A propósito del Pacto Mundial Migratorio de Marrakech
(A raíz de la
firma del Pacto Mundial para una Migración Segura Ordenada y Regular de
la ONU, firmado en Marrakech, Marruecos, ha aparecido una ola xenófoba
en todo el mundo y en Panamá también. Pese a que el pacto no es la gran
cosa y se queda corto, en Panamá se le ha sumado a la derecha
tradicional xenófoba, y su coro de ignorantes, personalidades como el
candidato presidencial del PRD, Laurentino Cortizo, que buscan de manera
oportunista sacar rédito de la ignorancia reinante sobre el tema al
mejor estilo de Bolsonaro en Brasil. Todos estos buscan desviar el ojo
del verdadero responsable de la ola migratoria mundial: la globalización
capitalista; y poner como culpables a las víctimas. Sorprende la
inconsistencia ideológica de mucha gente que se dice de “izquierda” y
acaba repitiendo las sandeces de la derecha. Por eso nos vemos obligados
a reeditar este artículo de hace un par de años).
A la memoria de Hugo Chávez, quien más aportó a la unidad bolivariana de Nuestra América en lo que va del siglo XXI
Una particular combinación de circunstancias ha producido en Panamá
una ola de xenofobia que no tiene precedentes, salvo en las primeras
décadas del siglo XX, cuando llegaron a Panamá decenas de miles de
afroantillanos a la construcción del canal, muchos de los cuales se
quedaron a vivir en nuestro país.
En las décadas del veinte y
treinta se produjeron movimientos "nacionalistas" que parecían
dirigidos contra la influencia norteamericana, pero mucho más contra la
población "extraña" recién incorporada a la "nación". Esa ola
seudonacionalista, mezcla de xenofobia y racismo fascista, tomó cuerpo
en la "Doctrina Panameñista" del ex presidente Arnulfo Arias M. y su
Constitución Política de 1941, en la que se hablaba de "razas de i n
migración prohibida" refiriéndose entre ellas a los de "raza negra cuyo
idioma originario no sea el castellano" (art. 12).
La actual ola
xenofóbica parece obedecer a la combinación de dos circunstancias
contradictorias: un alto crecimiento económico de Panamá respecto de la
región, lo que la convierte en sitio privilegiado de inmigrantes en
busca de trabajo (es notable la presencia en las calles de miles de
recién llegados colombianos, nicaragüenses, dominicanos, hasta
españoles); con un crecimiento económico fruto de la reversión del
canal, pero que no ha resuelto los graves problemas sociales que aquejan
al pueblo panameño porque se han utilizado sus recursos como fuente de
acumulación de la oligarquía financiera.
Contribuye de manera
particular a la ola xenofóbica la circunstancia de que la oposición
política de Venezuela, y la burguesía de ese país, que practica el
sabotaje económico y la fuga de capitales allá, con los petrodólares que
el gobierno bolivariano les da, han hecho de Panamá su plataforma de
operaciones. Este sector de los inmigrantes, que llega con poder
económico, ha hecho de la especulación inmobiliaria y la apertura de
miles de pequeños negocios una forma de establecerse en el país, pero
con una característica sicológica: son los más agresivos, soberbios y
reaccionarios, gustando alardear del dinero que poseen, dinero que le
falta tanto al pueblo venezolano como al panameño.
El
paroxismo de la xenofobia llegó cuando la diputada Zulay Rodríguez, del
"socialdemócrata" P.R.D., quien perteneció a los allegados de Ricardo
Martinelli hace cinco años (grupo "PAMAGO"), hasta que intentaron
"tumbarle" un cliente, lanzó un discurso en estos términos:
"Panamá no se compra, no se alquila, es de nosotros. Estos colombianos,
estos nicaragüenses, estos extranjeros... Pero yo no quiero recién
llegados de hace seis meses, de un año,..., que no están invirtiendo
absolutamente nada. No quiero recién llegados que estén importando
pobreza y nuevas modalidades de delito" (Nótese que la diputada iguala
pobreza con delito y no menciona a los venezolanos). Además dejó claro
contra qué clases sociales está, a las que llamó "escoria": "Son
desplazados que no tienen un centavo en su país, que no vienen a
invertir, no traen dinero para hacer competitividad en Panamá para que
este avance..." (La Prensa, 24 y 25 de febrero 2015).
Todo esto a
cuento de que un sector de abogados se siente lacerado por una
regulación especial denominada "Crisol de Razas", que permite la
regularización del estatus migratorio para trabajar a miles de personas
pagando unas tasas directamente al estado. Antes, sólo se podía tramitar
la residencia en Panamá a través de abogados que cobraban miles de
dólares a lo largo de muchos años de gestiones.
