Nicaragua
Vivimos una crisis
sistémica, es decir, una alteración de un sistema socioeconómico que se
creyó permanente. La crisis no es solamente del régimen, aunque esté
inmerso en ella. La crisis es nacional. Nos abarca y pone en riesgo a
todos. Es la crisis de un sistema político y económico que no podía
resistir más y de ahí que se produjera la rebelión de abril 2018.
Actualmente, en la sociedad nicaragüense coexisten dos tendencias:
conservación/restauración o “statu quo” con o sin Ortega en el poder, y
renovación/innovación o cambio sin Ortega en el poder. Las elites
económicas y políticas, también, están divididas, los partidos políticos
tradicionales fueron desplazados y las fuerzas/movimientos sociales
están controlados, aunque en efervescencia.
En ese contexto
surge entonces un movimiento multiforme que aglutina agravios y personal
político proveniente de todos los agrupamientos desarticulados para
conformar la Coalición Nacional. La Coalición Nacional no es partido ni
movimiento. En ciernes podría ser un partido.
Estamos frente a
un movimiento pendular y contradictorio cuya actualidad política ha sido
consecuencia de dos constataciones. Por un lado, el creciente
desprestigio de los partidos tradicionales ante los ciudadanos que
frecuentemente los conciben como zancudos y que no representan los
intereses de los ciudadanos. Por otro lado, el partido de gobierno que
ha perdido legitimidad y base social.
Todo conflicto
sociopolítico termina siempre en una negociación. Hay negociaciones
abiertas, otras se producen tras bastidores. La historia política de
Nicaragua nos enseña que el método preferido por la clase dominante ha
sido el de negociar tras bambalinas. Tenemos que estar claro que la
rebelión de abril 2018 es estratégicamente acéfala, no hay una dirección
política unificada lo que permite negociaciones debajo de la mesa sin
tomar en cuenta las demandas de la gran mayoría de la población.
Todas las declaraciones de los representantes políticos del gran
capital (COSEP, AMCHAM, FUNIDES), algunos estudiantes, dirigentes
campesinos y de ciudadanos autoconvocados, nos indican que nos dirigimos
hacia un proceso electoral como método para salir de la crisis actual.
Pero no se puede perder de vista que una cosa es que se vaya Ortega y
otra cosa es que se vaya el “orteguismo” del poder. También, se tiene
que tener la conciencia que entre 2007 y 2018, el gran capital y el
régimen Ortega-Murillo han actuado como las dos caras de una misma
moneda.
¿Puede sobrevivir el "orteguismo sin Ortega"? El mayor
deseo de la población es, sin duda, un deseo de cambio. No hay la menor
duda de que Nicaragua se encamina hacia un cambio político,
¿irreversible?, no lo sabemos. El "orteguismo" sabe que no puede
repetir, de la misma forma, su alianza con el gran capital, para
perpetuarse en el poder, pero quiere un nuevo pacto con los grandes
empresarios.
El gran capital jura que no pactarán con
Ortega-Murillo, eso está por verse, no hay ninguna garantía que no
suceda. Hay que tener en cuenta que los grandes empresarios tienen mucho
dinero, pero poco conocimiento político estratégico de mediano o largo
plazo. Por tal motivo, Ortega-Murillo piensan que pueden tener una
recuperación o "rebound".
Sin embargo, el gran capital reconoce
que vivimos en una "jaula" geopolítica, económica y política, donde el
margen de maniobra es muy reducido, nos guste o no nos guste. Más del 50
por ciento de nuestro comercio exterior es con Norteamérica, de las
inversiones extranjeras y las remesas familiares vienen de Estados
Unidos. El mundo se ha regionalizado y nosotros estamos en la región
donde la influencia estadounidense es determinante. A nivel mundial,
cada día se profundiza la regionalización, por lo tanto, hay un
reforzamiento de la "jaula". Por todo lo anterior, el comportamiento del
gran capital será determinado, en gran parte, por la política
estadounidense en relación al régimen Ortega-Murillo.
El
problema principal es si Ortega va a permitir un proceso electoral
transparente, con garantías nacionales e internacionales.
Visualizamos dos escenarios posibles:
a) Ortega por la presión internacional y nacional tenga que aceptar un
proceso electoral transparente, lo que implica hacer verdaderas reformas
a la ley electoral. Que el grueso de la oposición vaya unificado,
aunque persistan los partidos comparsas. En este escenario las
posibilidades de ser derrotado son muy altas.
b) Ortega acepte
ir a las elecciones, pero por el temor de ser derrota implemente las
siguientes acciones: dividir a la oposición, haga reformas cosméticas a
ley electoral, por lo tanto, tenga la posibilidad de hacer fraude.
La clave para ver cuál de los dos escenarios se puede dar está en el
comportamiento de los poderes fácticos internos y externos.
