En estos días, la campaña electoral
hacia la primera vuelta entró en su último tramo. Se comienza a notar
más, pues llamaba la atención el poco estado de penetración del “modo
campaña”. La vía pública comienza a pintarse de rostros, sonrisas y
apellidos. Los medios aceleran su agenda política, empezaron a aparecer
los spots de los partidos en la TV y proliferan los programas de
entrevistas orientados a la elección. Las figuras políticas amplían y
amplifican sus presentaciones. El sistema electoral condiciona, a través
de la confección de listas, el empuje de las organizaciones. Pero en la
novedad hay cosas que ya están selladas. La principal de ellas es que
en esta elección existen dos opciones: apoyar al actual partido de
gobierno, el Frente Amplio (FA), o votar en su contra a través de un
arco opositor que se ha derechizado.
Según los diferentes sondeos de opinión
habrá un resultado claro el 27 de octubre cuando se realicen las
elecciones: ningún partido tendrá mayorías parlamentarias propias, los
dos partidos más votados serán el Frente Amplio y el Partido Nacional
(en ese orden) y la segunda vuelta entre ambos no está definida
claramente (y, obviamente, estará muy condicionada por los apoyos reales
de cada partido en esta instancia). Sin embargo, como dijimos antes, la
campaña entra en modo rápido de forma tardía, fundamentalmente el
propio Frente Amplio, por lo que no sería descabellado pensar que el FA
muestre un comportamiento similar a otras elecciones en las que llega
lento y medio tarde, pero se transforma en una estructura electoral
enorme día a día, hasta la propia jornada de votación.
Los mensajes
En términos generales, las estrategias
discursivas de los candidatos Daniel Martínez, del Frente Amplio, y Luis
Lacalle, del Partido Nacional (PN), comparten una clara moderación. No
arriesgan grandilocuencias, aún orejean sus cartas. El 2 de octubre
ambos participaron en el primer debate
entre candidatos luego de 25 años, que resultó un encuentro “sin
grandes asperezas ni momentos de especial tensión pero que, sin lugar a
dudas, pasará a la historia del Uruguay por ser extraordinario, aunque
no por ser especialmente vibrante”. Allí los dos principales
contendientes plasmaron sus ejes y tonos de campaña,
Martínez se presenta hacia un nuevo
Gobierno, defendiendo las gestiones del FA, a media máquina cuando tiene
la iniciativa; pero el FA responde fuertemente en defensa de su gestión
ante la crítica de la oposición o ante la presentación de propuestas
que vayan en sentido crítico a lo realizado. Por su parte, Lacalle
intenta jugar el juego de primus inter pares dentro de la
oposición, papel que se le está complicando día a día, pero en el que no
descansa a la hora de presentarse. Si bien no logra ampliar su marco de
apoyo fuera de su propio sector partidario -entre otras cosas, por su
inocultable condición de clase-, está jugando permanentemente a
consolidar su figura como articuladora de la oposición.
Más atrás en el podio, Ernesto Talvi,
candidato por el Partido Colorado, llegó a amenazar simbólicamente el
liderazgo opositor de Lacalle con un aparente crecimiento en las
encuestas de agosto, pero se comenzó a resquebrajar desde fines de ese
mes. Ello terminó de evidenciarse en sus salidas públicas,
principalmente en Twitter, atacando a la militancia del Frente Amplio, y
cometiendo errores imperdonables para quien pretende presentarse como
un técnico en la política, como veremos más adelante.
Cabildo Abierto, el novel partido que
tiene como candidato al excomandante en jefe del Ejército, Guido Manini
Ríos, parece no parar de crecer y no termina de consolidar una versión
publicada de su proyecto. Inevitablemente se lo asume como un partido de
derecha, nacionalista, antiprogresista y militar, aunque -como
señalamos en otro artículo–
no se ha plegado a la reivindicación de sacar militares a la calle, tal
como se promueve por la vía de Reforma Constitucional. Debemos
considerar que, dentro de las propias Fuerzas Armadas, no se ve con
buenos ojos ese instrumento, no por razones que podrían emanar de una
política de derechos sino, sobre todo, por razones corporativas.
