Todo parece
desmadrarse en Bolivia después del 20 de octubre. Las acusaciones
cruzadas entre oficialistas y opositores son las mismas: golpe /golpe,
racismo/racismo, dictadura/dictadura y ya hay enfrentamientos violentos
entre grupos de bolivianos en las calles. Claramente, el gobierno no
midió los efectos de haber forzado la postulación contra el resultado de
un referéndum y haberse obsesionado durante cuatro años solo con la
re-reelección. Y no mide el descontento más allá de las (aún) buenas
cifras macroeconómicas. En este tiempo, la potencia social fue
reemplazada por la “potencia estatal”, lo que fue implicando una
burocratización del apoyo al gobierno, un fuerte debilitamiento de la
capacidad de irradiación hacia fuera de los núcleos duros y los
"creyentes" y un empobrecimiento del discurso oficial (se ve en las
redes, en los post de quienes aún tratan de defender al gobierno y en el
propio discurso en la cúpula oficialista) y de su capacidad de
movilización (la energía se desplazó al bloque opositor). Las nuevas
figuras del gobierno, como Canelas, que lo rejuvenecieron, fueron
absorbidas por esta dinámica regresiva. Y así el MAS se desconectó
también de las nuevas generaciones que vivieron toda su vida consciente
bajo Evo escuchando los mismos discursos.
Frente a los resultados
del 20-O, de la desconfianza en el conteo emergió lo que parecía ser un
movimiento democrático con epicentro en sectores medios urbanos.
Básicamente los que representó Carlos Mesa, aunque muchos de sus votos
fueron “votos útiles” contra el MAS más que apoyo explícito al ex
presidente. Pero la decisión del gobierno de ir a una auditoría de la
OEA –sin acuerdo previo con Mesa– dejó al espacio moderado sin nada que
mostrar y, en un contexto de protestas callejeras, sin estrategia frente
a un nuevo polo opositor. Este se articula en torno al Comité Cívico
cruceño – “renovado” y recuperado luego de la derrota de 2008– que ha
logrado una irradiación, a diferencia de 2008, fuera de la Media Luna, e
incluso en La Paz. Camacho parece tener una doble fuente de legitimidad
–religiosa: dijo que Dios debía entrar nuevamente al Palacio, de donde
Morales lo habría expulsado, y “viril”: el “macho Camacho” parece tener
“las pelotas” para plantearse frente a la “dictadura de Morales”,
"anotar a los traidores en una libretita como la de Pablo Escobar", etc.
Veremos si este empresario cruceño pasa a integrar la lista mundial de
“subestimados” (incluso por mí mismo) que luego sorprendieron a todos o
es solo un instrumento pasajero e histriónico de una creciente y
radicalizada oposición al MAS.
La retención del líder cívico –que
convoca cabildos masivos en Santa Cruz– en el aeropuerto de El Alto por
militantes del MAS, en medio de insultos y amenazas, para que no
llegara al Palacio Quemado a llevarle la “carta de renuncia” que “debía
firmar” Evo lo victimizó como “secuestrado por hordas de masistas”
alentadas supuestamente por el propio Estado; y eso en Bolivia siempre
es un buen capital político (Evo también lo usó en su momento e incluso
ahora sigue apelando a la victimización). Lo cierto es que en otras
partes de Bolivia parece haber crecido la popularidad de Camacho -que
dice que llevará la renuncia para que firme Evo en una mano y una biblia
en la otra.
Pero al mismo tiempo, este giro –y la desaparición de
Mesa, segundo en las elecciones, como actor principal– llevó también a
una mutación en las protestas: el movimiento democrático incipiente, que
reclamaba por el “fraude electoral” mutó a un movimiento lisa y
llanamente opositor. La idea ahora es que Evo se vaya como sea. De esta
forma, estas protestas se conectan con varias en la historia boliviana, y
con una dinámica insurreccional donde cada sector corporativo inscribe
sus indignaciones en una economía moral explosiva (ahora está Potosí que
quiere más beneficios del litio, cocaleros enfrentados a Morales,
estudiantes, médicos que vienen protestando desde hace meses… y muchos
bolivianos a quienes no les alcanzan las buenas cifras macro); se
dibujan además complejas fronteras de clase, ofensas a las identidades
regionalistas y/o gremiales, alianzas que pueden parecer sorprendentes y
una escasez de vías institucionales para moderar los enfrentamientos.
Los propios medios de comunicación, en líneas generales, están
contribuyendo bastante a la polarización política y social.
Por
estas horas, más que fuerzas de seguridad vs opositores, lo que se ven
son enfrentamientos entre los dos bandos a menudo con pasividad o
intervenciones modestas de la policía. Pero es difícil ver cómo el
discurso radicalizado del liderazgo por Santa Cruz puede vehiculizar una
mejor cultura democrática en el país. Fernando Molina mostró bien en su
breve artículos “¡Crisis de octubre’: analogías históricas” como
funcionaron históricamente las dinámicas de enfrentamiento
clasistas/territoriales/ étnicas post-Revolución del 52 y los
imaginarios que las acompañaron. Mujeres creando lo resumió bien en un
grafiti: “Indignación y racismo no son lo mismo”. Y no es difícil ver la
analogía entre la expresión “hordas de de masistas” –que pueblan las
redes- y hordas de indios/campesinos; lo mismo que en las denuncias de
que “trajeron gente” de otros sitios…Este tipo de racismo no puede
justificarse por el uso de estereotipos sobre los "cambas racistas" o
los qharas al que apela el gobierno. Es claro que en este contexto se
debilitan las palomas de ambos lados y gana espacio los halcones:
quienes creen estar haciendo “la revolución” (Quintana habló de un nuevo
Vietnam) y los que se entusiasman con líderes con “pelotas”, como Jair
Messias al otro lado de la frontera (aunque este esté sorprendentemente
calmo sobre el tema Bolivia).
Quizás Evo gane y siga un tiempo
más; quizás sean los opositores quienes ganen la pulseada y se abra
algún tipo de transición más o menos inmediata; hoy es difícil saberlo y
aún pueden pasar demasiadas cosas. Por ahora, el gobierno se muestra
aún con poder pero a la defensiva, y la oposición más activa juega a la
insurreción (alguno hasta parece fantasear con algún farol), y en el
medio hay también algunos demócratas ahora muy entusiastas con que Evo
caiga como si eso per se mejorara en algo la calidad democrática en
ausencia de algún acuerdo político y horizonte democrático compartido.
Hay un bloque “nacional-popular” hegemonizado por el MAS que ha perdido
legitimidad e iniciativa y otro bloque multiforme pero hegemonizado por
un núcleo conservador. Entremedio las voces son inaudibles y Mesa es
presionado para alinearse, por motivos de supervivencia, con este
último.
Rafo Puente lo sintetizó bien: “Hemos vuelto a los peores
tiempos y está quedando claro que en nuestro país sólo se puede respirar
un ambiente de paz y tranquilidad cuando los desacuerdos ideológicos y
políticos son entre bandos desigualmente fuertes (de modo que el más
débil no puede hacer otra cosa que someterse; sin pensar en diálogo ni
en acuerdos socio-políticos)”.
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