A
nivel interno, hasta la fecha tiene a su favor el ejército, la policía y
los paramilitares (que se han transformado en un poder fáctico) que se
han transformado en la columna vertebral del régimen, lo cual ha
permitido una cierta militarización de la sociedad. No cuenta con la
iglesia, la gran mayoría de la población y la indecisión del gran
capital. Lo que da como resultado un “equilibrio inestable”, el país no
avanza.
Los poderes fácticos externos que están en contra de
Ortega y a favor de elecciones transparentes son: Estados Unidos, Unión
Europea, Canadá, la mayoría de los países latinoamericanos y la OEA.
Pero el factor determinante es los Estados Unidos.
A nivel
interno, lo que puede romper el “equilibrio inestable” hacia un lado o
hacia el otro es que el gran capital pase de una actitud “neutral” hacia
una posición más beligerante a favor de salir de la dictadura. El
cambio de actitud se puede dar ya sea por la presión interna (los
autoconvocados vuelvan a tomarse las calles) o por la presión externa
(principalmente por los Estados Unidos). Tenemos que tener en cuenta que
el gran capital depende mucho de la economía estadounidense.
A
nivel externo, el factor principal que romper el “equilibrio inestable”
sería una mayor presión de parte de los Estados Unidos. Esa mayor
presión dependerá del desarrollo del proceso electoral norteamericano y
de la necesidad de Trump de asegurar su reelección. Si a Trump le
conviene botar a Ortega para asegurarse su triunfo electoral en Texas
(senador Ted Cruz) y Florida (senador Marcos Rubio), lo va hacer. Por lo
tanto, los senadores Cruz y Rubio tendrán una influencia importante en
la toma de decisiones en relación al régimen Ortega-Murillo. Ese es el
miedo de Ortega, por esa razón lo puede llevar a aceptar una elección
transparente.
Sabiendo Ortega-Murillo factor importante es el
comportamiento del gran capital, incluso para adormecer las sanciones
externas norteamericanas, el régimen y el capital ya están dando los
pasos para tratar de remendar la situación socioeconómica y política del
país con el objetivo de parar más sanciones norteamericanas, de la
comunidad europea y acciones que se pueden dar en la OEA.
Ellos
saben, Ortega-Murillo y el gran capital, que la situación económica es
muy frágil. También, saben que es muy posible, en el segundo semestre de
2020, el tránsito de la recesión a la depresión económica si se
prolonga la crisis sociopolítica con consecuencias nefastas para ambos,
con el peligro que la situación se les escape de su control. Por eso su
apuro de negociar a escondidas, separando de las negociones el tema de
los presos, los muertos, los exiliados, etcétera. Solamente les interesa
las elecciones con o sin reformas.
La influencia del dinero en
la política nacional ha sido el secreto del que todos sabían y del que
nadie hablaba. Muchos ciudadanos no lo ven, porque no ven el dinero
fluyendo de un lado para otro. La estrategia del régimen Ortega-Murillo
es conservar el poder eliminando a una parte de los empresarios para
obligar a los otros a negociar una “salida en frío” y establecer una
nueva correlación de fuerzas.
Existe una enorme complicidad
entre el poder económico y el poder político la consecuencia es que una
minoría, el gran capital, tenga tanta influencia política se traduce en
el hecho que sea la “salida al suave” de la dictadura se haya
transformado en la opción principal en detrimento de la caída inmediata
de la dictadura y, por lo tanto, el peligro es que nos enrumbemos hacia
un “orteguismo sin Ortega”, con una democracia restringida y sin
justicia.
Las evidencias de la influencia del gran capital en la
vida política son abrumadoras. De ahí que “el orteguismo sin Ortega”
sea la alternativa predominante en los círculos exclusivos de los
poderes fácticos. La “salida en frío”, o sea, el “orteguismo sin Ortega”
impulsadas por los representantes del gran capital sería beneficiosa
para las clases pudientes, ya que mantendría el “statu quo” económico y
social con algunas reformas cosméticas en la política nacional.
Los autoconvocados del movimiento de abril 2018, propugnan un cambio
notable en el bienestar de las clases populares, para revertir el
descenso de la calidad de vida, lo cual necesariamente requiere reducir y
eliminar los beneficios y la antidemocrática influencia del gran
capital que tienen hoy en el país.
Los representantes políticos
del gran capital siguen movilizando su poder para, a través de todos los
medios que disponen, neutralizar las propuestas originales de la
rebelión de abril. Presenciamos una campaña de juego sucio, a fin de
impedir los cambios necesarios y urgentes que necesita el país; la
salida inmediata de la dictadura y la democracia plena para que
Nicaragua alcance a ser república.
Los mismos millonarios y sus
voceros políticos que han hecho tanto daño al bienestar de la nación por
su alianza y sostenimiento al régimen Ortega-Murillo; se presentan
ahora, como siempre lo han hecho, como los defensores de los sectores
populares, de la democracia y de la lucha contra la corrupción. El
peligro es que “Síndrome de Pedrarias” pueda seguir determinando el
accionar de los políticos e influir en la política nacional.
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