Dispersos, renuentes y sin recursos
Santiago. Absolutamente dispersos, renuentes a construir
y/o reconocer liderazgos, refractarios a toda propuesta que les asome
inconsulta y menos impuesta, los
independientesde Chile –ese aplastante 97 por ciento de ciudadanía que reniega de los partidos políticos y protagonista estelar del estallido social del 18 de octubre de 2019– podrían estar cavando su propia fosa.
Desde entonces y hasta hoy, después de protagonizar incontables
asambleas territoriales por todo Chile con decenas de miles de
ciudadanos participando, ellos han expresado sus ideas acerca del país
que no quieren y de todo aquello que les llama al asco y al hastío del statu quo
de la política y el poder. Pero eso que los identifica, une y arranca
vítores, se vuelve un laberinto de confusión y de pasiones a la hora de
resolver cómo canalizar sus voluntades y qué quieren construir.
Disgregados y confusos, no consiguen acordar cómo concentrar fuerzas
para enfrentar con alguna opción de éxito a las máquinas electorales de
los partidos.
Los independientes, que los hay de variado tipo y su único
denominador común es aborrecer a la clase política, aspiran a elegir
delegados a la convención de 155 miembros que, hipotéticamente,
redactará la nueva Constitución después de octubre de 2020. Pero
desconocen o minimizan el duro camino legal que deben recorrer en
tiempos mínimos para lograr inscribir candidatos. Los abominados
partidos, mancomunadamente, les impusieron un piso extremadamente duro
de cumplir –el número de adherentes que deben conseguir–, claramente con
la intención de dominar la constituyente. Además, carecen de recursos
para hacer campaña y el acceso a la televisión dependerá de la buena
voluntad de los partidos para que les cedan tiempo.
Más grave, los independientes están divididos respecto de la
legitimidad del proceso que se lanzará con el plebiscito del 26 de
abril: si bien casi todos llaman a votar
aprueboy
convención constitucional, una corriente pide escribir en el voto
AC, acrónimo de Asamblea Constituyente, con el riesgo de que ese voto sea objetado o anulado. Y amenazan con que de ganar el
apruebo, el pueblo será soberano para convocarse de manera autónoma en una Asamblea Constituyente que redacte sus propias normas, vale decir, reniegan del proceso pactado por
los traidores políticos.
Un camino probable
Una tarde reciente, en una plaza ubicada en el oriente de
Santiago donde había unos 100 delegados de las asambleas de este sector
de la ciudad, ellos escucharon una propuesta para lograr
representación: armar de prisa un partido político de independientes.
Mientras caía la noche, un joven activista de la fundación La Casa
Común explicó con números por qué esa es la opción más cierta, pero
advirtiendo que se trata de una carrera contra el tiempo: el plazo para
recolectar las 6 mil 852 firmas correspondientes a los seis distritos
electorales de Santiago acaba el 12 de mayo. No es todo: la ley
electoral dice que para que un partido sea inscrito, al menos debe
constituirse en tres regiones contiguas, o sea, miles de firmas más.
Pero eso, de sumo complejo para un colectivo inorgánico e híper
diverso, es mucho más simple y factible que el camino de inscribir
listas de independientes por distritos o, peor aún, candidaturas
solitarias. Para ponerlo en cifras, mientras para formalizar un partido
de alcance nacional se requieren 18 mil 500 adherentes, los pactos de
candidaturas independientes en los 28 distritos electorales demandarían
101mil 100 firmas; y si se trata de aspirantes individuales, apenas uno
por distrito, se demandan 26 mil.
Una Constitución que no sea con la participación del movimiento social que abrió esta oportunidad, no tendrá la legitimidad suficiente para lograr un nuevo pacto social. Necesitamos crear un espacio para ejercer poder y tomar decisiones, con coherencia acerca del proyecto país que nos une, dijo el joven Cristóbal Valenzuela.
La alternativa que proponemos es la unión y la organización para ganarles a quienes abusan, la creación de un partido político para vencer a los que no escucharon y a los indolentes, concluyó.
La réplica
Pero vino la contracara y lo primero que se escuchó fue:
Ustedes que definieron esos principios, ¿a quiénes se los consultaron? Porque si quieren que se sumen los independientes, o deberían ampliar los principios o consultarles.
Eso fue lo más suave. Un joven acaso veinteañero dijo a continuación que
el proceso que se ofrece desde el Estado es una forma de apaciguar la movilización popular; es una apuesta a que cuando termine, todo esté calmo y se mantenga lo más posible el modelo.
Luego agregó:
Yo pongo en duda la lógica partidista: si realmente queremos una asamblea constituyente de los pueblos, que sea plurinacional, hay que tomar caminos que van por fuera de las instituciones. Gran ejemplo de eso es la nación mapuche que se está constituyendo ahora afuera del Estado, con acción directa, ellos no esperan a que lleguen los políticos a entregarles migajas, están ahí en pie haciéndose valer. Entonces si tenemos una meta así de ambiciosa, debemos apostar no necesariamente a la vía electoral, sino a la agitación.
La proclama juvenil encendió los ánimos de un veterano:
Como socialista de toda la vida puedo decir, ¡hagamos la revolución! ¿Y dónde estás las armas? ¿Se olvidan ustedes que hay un ejército y una marina que están a la expectativa? Tenemos un compromiso que es ganar el 26 de abril y superar los dos tercios. Marcar AC es un elemento distractivo. Nuestro triunfo ha sido sacar la política del parlamento a la calle.
El sociólogo y analista político Axel Callís señala que
la sociedad civil con los independientes no tiene posibilidad de articularse a escala nacional. Las únicas que podrían hacerlo son aquellas estructuras sindicales o gremiales como colegios de profesores o sindicatos de la administración pública y aquellas instancias que tengan representación territorial o los partidos políticos.
Mientras, los comandos de campaña de los partidos ya están operando: hay cuatro de los partidos opositores que favorecen el
aprueboy al menos dos del oficialismo que están por el
rechazo. La campaña formalmente comenzará a finales de febrero, pero las redes sociales están saturadas de consignas y de noticias falsas. Se avecina marzo y se presagia un recrudecimiento de la movilización social a partir del día 8 de ese mes, con una gran marcha y huelga feminista que ya está convocada.
Aldo Anfossi
Especial Para La Jornada
Periódico La Jornada
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