Entrevista al expresidente de Bolivia Evo Morales
Brecha
El expresidente
de Bolivia duda de que el nuevo gobierno reconozca un eventual triunfo
del Mas en las elecciones de mayo. Insiste en la legitimidad de su
intento de reelección y cree que la solución al problema de los
liderazgos en la izquierda regional pasa por un cambio de mentalidad en
los latinoamericanos. En diálogo con Brecha, arremetió contra quienes
cuestionan el modelo extractivo en su país y habló sobre su vínculo con
el feminismo.
Camisa blanca de
manga corta, pantalón negro y zapatos al tono, Evo Morales circula por
las oficinas de su búnker porteño en la calle Chile, barrio de San
Telmo, pegado a su teléfono celular. Es miércoles de mañana y el cierre
de candidaturas en Bolivia apremia, por los plazos: el último día es el 3
de febrero. Desde temprano estuvo reunido con más de 20 representantes
de diferentes departamentos de Bolivia. En una sala grande definen los
candidatos de modo asambleario, todos en ronda. Tras la puerta cerrada
se escuchan las diferentes voces. Morales observa, escucha, opina. Sale
de la oficina y ante la expectativa de los cronistas saluda sonriente,
camina, entra en otra oficina, habla con un interlocutor en Bolivia. El
equipo de Brecha había sido citado para la entrevista con el
expresidente a las 8.30. La espera termina a las 12.45, cuando Evo
Morales finalmente ingresa al salón y se dispone a sentarse para
responder a las preguntas. “Pido disculpas por la demora”, dice.
Un día antes, Luis Arce, el candidato presidencial del Movimiento al
Socialismo (Mas) y ex ministro de Economía de Morales, aterrizó en suelo
boliviano para iniciar la campaña electoral. Lo esperaba el gobierno de
Jeanine Áñez con la amenaza de detenerlo bajo acusaciones de
corrupción, el lawfare de moda: por no controlar el uso del Fondo
Indígena en diferentes proyectos aprobados para su ejecución. La propia
fiscal de la causa se encargó de desmentir la existencia de una orden de
detención contra Arce y sólo le tomó declaración, a la espera de que
sus abogados accedan al voluminoso expediente de veinte cuerpos que
forman la causa. Eso fue motivo de debate en las oficinas de la calle
Chile, donde ya manejan cifras de las primeras encuestas: 35 por ciento
de intención de voto para Arce y algo más del 15 por ciento para Carlos
Mesa. La mandataria Áñez aparece un poco más abajo. El dirigente cívico
Fernando Camacho y Jorge “Tuto” Quiroga ni siquiera figuran con
guarismos significativos, al menos según los sondeos en manos del equipo
de prensa de Morales. “Van a buscar perseguirnos”, dice el
expresidente, y los asambleístas asienten.
Cuando Brecha le
pregunta por su posible candidatura prefiere esquivar el tema. “Estoy
para apoyar a los compañeros”, suelta al pasar. Al atardecer del
miércoles se conocerá el comunicado del Mas donde se informa que Evo
aceptó inscribirse como candidato a la Asamblea Legislativa
Plurinacional. Sin embargo, el documento aclara que la inscripción es
sólo para habilitar, legalmente y en los plazos establecidos por el
cronograma electoral, una eventual candidatura en caso de que las
asambleas decidan elegirlo como representante. “El debate de las
candidaturas finales aún se está desarrollando”, aclara el comunicado de
prensa.
—Después de 14 años en el poder y tras el golpe de
Estado ya consumado, ¿qué enseñanzas saca en limpio y qué autocrítica
hace hoy sobre su gestión?
—Primero, siempre con el pueblo,
todo para el pueblo. Esa es la lucha histórica de la gente marginada. La
lucha viene desde la colonia, pasando por la república. Y para estar
con el pueblo nos pareció importante tener en cuenta tres cosas: en lo
político, la refundación de Bolivia; en lo económico, la
nacionalización; y en lo social, la redistribución de la riqueza. Lo más
difícil para mi gestión fue la refundación, dejar el Estado colonial y
contar con un Estado plurinacional en Bolivia, donde todos tengan los
mismos derechos. Se acabó el Estado impostor, las autoridades aparentes,
el Estado fallido, las amenazas de hacer desaparecer Bolivia. A partir
del Estado plurinacional [se impulsaron] las mejores oportunidades para
los más excluidos, que están dentro del movimiento indígena, y para las
mujeres. Y todo incluido en la Constitución. En lo económico, para estar
con el pueblo, han sido importantes las nacionalizaciones de los
recursos naturales y de las empresas estratégicas.