Cabildo Abierto crece, principalmente,
desde los apoyos más de derecha de los partidos tradicionales y el
interior del país. Ello también está obligando a esos partidos a cambiar
parte de su estrategia, en la que tendrán que asumir -en el marco de la
misma- si prefieren luchar en su interna por los pesos relativos del
arco opositor o le ceden las derechas a Manini y se enfocan en su
batalla con el Frente Amplio. Esto último no debe ser una situación
fácil ya que, sin duda, la posibilidad de ganar de la actual oposición
implicará, al menos, una alianza entre 3 o 5 partidos para poder
gobernar, y una distribución pareja a su interior pondría en apuros al
que de ellos gane.
Primero las encuestas, consumo responsable
Los diferentes sondeos de opinión
pública muestran una constante de los últimos meses: crece el Frente
Amplio, se estanca o decrece el Partido Nacional, el Partido Colorado
baja, Cabildo Abierto crece y será el cisne negro de esta elección (y,
sin duda, una novedad para el sistema político uruguayo desde la
restauración democrática de 1985).
El Frente Amplio aún está lejos -según
la mayoría de los estudios- de la adhesión que obtenía en el mismo
momento político del ciclo electoral anterior. Pero para algunas
encuestadoras ya pisó el 40% de apoyo. Recordemos que en Uruguay para
vencer en primera vuelta se precisa ganar con el 50% mas uno de los
votos emitidos y no hay regla de victoria por diferencia con el segundo,
como en el caso de Argentina. Sin embargo, para contabilizar la
distribución de las bancas parlamentarias no se hace el cálculo sobre
los votos emitidos sino sobre los votos válidos, por lo que las mayorías
parlamentarias se pueden obtener sin ganar en primera vuelta (como
pasó, efectivamente, en la victoria del FA con Pepe Mujica en 2009 y de
Tabaré Vázquez en 2014).
La oposición no crece, en general;
redistribuye sus votos a su interior y parece confirmarse un fuerte
descenso de los partidos de oposición más pequeños, tal vez por la idea
de una competencia fuerte dentro del grupo opositor que motive un “voto
útil” dentro de la derecha. En este link[1] se pueden ver los datos de las principales empresas de opinión pública.
Destaques de cambios hacia el final
Talvi, vencedor en la interna del
Partido Colorado, fue una figura en ascenso que aterrizaba en la
política después de años de ser referente de un think tank
liberal. Su fuerte estaba en su relativa juventud e independencia de la
vieja guardia colorada, su supuesto liberalismo y su componente técnico.
En las últimas semanas comenzó a derrapar en algunos de sus puntos
“fuertes”. Con respecto a su independencia, lo que hizo luego de vencer
en la interna fue ofrecer al último hombre fuerte del coloradismo, Julio
María Sanguinetti, la conducción del Partido. En cuanto a su
liberalismo político, se fue achicando en una estrategia de atacar u
ofender directamente a la militancia frenteamplista y comenzar a abusar
de una suerte de “antitupacomunismo” casi “macartista” para atacar a las
propuestas más de “centro” del Frente Amplio, con quien pretende
presentarse como contendiente. En este sentido, hizo un esfuerzo
importante por plantar la “merictocracia” como factor fundamental del
éxito social, con lo que puede pensarse estaba llagando a un sector más
joven -y probablemente- instruido de la media que acompaña al Partido
Colorado. Pero también acá la “pifió”. En un tweet pretendió
malograr la dinámica de empleo de los gobiernos del FA planteando la
visión de que las cifras de desempleo eran falsas en tanto se tomaban
como empleados a quienes habían ingresado a la función pública en estos
años. Sí, sí, leíste bien, eso hizo. Obviamente, le llovieron respuestas
por todos lados, pero las mas contundentes vinieron de la propia
academia y deslegitimaron técnicamente su comentario. Esto, sin duda,
tuvo un alto costo para él en su proyección política como experto.
Muchos de los “meritocráticos” que vieron en él una esperanza deben
haberse sentido defraudados.
Por otra parte, en su intento liberal
abrió las puertas traseras del partido para una estampida silenciosa por
derecha hacia Cabildo Abierto. El remate de estos días de toda su
figura se dio en el marco del debate presidencial entre Martínez y
Lacalle, en el que pidió estar y puso quejas públicas, pero fue puesto
en su lugar por su propio aliado contra el FA, Lacalle. Este le dijo
que, palabras más palabras menos, Talvi era un socio menor con el que no
quería discutir. En un solo tajo lo rebajó y se lo puso debajo, lo que
enfureció a Talvi. Este hecho, sin duda, muestra la tensión en la
estrategia de la oposición, tal como comentamos antes.
