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lunes, 17 de febrero de 2020

Los independientes, camino a la derrota, pese a ser mayoría en Chile

Dispersos, renuentes y sin recursos

Santiago. Absolutamente dispersos, renuentes a construir y/o reconocer liderazgos, refractarios a toda propuesta que les asome inconsulta y menos impuesta, los independientes de Chile –ese aplastante 97 por ciento de ciudadanía que reniega de los partidos políticos y protagonista estelar del estallido social del 18 de octubre de 2019– podrían estar cavando su propia fosa.
Desde entonces y hasta hoy, después de protagonizar incontables asambleas territoriales por todo Chile con decenas de miles de ciudadanos participando, ellos han expresado sus ideas acerca del país que no quieren y de todo aquello que les llama al asco y al hastío del statu quo de la política y el poder. Pero eso que los identifica, une y arranca vítores, se vuelve un laberinto de confusión y de pasiones a la hora de resolver cómo canalizar sus voluntades y qué quieren construir. Disgregados y confusos, no consiguen acordar cómo concentrar fuerzas para enfrentar con alguna opción de éxito a las máquinas electorales de los partidos.
Los independientes, que los hay de variado tipo y su único denominador común es aborrecer a la clase política, aspiran a elegir delegados a la convención de 155 miembros que, hipotéticamente, redactará la nueva Constitución después de octubre de 2020. Pero desconocen o minimizan el duro camino legal que deben recorrer en tiempos mínimos para lograr inscribir candidatos. Los abominados partidos, mancomunadamente, les impusieron un piso extremadamente duro de cumplir –el número de adherentes que deben conseguir–, claramente con la intención de dominar la constituyente. Además, carecen de recursos para hacer campaña y el acceso a la televisión dependerá de la buena voluntad de los partidos para que les cedan tiempo.
Más grave, los independientes están divididos respecto de la legitimidad del proceso que se lanzará con el plebiscito del 26 de abril: si bien casi todos llaman a votar apruebo y convención constitucional, una corriente pide escribir en el voto AC, acrónimo de Asamblea Constituyente, con el riesgo de que ese voto sea objetado o anulado. Y amenazan con que de ganar el apruebo, el pueblo será soberano para convocarse de manera autónoma en una Asamblea Constituyente que redacte sus propias normas, vale decir, reniegan del proceso pactado por los traidores políticos.

Un camino probable
Una tarde reciente, en una plaza ubicada en el oriente de Santiago donde había unos 100 delegados de las asambleas de este sector de la ciudad, ellos escucharon una propuesta para lograr representación: armar de prisa un partido político de independientes.
Mientras caía la noche, un joven activista de la fundación La Casa Común explicó con números por qué esa es la opción más cierta, pero advirtiendo que se trata de una carrera contra el tiempo: el plazo para recolectar las 6 mil 852 firmas correspondientes a los seis distritos electorales de Santiago acaba el 12 de mayo. No es todo: la ley electoral dice que para que un partido sea inscrito, al menos debe constituirse en tres regiones contiguas, o sea, miles de firmas más.
Pero eso, de sumo complejo para un colectivo inorgánico e híper diverso, es mucho más simple y factible que el camino de inscribir listas de independientes por distritos o, peor aún, candidaturas solitarias. Para ponerlo en cifras, mientras para formalizar un partido de alcance nacional se requieren 18 mil 500 adherentes, los pactos de candidaturas independientes en los 28 distritos electorales demandarían 101mil 100 firmas; y si se trata de aspirantes individuales, apenas uno por distrito, se demandan 26 mil.
Una Constitución que no sea con la participación del movimiento social que abrió esta oportunidad, no tendrá la legitimidad suficiente para lograr un nuevo pacto social. Necesitamos crear un espacio para ejercer poder y tomar decisiones, con coherencia acerca del proyecto país que nos une, dijo el joven Cristóbal Valenzuela. La alternativa que proponemos es la unión y la organización para ganarles a quienes abusan, la creación de un partido político para vencer a los que no escucharon y a los indolentes, concluyó.

La réplica
Pero vino la contracara y lo primero que se escuchó fue: Ustedes que definieron esos principios, ¿a quiénes se los consultaron? Porque si quieren que se sumen los independientes, o deberían ampliar los principios o consultarles.
Eso fue lo más suave. Un joven acaso veinteañero dijo a continuación que el proceso que se ofrece desde el Estado es una forma de apaciguar la movilización popular; es una apuesta a que cuando termine, todo esté calmo y se mantenga lo más posible el modelo.
Luego agregó: Yo pongo en duda la lógica partidista: si realmente queremos una asamblea constituyente de los pueblos, que sea plurinacional, hay que tomar caminos que van por fuera de las instituciones. Gran ejemplo de eso es la nación mapuche que se está constituyendo ahora afuera del Estado, con acción directa, ellos no esperan a que lleguen los políticos a entregarles migajas, están ahí en pie haciéndose valer. Entonces si tenemos una meta así de ambiciosa, debemos apostar no necesariamente a la vía electoral, sino a la agitación.
La proclama juvenil encendió los ánimos de un veterano: Como socialista de toda la vida puedo decir, ¡hagamos la revolución! ¿Y dónde estás las armas? ¿Se olvidan ustedes que hay un ejército y una marina que están a la expectativa? Tenemos un compromiso que es ganar el 26 de abril y superar los dos tercios. Marcar AC es un elemento distractivo. Nuestro triunfo ha sido sacar la política del parlamento a la calle.
El sociólogo y analista político Axel Callís señala que la sociedad civil con los independientes no tiene posibilidad de articularse a escala nacional. Las únicas que podrían hacerlo son aquellas estructuras sindicales o gremiales como colegios de profesores o sindicatos de la administración pública y aquellas instancias que tengan representación territorial o los partidos políticos.
Mientras, los comandos de campaña de los partidos ya están operando: hay cuatro de los partidos opositores que favorecen el apruebo y al menos dos del oficialismo que están por el rechazo. La campaña formalmente comenzará a finales de febrero, pero las redes sociales están saturadas de consignas y de noticias falsas. Se avecina marzo y se presagia un recrudecimiento de la movilización social a partir del día 8 de ese mes, con una gran marcha y huelga feminista que ya está convocada.

Especial Para La Jornada
Periódico La Jornada

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