Acá hay una
profunda diferencia con la derecha boliviana y con el sistema
capitalista, que consideran la salud y la vivienda como servicios. Para
nuestro movimiento son derechos. Los servicios básicos son un negocio
privado para el capitalismo. Mientras que para nosotros, en el
socialismo comunitario, son derechos humanos. Por lo tanto, nuestra
defensa va no sólo por los derechos individuales y personales, sino
también por los derechos colectivos y de la comunidad. En la cuestión
del comercio, para estar con el pueblo, es importante un programa de
solidaridad, complementariedad y competitividad.
—¿Y la autocrítica de su gestión?
—[Duda antes de contestar.] En el tema de autocrítica y debilidades…
Cuando tu hermano es presidente, algunos sectores tienen mucha y
exagerada ambición. Algunos reclaman incluso cosas indeseables para
otros sectores sociales. Entonces no están pensando en Bolivia, sino
solamente para su sector o para una legión de ciudadanos. Pero cuando se
maneja con transparencia el gobierno, con datos económicos, esos
sectores lo entienden, aunque les cuesta aceptarlo. Y quiero decir que
en la lucha de clases, ideológica, programática, es necesario discutir y
trabajar. Los mismos movimientos sociales nos decían en las reuniones
que ellos no venían a discutir y evaluar políticas sino a distribuir
proyectos y obras. No querían debate ideológico. Y eso hay que
trabajarlo durante el proceso de transformación. La realidad es que hay
casi tres millones de bolivianos y bolivianas que subieron de la clase
humilde o pobre a la clase media y se olvidaron de donde vienen,
prefieren no tener compromisos con la sociedad, y ya traen nuevas
expectativas. No toman en cuenta que todavía hay muchas familias en la
situación en la que ellos estaban antes.
—Eso es un desafío
para todos los gobiernos progresistas de la región. Cómo reaccionar ante
las nuevas expectativas generadas tras las mejoras logradas por las
gestiones gubernamentales.
—Fue todo un desafío para nuestro
gobierno, y falta mucho para saber cómo reaccionar y seguir avanzando.
En el caso de la administración, nosotros trabajamos los datos y
llegamos a la conclusión de que las exageradas subvenciones estatales
son una sangría para la economía nacional. No garantizan el futuro
económico del país. Hay que combinar la inversión pública hecha para
ampliar el aparato productivo con el aspecto laboral y social. De ahí
viene la redistribución de la riqueza que permite terminar con la
pobreza.
—Esos sectores que según usted reclaman demasiado al
gobernante de turno, ¿son aquellos que en noviembre pedían su renuncia?
Me refiero a la Central Obrera Boliviana (Cob) y a algunos sindicatos
mineros.
—No diría eso… Creo que el pedido de renuncia que
ellos hicieron hacia mí fue por una cuestión de miedo. Yo mismo no podía
entender cómo la Cob podía pedir mi renuncia para dar oportunidad a la
derecha. Ese fue un error político de la Cob, pero no por las
reivindicaciones sectoriales de las que hablé antes. Porque ellos mismos
me han propuesto que sea candidato a presidente, defendieron mi
candidatura y se movilizaron por ella. Hubo un momento en que los tomó
el temor y se lanzaron a pedir mi renuncia. Eso lo van a llevar como un
error histórico.
—La postulación de Andrónico Rodríguez y de
Orlando Gutiérrez, dirigente de la Cob, ¿marca diferencias entre el Mas,
la Cob y los mineros?
—No. Estamos unidos. Nunca antes hubo
cuatro candidatos. Estamos todos convencidos de que es importante la
unidad, porque quien tiene la responsabilidad de conducir el nuevo
proceso cuenta con el apoyo de todos.
El modelo extractivista
—Una de las cuestiones comunes a los gobiernos progresistas o de
izquierda de los últimos años es la generación de riqueza a través de
una matriz similar a la del neoliberalismo: el extractivismo. ¿Cómo se
enfrenta este problema?
