Analizar lo que
acontece para comprenderlo es un primer paso del compromiso intelectual,
proponiendo otras maneras de entender la realidad y construirla a
partir de la raíz nuestra de saberes autóctonos, necesidades y
conocimientos histórico-culturales, que reivindiquen la diversidad
cultural desde la matriz de los pueblos de Nuestra América, rompiendo
con el orden prevaleciente de dominación entre capital-explotación y
enajenación-inhumanidad, para dar paso, a un orden humano basado en la
distribución social y equitativa de la riqueza, el respeto a las
diferentes realidades culturales y la eliminación de las diferencias de
clase: un mundo sin explotadores ni explotados.
La raíz del
pensamiento debe ser la nuestra, la que se ha forjado desde el pasado
milenario de los pueblos originales de Nuestra América y nutrido con los
deseos de independencia, autodeterminación y autonomía que surgieron a
partir de los procesos de emancipación de la dominación colonial e
imperialista, nuestro ser latinoamericano enriquecido en su actuar con
las aportaciones del pensamiento crítico social como el marxismo,
conservando el espíritu fundacional de nuestras naciones pero
erradicando las divisiones impuestas por las fronteras y las
nacionalidades particulares, sin que esto signifique el detrimento de
las identidades especificas.
La complejidad de la realidad
actual, las coyunturas que vivimos y la continuidad del largo ciclo del
capitalismo en Nuestra América, y en particular en México, hacen
necesaria la búsqueda de nuevas formas de interpretar el acontecer
diario, las estructuras económicas y políticas revestidas de nuevas
formas pero con el sentido original, urgen al pensamiento crítico a
tomar partido en las discusiones suscitadas en torno a las
transformaciones y continuidades evidentes que el nuevo periodo
histórico abierto, lo que hoy acontece se suma a la larga duración de la
vida en el continente, lo que hoy se pretende cambiar rompe con
tradiciones sujetas a cotos de poder y viejas formas de hacer y pensar
la política, sin que esto signifique aún el fin del sistema o el inicio
de uno diferente, estamos ante sucesos inéditos cuya raíz hay que
extraer y al mismo tiempo suplantar por una propia que se enraíce en el
corazón de las necesidades de los oprimidos y marginados.
La
raíz del alma de Nuestra América clama desde hace siglos por la unidad,
la integración, la independencia y la autodeterminación de las naciones
que la componen, el rumbo que hoy tomen nuestros países como México,
será determinante para los años venideros de lucha contra las fuerzas
del fascismo que avanza sigiloso por las zonas afligidas del continente,
el hoy es determinante no sólo por el futuro venidero, si no por el
signo de los errores del pasado que se arrastran como grilletes,
impidiendo el avance pleno de la esperanza, del ayer hay que extraer las
lecciones evidentes, es imperante profundizar las transformaciones y
aplacar los deseos de la muerte, o nuevas tormentas surcaran los cielos
desamparando a millones de seres humanos, el desafío es el mismo, los
perfiles de los gladiadores se han configurado como mitos y como farsas,
nuestra raíz será realidad en cuanto hagamos de ella la virtud serena
de nuestras almas pujantes por otra realidad.
La necesidad es
virtud cuando favorece al cambio, del flagelo las mujeres y hombres de
nuestra historia latinoamericana han hecho el motor de sus anhelos,
erradicar aquello que lacera al ser humano exhorta a la palabra a
volverse acción, la praxis del saber como fundamento de lo nuevo, el
devenir de nuestros pueblos está en la conciencia de sus poblaciones,
despertar del largo sueño embrutecedor al que se nos ha sometido es
urgente, construir una nueva educación, un nuevo pensamiento que tome lo
esencial y haga de lo mejor de nuestro pasado enseñanza y de lo peor
aprendizaje, las contradicciones son el atributo dialéctico de lo
concreto de nuestros espíritus como de nuestras conciencias, tirar para
abajo todo aquello que se ha impuesto para levantar la plenitud del
origen y de la actualidad de esa nuestra raíz, el alma de Nuestra
América ha de surcar más alto que el águila y las conjeturas del saber
neocolonial exportado desde occidente.
Una nueva patria
necesita de una nueva realidad continental, mirar a nuestra historia
para encontrarnos en el conjunto de las naciones hermanas, en el origen
común y en las necesidades compartidas, en la urgencia de la
transformación como de la confrontación ante todo aquello que siga
impidiendo el bienestar de los pueblos, el pensamiento crítico al
servicio de las necesidades sociales, no como evangelio, sino a favor de
un nuevo inicio del largo camino de concientización y de renovación
nacional, latinoamericana, universal y humana. La república de los
oprimidos debe suplantar a las repúblicas de la opresión en que hemos
vivido, la transformación esta en nuestra participación consciente y
comprometida con las necesidades de nuestros pueblos: la raíz tendrá que
ser nuestra.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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