El cohete a la luna
Las caravanas de
migrantes provenientes de Honduras y El Salvador se acercan a la
frontera de Estados Unidos. Huyen de la violencia, el hambre y la
desocupación provocados por un modelo socioeconómico instaurado por
Washington, a partir de su complicidad con las familias terratenientes
de los países centroamericanos.
La presión sobre la frontera norte de
México es el resultado del deterioro de las condiciones de vida y la
prevalencia de contextos inhumanas, generados a lo largo de un siglo de
invasiones militares, golpes de Estado y financiamiento de grupos
delictivos financiados por el narcotráfico. Su correlato incluye la
inyección de toneladas de armamento provenientes del mismo país al cual
pretenden migrar y el deterioro de las capacidades estatales para
controlar sectores de la sociedad civil cooptadas por divisas vinculadas
a los paraísos fiscales y el dinero negro.
Más de 15.000
hondureños junto a 5.000 salvadoreños han decidido recorrer a pie 2.000
kilómetros para huir del terror cotidiano, procurar un trabajo digno,
una educación para sus hijos y escapar del zumbido de las balas. El
sistema político de Centroamérica ha sido moldeado por el
intervencionismo de las embajadas norteamericanas, el Comando Sur y la
agencias de inteligencia con sede en Langley, Virginia. El éxodo hacia
el norte, organizado en Tegucigalpa mediante mensajes de WhatsApp, fue
resuelto en forma mancomunada con el objetivo de lograr una protección
colectiva ante los peligros que viven habitualmente quienes realizan el
periplo migrante en soledad. Mujeres responsables de hogar, integrantes
de colectivos LGTBI y niños sin adultos a cargo son parte de esa columna
que expresa con exactitud el grado de deterioro de un sistema que se ha
mostrado como incapaz para gestionar la supervivencia de millones de
ciudadanos. Los desplazados son la muestra cabal de un fracaso político
institucionalizado.
La columna de migrantes partió en forma
coordinada con el objeto de impedir la actuación de los grupos
organizados que se ocupan de extorsionar y recaudar peaje de los
desplazados. Trasladarse en grupo permite transitar caminos contaminados
por las bandas del narcotráfico cuyos organismos de seguridad responden
alternativamente a pandillas de sicarios funcionales a las mafias
supraestatales y a representantes de los Estados locales o
departamentales. Quienes han decidido caminar durante meses no solo
provienen de entornos de extrema vulnerabilidad, sino que se exponen a
graves riesgos en una de las rutas de mayor peligrosidad del mundo.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC, por su sigla en inglés), los migrantes son habituales víctimas
de delincuentes ocasionales, de grupos del crimen organizado
transnacional y también de autoridades gubernamentales que buscan
extraerles los contados ahorros con los que inician su peregrinaje.
El
éxodo de Honduras y El Salvador es la expresión de un fenómeno que no
se observa únicamente en el continente americano sino que tiene claras
expresiones internacionales. Sus causales se vinculan con cuatro
factores que se han hecho cada vez más evidentes y se combinan: (a) la
pandemia multiplicada de violencias delictivas, incapaces de ser
controladas por Estados debilitados por la lógica neoliberal, que
destruye su capacidad soberana de respuesta e intervención; (b) las
intervenciones bélicas neocoloniales, impulsadas por los centros
hegemónicos y las trasnacionales (orientadas a controlar recursos
naturales) que tienen como consecuencia el desplazamiento de la
población aborigen y campesina; (c) la difusión de las desiguales
condiciones de vida divulgadas onlinemediante la viralización de
los medios digitales, que promueven inmediatas y desesperadas
intenciones de traslado para procurar condiciones de supervivencia
preferibles a las ofrecidas por sus lugares de residencia. Además esta
comparación se ha hecho más explícita al profundizarse las distancias
entre los dos continentes: la diferencia del PIB per cápita entre la
Unión Europea de 15 países (fundacionales de la Comunidad Europea) y el
África subsahariana ha pasado de ser 7 a 1 en 1980 a convertirse en una
relación de 11 a 1 en el año 2016. Por último: (d) el abaratamiento de
los medios de transporte, que facultan el tránsito a quienes deciden
abandonar zonas de guerra, hambre y ausencia de futuro.
