David Brooks
La Jornada
▲ El presidente Donald Trump cumplió la semana pasada mil días al frente
de la Casa Blanca, tiempo en el que ha hecho más de 13 mil 400
declaraciones falsas o engañosas, según conteo del Washington Post. La imagen es del fin de semana.Foto Ap
El miércoles pasado
se cumplieron mil días de Trump en la Casa Blanca y la pregunta desde
hace tiempo no es cuál es el último hecho o comentario del presidente
más mentiroso, corrupto, xenofóbico, racista, antimigrante,
antintelectual, anticiencia, y peor hostigador de mujeres en la historia
moderna del país, sino cómo se le ha permitido proceder más allá de su
día mil uno.
El multimillonario populista, quien preside en la era de mayor
concentración de riqueza en el último siglo, ha proclamado ser la
bandera nacional; toda crítica y acusación en su contra es calificada de
traición y antipatriótica. No sólo se proclama como el elegido y juega
con la noción de que tal vez debería ser líder vitalicio, sino que se
autoelogia al considerarse alguien con
sabiduría sin paraleloy
un genio muy estable. Quien lo cuestione –incluidos legisladores, jueces, fiscales, denunciante formales, comentaristas– son calificados de enemigos de Estados Unidos. Trump ha superado las alturas desde donde se cayó Richard Nixon, quien en una entrevista famosa con David Frost declaró que
cuando el presidente lo hace, eso implica que no es ilegal, al responder a actos ilícitos ordenados por el presidente.
Este régimen –con el cual se han agotado todos los adjetivos para
calificarlo– ha transgredido todas las normas que supuestamente definen
el poder federal en este supuesto
faro de la democracia. El presidente ha llegado a ser calificado de
autócratay hasta protofascista por representantes del propio establishment; un reconocido almirante acaba de declarar que este presidente está atacando a
la repúblicaestadunidense.
Sus agresiones contra supuestas instituciones sagradas, incluyendo altos mandos del Pentágono, la llamada
comunidad de inteligenciay partes del Poder Judicial de este país, su abierta obstrucción a investigaciones de fiscales federales, la imposición explícita de sus intereses políticos y económicos por encima de los del país (incluido recientemente en el caso de Ucrania como en su incesante promoción de sus negocios), su cuestionamiento de la lealtad patriótica de opositores políticos y su declaración de que los medios son los
enemigos del puebloson marcas registradas de su régimen.
Durante sus mil días en la Casa Blanca Trump ha hecho más de 13 mil 400 declaraciones falsas o engañosas (https://www.washingtonpost.com/ graphics/politics/trump-claims-database/).
Junto con las dos decenas de mujeres que lo han acusado de
comportamiento sexual inapropiado, que incluye intentos de violación
sexual; un nuevo libro revela otras 43 en esta lista.
Ni hablar de las violaciones de derechos humanos de niños y familias
inmigrantes tan ampliamente documentados, ni los ataques contra los
derechos fundamentales de las mujeres y de la comunidad gay, la
anulación de normas ambientales y laborales, como el apoyo casi
explícito a sectores racistas ultraderechistas, entre tanto más.
¿Cómo es posible que se haya permitido todo esto? es la pregunta que
–a pesar de acciones de protesta (algunas masivas), investigaciones
oficiales y denuncias formales– sigue en el aire.
Algunos señalan que Trump enfrenta una coyuntura en la cual se está
debilitando repentinamente, con generales, almirantes, diplomáticos y
otros ex altos funcionarios denunciando públicamente sus políticas
desastrosas, mayor disidencia en su propio partido, y una reducción en
la tasa de aprobación en las encuestas, todo mientras se acelera el
proceso de impeachment; de hecho, por primera vez la mayoría favorece que sea destituido de su puesto.
Pero por ahora sigue siendo el rey. Todo esto ya no es culpa sólo de este conductor de reality show,
que nunca ha ocultado quién es o cuál es su juego, sino de todos los
que lo siguen tolerando y han decidido actuar bajo reglas de un juego
que el propio Trump ha destrozado.
Tal vez el único premio de consolación para los demás es que, por
ahora, todo estadunidense –y todo aliado internacional de este
presidente– tiene anulada la autoridad (y arrogancia) moral para
criticar a otros pueblos y sus gobiernos.
Por lo menos hasta que ya no dejen pasar un día más a este régimen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario