayorías oprimidas y explotadas; b) los tres fueron proscritos por una derecha que, desde el poder asaltado, los exilió o encarceló, sacándolos del escenario político-electoral. c) padecieron intentos de golpe o desestabilización durante sus gestiones; d) ninguno de ellos gobierna su país, pero su influencia sigue siendo muy grande.

 Todo esto se hace en  nombre de la santa (y tan manoseada) democracia. Brasil, Bolivia y Ecuador –junto a Perú, que tendrá elecciones el año próximo- son los países más golpeados por el Covid-19 en América Latina.

Inhabilitados y/o proscriptos, la tarea de Lula, Evo y Correa, como líderes progresistas de sus países, debiera ser la de propiciar una redemocratización de sus países., donde el pueblo sea el verdadero protagonista (y no ellos). Es difícil vender pasado: los pueblos quieren saber de sus futuros, de los proyectos, de los planes, de las formas que podrán salir de la inopia.

Em su mensaje a los brasileños. Lula los llama a encolumnarse detrás: “Sé, ya sabes, que podemos, nuevamente, hacer de Brasil el país de nuestros sueños. Y decir, desde el fondo de mi corazón: estoy aquí. Reconstruyamos Brasil juntos. Aún nos queda un largo camino por recorrer juntos. Mantente firme, porque juntos somos fuertes. Viviremos y ganaremos ".

El exgobernador de Paraná, Roberto Requiao fue más allá y, propuso retomar algunos temas esenciales como la nacionalidad y la soberanía, y manifestarse contra la privatización y entrega de las empresas estratégicas, la recolocación del Banco Central al servicio del desarrollo del país y no de la especulación financiera y, sobre todo, la propuesta de un plan de acción mínimo que una a todos los brasileños.

Un plan que incluya un referendo revocatorio de todas las medidas antinacionales, antipopulares y antidmocráticas aprobadas desde el golpe de 2016, medidas de emergencia para la creación a corto plazo de millones de empleos, salarios y pensiones dignas, recuperación de los presupuestos para la salud, educación, vivienda popular, saneamiento básico e infraestructura, y una política en defensa de la Amazonia.

Todo cambia, nada cambia

Es triste que en dos décadas de gobiernos progresistas no hayan surgido (o no han dejado surgir) liderazgos en las nuevas generaciones, con una visión de la actualidad y, sobre todo, del mundo que sobrevendrá a las dos pandemias: la neoliberal y la del coronavirus.

Todo hace pensar que las candidaturas “muleto” de Luis Arce en Bolivia y Andrés Arauz en Ecuador (coincidentemente ambos son economistas) no responden a liderazgos propios sino a haber sido ungidos por los expresidentes y/o las dirigencias de los partidos.

Nuestra América Lapobre será muy distinta de la de los “años dorados” del progresismo, porque a la crisis actual habrá que sumarles decenas de millones de desocupados, hambre generalizada, educación y salud en emergencia, que exige la elaboración de un nuevo modelo de desarrollo –donde la tecnología deberá ser parte importante- pensando en los pueblos y no en los mercados.

Nuestros países necesitan crecer, soberanamente, pero sobre todo comenzar a distribuir la riqueza, en un mundo en recesión económica, un modelo que no termina de morir. Y para lograr esos cambios hay que lograr el apoyo del pueblo, de la ciudadanía, hoy inmovilizada y reprimida.

Se necesitan nuevo pensamiento crítico y nuevos liderazgos, jóvenes, dinámicos, que hablen de futuro y no de pasado, porque si no, cuando despertemos, el dinosaurio seguirá ahí.

Aram Aharonian
Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv.




https://www.alainet.org/es/articulo/208876    

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