The Intercept
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
Un psicólogo que ayudó a
diseñar y ejecutar las “técnicas de interrogatorio mejoradas” de la CIA
testificó en audiencia pública el martes por primera vez en relación
con el juicio de cinco hombres acusados de planear los ataques del 11
de septiembre.
“Desde el principio sospeché que terminaría aquí”,
dijo James Mitchell ante un tribunal de la Bahía de Guantánamo. Vestido
con un traje gris oscuro y una corbata roja brillante, Mitchell declaró
que aunque podría haber testificado a través de un enlace de video,
había decidido venir en persona. “Lo hice por las víctimas y sus
familias”, le dijo a James G. Connell III, abogado de Ammar al-Baluchi,
uno de los acusados. “No por Vds.”
Y añadió: “Vds. han estado diciendo cosas falsas y maliciosas sobre mí y el Dr. [Bruce] Jessen durante años".
Mitchell y su colega Jessen habían sido interrogados previamente en declaraciones extrajudiciales juradas
grabadas en video en un caso civil, pero los procedimientos en curso en
el complejo de la corte militar en Guantánamo representan las primeras
apariciones en sala como testigos de los dos psicólogos. El martes, el
acusado de ser el arquitecto de los ataques del 11 de septiembre, Khalid
Sheikh Mohammed, se sentó a pocos metros de los hombres que le
sometieron a simulación de ahogamiento (o submarino) en 183 ocasiones en
un sitio negro de la CIA, en Polonia, en marzo de 2003.
La
audiencia del martes conformaba una moción para suprimir las
declaraciones hechas por los acusados del 11 de septiembre cuando
estaban detenidos, incluso después de que se les trasladara a Guantánamo
desde los sitios negros de la CIA. Los abogados defensores alegan que
las declaraciones que hicieron los hombres presos en Guantánamo no
fueron voluntarias debido al profundo impacto de sus torturas previas, torturas que fueron supervisadas por Mitchell y Jessen.
Las
técnicas de tortura aprobadas por la administración George W. Bush
fueron utilizadas por la CIA como parte del programa de entregas
extraordinarias, detención e interrogatorio desde 2002 a 2008. Estos
métodos, incluido el submarino, estaban diseñados para “condicionar” a
los prisioneros y que brindaran información a interrogadores y
analistas.
La CIA renunció a esas duras técnicas de interrogatorio en 2009; el informe sobre las torturas elaborado en el Senado
consideró que el programa violaba tanto las leyes estadounidenses como
las internacionales, y que no podía generar información utilizable para
las operaciones antiterroristas.
Mitchell y Jessen dirigieron una
empresa contratante que proporcionó interrogadores y personal de
seguridad al programa de la CIA con un coste de 81 millones de dólares a
lo largo de varios años. Durante ese tiempo, los psicólogos realizaron
personalmente interrogatorios, entrenaron a interrogadores, participaron
y observaron los interrogatorios.
En 2015, la Unión
Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés)
demandó a la pareja en un tribunal federal en Spokane, Washington, en
nombre de dos exdetenidos, así como de la familia de otro prisionero que
murió bajo custodia en un sitio negro. Los dos psicólogos dieron
testimonio en ese caso, que se resolvió fuera de los tribunales
en 2017. Los términos del acuerdo siguen siendo confidenciales. En una
declaración conjunta publicada por las partes, Mitchell y Jessen
reconocieron “que trabajaron con la CIA para desarrollar un programa...
que contemplaba el uso de métodos coercitivos específicos para
interrogar a ciertos detenidos”, pero afirmaron que los abusos se
produjeron sin su conocimiento o participación y que, por tanto, no eran
responsables de los mismos.
Los coacusados de Mohammed, Walid
bin Attash, Ramzi bin al-Shibh, Mustafa al-Hawsawi y el sobrino de
Mohammed, Baluchi, que asimismo soportaron las técnicas de tortura
propuestas por Mitchell y Jessen, estaban también presentes en la sala
del tribunal el martes. No hubo reacciones audibles de los acusados
durante el testimonio de la mañana, que se espera continúe durante la
próxima semana.
Las preguntas del martes por la mañana se centraron en el libro de Mitchell de 2016 “Enhanced Interrogation”,
escrito junto al exportavoz de la CIA Bill Harlow, en el que Mitchell
se opone con vehemencia a los hallazgos del informe de torturas del
Senado de 2014. En un extraño giro, el libro contiene información que
los abogados de la defensa en el caso del 11 de septiembre pueden tener
prohibido utilizar en función de unas nuevas “directrices de
clasificación” entregadas por el gobierno el jueves pasado y revisadas
el martes por la mañana.
Las directrices, también clasificadas,
contienen una restricción a la presentación de información que pueda
considerarse como amenaza para la seguridad nacional. Por ejemplo,
aunque a través de la información contenida en libros y en los
procedimientos judiciales europeos ya se conocen los nombres de los
países donde se ubicaron sitios negros, no se pueden mencionar en la
sala de audiencias de Guantánamo.
Mitchell demostró ser un
testigo antagónico. Confirmó que la CIA y el Departamento de Defensa
habían sometido a su libro a una intensa revisión previa a su
publicación, y que antes de las nuevas restricciones nadie había
sugerido que hubiera revelado información clasificada. Según Mitchell,
se han vendido ya entre 40.000 y 50.000 copias del libro.
Cuando
se le preguntó cuál sería su reacción ante la afirmación de que la
información contenida en su libro podría dañar la seguridad nacional,
respondió: “Mi reacción sería: comprar los derechos de publicación y
sacarlo del mercado”.
Separados por una cortina de la prensa y de
los observadores de organizaciones no gubernamentales, podía escucharse
a familiares de las víctimas del 11 de septiembre expresando su acuerdo
con algunas de las irritantes respuestas de Mitchell.
Margot Williams es editora de trabajos de investigación en The Intercept. Su carrera en el Washington Post, New York Times, NPR y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación es una de las más respetadas en el mundo de la información de investigación.
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