Vías de escape
En
los últimos años se han incrementado los procesos expulsivos en cuatro
áreas geográficas del planeta, motivados por los factores citados:
además de los centroamericanos, que padecen los niveles de homicidios
per cápita más altos del mundo, existen otros colectivos que son
desplazados por motivos étnicos y religiosos, como los rohingyas,
musulmanes de Myanmar, que son pasibles según la ONU de un “intento de
genocidio” por parte de Birmania, hecho que según diferentes organismos
de derechos humanos debe ser investigado y juzgado por un tribunal
internacional (1).
Las
otras dos áreas conflictivas se relacionan con el Mediterráneo (con
afluentes migratorios provenientes del Magreb y del África subsahariana,
cuyos territorios aparecen intervenidos por milicias privatizadas,
controladas por empresas trasnacionales); y con el Medio Oriente, punto
de contacto comercial relevante entre Europa y Asia (2)
En esos
cuatro puntos críticos han actuado potencias militares occidentales (en
forma directa, o financiando fuerzas locales de ocupación),
contribuyendo a la profundización de crisis económicas, impulsadas por
planes de reformas o programas de estabilidad monetaria digitadas pro
organismos multilaterales de crédito. En algunas ocasiones las
austeridades fiscales fueron acompañadas de desplazamientos de
privatizaciones de tierras, expulsiones de campesinos y financiamientos
de guerras civiles, abiertas o larvadas. Esos condimentos llevaron al
acrecentamiento exponencial de la violencia ciudadana que fue
caracterizada por la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR) para las Américas, Francesca
Fontanini, como una crisis humanitaria cuyas consecuencias aun no pueden
ser evaluadas.
El avance de la caravana partió el 12 de
octubre, una fecha sintomática para la tradición de resistencia de un
continente sometido a repetidos impulsos coloniales. Su trayecto es
impugnado desde Estados Unidos por su Presidente, Donald Trump, quien
intentó utilizarla como parte de la campaña electoral de medio término
para sembrar pánico, anunciando que en su seno se desplazaban
terroristas y narcotraficantes. “Parece que la policía y los militares
de México son incapaces de detener la caravana que se dirige a la
frontera sur de Estados Unidos. Criminales y personas de Medio Oriente
no identificadas están mezclados”, puntualizó el magnate devenido primer
mandatario.
Quienes acompañan la xenofobia contemporánea,
irradiada por una parte de los líderes occidentales, suelen olvidar que
durante el siglo XIX y primera mitad del XX emigraron desde Europa hacia
las Américas unos 65 millones de habitantes, arrastrados por las
hambrunas y las guerras (3) También obvian que las catástrofes más
importantes relativas a las migraciones contemporáneas son producidas
por situaciones bélicas en las que participan los países occidentales:
en los últimos tres años Yemen fue el país con mayor cantidad de
expulsados, alcanzando la totalidad de 3.000.000 de refugiados. Luego le
siguen la República Árabe Siria con 2.500.000 e Iraq con 1.700.000.
En
todos los casos, como en la larga marcha de centroamericanos, existe un
denominador común de contínuas intervenciones dispuestas en nombre de
la democracia, la globalización, el neoliberalismo y el libre comercio.
Sus consecuencias son desestructuraciones demográficas y
resquebrajamientos de los tejidos sociales que promueven tanto el exilio
como el resentimiento cultural. Las soluciones al potencial incremento
de las migraciones se relacionan con la contribución al desarrollo in situ
de los países que suelen ser expulsivos de población, y a la limitación
de intervenciones militares y económicas de los países centrales, que
suelen agravar las conflictividades existentes.
La continuidad del status quo
supone la necesidad de profundizar lógicas de aislamiento
contradictorias con los discursos aperturistas en boga. La tensión entre
estos dos movimientos opuestos, producto de las incoherencias del
neoliberalismo, aparece como uno de los datos centrales de las
relaciones internacionales: en nombre de la libertad globalista se
empezarán a construir muros. Mientras tanto, los desarrapados de la
Tierra continúan su travesía de miles de kilómetros para abrir unas
puertas que sus países de origen les han cerrado. En connivencia espuria
con quienes también pretenden clausurarlas como puerto de llegada.
Notas:
Jorge Elbaum: Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior
del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la ).
Publicado en elcohetealaluna.com
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