Francisco tiene 83 años y
en marzo cumple siete de pontífice. Recibió en el cónclave que lo
entronizó, el mandato de realizar importantes reformas en la Iglesia que
no ha podido, o no lo han dejado, realizar. El año 2020 será clave en
la vida de la Iglesia, pues se vislumbran reformas graduales de una
Iglesia católica que se resiste a los cambios. A fines del año pasado
Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, escribió un alarmante
artículo en el importante periódico italiano La Repubblica, llamando a defender al Papa contra los abiertos ataques de grupos
conservadores y reaccionariosapoyados por poderosos grupos de comunicación a escala internacional. En medio de un caos simulado, Francisco es el objetivo de severas agresiones de conservadores en Europa que buscan minar su autoridad y reblandecer sus reformas. El antagonismo no sólo es intraeclesiástico. Las posturas ecologistas, pacifistas y pro migrantes han desatado la furia de grandes corporaciones y gobiernos, como el de Donald Trump, que perciben el antineoliberalismo del Papa como una voluminosa amenaza.
La condición física y de salud del Papa nunca ha sido sólida y no ha
bajado el intenso ritmo de trabajo, viajes, protocolos y formulación de
orientaciones. A veces se le percibe cansado y hasta irritable. Él mismo
sentenció que su pontificado sería corto. Mario Bergoglio, como buen
jesuita, sabe manejar el poder y administrar la presión. Podría estar
pensando en formas que aseguren que sus políticas sobrevivan más allá su
muerte o su renuncia, lo que aseguraría cambios y mudanzas acariciadas
desde el Concilio Vaticano II formuladas en los años 60 del siglo
pasado.
Hay algunos signos que me gustaría poner a su consideración: 1) el
Colegio Cardenalicio es bergogliano. Más de la mitad de los actuales
cardenales han sido nombrados por Francisco. Ha creado 88 cardenales
procedentes de 56 naciones diferentes. Sin embargo, no todos son del ala
progresista; los cardenales electores deben tener menos de 80 años y
deberán ser no más de 120. Este 2020 se prevén dimisiones y
probablemente un nuevo consistorio para crear cardenales que inclinen la
balanza; 2) la renovación del cargo de decano. Vacante desde la
renuncia del cardenal Angelo Sodano. En virtud del reciente motu proprio firmado
por el papa Francisco, el sucesor de Sodano, deberá ser elegido por los
propios cardenales con un plazo de cinco años. Junto con el camarlengo,
el decano tiene un rol primordial en el cónclave; 3) promulgación de
documentos pontificales de reforma. Se prevé la publicación de la
exhortación sobre el sínodo para la Amazonia que supuestamente
aterrizaría la encíclica Laudato sí y propondría fin gradual al
celibato sacerdotal. De la misma manera se espera la promulgación de
una nueva Constitución apostólica sobre la reforma de la curia, que
debería haberse hecho pública a fines de 2019. Ha trascendido que la
Secretaría de Estado tendrá mayor relevancia y menos peso la
Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco se opone al
clericalismo. Cuando se llegó a comprender por qué la Iglesia católica fue golpeada por el colapso moral de la pederastia, Jorge Mario Bergoglio identificó precisamente el
clericalismocomo un causante de la crisis. La simplificación de la curia puede combinarse con mayor transparencia y colegialidad en la toma de decisiones; 4) Francisco incorpora al cardenal Luis Antonio Tagle a la curia. El 8 de diciembre de 2019, el Papa nombró al cardenal Tagle arzobispo emérito de Manila, actual prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Es interpretada como una señal para una futura sucesión, ya que Tagle es el cardenal asiático más cercano al Papa en términos pastorales, teológicos y de gestos. El cardenal filipino es introducido al engranaje curial con poder como una señal que lo prepare para el eventual juego del cónclave, y 5) candidatos a la sucesión según vaticanistas. Hemos consultado a los vaticanistas Sandro Magister, John Allen y Edward Pentin, quienes arrojan nombres de candidatos para la sucesión pontifical. El mencionado cardenal Tagle, el
bergogliano asiático, puede tener en contra su edad, 62 años, y ser el candidato evidente del actual Papa. Destaca el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, quien también tendría los inconvenientes de una estrecha vinculación con el papa Francisco. Pero Parolín ha guardado bajo perfil, es italiano y es condescendiente con la beligerante ala conservadora. Tiene 65 años y gozaría de un consenso o pacto entre los bandos encontrados. Hombre de aparato, diplomático que nunca ha sido obispo diocesano. Figuran los cardenales Christoph Schönborn, de Viena, y Marc Ouellet, de Canadá, prefecto de la Congregación para los Obispos; fueron considerados en la parte superior de la lista de papables antes del último cónclave de 2013. Los dos están jubilados. Ouellet y Schönborn tienen 75. Ambos cardenales son ex alumnos del papa Benedicto XVI. No puede faltar el polémico cardenal Robert Sarah, candidato conservador. Involucrado en el escándalo del libro contra Francisco y el matrimonio de los sacerdotes. Originario de Guinea, de 64 años, tiene mucha experiencia en la curia y podría convertirse en el primer pontífice africano en siglos. Finalmente, el cardenal Matteo Zuppi, de Bolonia, de la Comunidad de Sant’Egidio, italiano que ha ganado fama por su incidencia internacional en favor de la paz.
Lo que está en juego es la continuidad o la deconstrucción de un
pontificado en permanente conflicto de cambios propuestos y expectativas
frustradas. En la sucesión de Francisco se juega el devenir católico.
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