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viernes, 28 de febrero de 2020

El negro historial del Festival de Viña del Mar

ERqBYG2XkAE5K8bHugo Farias Moya

El lunes 24 de febrero fuimos junto a mi familia al festival de la canción de Viña del Mar. Se presentaban tres mujeres valientes y talentosas y por eso no ameritaba perderse este magno evento musical. Nuestra hija Camila nos compró las entradas con anticipación y viajamos con algunos días antes a la quinta región a disfrutar de unos días de vacaciones.
Debo aclarar que nunca en sus 61 años de historia había asistido a este festival. Siempre lo he considerado como la cuna de la derecha que astutamente lo ha logrado catapultar como un evento casi nacional. Como que los chilenos tenemos la obligación de enorgullecernos de este evento musical y así lo han instalado en el imaginario colectivo de la nación.
Pero en sus 61 años de vida de negro historial han dejado una huella enorme en el afán de lograr que este se identifique con lo más rancio de la derecha, no solamente de Chile, sino también de habla hispana. Siempre la Municipalidad de Viña del Mar ha sido el bastión de la derecha y así lo hacen ver para este evento de propaganda al servicio de la clase dominante de Chile.
En el nacimiento del Festival de Viña del Mar, que era conducido por Ricardo Garcia, que después fue el Director del sello discográfico Alerce, durante la dictadura, se le imprimió un carácter ciudadano y nacional. Pero esto no pasó de ser una buena idea, que como tantas otras, se desvirtuó en lo conocimos años más tarde. Después de este evento de carácter nacional pasó a convertirse en un evento internacional donde las arcas municipales vieron un buen motivo de llenarse los bolsillos.
Anécdotas hay por montones para rememorar estos hechos de carácter fascista. En 1972 TVN transmitió por primera vez a todo Chile el Festival. Ese año vino invitada la cantante de color sudafricana Mirian Makeba, que por entonces era famosa por interpretar el popular tema “pata pata”. Cuando terminaba su acto en pleno gobierno de la Unidad Popular pidió un aplauso para el Presidente Salvador Allende y para el pueblo chileno. Por supuesto que el facherío presente en la Quinta Vergara no le perdonó su osadía y comenzaron con una rechifla que no la pudo dejar cantar.
En el festival de la versión del año 1973 le tocó al turno de subir al escenario al conjunto folklórico Quilapayún, con la derecha pidiendo abiertamente el golpe de estado contra Allende. De hecho se inundó la quinta con panfletos que decían que había que cortarles la cabeza a los “upelientos”. Cuando comenzaron a cantar ya los momios de ese tiempo hicieron una batalla campal y no los dejaron actuar.
En el verano de 1974 en pleno gobierno militar, el comediante Bigote Arrocet le cantó a Pinochet, junto a su señora en el palco de honor, la canción libre del cantante Nino Bravo, que un año antes había muerto por un accidente automotriz. Esa vez el zalamero, por usar una palabra más elegante, realizó una patética performance ante todo el país. Este, después de contar algunos chistes homenajeó a la dictadura cantando de rodillas, con las manos al cielo, agradeciendo la “libertad” que nos devolvieron los milicos. Nunca en la historia del Festival hubo una noche más patética y fascista que esta.
Con los años siguientes los artistas chilenos y comprometidos con la oposición a la dictadura nunca fueron invitados. La Alcaldesa María Eugenia Garrido, nombrada a dedo por el dictador, censuraba a los artistas y a cualquier acto que oliera a comunismo. Ejemplo claro de esto fue la no invitación al conjunto nacional “Los Prisioneros” en plena auge de la voz de los 80, justicia que se reparó cuando llegó la seudo “democracia” que nos ha gobernado por largos 30 años.
Siempre el Festival de Viña del Mar ha sido, hasta el lunes 24 de febrero de 2020, un bastión absoluto de la derecha, de la reacción, del fascismo puro. Ha sido el bastión de propaganda absoluta y sin ninguna oposición del facherío, de la burguesía. Hasta el año pasado el locutor Martín Cárcamo se atrevió a pedir democracia para Venezuela. Claro que esta vez no pidió lo mismo para Chile. El doble estándar es abismante.
Todo esto se fue al carajo este último festival. Tanto ha sido el dolor para la derecha, que el Senador y niño símbolo de la corrupción, el del raspado de olla, el talibán fundamentalista de Iván Moreira ha hecho escándalo de proporciones porque la izquierda se ha tomado el Festival de Viña. No puede entender que después de toda la campaña en contra de Mon Laferte, de llamarla a funar, de realizar campaña para que no compren entradas para ver a las tres mujeres artistas, valientes y talentosas y con olor a comunistas de ese día. Claro, la palabra cultura y rebeldía no está en el léxico de la derecha. Aun así después de toda esa propaganda del terror igual la Quinta Vergara se llenó de juventud rebelde y valiente. Habían prohibido los cánticos, las pancartas. Habían prohíbo pensar y actuar. Pero aun así los jóvenes, con su natural rebeldía y osadía igual mostraron sus carteles y cantaron a rabiar. Lo demás todos lo vieron en la televisión, no pudieron silenciar a casi 20 mil almas demostrando su rabia.
Siempre habrá un antes y un después de este día hermoso, porque ya la Quinta Vergara no es su bastión exclusivo.
Podemos decir con orgullo: Y también nosotros estuvimos ahí ese día.

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