CELAG
Macri
hizo lo mismo de siempre: contrajo deuda a sabiendas de que no podía
pagarla, y esta vez como representante de todos los argentinos, acabó
lesionando buena parte del patrimonio público.
Sin
control del movimiento de capitales da igual tomar deuda en pesos o en
dólares. Son dos peces distintos con el mismo aroma. El Gobierno de
Macri no lo sabía y lo aprendió de la peor manera. Empezó como el Cid,
queriéndonos liberar del cepo que impedía a los ilusos argentinos tener
dólares, y terminó como el Quijote, rendido ante los molinos de la
realidad. Dicho de manera más directa: el fin de los controles
cambiarios fue uno de los pasos definitivos hacia su precipitado final.
Retirar el cepo significó la invitación a una fiesta en la que se
liberaba la posibilidad de adquirir un bien preciado, el dólar, que
apenas estaba disponible. La respuesta inmediata fue la de salir
desesperadamente a buscar esos dólares para que la ciudadanía pudiera
satisfacer un apetito culturalmente longevo. ¿Cómo? Tan simple como
suicida: vía deuda. Macri creyó poder disfrutar de dólares contrayendo
deuda como ya lo había hecho en épocas anteriores, eso sí, siempre
salvándose de la tarea de tener que pagarla. Siendo empresario disfrutó
la ventaja de que le estatizaran unos 17 millones de dólares de la deuda
de su grupo empresarial en 1982; igual suerte tuvo en 2002, cuando le
pesificaron la deuda de 396 millones dólares, por no mencionar su famosa
deuda con el Correo Argentino y que intentó no pagar gracias a un
acuerdo entre “su” empresa y “su” Gobierno, que le exoneraba del 99% de
la misma. Como presidente de Boca Juniors durante 12 años inició un
ciclo de endeudamiento que duplicó el pasivo en dólares de la
institución. Como gobernante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
repitió la experiencia, y multiplicó por 3,8 la deuda del distrito, que
pasó de 559 a 2.138 millones de dólares en sólo 7 años de gestión; y
luego, como de costumbre, el PRO siguió pateándola hasta que en algún
momento serán los ciudadanos quienes la paguen.
Esta vez, ya
como presidente, el proceso fue el siguiente: primero se endeudó con
acreedores privados (por 66.000 millones de dólares), y cuando ese grifo
ya no daba para más se fue a buscar desesperadamente al FMI (hasta
44.000 millones de dólares) para ofertar más dólares que ahora tenían un
doble propósito: por un lado, seguir manteniendo la oferta de divisas
sin implementar un cepo y, por otro, comenzar a pagar algo de la deuda
contraída. De esta forma, la deuda externa comenzaba a tornarse deuda
eterna. Pero, eso sí, siempre con un mismo factor común: que viniera
otro a pagarla.
Y así fue: Macri perdió las elecciones y, de
nuevo, como buen escapista, intenta sortear su responsabilidad para
afrontar el pago de su propia deuda. En sus últimos días, ya con el agua
al cuello, y ante la imposibilidad de seguir pagando la deuda que él
mismo contrajo, puso un súper-cepo y “defaulteó” la deuda. La
administración cambiaria, que por algo existe en la mayoría de países
desarrollados -aunque muchos crean que practican un sistema de libre
movilidad-, volvía a fungir de torniquete para una hemorragia que ya
estaba demasiado avanzada.
El Macri-Presidente actuó como el
Macri-Empresario. Hizo lo mismo de siempre, pero esta vez como
representante de todos los argentinos, y acabó lesionando buena parte
del patrimonio público argentino. Contrajo deuda a sabiendas de que no
podía pagarla, a la que no le dio utilidad productiva y, lo que es aún
peor, buena parte de la misma sirvió para que unos pocos amigos fueran
los grandes ganadores en medio de tanta calamidad económica y social.
A estas alturas, la pregunta cae por su propio peso. ¿No es hora de que
Macri asuma su responsabilidad en el pago de esta deuda impagable?
Después de todo, como dijo Macri, “¡quien las hace las paga!”
Alfredo Serrano, director CELAG.
No hay comentarios:
Publicar un comentario