—El sistema capitalista, además de
destrozar el planeta, quiere que los llamados países subdesarrollados se
lo cuidemos para su beneficio. Eso no lo comparto. Por supuesto que
tenemos que cuidar el ambiente, y en eso soy un convencido. El ser
humano no va a poder vivir sin la madre tierra. Y ella va a existir
mejor sin el ser humano. Nosotros le planteamos a la Onu como prioridad
los derechos de la madre tierra. Recién hace 70 años que en el mundo se
dieron cuenta de que los seres humanos tenemos derechos y aparecieron
los derechos humanos, los derechos políticos, sociales y económicos. Y
recién en 2007 se declararon los derechos de los pueblos indígenas. Pero
lo más importante aquí es que los derechos de la madre tierra no
existen. Sin la madre tierra no hay vida, y por lo tanto, no hay
humanidad.
Cuando se trata de aprovechar nuestros recursos
naturales con una planificación a corto, mediano y largo plazo que
respete los derechos de la tierra, aquí eso no se vivencia. Cuando el
neoliberalismo explotaba el petróleo en reservas forestales, no había
nadie que reclamara, ni las Ong ni las fundaciones. Cuando nosotros
llegamos al gobierno y empezamos a hacer exploraciones respetando las
zonas de reserva natural, empezaron las protestas financiadas desde
Estados Unidos o por multinacionales.
—Hay sectores de la izquierda no financiados por Estados Unidos que reclaman contra el modelo extractivista…
—¿Quiénes son esos sectores en Bolivia? Son los troskos que se
convierten en la extrema derecha. Ahora se escucha en Bolivia la frase
“Otra izquierda es posible”. Y eso lo plantean los troskos. Durante el
golpe [no hicieron] ni una manifestación contra la dictadura, y se dicen
de izquierda. No puedo hablar de lo que ocurre en otros países con este
tema de la explotación de los recursos naturales. Pero te diré lo que
hicimos en Bolivia. Dimos valor agregado a nuestros recursos naturales
para no tener dependencia en ciencia y tecnología. Eso fue una
prioridad.
¿Cuál es el problema que tenemos no sólo los
sudamericanos, sino los latinoamericanos en general? Algunos países
plantean la liberación política, social y cultural. Y mi experiencia me
dice que hay que acompañarla con liberación económica. La liberación
política o ideológica sin liberación económica no tiene mucho futuro.
Nosotros con las nacionalizaciones hemos garantizado esta liberación,
económica y política. Pero el gran problema latinoamericano es que
después tenemos que pasar de la nacionalización a la industrialización,
con ciencia y tecnología.
—¿Y eso no se logra con las llamadas tecnologías limpias?
—Eso tenemos que lograrlo, por supuesto, con la defensa de la madre
tierra y buscando y discutiendo nuevos caminos. Pero para eso los
latinoamericanos necesitamos avanzar en ciencia y tecnología.
El golpe y la OEA
—Hablando del golpe: ya en 2015 y 2016, tanto Nicolás Maduro desde
Venezuela como “Pepe” Mujica en Uruguay habían desautorizado y criticado
el rol del secretario general de la Oea, Luis Almagro. ¿Por qué usted,
incluso con el golpe en ciernes, demoró tanto en darse cuenta del papel
que ahora le atribuye a Almagro, que va en esa misma dirección?
—Fue un error de parte del gobierno nacional [se refiere a su
gobierno]. Almagro tiene doble discurso. Alababa nuestra economía, el
proceso de cambio. Entiendo que es un gran agente del imperio
estadounidense y opera con planes contra los pueblos, incluso sin
respetar los estatutos de fundación de la Oea. Debo reconocer como
boliviano y como expresidente que fue un error creer que Luis Almagro
podría garantizar un proceso democrático en nuestro país.
Pero
pese al informe final de la auditoría electoral hemos ganado en la
primera vuelta. El informe observa 226 mesas con irregularidades. Si es
así, se piden nuevas elecciones en esas mesas y no en toda Bolivia. Si
nosotros tenemos en cuenta las 36 mil mesas del país, 226 son mucho
menos del 1 por ciento. Incluso si todos esos votos se hubieran contado
para la oposición, igual hubiéramos ganado en primera vuelta. Es un
golpe de la Oea.
Reelección y Referéndum
—Muchos de los gobiernos de izquierda o progresistas latinoamericanos no
han sabido generar una descendencia política de sus liderazgos. ¿Cómo
se soluciona esta carencia?
