“La prostitución y el mal que la acompaña,
la trata de personas para fines de prostitución,
son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana”
Preámbulo de la Convención de Naciones Unidas de 1949
"Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas,
incluso de carácter legislativo, para suprimir todas las formas de trata de
mujeres y explotación de la prostitución de la mujer”
Art. 6 de la Convención para la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra las Mujeres, CEDAW.
En
México hay una campaña orquestada para legalizar, normalizar y
legitimar el sistema prostitucional, uno de los negocios más lucrativos
que se basa en la comercialización del cuerpo de niños, niñas, jóvenes y
mujeres, sobre la base de explotar la prostitución ajena,
hipersexualizando a la sociedad y mercantilizando el cuerpo de las
mujeres por todos los medios, como la pornografía, la prostitución y los
vientres de alquiler. De manera reiterada se ha estado omitiendo el
debate informado.
Para el abolicionismo, la
prostitución es la violencia sexual más antigua contra las mujeres, una
actividad o estrategia de sobrevivencia, ligada a la pobreza, falta de
empleos dignos, salarios de miseria, migración, clasismo y racismo, que
encierra un alto grado de violencia sexual, física y psicológica; por lo
tanto, es incompatible con los derechos humanos, cuyo corazón es el
respeto a la dignidad humana, la no discriminación, la igualdad entre
hombres y mujeres, el derecho a la seguridad y a una vida libre de
violencia.
El patriarcado asigna dos funciones a las
mujeres, el placer sexual de los hombres -por cualquier medio- y el
cuidado y reproducción de la especie humana. Prácticamente, toda la
socialización que se realiza mediante: las religiones (interpretaciones y
narrativa de las jerarquías eclesiales) los medios de comunicación, las
expresiones culturales como canciones, telenovelas y películas, la
educación escolar y sobre todo la familiar, está orientada a que las
mujeres aceptemos las encomiendas patriarcales de manera voluntaria,
felices y contentas; también está dirigida a que los hombres asuman como
algo “natural” su masculinidad androcéntrica, misóginia, homofóbica,
sexista, y su “irrefrenable” instinto sexual; para lo cual, deben tener a
su servicio un ejército de reserva de mujeres para realizar la forma de
poder sexual que les plazca.
El derecho a la
libertad no debe ponderarse ignorando derechos igualmente fundamentales:
a la vida digna, a la integridad, a la seguridad a la no discriminación
y a la igualdad de todas y todos, por citar algunos. Los Derechos
Humanos están interrelacionados, son progresivos, universales,
indivisibles, inalienables, irrenunciables, así como inescindibles; la
afectación de uno, pone en riesgo a los demás. La existencia del sistema
prostitucional mina las bases de la igualdad entre hombres y mujeres;
así como la lucha para que se respeten todos los derechos a todas las
mujeres.
El empleo digno no puede permitir que la
persona sea tratada como objeto y la prostitución la cosifica. Nombrar
“trabajo” a la prostitución no va a hacer que el prostituyente o putero,
el dueño del prostíbulo, el proxeneta, el lenón, pague salarios, tiempo
extra, aguinaldo y vacaciones, las registren en el IMSS, respeten su
derecho a decir “ya me cansé” “con ese NO” o proporcione estancias
infantiles de 24 horas, o la cantidad de antidepresivos y ansiolíticos
que consumen quienes están esclavizadas, coartadas de su libertad
mediante la extorsión, la retención de documentos o de sus hijos o bajo
la amenaza de matar a sus familiares, lo que ha quedado mil veces
documentado.
Hay que estudiar lo que provocó el
reglamentarismo en Alemania: País donde las mujeres en situación de
prostitución pagan impuestos a razón de 30 euros al día por la enorme
competencia (ley de la oferta y la demanda), donde tienen peores
condiciones de “trabajo” como la tarifa plana (todo incluido por más
tiempo) y cobran menos. Todas las promesas de derechos laborales,
contratos colectivos, sindicatos, se difuminaron; en cambio, crecieron
exponencialmente: la proporción de hombres consumidores de sexo, la
explotación de la prostitución ajena y la trata.
