La unidad como el ABC de la política, sea de izquierda o de derecha, no está en el imaginario mezquino, sectario, personalista y hegemonista de las deformadas izquierdas guatemaltecas.
Por Luciano Castro Barillas
No cabe la menor duda que otra expresión de derecha nos gobernará del 2020 al 2024 por la inveterada costumbre y mezquindad entre las formaciones, siempre insignificantes, de la izquierda de Guatemala. Son partiditos que a lo largo de estos años han ido perdiendo credibilidad ante el pueblo de Guatemala y que no pudieron hacer suyo el grandioso legado de la Revolución de Octubre de 1944, que con todo y ser una revolución democrática burguesa, tuvo sí una profunda proyección popular y antimperialista. La unidad como el ABC de la política, sea de izquierda o de derecha, no está en el imaginario mezquino, sectario, personalista y hegemonista de las deformadas izquierdas guatemaltecas.
Todos aducen cuando se habla de unidad “que es el otro el que no quiere”, pero que ellos sí, “que ellos sí son toda disposición” para promover acciones políticas de alianzas y un poquito más allá, si no son tan discrepantes ideológicamente, una unidad granítica, sólida y duradera. Nada más falso. Anteponen a los intereses de Guatemala sus intereses personales y si no van en primera casilla como candidatos a diputados, por ejemplo, salta en pedazos la “unidad” y cada quien se va por la libre como hizo el berrinchudo e inmaduro de Pablo Monsanto, que al no perpetuarse en el cargo como Secretario General de URNG montó en cólera y formó su propio partiducho. Esta enajenada formación política desapareció a los pocos años y formó otro partido, igual de inútil como el primero. No acaba de comprender el comandante que el tiempo del relevo generacional ya le llegó y que, como Daniel Ortega, debió de hacer lo mismo ¿o solo él es capaz de dirigir bien las cosas porque yo, francamente, lo veo bastante atontado?
Su músculo, reflejo y resorte político es cosa del pasado. Así pasa con las izquierdas en Guatemala: hay mucha gente joven que la ahuyentan si le ven futuro político y de ese modo van perdiendo elección tras elección y quedándose irremediablemente solos. No se van estos dinosaurios, están siempre detrás. Eso pasa en este momento con SEMILLA, una novel formación política integrada por muchos jóvenes profesionales de capas medias que anhelan un cambio para Guatemala. Ya saldrán por allí los dinosaurios diciendo que no son “el pueblo” porque no andan desarrapados y no rebuznan de brutos. Así no se puede. Así no se gana electoralmente. El hombre no se aburguesa por vestir un blue jeans o por tener un coche confortable. Su pensamiento proletario, su compromiso, está en sus acciones políticas concretas y la construcción de un programa político enteramente identificado con la causa de los pobres. ¿O la Revolución de Octubre fue hecha por los obreros y campesinos? No seamos pendejos, por favor.
La historiografía política y la práctica definió su concepto, su caracterización. Estos tristes ejemplos de zancadilla se repiten una y otra vez. Ahora es el turno de la UNE trocear con argumentos frívolos a SEMILLA. El Movimiento por la Liberación de los Pueblos que se ahogará en su campesinismo trasnochado, la UNE siempre en su dilema existencial, que “no es ni de aquí, ni de allá”, y cuando eso ocurre, cuando esa ambivalencia se mantiene, claro, se es un partido de derecha, que tiene lenguaje de izquierda solapada. Encuentro por Guatemala en crisis de credibilidad que difícilmente sin la presencia de su lideresa tire para adelante. Es un partido hecho a su medida, a su gusto personal. No hay tal de una organización participativa, democrática; conociendo la peculiar personalidad de esta señora.
Y Winaq, bueno, este otro adefesio izquierdista, quiso lucirse en una última intervención parlamentaria en un duelo verbal entre su único diputado, Amílcar Pop y El Kaibil Galdámez, parte del clan de Los Hermanos Espanto. El kaibil tiene razón en lo siguiente al defender “su” símbolo, su boina corinta de kaibil. Es su ideal, su imaginario, su identidad. Lo mismo hizo Amílcar Pop en el Congreso: llevó siempre su indumentaria de indio ilustrado con sombrero borsalino y muy parecido a San Simón, el mago de los mercados. Este señor Pop más que un indígena digno es un indígena arrogante. Creo que no le da los buenos días pero ni a su madre. En fin, así veo yo a la izquierda: preparándose para la derrota.
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