Lo más
preocupante es que la ola xenofóbica no solo alcanza a las masas
influenciables por los medios de comunicación, sino a mucha gente
"progresista". Esto se debe al bajo desarrollo de la conciencia política
e ideológica, en parte porque muchos sectores de la izquierda centran
sus esfuerzos en luchas economicistas, pero que rehúyen oportunistamente
combatir la falsa conciencia y los prejuicios que la burguesía inyecta
en la clase trabajadora.
La situación obliga a la clase
trabajadora panameña, y a sus dirigentes, a discutir el asunto y asumir
una toma de posición que, para ser revolucionaria, tiene que ser
compatible: con la moral cristiana, los derechos humanos, la lucha
histórica por la integración bolivariana de Nuestra América y el
internacionalismo proletario marxista. Aquí aportamos algunos puntos que
pueden servir para ese objetivo:
1. El cristianismo
aportó el primer criterio, que se ha transformado en conquista moral de
todas las religiones y la civilización humana, cuando dice: "todos somos
iguales" (ante Dios) y, por ello, debemos "amar al prójimo, como a
ti mismo". No hace falta explicarlo: todos los seres humanos somos
iguales, por ello tenemos los mismos derechos, y debemos ser solidarios,
en especial con los que sufren y son oprimidos. Eso incluye a los
inmigrantes, en especial a los refugiados por razones políticas o
económicas. No es muy cristiano decir que no te importa, que los
encierren en campos de concentración o que los tiren al mar, que son
"escoria" y luego ir a misa y comulgar.
2. El segundo
criterio es otra conquista de la humanidad, nacida a raíz de los
crímenes cometidos por el fascismo en la primera mitad del siglo XX, que
se ha convertido en principio universal de obligatorio cumplimiento
moral y legal, es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
las Naciones Unidas, y todos sus derivados jurídicos posteriores. Parte
de esos derechos incluye el asilo, a la salud, la alimentación y el
trabajo para TODOS los seres humanos. Lo que incluye a los inmigrantes, no importa de dónde vengan, ni dónde estén.
3. Una verdad histórica: todos somos inmigrantes o descendientes de inmigrantes.
Porque la historia humana se ha construido a base de emigrar, poblar el
planeta y movernos de un lugar a otro desde que salimos de África, la
patria originaria de todos los seres humanos. Panamá, particularmente,
ha sido un país de inmigrantes, desde las ancestrales culturas
originarias, que llegaron hace once mil años procedentes del norte y del
sur, hasta los hispanos que llegaron con la Conquista, hace 500 años, y
todos los que llegaron en oleadas sucesivas para la construcción del
ferrocarril y el canal. Igualmente son migrantes internos, toda nuestra
población interiorana forzada a venir al área metropolitana huyendo de
la agonía de nuestra agricultura.
4. Las grandes migracion e s del siglo XX y XXI son un problema social, pero los que emigran no son culpables de ello, sino las principales víctimas
de situaciones que los han obligado a dejar a sus familias y la tierra
en que nacieron. No culpemos a las víctimas. No hagamos generalizaciones
falsas e irresponsables, como la lanzada por la diputada ("cada vez que
arrestan un panameño hay cinco colombianos al lado"). Porque los
delincuentes que llegan con la migración son una pequeña minoría y las
leyes ya establecen los mecanismos para su sanción y deportación.
5. Digamos en voz alta de quién es la culpa del problema: del sistema capitalista.
La culpa de que millones de personas se tengan que desplazar de sus
regiones de origen en busca de una manera de ganarse la vida y alimentar
a sus familias es del sistema capitalista internacional, que impone las
grandes desigualdades sociales, la explotación económica, el saqueo de
los recursos naturales, el hambre, el desempleo, la pobreza y las
guerras a la mayoría de la humanidad, y pone la riqueza en el otro
extremo en un puñado de países y en un grupo cada vez más minoritario de
gente.
6. Para evitar las consecuencias sociales de las
migracion es incontroladas hay que combatir el mundo desigual que se ha
construido en los últimos treinta años con la llamada "globalización"
neoliberal capitalista, en el que siete potencias económicas y 200
trasnacionales saquean al mundo para su beneficio e imponen la miseria a
las mayorías. Ninguna ley migratoria, ninguna frontera, ni ninguna
vaya, detendrá a la masa de hambrientos que se desplazan para tratar de
sobrevivir, si no se cambian las condiciones económicas y sociales
impuestas por el capitalismo neoliberal, el imperialismo.