—[Duda, recorre la mesa con la
mirada y juega con el grabador.] Yo no creía mucho en eso… Pero ahora me
convencí de que es un tema importante. No sé si se trata de trabajar
liderazgos de manera conjunta o cuál es la solución. Nunca creí que
fuera tan importante el líder que gestó transformaciones profundas en
cada uno de sus países. Hay que repensar esta situación.
De
todos modos, sigo pensando que siempre está primero el proyecto político
de liberación, el programa del pueblo, y luego vienen los cargos
correspondientes. Así debe ser. Pero al parecer será una característica
latinoamericana que el pueblo dependa siempre de un líder. Hay que
cambiar la mentalidad de los latinoamericanos.
—Se lo
pregunto porque usted perdió un plebiscito popular en 2016, cuando
quería volver a presentarse como candidato presidencial, y de todos
modos decidió insistir con el argumento de que “el pueblo lo pidió”. Y
finalmente todo terminó en un golpe de Estado. ¿Cómo se entiende esa
argumentación?
—En ese referéndum ganó la mentira.
—Pero usted mismo había admitido que estaba preparado para una eventual derrota…
—Pero, por eso, distintos sectores sociales y políticos reaccionaron y
buscaron otra vía constitucional para habilitarme como candidato. Mi
candidatura no ha sido ilegal ni anticonstitucional. Se buscó
jurisprudencia en América Latina con casos ejemplares en Honduras,
Nicaragua, Costa Rica… No ha sido un invento de nosotros, los
bolivianos.
Los dos feminismos
—Hace algunos
meses el exvicepresidente de Nicaragua durante la revolución sandinista,
Sergio Ramírez, declaró que la nueva izquierda debe concentrarse en
redistribuir la riqueza, pero no discutir la supremacía del capital.
¿Comparte esa visión sobre el rol de la nueva izquierda?
—La
redistribución es importante, pero al margen de eso es importante de
manera paulatina cerrar las enormes brechas de desigualdad entre
familias. Es la única forma de garantizar el socialismo comunitario, del
siglo xxi, como usted quiera llamarle. La salud y la educación tienen
que ser derechos básicos entre los derechos humanos. Y además de eso
tener una economía sin profundas asimetrías, y para eso es importante la
redistribución de la riqueza.
—¿Cómo observa al movimiento feminista que va creciendo en América latina?
—Soy feminista. He peleado desde mis años de lucha sindical hasta la
lucha electoral para que las hermanas tengan los mismos derechos. Pero
dentro del feminismo hay dos líneas. Para un grupo de feministas el
primer enemigo es el varón y para otro grupo somos una familia, todos,
respetando los derechos de igualdad y equidad. En Bolivia, hasta 1952
las mujeres estaban totalmente marginadas, igual que el movimiento
indígena. No tenían participación. Y tanto en la política electoral como
en la sindical, la mujer siempre es más honesta que el varón.
—¿Considera que su gobierno logró mejorar el estado de derechos de la mujer?
—Totalmente. Ahora más mujeres acceden a ser bachilleres [liceo y
educación secundaria] y a la universidad, y más mujeres salen
profesionales. Hay más esperanza de vida y, sobre todo, hay más mujeres
en la Asamblea Legislativa Plurinacional. En el mundo somos el segundo o
tercer país en participación legislativa de las mujeres.
—Usted ha tenido algunas frases machistas que la prensa se encargó de
recopilar, como aquella en la que dice “después de mis años de gestión
me voy con mi cato de coca, mi quinceañera y mi charango ”…
—[Se ríe.] Yo soy bromista, me gustan las coplas populares. Y en
Carnaval las coplas populares tienen algo de machistas. Pero en mi
gestión, como nunca antes, se ha garantizado la equidad de género.
Repito, las bromas tienen algo de picante y son machistas, tanto en las
coplas como en los versos. Pero todas las bolivianas saben que soy
feminista.
Elecciones y plan B
—¿Qué datos manejan en las encuestas para las elecciones del 3 de mayo?
—Antes de definir los candidatos ya el Mas iba primero en todas las encuestas.
—¿Usted será candidato?
—Por ahora no tengo candidatura desde aquí.
—¿Qué pasa si el Mas gana las elecciones y el gobierno de Áñez no reconoce su triunfo?
—Eso reclama un plan B. Yo también pienso que eso pasará. Pero falta
mucho todavía, habrá veedores internacionales, y el proceso electoral
está en pleno desarrollo.
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