Las y los indígenas en
Abya Yala somos alrededor de 50 millones de personas. Representamos
cerca del 10% de la población latinoamericana. Sin embargo, incluso en
países mayoritariamente indígenas, como Guatemala, Bolivia, Perú,
México, los pueblos indígenas aún “carecemos” de voz propia. No porque
no nos asista el Logos (Palabra), sino porque para ser ciudadano/a en
estos países “criollos” el o la indígena debe dejar de ser indígena, y
asumir la identidad nacional criolla.
Y, si un indígena quiere ser
periodista o comunicador, debe de conocer y aprender a decir las
mentiras de los patrones como verdades “objetivas”. De lo contrario el o
la indígena jamás será un periodista o comunicador cualificado para el
sistema.
¿Qué significa tener voz propia para un indígena?
Tener
voz propia no necesariamente significa informar o hacer comunicación en
nuestros idiomas nativos. Nuestro idiomas indígenas son útiles para
comunicar hacia adentro, pero lo que necesitamos es “anunciar nuestras
verdades” hacia fuera.
En este sentido, para comunicar hacia fuera, y hacia adentro, la comunicación indígena debería ser:
Intercultural.
En un Continente multicultural, como es América Latina, la comunicación
indígena debe ser dialógica o polilógica (varias culturas conversando).
Asumir que todas las culturas somos portadoras de verdades inconclusas.
Por tanto, las y los comunicadores indígenas debemos escuchar también
las otras verdades para liberarnos de prejuicios culturales que nos
habitan.
La comunicación intercultural, para nosotros indígenas,
implica estar seguros de nuestra identidad cultural, y salir al
“encuentro” para enriquecernos mutuamente con nuestros interlocutores.
El
o la comunicadora indígena, al ser portadora de dos o más culturas (la
suya materna y la “cultura” nacional) debe colocarse simultáneamente en
la situación cultural de su público receptor para estar seguro que lo
que trasmite es copiado sin mayor “tergiversación”.
Comunitaria.
Una impronta nuclear de lo indígena es la comunidad. Lo que existe
coexiste tejiendo entramados comunitarios. Nadie existe fuera de la
comunidad. Por tanto, la comunicación indígena no responde a los
intereses del individuo que comunica. Es más, estos intereses
individuales están supeditados al interés comunitario.
En este
sentido, la comunicación indígena es esencialmente una comunicación
comunitaria. Ningún comunicador indígena habla o debería hablar a título
personal, o amparado únicamente en un cartón (título) profesional. Las y
los indígenas debemos esforzarnos por ser “plumas”, “teclados”,
“profetas”, de nuestros pueblos y comunidades. La comunidad es para el
comunicador indígena lo que la tinta es para la pluma. Una pluma sin
tinta no tiene sentido. Las verdades se construyen en comunidades, no
sólo humanas, sino incluso cosmoteándricas.
Ascendente.
Las verdades en los pueblos indígenas no obedecen a un autor individual.
Las verdades se construyen en procesos asamblearios. De abajo hacia
arriba. Con la mayor y amplia participación posible, incluso más allá de
las murallas de lo público y lo privado.
Comunicación indígena
que no hable desde las comunidades, aldeas, barrios… no puede ser
comunicación. Noticia creada en las salas de edición, o sacadas
únicamente de Google… no puede ser comunicación indígena.
Situada.
La comunicación indígena es la voz, la herramienta, de pueblos
subalternizados. Por tanto, para la o el comunicador indígena, el
“eufemismo” de la “objetividad” o la “imparcialidad” no debería existir.
Somos plumas, teclados, o voces, de pueblos
dominados/despojados, colonizados. En consecuencia la comunicación
indígena es esencialmente político. No únicamente como vehículo de
denuncia, sino también como el canal para proclamar las propuestas y
agendas sociopolíticas y culturales de los pueblos y comunidades.
Comunicador
o comunicadora indígena que no tiene claridad política, ni definición
ideológica clara (más allá del binarismo izquierda-derecha) en pro de la
liberación integral de nuestros pueblos no merece llamarse comunicador
indígena.
El folclorismo, sea o no academicista, pervierte a la
comunicación indígena. Más letal aún es para nuestra apuesta el o la
comunicadora indígena “apolítica”.
Transformadora. Por
estar los pueblos en situación de despojados y subalternos, la
comunicación indígena no puede agotarse en ser “un adorno cultural” más
para mantener el mortal sistema de la comunicación hegemónica. Toda
comunicación, para ser tal, debe ser transformadora de la realidad.
En
los diferentes países latinoamericanos, bajo regímenes de estados
criollos etnofágicos, las realidades son adversas para nuestros pueblos.
El colonialismo interno/externo, el patriarcado, el mercantilismo…, son
realidades que debemos transformar desde la comunicación indígena, y
con propuestas sociopolíticas que contengan improntas de nuestros
pueblos.
Biocéntrica. Por las condiciones planetarias
sobrevenidas, fruto de la modernidad irresponsable en su expresión
económica y cultural, la humana se adentra hacia una batalla global
“inter civilizatoria” entre la civilización de la muerte y la
civilización de la Vida. Vida entendida como nuestra Madre Tierra y toda
la comunidad cósmica que cohabitamos en Ella. Y la comunicación
indígena debe de estar del lado de la civilización de la Vida.
En
este sentido, la comunicación indígena no debe ser únicamente
intercultural, comunitaria, decolonial y feminista, sino también tiene
que ser eco comunicación para el Buen Vivir.
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