Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
Corrían las primeras semanas
de la guerra de Estados Unidos contra Irak en 2003 y al mismo tiempo
subían de tono, muy agresivamente, las persistentes campañas de
calumnias y mentiras de la potencia norteña contra la revolución cubana.
Fogoneada por los principales medios estadunidenses como el New York Times y el Washington Post; de España, El País, y de Buenos Aires, La Nación,
sus semejantes en la región latinocaribeña al igual que los grandes
conglomerados electrónicos como Fox News y CNN, se extendía como mancha
de petróleo una enrarecida y furibunda campaña anticubana. De repente,
en el momento más dramático e intenso de vociferación e histeria
comunicacional, cuando parecía que la ola mediática era imparable y
podía llegar a imponer su odioso e injusto sentido común contra la isla
rebelde, un artículo de Pablo González Casanova irrumpió como un rayo en
la portada de La Jornada, de México, el 25 de marzo. Dentro de un mes y días hará 17 años de aquel sacudón.
Decía don Pablo: Uno siente que la humanidad está en grave peligro.
Cuando hay una terrible carnicería en Irak con bombas y superbombas que
relampaguean a todas horas, en todo el mundo se enjuicia y condena a
Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando Estados Unidos hace
una guerra de conquista para apoderarse del país que poseía la primera
reserva de petróleo mundial no privatizada, se condena a Cuba por
violación a los derechos humanos. Cuando la mayor parte de las naciones
del mundo padecen crecientes problemas de desempleo, insalubridad,
hambre y educación, mientras en Cuba toda la población tiene empleo,
servicios de salud, alimentación y escuelas, se condena a Cuba por
violación a los derechos humanos. Cuando a la anunciada invasión a Irak
añaden nuevas amenazas de intervención contra el eje del mal,
en el que Estados Unidos incluye a Cuba al tiempo que acentúa el bloqueo
de más de cuatro décadas contra la isla, se acusa de violación de
derechos humanos a Cuba.
Aquel artículo le dio la vuelta al globo y, junto a una definitoria
declaración de apoyo a la isla de Gabriel García Márquez y otras
publicaciones aparecidos en este diario en defensa de la
autodeterminación y soberanía de Cuba, se extendieron como onda
expansiva y enfriaron la campaña de los medios hegemónicos. Ello, unido a
la lectura por González Casanova, en la Plaza de la Revolución de La
Habana, de un llamamiento por la paz del mundo salido de un grupo de
amigos en México desencadenó un debate de gran calado a escala
internacional en importantes sectores de la intelectualidad y la
academia sobre la peligrosidad del gobierno de Bush y su estrategia de
agresión militar precedida de guerra mediática contra los países con
grandes recursos petroleros como Irak, Libia y Venezuela o simplemente
incómodos como Cuba. Estas acciones y el apoyo que en cuestión de horas y
días recibieron de la intelectualidad en muchos países contribuyeron a
diluir el peligrosísimo clima bélico contra Cuba que intentó gestar el
gobierno de W. Bush.
Titulado Con Saramago hasta aquí y con Cuba hasta siempre,
el artículo de González Casanova respondía a un lamentable escrito del
Nobel, pero en una posdata escrita, parte en México, parte en Madrid,
decía esperar que Saramago no apoyara la campaña contra Cuba. Previó así
la rectificación del portugués, cuya amistad con la isla continuó hasta
el final, no obstante el exabrupto que provocó la dura respuesta del
sociólogo mexicano. Y es que don Pablo ha acompañado siempre las luchas
de liberación, en nuestra América y en el mundo, y Cuba ha sido para él
algo muy especial. Una relación iniciada, según ha contado, por la
influencia que en El Colegio de México tuvo en su apropiación del
marxismo el cubano-martiano Julio Le Riverend, notable historiador
cubano, militante entonces del viejo partido de los comunistas cubanos y
también luego del fundado por Fidel. La estrecha y activa solidaridad
con Cuba, en todo caso, ha sido una constante en la vida de don Pablo,
quien ha recibido, además del doctorado honoris causa por la
Universidad de La Habana, la Orden Nacional José Martí, la más alta
condecoración que entrega el gobierno cubano. Como era de esperar, la
revolución bolivariana y chavista también ha estado siempre en su radar.
En un artículo publicado en La Jornada, el también comandante
Pablo Contreras del EZLN expresó: Paradójicamente –como ya ocurrió en
la larga historia del proceso revolucionario en Cuba– hoy, frente al
sostenido y creciente ataque contra Venezuela, ni el propio pueblo
venezolano ni el poderoso imperio que con sus incontables engaños dice
hacer todo lo posible por salvar al pueblo venezolano de una nueva y
feroz dictadura, ni el imperio ni el pueblo empobrecido y rebelde logran
derrocar al criminal e inepto gobierno, por lo que el imperio se ve
obligado a añadir otro gran engaño, sosteniendo que la situación
política de Venezuela representa sobre todo un gran peligro para la
seguridad nacional de Estados Unidos.
Twitter: @aguerraguerra
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