Quienes promueven la legalización del multimillonario negocio, recurren
al principio de la libertad de elección y a la ideología neoliberal
capitalista, para la cual la libertad individual se asocia a la libertad
de mercado, a la mejora económica y de bienes materiales para plantear
la prostitución como una solución al desempleo y una alternativa para
obtener ingresos; usando la estrategia de crear falsas expectativas a
quienes se encuentran en las redes del sistema prostitucional, como si
hablar de “trabajo sexual” cambiara la esencia del problema: les pagan
para que hagan lo que no quieren , en la expresión más íntima de las
relaciones humanas. Se habla de adquirir derechos, como si no fueran ya
titulares de derechos que el sistema vulnerara.
El
abolicionismo ha logrado reducir: la cantidad de personas en situación
de prostitución; la trata, léase la “desaparición” de niñas, niños,
jóvenes y mujeres para la esclavitud y explotación sexual; la cantidad
de hombres adictos al pago por sexo y los gastos que el Estado dedica a
los problemas que el giro ocasiona. Las políticas abolicionistas
equilibran la relación de poder entre quien se queda en la actividad y
el prostituyente, pues el Estado está del lado de ella (al menos el 85%
de las personas en situación de prostitución son mujeres, 10% son
personas trans y 5% hombres). En los países abolicionistas como Noruega,
Francia, Islandia, Canadá y otros, se ha probado lo que aquí se
sostiene.
Para conocer el modelo reglamentarista, léase en contrario todo lo aquí expuesto.
Ciudad de México a 3 de octubre de 2019
Abolicionistas MX
Mónica Soto Elízaga, Laura Henríquez Maldonado, Graciela Machuca
Martínez, Dorisol González Cuenca, Adriana Lecuona Escartín, Patricia
Barragán Pacheco, Rosa María Cabrera Lotfe, Yndira Sandoval Sánchez,
Raquel Guereca Torres, Mayela García Ramírez, Beatriz Cosio Nava, Laura
Gómez Flores, Hilda Venegas Negrete, Guadalupe Ortega Rodríguez, Daniela
Cerva Cerna, Pamela Higuera Hidalgo, Yunitzilim Rodríguez Pedraza,
María del Carmen Bautista López, Daniela Leyva Olaiz, Mar Cruz, Cynthia
Galicia, Lidia Guzmán Hernández, Lilian Balderas-García, María del
Carmen Ojesto Martínez, Patricia Olamendi, Columba Quintero, María de
los Ángeles Hernández Sánchez, Daniela Romero Vargas, Eugenia Flores
Hernández, Aimée Vega Montiel, Lucero Reyes Salgado, Sarah Dominique
Vázquez de la Cruz, Sandra Escutia Díaz, Idalia López Murillo, María
Yadira Romero Díaz, Ana Mijangos Reyes, Irene Manzo Reyes, Beatriz
Amparo Reyes Domínguez, Verónica Caporal Pérez, Carmen Ugarte García,
Aurea Rendón, Nuria Varela, Argentina Casanova.
- Correo para contacto: AbolicionistasMX@gmail.com
En el mundo hay, al menos 3 modelos para abordar al sistema
prostitucional: el reglamentarista, el prohibicionista y el
abolicionista.
El modelo abolicionista no criminaliza
a las víctimas; por lo contrario, está por el respeto integral a sus
derechos humanos, promueve políticas públicas de salida como la
vivienda, capacitación para el empleo y empleo digno , derecho a la
educación y a la salud integral, terapia de largo plazo, (pues los daños
son tan graves como los de quien sobrevive a la guerra) y la
regularización del estado migratorio; con el propósito de que quienes
abandonen definitivamente la actividad, cuenten con el apoyo preferente y
prioritario del Estado. A su vez, aplica sanciones y penas a los
prostituyentes o “clientes”, que van desde la asistencia a talleres de
masculinidad y sexualidad a las multas y la cárcel. Este modelo, es
compatible con la educación sexual integral y la sexualidad libre,
gozosa, responsable y consensuada; pero no mercantilizada.
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