Las dificultades del Partido Nacional
Si bien pareció arrancar tranquilo luego
de las internas, el Partido Nacional no puede evitar la disputa del
liderazgo. Por un lado, un sector del PN, el que le hiciera de sparring
en la interna estos años a Lacalle, presentó y apoya casi en solitario
una Reforma Constitucional que va en el sentido de la militarización de
la seguridad pública. Lacalle y el resto de actores de primera línea
publicitan su disconformidad personal hacia dicha reforma y eso obliga a
su promotor, Jorge Larrañaga, a guapear -un tanto molesto- contra
todos. Por otro lado, la alianza interna del PN con sectores evangélicos
pentecostales sigue haciendo ruido. Las últimas novedades hablan de
intento de “copia ilegítima” de listas a la interna, entre fantasmas que
se andaban pisando la sábana, lo que exigió reculadas públicas.
En lo programático aparecen algunas
propuestas de gobierno; muchas de ellas ya están siendo o fueron
realizadas por el FA, lo que no exime al FA de dicha contradicción,
sobre todo en materia de seguridad pública. La más destacada fue la
propuesta de Lacalle de habilitar a la policía a pedir documentos a los
ciudadanos, cosa que ya está habilitada y que ya realiza. Así, dos cosas
se evidenciaron: el desconocimiento del Partido Nacional (o de su
candidato) de lo que plantea, y del lado del FA que salió en masa en
redes y a nivel de dirigentes a plantear que eso ya se hacía, con cierto
“camiseteo”, pero que evidencia también algunas dificultades al
interior del FA en ese aspecto.
Otro elemento de destaque ha sido un
conjunto de propuestas de política social orientadas a enfrentar la
pobreza: esperanza y yoga. Mantener la esperanza como forma de encontrar
empleo y realizar yoga en el hall del edificio del Ministerio de
Desarrollo Social para calmar la ansiedad que ha de generar estar en
situación de vulnerabilidad social y económica. Una suerte de misticismo
neoliberal.
El último elemento relevante ha sido la
comunicación de que, en caso de ganar la elección, presentará una Ley de
Urgente Consideración con 300 o 500 artículos, entre los que se
destacarían: eliminación de la Ley de Inclusión Financiera, revisión de
la Negociación Colectiva y los consejos de salarios, libre importación
de combustibles y derogación de la participación docente en la
conducción educativa, etc. Ante ello hubo respuestas en base a los temas
planteados y lo que implicarían; pero también desde el FA, en
particular desde un sector (el Partido Socialista), se planteó la
eventual inconstitucionalidad de una ley de ese tipo, según el contenido
anunciado.
Queda confirmado que la oposición no
está teniendo un proyecto claro propio y que, en términos de
aprendizaje, prefiere la honestidad del shock en lugar del gradualismo
de Mauricio Macri. Es de esperarse, así, que ese tono tendrán las
políticas que podrán aparecer y que hoy no aclaran.
El Frente Amplio, defensa y proyección
Las novedades en el FA tienen varias
puntas. En lo programático, las novedades no son tales pues surgen de su
documento de programa presentado a fines del año pasado. Sí las hay en
liderazgos y estrategias. Por una parte, los principales referentes del
FA de los últimos años están casi al borde de la campaña. El presidente
Vázquez está inhibido de participar en la campaña por mandato
constitucional; Mujica, que tuvo una tranquila exposición en la elección
interna, a su estilo dejará el alma en la campaña y apuesta a una
fuerte presencia de su bancada y a articular los relevos dentro de su
propio sector. Danilo Astori, a quien se le reconoce el éxito de la
política económica, pasa por uno de los peores momentos electorales de
su sector, no pudiendo consolidar alianzas técnicas relevantes y casi
expuesto a un intento de aislamiento político; a veces, las renovaciones
pueden ser muy duras.
Por otra parte surgen liderazgos nuevos,
en particular el resurgimiento del Partido Comunista de la mano de
Oscar Andrade, quien logra plasmar una militancia y oratoria tradicional
de izquierda política y social que le permite conectar con militantes
más allá de los límites de su partido, algo que no sucedía hace tiempo.