7. La
exigencia de regularización para todos los inmigrantes, para que tengan
iguales derechos que los nacionales, es la mejor defensa de la clase
trabajadora frente a los capitalistas inescrupulosos que intentan
dividirnos, sobreexplotando al trabajador inmigrante que no se
atreve a reclamar sus derechos por temor a la deportación. Este criterio
es válido para los 50 millones de inmigrantes "ilegales" (el concepto
Ilegal es absurdo) en Estados Unidos, los árabes y africanos que
emigraron a Europa y los latinoamericanos que vienen a Panamá.
8. "Los
trabajadores no tienen patria", han dicho Carlos Marx y Federico Engels
en el Manifiesto Comunista de 1847, porque todos son explotados de la
misma manera, por los mismos enemigos de clase, en todos los países, los
capitalistas quienes son aliados entre sí. De ahí que la consigna
siempre ha sido encontrar los intereses comunes que todos los
asalariados y los desposeídos del mundo tenemos en común: "Proletarios
del mundo, uníos!"
9. El nacionalismo en general es una
ideología reaccionaria construida por la burguesía para engañar a sus
trabajadores haciéndoles creer que los intereses de la clase explotadora
son los mismos intereses que la de los explotados, que en la
"nación" todos son iguales, sin distinciones de clase. El nacionalismo
siempre ha sido usado por la burguesía para que los trabajadores sirvan
de carne de cañón en las guerras donde van a morir en defensa de los
intereses de los explotadores matando a sus hermanos explotados de otros
países.
10. En base a lo anterior, Lenin explicaba que
existen en el mundo actual dos tipos de naciones: las naciones opresoras
o imperialistas, y las naciones oprimidas ("sudesarrolladas",
"atrasadas", coloniales, semicoloniales y dependientes). El nacionalismo
de las naciones oprimidas es progresivo mientras enfrente al
imperialismo y, en esas circunstancias, los marxistas hacen unidad de
acción con el nacionalismo de los países oprimidos que luchan por su
independencia, sin renunciar a su perspectiva de clase: el
internacionalismo proletario.
11. El nacionalismo
progresivo de las naciones oprimidas de Nuestra América, desde el siglo
XIX, se expresó como anhelo de integración y unidad latinoamericana
frente a los intereses imperialistas extranjeros, principalmente los
de Estados Unidos de América. En honor al Libertador de América, Simón
Bolívar, se ha llamado a ese nacionalismo antiimperialista:
bolivarianismo o bolivarismo. En los últimos 15 años volvió a ponerlo en
la acción colectiva de millones de latinoamericanos el comandante Hugo
Chávez, constructor de instituciones como el ALBA y la CELAC.
12. Una verdad que ningún panameño debe olvidar jamás: todos
los pueblos de América Latina fueron solidarios con Panamá en la lucha
generacional por la soberanía y el desmantelamiento del enclave colonial
de la Zona del Canal y del paso de su administración a manos
panameñas. Por esa razón, la pequeña prosperidad de estos años se debe
no sólo al sacrificio de nuestros mártires, y a la lucha constante de
las generaciones que nos precedieron desde 1903, sino también a la
solidaridad de nuestros hermanos latinoamericanos a quienes les debemos
reciprocidad.
13. Por los motivos señalados, una política de
izquierdas, progresista y clasista en Panamá tiene que comprometerse con
la lucha por la unidad latinoamericana, en la lucha por la soberanía e
independencia frente a la intromisión norteamericana de cada país, y
de todos juntos, y de la integración económico y social basada en la
complementariedad entre nuestros pueblo, y no en la supeditación a los
intereses imperialistas.
14. Los extranjeros que hay que
combatir son los capitalistas que vienen a explotarnos económicamente y a
saquear nuestros recursos naturales, los que se han apropiado de la
industria nacional y empiezan a apropiarse de la tierra en contubernio
con la oligarquía local, y que no necesitan hacer filas en el
programa "Crisol de Razas" porque las leyes neoliberales y los TLC's se
lo permiten. Pero esos extranjeros no son los trabajadores migrantes, ni
los pequeños propietarios, son los grandes capitalistas y banqueros.
Levantemos la consigna consecuentemente nacionalista y antiimperialista
de nacionalización de la banca, la gran industria y los servicios
públicos.
15. El movimiento obrero panameño, clasista y
revolucionario, frente al tema de la migración actúa guiado por
principios básicos: no ser instrumento de clase explotadora mediante
prejuicios; se guía por elementales criterios de solidaridad cristiana y
derechos humanos; defiende la igualdad de todos los seres humanos;
lucha por la unidad latinoamericana y el internacionalismo proletario.
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