Perú
El 2018 vino al Perú
con un lastre. Siete días antes del fin del 17, el entonces Presidente
de la República -Pedro Pablo Kuczynski- indultó a Alberto Fujimori, la
más emblemática figura de la corrupción y el terror en nuestro país. El
hecho signó, de comienzo a fin, todo el año 2018 y generó una etapa de
convulsiones y esperanzas en torno a la cual bien vale reflexionar.
La historia de los pueblos nunca luce de manera nítida y lineal. Muchas
veces aparece perfilada con caracteres diversos, y enrevesados. Y lo que
asoma como negativo, de pronto se convierte en positivo, y a la
inversa; de tal modo que sólo después, resulta realmente posible saber
si fue bueno –o malo- un determinado acontecimiento.
Así
podemos juzgar incluso la elección de PPK como Jefe del Estado en los
comicios de junio del 2016. Representante absolutamente definido de los
intereses del Gran Capital y hombre de derecha extremadamente
conservador; recibió el voto de sectores progresistas y hasta de
izquierda, que finalmente resolvió sufragar por él, ante la eventualidad
de una victoria de Keiko Fujimori, la expresión de la Mafia más
envilecida empeñada en recuperar posiciones de Poder.
Más que
preguntarse si fue correcto, o no, elegir a PPK en los discutidos
comicios de ese año, cabe interrogarse en torno a lo que habría sucedido
en el Perú si Keiko se hubiese alzado con la victoria. Sin duda alguna,
la historia habría resultado completamente distinta; y hoy mismo, el
escenario habría sido otro. Aunque para algunos resulte fastidioso y
hasta desagradable evocarlo; lo real es que –visto lo ocurrido en el
país en los últimos 30 meses- la decisión de bloquear el acceso de la
Mafia al Poder el 2016, fue un instintivo acierto de las masas.
Distinto fue el hecho que PPK resultara “poca cosa”
para la expresiva voluntad del Soberano. Una vez en el Poder, el
Mandatario se mostró débil y dócil, y terminó capitulando ante las
presiones más abyectas. Ello explica el indulto de diciembre del 2017.
Por él, sin embargo, fue que el Perú amaneció en lucha desde el 25 de
diciembre de ese año, hacia adelante. Y gracias a ella asomaron los
elementos que signaron el 2018. Veamos.
En marzo de este año se
abrió paso, en forma definitiva, la caída de PPK. Maniobras dolosas
ejercidas desde el Poder, terminaron comprometiendo al propio
Mandatario, a algunos asesores y hasta ministros; en asuntos turbios, en
colusión con una parte del fujimorismo. El propósito se orientaba a
asegurar libertad e impunidad para el responsable de la “Década Dantesca” como certeramente la denominara el Médico Psiquiatra Martin Nizama Valladolid en su momento.
La caída de PPK marcó el ascenso de Martín Vizcarra Cornejo, un
político provinciano con pocos antecedentes pero que había tenido una
exitosa gestión en el gobierno regional de Moquegua, en el sur del país.
Aunque el común de la gente no se hizo ilusión alguna con la nueva
gestión, ella se fue afirmando de “a pocos” y tomó forma cuando,
con motivo de las Fiestas Patria, el nuevo Jefe de Estado diseñó un
distanciamiento de Fuerza Popular, la expresión política del
fujimorismo. Tal fue la esencia del Referéndum propuesto el 28 de julio y
que se concretara el 9 de diciembre, con una concluyente y categórica
derrota de la Mafia, y un claro espaldarazo a la gestión Presidencial de
Vizcarra.
En septiembre comenzó la cosa, cuando el Poder
Judicial, tomando como base el dictamen de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, anuló el indulto concedido al ex Dictador y dispuso su
captura inmediata. El ex Dictador, acorralado, corrió como un conejo en
busca de un asilo inédito: se refugió en la Clínica Japonesa que
funciona en Lima, donde se halla recluido casi 80 días, sometido a
“cuidados” que nadie precisa, protegido por médicos que no honran el
juramento hipocrático que les diera supuesta consistencia ética.
Luego, a partir de octubre, ocurrieron otros hechos que hicieron
noticia. Algunos, aparecieron como tomados de un film de
política-ficción.
Primero fue la “detención preliminar”
de Keiko Fujimori, que se prolongó apenas por cinco días; pero que poco
después fue sucedida por otra más clara y definida, por 36 meses de carcelería, que la llevó al Penal de Mujeres, en Chorrillos. Aunque el caso está por ahora “en revisión”,
lo que sí está muy clara es la responsabilidad penal de la acusada,
seriamente comprometida en diversos delitos, que ameritan una dura
sentencia. Si el agua sigue su curso, ella le llegará al cuello a la
Keiko, que se las habrá de ver muy negras.
Y es que la justicia
no le echó mano sólo a ella, sino a todo el entorno lumpenesco que
conducía Fuerza Popular. Y algunos de los enjuiciados se vieron ante la
posibilidad de “ponerse a derecho” ofreciendo sus delaciones como “colaboración eficaz”. Eso, hizo saltar por los aires al tinglado Keikista, que no se repone del susto.
Algo, en el fondo muy parecido, ocurrió con Alan García Pérez
considerado por el 93% de la ciudadanía, como el mayor delincuente de
nuestro tiempo. El, vivió en el último tiempo entre Madrid y Lima viendo
la forma de evadir la justicia. Cuando arribó a la capital para una
audiencia, fue notificado de una prohibición de salida del país. Esto,
lo hizo girar en trombo. Aterrado ante la eventualidad de dar con sus
huesos en la cárcel, resolvió tocar varias puertas en busca de un “asilo”, supuestamente diplomático.
No tuvo suerte; Por lo menos Costa Rica, Colombia y finalmente Uruguay,
le negaron cobijo, por una razón muy simple: los cargos contra él,
nunca fueron políticos, sino penales, y estuvieron referidos a delitos
comunes. Hoy vive en Lima, pero sus días en libertad, no lucen
propiamente numerosos.
Su Partido, en crisis, viaja a la
deriva. Y hasta sus voceros parlamentarios han optado, en los últimos
días, por guardar “perfil bajo”. Parecieran no querer ya comprometerse
con el truhán que los hiciera bailar a su ritmo en el pasado.
Bien mirada la cosa, en el 2018 los peruanos vimos lo que siempre
imaginamos, pero que no pensamos que podría ocurrir. Y, en paralelo,
algunos personajes asomaron casi convertidos en héroes: los Fiscales
Rafael Vela y José Domingo Pérez, así como el Juez Richard Concepción
Carhuancho concitaron la adhesión, y el apoyo, de millones de peruanos.
Las cosas, no han concluido. Y el balance del 2018 podría asomar
incompleto si no advirtiéramos que no todo es blanco y negro. El
gobierno de Vizcarra sigue el “modelo” Neo Liberal, y acata dócilmente
las indicaciones de Washington en materia de política exterior. Contra
ese rumbo, la lucha está planteada. Y eso, lo veremos al hablar del
2019, que promete ser rico en avatares de la historia.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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