Todo
hace pensar que hay prisa para ejecutar las tareas de desarme popular
en Latinoamérica antes del 3 de noviembre, fecha de las elecciones
presidenciales estadounidenses, en las que Donald Trump pareciera
naufragar en sus intentos por reelegirse como presidente.
Las
formas es lo que menos interesa para satisfacer los intereses de
Washington y de sus socios de las elites nacionales: bien puede ser por
la fuerza como por la injusta y perniciosa aplicación de la justicia.
Para
eso se cuenta con sectores de las fuerzas armadas y de la Justicia, los
medios hegemónicos de comunicación, las fake-news diseminados por los
trolls de las redes sociales, y la fuerza de tareas de la Organización
de Estados Americanos (OEA), entre otras instituciones. Y ahora EEUU,
con el apoyo de los gobiernos títere en la región, quiere apoderarse de
los recursos de la región, en el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID).
Por si alguien tuviera dudas, Jan Schakowsky,
presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de
Representantes de Estados Unidos, señaló públicamente que Donald Trump y
los directivos de la Organización de Estados Americanos, la OEA, tienen
una alianza que ‘parece coincidir con algo siniestro’. Recordó que las
misiones de observación electoral en varias ocasiones se han inclinado
ante la presión política. Citó los comicios de 2000 y 2011 en Haití y
las de Bolivia, donde alentó el golpe.
Y aún faltan más de
50 días para las elecciones estadounidenses, y Trump sigue seduciendo a
los presidentes ultraderechistas de Brasil y Colombia para lograr su
máximo y postgergado anhelo, la invasión a Venezuela, para apoderarse de
las riquezas del país y terminar de una vez por todas con ese fantasma
que sigue recorriendo la región, la Revolución Bolivariana.
Casuales causalidades
Por
casuales casualidades, a la misma hora, los expresidentes progresistas
de Ecuador y Bolivia, Rafael Correa y Evo Morales fueron inhabilitados
por la “justicia” de sus países para participar en las próximas
elecciones presidenciales. Correa fue postulado como candidato a
vicepresidente, Morales a senador.
Usted dirá que no es
lo mismo Ecuador que Bolivia. Es cierto, el gobierno de Lenín Moreno,
surgido de las urnas, traicionó los postulados de la Revolución
Ciudadana de su antecesor, Rafael Correa, mientras que Morales fue
depuesto por un cruento golpe civil-militar donde la OEA jugó un rol
estelar.
Y súmele el caso de Luiz Inacio Lula da Silva,
quien gobernó por dos períodos a Brasil y que fue preso por el lawfare
de una justicia más corrupta que la trasnacional Oderbrecht –sin prueba
alguna, como se verifica ahora- con el solo fin de impedirle participar
en las elecciones y dejar el camino libre al neofascista Jair Bolsonaro.
Claro, antes de produjo el golpe parlamentario contra la presidente
Dilma Rousseff.
Varias cosas unen a
Correa, Morales y Lula: a) los tres transformaron sus países dando
prioridad a las necesidades postergadas de las mayorías oprimidas y
explotadas; b) los tres fueron proscritos por una derecha que, desde el
poder asaltado, los exilió o encarceló, sacándolos del escenario
político-electoral. c) padecieron intentos de golpe o desestabilización
durante sus gestiones; d) ninguno de ellos gobierna su país, pero su
influencia sigue siendo muy grande.
Todo esto se hace en
nombre de la santa (y tan manoseada) democracia. Brasil, Bolivia y
Ecuador –junto a Perú, que tendrá elecciones el año próximo- son los
países más golpeados por el Covid-19 en América Latina.
Inhabilitados
y/o proscriptos, la tarea de Lula, Evo y Correa, como líderes
progresistas de sus países, debiera ser la de propiciar una
redemocratización de sus países., donde el pueblo sea el verdadero
protagonista (y no ellos). Es difícil vender pasado: los pueblos quieren
saber de sus futuros, de los proyectos, de los planes, de las formas
que podrán salir de la inopia.
Em su mensaje a los
brasileños. Lula los llama a encolumnarse detrás: “Sé, ya sabes, que
podemos, nuevamente, hacer de Brasil el país de nuestros sueños. Y
decir, desde el fondo de mi corazón: estoy aquí. Reconstruyamos Brasil
juntos. Aún nos queda un largo camino por recorrer juntos. Mantente
firme, porque juntos somos fuertes. Viviremos y ganaremos ".
El
exgobernador de Paraná, Roberto Requiao fue más allá y, propuso retomar
algunos temas esenciales como la nacionalidad y la soberanía, y
manifestarse contra la privatización y entrega de las empresas
estratégicas, la recolocación del Banco Central al servicio del
desarrollo del país y no de la especulación financiera y, sobre todo, la
propuesta de un plan de acción mínimo que una a todos los brasileños.
Un
plan que incluya un referendo revocatorio de todas las medidas
antinacionales, antipopulares y antidmocráticas aprobadas desde el golpe
de 2016, medidas de emergencia para la creación a corto plazo de
millones de empleos, salarios y pensiones dignas, recuperación de los
presupuestos para la salud, educación, vivienda popular, saneamiento
básico e infraestructura, y una política en defensa de la Amazonia.
Todo cambia, nada cambia
Es
triste que en dos décadas de gobiernos progresistas no hayan surgido (o
no han dejado surgir) liderazgos en las nuevas generaciones, con una
visión de la actualidad y, sobre todo, del mundo que sobrevendrá a las
dos pandemias: la neoliberal y la del coronavirus.
Todo
hace pensar que las candidaturas “muleto” de Luis Arce en Bolivia y
Andrés Arauz en Ecuador (coincidentemente ambos son economistas) no
responden a liderazgos propios sino a haber sido ungidos por los
expresidentes y/o las dirigencias de los partidos.
Nuestra
América Lapobre será muy distinta de la de los “años dorados” del
progresismo, porque a la crisis actual habrá que sumarles decenas de
millones de desocupados, hambre generalizada, educación y salud en
emergencia, que exige la elaboración de un nuevo modelo de desarrollo
–donde la tecnología deberá ser parte importante- pensando en los
pueblos y no en los mercados.
Nuestros países necesitan
crecer, soberanamente, pero sobre todo comenzar a distribuir la riqueza,
en un mundo en recesión económica, un modelo que no termina de morir. Y
para lograr esos cambios hay que lograr el apoyo del pueblo, de la
ciudadanía, hoy inmovilizada y reprimida.
Se necesitan
nuevo pensamiento crítico y nuevos liderazgos, jóvenes, dinámicos, que
hablen de futuro y no de pasado, porque si no, cuando despertemos, el
dinosaurio seguirá ahí.
Aram Aharonian
Periodista
y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur.
Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige
el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv.
https://www.alainet.org/es/articulo/208876
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