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Nota de edición: El día 3 de febrero de 1909 nació Simone Weil. En ella la pregunta por el sentido del mal social (explotación y opresión) y de la desgracia o desventura de los humanos que tienen que enfrentarse con algo más que el dolor y el sufrimiento se hace mística.
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Está por hacerse un estudio comparativo de los escritos ético-políticos de Antonio Gramsci y de Simone Weil en los años treinta, en los años de entreguerras. Y sería muy interesante hacerlo. Podría ser tema para una tesina. Para introducir la obra de Simone Weil sin dejar del todo a Gramsci avanzaré algo sobre esta comparación.
La gran crisis bolsística y monetaria, que se inicia en EE.UU en 1929, ha tenido una enorme repercusión en Europa. El fascismo enzos de los años treinta y Hitler acaba de subir al poder en Alemania. Son años en los que el desempleo y la conflictividad social están en primer plano en toda Europa; son los años de la II República en España [cf. La lengua de las mariposas].
Mientras, en Italia, Gramsci está escribiendo, en 1934-1935, sus cuadernos en el aislamiento de la cárcel, ya muy enfermo, Simone Weil ha tomado una decisión muy drástica en su vida: ha dejado su puesto de profesora de filosofía en un instituto y ha decidido solicitar trabajo en una fábrica, primero en una empresa eléctrica, la fábrica Alsthom de París, y después en la fábrica de automóviles Renault de Boulogne-Billancourt.
Gramsci y Weil han tenido algunas experiencias parecidas. Ambos son universitarios y ambos han conocido de cerca la experiencia de la gran fábrica: Gramsci, que tenía 18 años más que Simone Weil, al acabar la primera guerra mundial, en la Fiat de Turín, entre 1919 y 1921; Weil catorce años después en la Renault de París. En esos años que van de 1921 a 1935 se está produciendo una reconversión industrial importantísima. Y, sobre todo, se está produciendo un cambio sustancial en la organización técnica del trabajo de fábrica.
Estamos en los orígenes del taylorismo y del fordismo, que han nacido en los EE.UU. [cf. sobre esto Tiempos modernos] y se están difundiendo por toda Europa [cf. Metrópolis]. Gramsci y Weil han reflexionado casi simultáneamente, en 1934-1935, sobre lo que este cambio significa, sobre lo que está representando la “organización científica” del trabajo, la mecanización de las funciones y los inicios de la automatización en el trabajo de fábrica. Gramsci lo ha hecho en las notas de los Cuadernos de la cárcel dedicadas específicamente al tema “taylorismo, americanismo y fordismo”; Simone Weil en un volumen que lleva por título La condición obrera y también en algunos pasos de sus Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social.
Antonio Gramsci y Simone Weil, siendo como eran, los dos, gentes de letras, personas con una formación humanista, se han formado en tradiciones que tenían, sin embargo, un gran respeto por la ciencia y por sus aplicaciones prácticas, tecnológicas. Gramsci en la tradición marxista, que ha vinculado siempre la emancipación de los hombres al progreso técnico y científico; Simone Weil en constante contacto con su hermano matemático, dialogando con él de cuestiones científicas, había hecho la tesis, en 1931, sobre un tema relacionado con la ciencia cartesiana: “Ciencia y percepción en Descartes”.
Pero ambos se han dado cuenta de la peligrosidad del cientificismo y del espíritu tecnocrático: Gramsci ha denunciado, en los Cuadernos, lo que llama “la superstición científica”, la infatuación de la ciencia de la época, que conlleva “ilusiones tan ridículas y concepciones tan infantiles que hasta la superstición religiosa acaba ennoblecida”; Simone Weil ha denunciado la tecnocratización y la idea de progreso técnico como una nueva forma de alienación y de empobrecimiento intelectual de los hombres.
Ambos, Gramsci y Weil, tienen entonces, en 1934-1935, un altísimo concepto de la ética. Son altruistas; son idealistas en lo moral.
Y aunque no se sienten a gusto con la formulación del imperativo kantiano actúan como si ese fuera su ideal: hacer un “nosotros” del propio “yo”. Se atienen a un altísimo concepto de la ética en sus vidas. En ambos casos se trata, en cierto modo, de una ética del sacrificio. Gramsci, en la cárcel, a pesar de la enfermedad, del aislamiento y de la soledad, se niega reiteradamente a firmar una petición de gracia al régimen mussoliniano con el argumento de que no quiere disfrutar de una situación privilegiada en comparación con otros trabajadores encarcelados por el fascismo por los mismos motivos que él; no quiere convertirse, dice, en “un pingo almidonado”.
Simone Weil quiere vivir como viven entonces los trabajadores de fábrica, compartir sus vivencias y sus sufrimientos.
Para ambos la ética de la convicción (en el sentido weberiano) es esencial y para ambos el hacer es la mejor forma de decir. Ambos, Gramsci y Weil, tienen como centro principal de interés la condición obrera. Pero no solo por interés intelectual o sociológico (por conocer y analizar), sino con la idea de que este conocimiento es básico para que la clase obrera pueda emanciparse. Gramsci piensa en el proletariado industrial y en el campesinado pobre. Weil en estos años también. Pero cada vez en los desgraciados, desdichados, humillados y ofendidos en general. Ninguno de los dos ha pensado que la clase obrera esté destinada a ir al Paraíso por su procedencia o por su lugar en el mundo. Y los dos han dado muchísima importancia a la subjetividad, a la voluntad de los sujetos. Uno es, en muchos aspectos, voluntarista. La otra es, en muchos aspectos, personalista.
Ni Gramsci ni Weil fueron políticos “profesionales” en el restringido sentido weberiano; no les satisfacía la política al uso y se sentían vinculados a formas alternativas de hacer política. Ambos critican la concepción de la política como mentira necesaria. Piensan que decir la verdad es revolucionario también en política. Y están
viviendo, además, en esos años, la tragedia personal que representa el complementar convicción ética y responsabilidad sociopolítica.
Nota:
Apuntes (no fechados) para sus clases de filosofía moral y política (NE).
Capítulo 2º del libro de Francisco Fernández Buey Sobre Simone Weil. El compromiso con los desdichados , editado por Salvador López Arnal y Jordi Mir.
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