La ocupación israelí en Medio Oriente, la más prolongada en la historia moderna
Robert Fisk
▲ El presidente palestino, Mahmoud Abbas, muestra mapas de la Palestina
histórica, el plan de partición de 1947 de las Naciones Unidas, las
fronteras de 1948-1967 entre los territorios palestinos e Israel y un
mapa actual durante una reunión de emergencia de la Liga Árabe.Foto Afp
Beirut. Cuando los dos
defraudadores políticos salieron esta semana en la Casa Blanca con la
tragicomedia más desquiciada y ridícula en la historia de Medio Oriente,
era difícil saber si reír o llorar.
El plan de
pazde 80 páginas de la Casa Blanca contiene 56 referencia a la
Visiónen las primeras 60 páginas, y sí, con V mayúscula en cada ocasión para sugerir, supongo, que el
trato del sigloera una revelación sobrenatural. No lo es, aunque tal vez fue escrita por un súper israelí.
Dice adiós a los refugiados palestinos, al famoso y malhadado
derecho al retornoy a todos los que hoy languidecen en los campamentos de Medio Oriente; adiós a la vieja ciudad de Jerusalén como capital palestina; adiós a la UNRWA, la agencia de ayuda de Naciones Unidas. En cambio, da la bienvenida a una ocupación permanente israelí en Cisjordania y a la anexión total de casi toda colonia judía construida allí en contravención del derecho internacional.
Es un hecho, por supuesto –y lo ha sido durante días– que esta
tontería puede arrojar un poco de polvo mágico sobre las tribulaciones
de los líderes de Estados Unidos e Israel. Cuando los dos rufianes, el
indiciado Donald Trump y Benjamin Netanyahu, acusado de corrupción,
recibían sonrientes el aplauso de sus partidarios en Washington, quedó
claro al instante que este mendaz documento –que contiene absurdos,
parodia y banalidad en casi igual proporción– destruye para siempre
cualquier esperanza de un Estado palestino independiente de cualquier
tipo. No es lo que dice, pero uno solo tiene que echar un ojo a la
palabrería, en la que la ocupación israelí, la más prolongada en la
historia moderna, se describe como un
enclave de seguridady el acuerdo de Oslo es desechado como un pacto que produjo
oleadas de terror y violencia.
Cierto, todos deben leer las 80 páginas. Y todo lector debe
repasarlas dos veces, en caso de que en la primera lectura pasen por
alto algunas indignidades adicionales infligidas a los palestinos.
El documento no sólo es un regalo a Israel. Encarna todas las
demandas israelíes presentadas a Washington (y algunas más) y destruye
de hecho todo esfuerzo hecho por el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, toda resolución de la ONU sobre la retirada israelí, todo
esfuerzo de la Unión Europea y del Cuarteto para Medio Oriente de
producir una resolución justa a la guerra palestino-israelí.
En pocas palabras, conforme a este
tratoperverso, condenado al fracaso desde los primeros segundos, Israel obtendrá para siempre la totalidad de Jerusalén, la mayor parte de Cisjordania, será dueño de casi toda colonia judía en territorio ocupado y dominará a un pueblo palestino desarmado, trunco y neutralizado, el cual debe prometer referirse a Israel como
el Estado nacional del pueblo judío(aunque casi 21 por ciento de su población es árabe), censurar sus propios libros de texto, arrestar e interrogar a quien ose oponerse al ocupante israelí, y que tendrá un puñado de aldeas fuera de las murallas de Israel a las que podrá llamar su capital.
Cierto, es un documento único e histórico el que los maquinadores de
Trump (en especial su yerno Jared Kushner) han producido, puesto que su
creencia de que los palestinos soñarían con aceptar un conjunto tan
absurdo y desquiciado de demandas políticas no tiene precedente en el
mundo occidental. Pero ¿cuándo debemos los periodistas ponerle un freno,
me pregunté al terminar de leer las 56
Visiones–hay otras, por cierto, en minúsculas, así como varias
misiones– y la lista de prohibiciones impuestas a los palestinos?
Entre estas prohibiciones figura, debemos hacer notar, la instrucción de que
el Estado de Palestina no puede afiliarse a ninguna organización internacional si tal afiliación contradice los compromisos del Estado de Palestina con la desmilitarización y el cese de la guerra política y judicial contra el Estado de Israel. Así que adiós también a la protección de la Corte Penal Internacional.
Algunos de mis colegas sufrieron una apoplejía, como Marwan Bishara,
de Al Jazeera. Farsa, fraude, demencia, surrealismo, oportunismo,
populismo y cinismo. Usó todas esas descripciones. Gideon Levy, mi héroe
del diario israelí Haaretz, no se mostró tan apopléjico, más bien apocalíptico. Es
el último clavo en el ataúd de ese cadáver viviente llamado solución de dos estados, escribió, y crea una realidad
en la que el derecho internacional, las resoluciones de la comunidad internacional y en especial las instituciones internacionales carecen de sentido.
No hay Estado palestino, cito a Levy, y jamás lo habrá. Tendrá que
ser una democracia entre Jordania y el Mediterráneo –derechos iguales
para israelíes y palestinos–, o Israel se volverá un Estado de apartheid. Trump ha creado
un mundo en el que el yerno del presidente de Estados Unidos es más poderoso que la Asamblea General de Naciones Unidas. Si se permiten los asentamientos, todo está permitido. Así es.
Pero ¿los escritores, periodistas y
expertostenemos todavía las herramientas para hacer frente a esta locura? ¿No es momento –no solo el fin de la moralidad, la justicia, la integridad, la dignidad– de hacer una pregunta más importante que nunca: cuándo los periodistas dejarán de tomar en serio estas tonterías (y a sí mismos)? Ya sólo escribir de esta vacilada de Trump como si fuera real o viable, o incluso discutible, es degradante, humillante, ridículo. No sólo para la gente de los medios, sino para quienes deben sufrir las consecuencias de este espantoso documento, los palestinos y todos los que han apoyado de buena fe sus perfectamente razonables demandas de libertad y justicia.
Pocas horas después de leerlo me di cuenta de que, para cada musulmán
antiisraelí que cree en la fantástica y demencial verborragia de la
conspiración sionista, estas 80 páginas de la Casa Blanca reforzarán sus desquiciadas creencias. En casos como este, tal vez deberíamos invitar a nuestros comediantes a volverse reporteros. O pedir a nuestros cartonistas que escriban la nota. O tal vez deberíamos volver a esa vieja tira cómica, Aunque usted no lo crea, para que se entienda lo que ocurre.
Aunque usted no lo crea: un presidente de Estados Unidos dio a una potencia extranjera el poder de ocupar eternamente la tierra de otro. Para mí, eso captura la historia en 15 palabras.
Pero no olvidemos que, a cambio de su abyecta rendición, los
palestinos obtendrán dinero, dinero y más dinero: millones de billetes
verdes desglosados en páginas de gráficas y planes de financiamiento, y
turismo fast track (esa frase se usa realmente en el documento), así como
inversiones masivas,
mejoramiento social(sic),
autodeterminación(sic de nuevo, creo) y “una vía hacia una vida nacional dignificada, respeto, seguridad y oportunidad económica…”
Y ¿acaso nuestro Boris Johnson no le dijo a Trump que es
un paso positivo hacia delante? ¿Y nuestro Dominic Raab no la llamó una
propuesta seria, digna de
consideración genuina y justa?
Aunque usted no lo crea, de hecho.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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