Bernie Sanders, ex-candidato à presidência dos EUA
A
primera vista, cualquier director de campaña vería con alegría tener un
rival que como Donald Trump está sumido en permanente desconcierto e
inestabilidad, sujeto a múltiples críticas, ataques, y a burlas de todo
tipo y quien, por el rechazo que genera, tendría el potencial de sacar
de su apatía y motivar la movilización de las bases de sus opositores
demócratas. El campo estaría sembrado para que alguien lo coseche en las
elecciones del 2020. La cuestión es quién.
Actualmente
una docena de figuras se mantienen en campaña para obtener la nominación
como candidato por el Partido Demócrata, pero hay cuatro o quizás cinco
de ellos que tienen mayores posibilidades y respaldos: Joe Biden,
Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar.
Joseph
Biden, de 76 años de edad, es un político típico del establishment, de
larga carrera en la capital del país y quien fungió como vicepresidente
durante los 8 años del mandato de Barack Obama. Ahora se presenta como
un “moderado”, pero sus cuatro décadas en Washington lo hacen fácilmente
identificable como parte de la estructura de poder e integrante de la
denostada elite de la capital. Asimismo sus muchas posiciones
impopulares y pro oligárquicas adoptadas en el pasado, algunas medio
olvidadas por las mayorías, podrían seguir saliendo a la palestra
durante esta campaña presidencial.
Biden ha sido criticado
por su papel facilitador desde la presidencia del Comité de Relaciones
Exteriores del Senado para la agresión a Iraq en tiempos del republicano
W. Bush, y también por actuaciones censurables cuando fungió como
presidente del Comité Judicial, y ha sido acusado por varias ex
colaboradoras de haberse propasado irrespetuosamente con ellas.
Tampoco
está claro cuánto de cierto hay en que habría intercedido en favor de
su hijo cuando la empresa ucraniana donde hacia negocios estaba siendo
investigada, un tema que no ha quedado del todo silenciado durante el
actual proceso de impeachment contra Trump.
El ex
vicepresidente tiene el respaldo de la maquinaria del partido y de los
sectores financieros, y con ello una cobertura bastante favorable desde
los medios de difusión, donde los puntos flacos de su trayectoria son
opacados.
Elizabeth Warren, de 69 años, ex profesora
universitaria y senadora demócrata por Massachusetts desde 2013, es una
aspirante con buenas posibilidades. Ha prometido combatir un sistema
económico manipulado en favor de los ricos. Ha montado su campaña en la
presentación de una serie de bien formuladas y concretas propuestas
programáticas, muchas de ellas enfocadas en restringir abusos y
mecanismos manipuladores por parte de Wall Street y otros. Por ello es
presentada como de filiación en la izquierda del partido, aunque en
etapas tempranas de su carrera política habría tenido simpatías por los
republicanos.
Bernie Sanders, de 78 años, ex representante
en la Cámara durante 16 años antes de ser electo senador independiente
por el pequeño estado norteño de Vermont. Con un currículo de vida y
activismo junto a los sectores progresistas, se colocó como uno de los
políticos de mayor atractivo luego de una sorprendente campaña durante
las pasadas elecciones presidenciales en 2015-2016.
Entonces,
como ahora, Sanders enfrentó la hostilidad de la maquinaria del partido
a pesar del notable entusiasmo que despierta en las bases y en los
jóvenes, y de su potencial para lograr mayor concurrencia a las urnas,
lo cual es un elemento de primer orden en la determinación de un
resultado electoral que favorezca a los demócratas. Sanders cuenta con
una robusta red de pequeños donantes y con cuantiosos fondos para seguir
adelante. Los grandes medios tratan de alimentar la impresión de que su
momento ha pasado.
Pete Buttigied, ex alcalde de South
Bend, Indiana, quien con 37 años es el más joven de los aspirantes
demócratas, despliega con un discurso lleno de generalidades retoricas,
pero bastante efectivo, donde enfatiza ser portador de nuevas soluciones
como parte de una nueva generación de políticos. Es asimismo un
autodeclarado homosexual.
Buttigieg es toda una incógnita.
Mientras alguien ha señalado que este político se crió en una familia
de simpatías socialistas, lo cierto es que está recibiendo cuantiosos
fondos de donantes millonarios. Hace unas semanas la revista Forbes
reportaba que 39 multimillonarios habían hecho donativos a su campaña lo
que muestra un sello de aprobación por parte de la elite.
Después
de ese cuarteto de favoritos podría mencionarse la senadora Amy
Klobuchar, de Minnesota, estado del Medio Oeste fronterizo con Iowa,
donde tendrá lugar la primera votación interna demócrata. En su mensaje
la senadora se presenta como representante del “corazón” del país y de
extensas zonas rurales muy golpeadas por la globalización neoliberal.
