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martes, 29 de octubre de 2019

Capitalismo atorado



Se equivoca quien piense que la crisis financiera de 2008 es cosa superada. Las secuelas de ésta siguen presentes y son más patentes.
A pesar de que algunos indicadores económicos de coyuntura se mantengan en rangos favorables, lo que utilizan los políticos en su favor, otros indicadores apuntan hacia menores niveles de actividad productiva, la posibilidad de una recesión y una nueva crisis.
Así se advierte en Estados Unidos y se ha debatido recientemente en la prensa. El estado general de esa economía es bueno: el total del empleo y el producto no se contraen; los precios están estables; no hay excesiva presión sobre el dólar y las tasas de interés. La tasa de crecimiento del producto es de 2 por ciento anual.
Por otro lado, el producto y el empleo en las manufacturas se ha reducido este año y la actividad agrícola se debilita; las tasas de interés de largo plazo tienen menores rendimientos que las de corto, lo que indicaría una posible recesión.
Estos elementos conforman el estado de las expectativas hacia la baja. Se enmarcan en el hecho de que hay un comportamiento cíclico en la actividad económica que, a pesar de las elucubraciones de algunos economistas, no desaparece.
En este entorno se ha introducido en el debate económico en aquel país la noción de que el capitalismo se encuentra en un estancamiento secular; los recursos que existen no se destinan a acrecentar la producción y generar más empleo e ingresos.
Se trata, entonces, de una carencia de demanda suficiente y que el ahorro generado se destina preferentemente a la especulación. La situación se expresa en que los grandes ahorradores, es decir, quienes tienen un exceso de recursos, admiten ahora colocar su dinero incluso a una tasa negativa de interés, como pasa en algunos grandes mercados europeos. Esto es, claramente, signo de una fuerte anomalía.
En este ambiente, en el que el horizonte de la inversión y el gasto se acortan, se agranda la presión sobre las políticas monetarias y fiscales y se tensa la cuestión social, se celebró la reunión anual del Fondo Monetario Internacional en Washington.
En medio de muchos tópicos que caracterizan los repetitivos discursos oficiales en el terreno financiero apareció el ex gobernador del Banco de Inglaterra (2003 a 2013) con un mensaje poco convencional.
Dijo Mervyn King que luego de la grave crisis de 2008 no ha habido un cuestionamiento fundamental de las ideas que la acarrearon, y sentenció que otra crisis económica y financiera sería devastadora para la legitimidad del sistema democrático de mercado. Esto, por cierto, parece estar ya ocurriendo anticipadamente en las calles de Chile.
La puya de King se hincó en el pecho de la ortodoxia que sigue rigiendo el pensamiento económico y las políticas públicas, sobre todo en materia monetaria y fiscal. Apuntó que reafirmándose esa ortodoxia y pretendiendo que las reformas y regulaciones aplicadas después de 2009 han hecho realmente más seguro el sistema bancario global, lo que se hace, en efecto, es caminar como sonámbulos hacia la próxima crisis.
King, quien gestionó la crisis de hace una década desde el Banco de Inglaterra, ha destacado entre los profesionales de los bancos centrales. Publicó en 2013 un libro titulado El fin de la alquimia, que en el nombre lleva ya claramente el mensaje. El dinero se ha ido reforzando en las últimas tres décadas como materia de alquimistas.
Las principales operaciones financieras se siguen realizando con instrumentos denominados derivados, precisamente porque constituyen un complejo entramado de deudas montadas sobre una deuda original, como fue el caso de las hipotecas chatarra, que en gran medida provocaron la crisis. Ese tipo de transacciones desnudas son eminentemente especulativas y refuerzan de manera creciente el carácter rentista de buena parte del sistema económico.
Las rentas son ingresos de naturaleza muy distinta de las utilidades generadas por inversiones productivas. Las primeras no generan riqueza para la sociedad y agravan el problema de la desigualdad del ingreso y el acceso a los recursos. Estos factores son el sustrato del estancamiento de carácter secular, según el análisis que valida el propio King.
La postura del ex gobernador destaca de la que proponen, en un reciente libro sobre las lecciones de la crisis, los tres funcionarios que la gestionaron en Estados Unidos. Bernanke, en la Fed; Paulson, en el Tesoro, y Geithner, en el influyente Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Se asumen como bomberos que apagaron un gran incendio financiero.
Entre las metáforas de la alquimia y del infierno hay muchas diferencias. El caso es que se socavó el impulso productivo, se agravó sensiblemente la precariedad social en todas partes y no se hizo sino alejar la crisis en el tiempo.

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