En otro lugar del espectro frenteamplista, hay un gran acuerdo electoral
entre varios grupos que se disponen a representar una izquierda
actualizada a la luz de la gestión que hereda parte del astorismo y
conecta con otros similares. Ello sin dejar de reconocer que hay mucho
en ese acuerdo que refleja la confluencia de una generación, la
generación 83, que fue protagonista de la reapertura democrática pero
que entregó sus armas y bagajes a la dirigencia que retornó del exilio y
la cárcel. En general, ese grupo ronda los 55 años y casi que, con esa
edad, es la “juventud” del Frente Amplio.
Por último, hay una ventana de
oportunidad y expectativa en el frenteamplismo organizado pero no
institucionalizado: las bases, las redes y los independientes. Se trata
de un espacio enorme en el Frente Amplio que milita más allá de su
sector propio y que desde hace dos elecciones son los que terminan
dinamizando y empujando las campañas. Allí hay mucha juventud, mucha
energía, y es probable que de allí -una vez más- surja la ola de
entusiasmo frenteamplista que, aunque arranca lento, arremete hacia el
final, cuando la militancia se siente protagonista. En esto se puede ver
cómo, a diferencia de los otros partidos, el Frente Amplio como
organización asume el desafío de la campaña, más allá de sus candidatos.
La Reforma no es la forma
Hemos mencionado varias veces la propuesta de Reforma Constitucional[2]pero
queda analizar cómo se atraviesa en la campaña. Esta propuesta está a
medio camino de una identificación partidaria. Por su parte, el Frente
Amplio se expresó contrario a dicha reforma, acompañando al movimiento
“No a la Reforma”, una articulación política de personas y colectivos[3].
En sí, ningún partido político la apoya -ni siquiera el candidato de
Cabildo Abierto-, aunque sí varios sectores de los partidos
tradicionales. No obstante ello, habrá que ver si quienes hoy dicen no
apoyar igual “ensobran” la papeleta junto a sus listas.
Según los sondeos, más de la mitad de la
población estaría de acuerdo con la Reforma, aunque ha ido bajando
bastante en los últimos meses, a medida que aumentan los debates y la
información. Ello recuerda mucho a lo que sucedió en la última elección,
en que se había planteado una propuesta de disminuir la edad de
imputabilidad penal, y en la que en los sondeos previos alcanzaba
siempre mayor apoyo pero que, finalmente, no prosperó.
Si bien esta propuesta surge desde la
oposición y en el marco de la agenda de “seguridad/inseguridad”, típica
de las derechas regionales, ha sido también un motor de militancia de
izquierda -no necesariamente del Frente Amplio- que vuelve a poner en el
centro de la política a los más jóvenes y que con ello ayudan, en
parte, a la politización de un sector importante al que las izquierdas
estaban llegando cada vez con menos bríos.
El riesgo de contagio regional
Lo que pasa en la región siempre influye
bastante en la política interna del Uruguay. El desastre económico y
social del Gobierno de Macri ha puesto incómoda a la derecha uruguaya
que festejó y exaltó su victoria. Hoy, los datos que llegan de la vecina
orilla impactan en la campaña como un aviso del peligro de la agenda de
la derecha neoliberal. Lo mismo sucede del otro lado, con el Gobierno
de Jair Bolsonaro. Si bien este no tuvo tanto apoyo público de la
derecha nacional, no faltaron quienes saludaron su victoria.
En suma
En esta elección se definen dos grandes
proyectos políticos y todo el sistema político lo sabe. Habrá que ver
cuán así se asume por parte del electorado y cómo los interpretan.
También es una elección clave en la política regional, ya que podría
implicar el sostenimiento de uno de los pocos gobiernos progresistas del
Cono Sur que, además, tiene elementos fundamentales que llevan a
atender seriamente el valor de la organización política y la unidad
estratégica de las izquierdas.
La economía uruguaya no ha parado de
crecer y se han anunciado nuevas grandes inversiones. Si es cierto
aquello de que “es la economía, estúpido”, cabe esperar que las
encuestas estén subvalorando este componente central.
Quedan pocas semanas que irán acelerando
la campaña hacia unas elecciones que nos harán vivir, junto a las
argentinas, un punto de inflexión en la política regional.
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