Ella espera que triunfar en Iowa la posicionará competitivamente en la
campaña. Klobuchar ejerció como fiscal y abogada corporativa. Ha habido
menciones de vínculos de Klobuchar con los Clinton.
Por
último, ya en etapa tardía, se ha lanzado al ruedo el multimillonario
Mike Bloomberg, ex alcalde de Nueva York y poseedor de una de las más
grandes fortunas del país, quién abiertamente trata de “comprarse” la
presidencia. Es una figura de poco carisma y sin una base real en el
partido, y que no parecería ser un candidato viable salvo por su
disposición a inundar la campaña con el más extenso y costoso despliegue
de anuncios pagados durante unas elecciones primarias.
Intentos de manipulación por la maquinaria del Partido Demócrata
El
reflejo de la declinación del país y del negativo impacto acumulado de
políticas neoliberales en las últimas décadas, se reflejan en un
extendido desencanto, frustración y rechazo a las elites por parte de
grandes mayorías, de modo que las posiciones de Warren y de Sanders
reciben bastante respaldo. Acorde con ello, el grueso de los demás
aspirantes demócratas ha acomodado su discurso a una tónica populista,
aunque con escaso éxito.
Como trasfondo, desde un primer
momento, se ha hecho evidente el temor que la figura y posicionamiento
de Sanders genera en sectores establecidos y en la maquinaria demócrata.
La
estructura nacional y la maquinaria electoral del Partido Demócrata
están controladas desde hace más de dos décadas por una camarilla
neoliberal en la que sobresalen, y se reparten cuotas de poder, los ex
presidentes Bill Clinton y Barack Obama, la esposa del primero, Hillary,
y otros políticos con vínculos privilegiados en Wall Street y el mundo
empresarial.
En consecuencia el liderazgo de ese partido
generalmente predica la moderación y el pragmatismo, lo que dicen
resultaría atractivo a los sectores de centro tanto de ese partido como
votantes republicanos escépticos respecto a Trump. Es casi el mismo
enfoque que los llevó en las pasadas elecciones a forzar la nominación
de Hillary Clinton que condujo a su espectacular fracaso.
Por
tanto, parte fundamental del trasfondo y los rejuegos de la campaña
electoral 2020 han sido los esfuerzos desplegados por el Partido para
contrarrestar a Sanders, y en alguna medida a Warren, a quienes
presentan como demasiado a la izquierda, a la vez que han tratado de
promover otros candidatos más afines al sistema.
La dinámica entre los dos principales candidatos del ala progresista
Warren
y Sanders cuentan con la mayor energía en las bases sociales, están
entre los que despiertan mayor entusiasmo y enarbolan muchas de las
ideas y posiciones más críticas acerca de la actual realidad
estadounidense, y sobre la necesidad de cambios sustantivos. Son
asimismo quienes han logrado montar una recaudación millonaria de fondos
basada en masivas pero pequeñas donaciones por millones de ciudadanos
comunes, al tiempo que rechazan las grandes donaciones corporativas.
Ante
las indudables posibilidades que tienen ambos se produce una lógica y
latente porfía entre ellos para hacerse con el respaldo de los sectores
progresistas y de las potenciales mayorías demócratas. Aunque las
posiciones más definidamente progresistas son las de Sanders, se ha
señalado que los argumentos no son tanto en torno a políticas, sino
respecto a estrategias, o sea: quien tiene la capacidad, o cual es la
mejor manera de crear una coalición que pueda derrotar a Trump en
noviembre, en el Colegio Electoral.
La campaña de Warren
se posiciona y presenta a la senadora como la candidata de la unidad, la
que podría reagrupar a un partido fracturado, como se evidenció en 2016
y que, a diferencia de Sanders, puede lograr el respaldo de todas las
alas o vertientes demócratas.
Ese mensaje de la unidad
contrasta con el de Sanders respecto a la posibilidad de ser electo, y
de ser el quien tendría la capacidad de movilizar tanto a votantes que
dieron respaldo a Trump aquel año, como a los jóvenes y a todos aquellos
que prefirieron mantenerse al margen y no votar.
Analistas
de izquierda arguyen que la propuesta de Sanders tiene más alcance y
relación con anteriores derrotas demócratas: apostar por atraer nuevas
masas de gente a la participación electoral. Cambiar tanto la naturaleza
del Partido Demócrata, así como derrotar a Trump.
Sera
fundamental la definición de la puja de quien prevalece en esa ala
progresista y popular del partido, así como entre los candidatos de
vocación más tradicional o neoliberales que la maquinaria demócrata
viene favoreciendo, y que también podrían llegar con fuerza a la
convención de julio. Ello no quedara zanjado en las tempranas primarias
en febrero, pero estas seguramente dejaran ver más claramente el
panorama electoral de este año.
https://www.alainet.org/es/articulo/204562
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