Perú
Podríamos citar muchas
frases dichas por los voceros del fujimorismo en los últimos días para
demostrar que no tiene un ápice de vergüenza, y que afirman cualquier
disparate, dejando al descubierto esa extraña simbiosis de
irracionalidad, ignorancia y soberbia, que son comunes a Tamar
Arimborgo, Karina Beteta, Héctor Becerril o Carlos Tubino; pero nos
quedamos apenas con una, que sirve para evidenciar el atrevimiento y la
desfachatez de quien la pronunciara desde su alto escaño de Presidenta
de la Comisión de Constitución del Congreso de la República, la señora
Rosa Bartra.
Ella dijo, casi con un puñal entre los dientes que “El Presidente
Vizcarra gobierna con los comunistas. Son sus aliados en el Congreso y
los oye. No tiene bancada ni partido. Se siente seguro con el apoyo de
los comunistas del Congreso y de la calle”. Una frase para la exportación, sin duda.
Podríamos preguntarnos si esta señora sabe realmente lo que son los
comunistas, si los conoce, si ha visto a alguno en vivo y en directo, si
tiene aunque fuera una vaga idea de las nociones que defiende y las
ideas que enarbola. Sin duda que no, porque confunde a una personas con
otra, de la misma manera como podría confundir a un gato de angora con
un tigre de la Malasia; un plato de porcelana con una loseta gris.
Ya tiene edad suficiente la señora Bartra como para saber que en el
actual Congreso de la República no hay ningún comunista. Los hay gentes
de concepciones progresistas, de ideas avanzadas, de simpatía por el
socialismo; pero comunistas, ninguno. Cuando la señora Bartra escuche
alguno que en verdad lo sea, saldrá espantada; porque sus castos oídos
están sólo preparados para escuchar el mugido de las vacas, las
ostentosas arengas del fascismo, o las almidonadas monsergas de la
Señora K.
De un comunista, podría escuchar otras cosas: “Madre de piedra, espuma de los cóndores / alto arrecife de la autora humana / Pala perdida en la primera arena…” podría decirle Pablo Neruda hablando de Machu Picchu. O quizá “mas sólo tú demuestras, descendiendo / o subiendo del pecho, bolchevique / tus trazos confundibles / tu cara de padre”; podría oír de César Vallejo; o tal vez leer algo escrito por José Carlos, en su tiempo: “la inteligencia ha inventado e los últimos años una serie de manera de eludir o ignorar, el problema de la Revolución”. Sin
duda, se le escarapelaría el cuerpo si leyera el testamento político de
Pedro Huilca, publicado el 27 de diciembre de 1992, ocho días después
que fuera asesinado.
Lo que hoy escucha la señora Bartra es lo
que dicen los peruanos comunes y sencillos, los que viajan en microbús, o
caminan por la calle; los que transitan a desgaire por las grandes
avenidas de la capital, o por los campos áridos de la costa, o los
fértiles valles de la sierra, o los tupidos bosques de la selva. El 95%
de ellos -lo dicen las encuestas- dice en términos bastante claros y
concretos: ¡Cierren el Congreso, ya! Ni de lejos se necesita ser
comunista para expresar esa idea. Y si los comunistas la hacen suya, es
por una simple razón: por la boca del pueblo, habla el pueblo. Y al
pueblo, se le escucha.
Lo que ocurre es que algunos
congresistas que perciben la voz de la gente, repiten sus quejas en las
altas esferas del Poder. Y allí las recibe Rosa Bartra, grácilmente
distraída por las dulces y bellas palabras de Karina Beteta, dirigidas a
los niños de un colegio que acuden a ella con candorosa inocencia.
Pero hablando en serio, lo que Rosa Bartra busca es más que
equivocarse. Es confundir a la gente desaprensiva, y sembrar
anticomunismo a diestra y siniestra. No toma en cuenta lo que le dicen.
Simplemente lo descalifica y rechaza, porque todo eso va más allá de su
capacidad de comprensión.
En el fondo, lo que subyace son sus
odios, que son dos: miedo a los comunistas, y miedo a la calle. Sus
razones tendrá la señora Bartra. Las tuvieron también otros, antes que
ella, desde Al Capone hasta Pinochet. Desde los Nazis hasta Fujimori.
Pero, como se sabe, ellos perdieron. Perderán siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario