Silvia Ribeiro *
Se está gestando un ataque en
varios frentes por parte de las mayores trasnacionales de los
agronegocios –junto con las de informática y otras– para apropiarse de
la decisión global sobre políticas agrícolas y alimentarias. El intento
es reconfigurar el sistema de gobierno internacional –actualmente basado
en agencias públicas y de Naciones Unidas, como la FAO– y de
investigación agrícola para crear instituciones globales manejadas por y
dependientes de las transnacionales, pero desde donde se pretende
instaurar políticas públicas para todos los países. O sea, políticas que
nos afectan a todos y todas, que definen la calidad, cantidad y
condiciones de acceso a los alimentos, en desmedro de las redes
campesinas, que son las que producen la mayoría del alimento que consume
70 por ciento de la población mundial, y de la posibilidad de definir
nuestra propia alimentación.
Se trata de tres iniciativas internacionales que vinculan los temas
de gobierno, nuevas tecnologías e investigación agrícola: una Cumbre
Mundial de Sistemas Alimentarios, a realizarse en 2021, una propuesta
para establecer un concejo digital internacional de agricultura y
alimentación y una propuesta de
unificaciónde los centros de investigación agrícola pública internacionales (sistema Cgiar) bajo una sola mesa directiva global, en función de intereses corporativos. Son iniciativas digitadas por trasnacionales y filantrocapitalistas, como la Fundación Bill y Melinda Gates. El nuevo informe The next agribussiness takeover, del Grupo ETC, analiza estas propuestas y su contexto ( https://tinyurl.com/wbf25tg).
Paradójicamente, se presentan como iniciativas
públicas, por el involucramiento de actores de Naciones Unidas o gobiernos, pero lo que subyace son estrategias para sabotear el multilateralismo, evitar la supervisión pública y, sobre todo, evitar que organizaciones campesinas, indígenas, de derecho a la alimentación y otras puedan opinar y actuar sobre estos procesos.
Por ejemplo, la Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios fue anunciada
en 2019 por Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas,
desde su sede en Nueva York, afirmando paralelamente que se realizará en
colaboración con el Foro Económico Mundial (Foro de Davos), donde se
reúnen las trasnacionales y los más ricos del mundo. La FAO y otras
agencias multilaterales de la ONU no fueron consultadas, sino
posteriormente.
Se podría creer que una cumbre convocada por el secretario general es
una cumbre de Naciones Unidas. Pero esto no es así, como tampoco lo son
las cumbres del Clima o de los Océanos, realizadas antes en Nueva York.
Son anunciadas desde un cargo público y usando las instalaciones de
Naciones Unidas, pero con actores privados. Quién participa y cómo,
depende de las posibilidades económicas que se tenga para llegar allí, o
que alguno de los financiadores, filantrocapitalistas o empresas,
solvente el gasto. La dinámica, decisiones y declaraciones son decididas
por esos organizadores.
En las agencias de la ONU, como la FAO en el caso de agricultura y
alimentación, todos los países miembros deben participar, cada uno con
un voto, y para ello se debe garantizar desde la ONU la participación de
los países pobres. Dentro de esos organismos hay mecanismos para que
los grupos afectados participen en las negociaciones. En el caso del
Comité Mundial por la Seguridad Alimentaria, que reúne a todas las
agencias de Naciones Unidas relacionadas con el tema, se formó un
Mecanismo de la Sociedad Civil, que se autoorganiza para discutir los
temas en negociación y garantizar se expresen las posiciones,
especialmente de las organizaciones campesinas e indígenas.
Sería ingenuo creer que esto alcanza para que haya participación
igualitaria de los países y las empresas siempre han intervenido,
cabildeado y presionado dentro de Naciones Unidas de todas formas. No
obstante, la propuesta ahora viene directamente desde los centros de
poder de las trasnacionales, en este caso a través de la Iniciativa de
Sistemas Alimentarios del Foro de Davos, y es parte de una estrategia
global para garantizar que sean las propias empresas las que definan las
políticas públicas.
La intención es asegurar las mejores condiciones en todo el mundo para desplegar la
agricultura 4.0, es decir, agricultura industrial dependiente de alta tecnología, desde cultivos transgénicos y semillas corporativas hasta sistemas digitalizados en producción y comercio, todo controlado por las trasnacionales de agronegocios y las plataformas digitales con las que están aliadas (Ver La insostenible agricultura 4.0, https://tinyurl.com/qt2emkt).
Como una forma de afianzar esto, Guterres nombró enviada especial
para la Cumbre de Sistemas Alimentarios a Agnes Kalibata, presidenta de
AGRA (Alianza para la Revolución Verde en África), iniciativa para
devastar ese continente con agricultura industrial y transgénica,
promovida por la Fundación Gates.
El Comité Internacional de Planificación para la Soberanía
Alimentaria, que reúne a miles de organizaciones campesinas y de la
sociedad civil que han interpelado a las cumbres de la Alimentación
desde 1996, lanzó una carta pública de protesta –aún abierta a firmas–
exigiendo al secretario general de la ONU que separe a Kalibata del
cargo y cuestionando la forma de organización de esta nueva cumbre (https://tinyurl.com/vr22583).
* Investigadora del Grupo ETC
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