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domingo, 29 de septiembre de 2019

Migraciones explosivas

La Jornada
Jorge Durand

En lo que va del siglo XXI podemos dar cuenta de varios casos de migraciones explosivas y que en poco tiempo y por razones diversas, obligan, fuerzan o motivan a la gente a abandonar su país de origen de manera masiva.


Y no tenemos que ir muy lejos, son casos cercanos y que de una manera u otra afectan a México. En el Caribe, el caso de Puerto Rico y Haití son excepcionales y diferentes. En Sudamérica, el caso paradigmático es Venezuela y, finalmente, en nuestra región Honduras, a quien dejaremos para otra entrega.

El Caribe es un mundo complejo de países independientes, colonias, ex colonias y casos especiales. Hay un Caribe hispano: Cuba, Puerto Rico y República Dominicana y un Caribe de islas pequeñas algunas independientes y otras de impronta inglesa, estadunidense, francesa, holandesa y creole. En conjunto son países con mayores índices de intensidad migratoria. Las razones son varias: pobreza, dependencia, escasez de recursos, aislamiento, pasado colonial, inestabilidad política y económica además de las causas naturales: terremotos y huracanes que hoy son detonadores de migración explosiva, como serían los casos de Haití, Puerto Rico y Bahamas.

En Puerto Rico tienen una larga tradición migratoria, desde que fueran reclutados para cortar caña en Miami, en los años 40 del siglo pasado, luego formarían comunidades extensas en las ciudades de Nueva York, Chicago, Filadelfia y poblaciones menores de New Jersey; después se asentaron en Orlando, Florida. En 2016 5.4 millones de boricuas vivían en el continente, 61 por ciento y sólo 3.4 millones en la Isla del Encanto. Además de la crisis económica y política que expulsaba población, ahora se suma la desolación generada por el paso del huracán María.

Las desgracias de Haití vienen de antaño, a pesar de ser un pueblo pionero en las luchas de independencia (1804). Es uno de los países más pobres de la región, devastado ecológicamente, con una historia de dictaduras de larga data, democracia endeble y migración constante. El terremoto de 2010 fue un parteaguas, con 316 mil víctimas y millón y medio de personas sin hogar.

Los haitianos tienen extensas redes y están dispersos en muchos países: República Dominicana, Estados Unidos, Canadá, Bahamas, Francia, diversas islas del Caribe y recientemente en Brasil, Chile y México. Cerca de 1.6 millones de haitianos viven fuera de su nación, lo que representa 13 por ciento de su población y más de 2 mil millones de dólares anuales en remesas.

Más allá de su tradición migratoria y su asentamiento en varios países, ahora llama la atención su incursión en otras naciones latinoamericanas y un nuevo patrón migratorio circular. Los haitianos llegan a Ecuador, donde no exigen visa, de ahí pasaban de manera irregular a Perú: Lima, Cuzco y Puerto Maldonado en la selva, y luego a Acre, en Brasil, donde recibían visas humanitarias. Fueron acogidos, unos 70 mil haitianos, sobre todo para las labores de construcción durante el Mundial de Futbol en 2014 y las Olimpiadas en 2016.

El fin de la fiesta olímpica significó, para muchos, el final de su estancia en Brasil y empezó la travesía. Algunos se fueron a Argentina, otros a Bolivia, Colombia y Perú; buena parte se quedó en Chile, unos 17 mil, y cerca de 20 mil enrumbaron hacia Estados Unidos, de paso por México. En Tijuana quedaron varados cerca de 4 mil y ya forman parte del paisaje multicultural de la ciudad fronteriza.

El caso de Venezuela, es muy diferente; un país petrolero y rico, embarcado en un proyecto desocialismo del siglo XXI, cuyo resultado más evidente ha sido la crisis económica, la corrupción galopante y la emigración masiva. En 2013 se estimaba que 2.2 por ciento de la población vivía fuera del país, unos 655 mil; en 2019 se considera que viven 4.5 millones en el exterior, 14.5 por ciento de su gente. Además era un país receptor de migrantes, en 2013 se estimaba en 1.2 millones la población extranjera, esencialmente colombiana, española, portuguesa, peruana y ecuatoriana. Esos migrantes también se han sumado a la desbandada, muchos de ellos con sus hijos, quienes ya eran venezolanos.

La emigración venezolana se repartió por el continente, 1.5 millones en Colombia, 700 mil en Perú, 300 mil en Chile, 250 mil en Ecuador, 130 mil en Argentina, 100 mil en Brasil y decenas de miles en Costa Rica, Uruguay, Panamá y México. También han emigrado a Estados Unidos, España, Italia y Portugal los que tenían vinculaciones o ascendencia familiar en esos países.

Venezuela formaba parte de la Comunidad Andina, hasta que Chávez se desvinculó y pidió ingresar al Mercosur. No obstante, para los venezolanos se les mantuvo la posibilidad de libre tránsito por toda Sudamérica, sin necesidad de visa o pasaporte, sólo con documento de identidad. Pero la migración no deja de crecer y los controles han vuelto a restablecerse, aunque selectivamente para los venezolanos.

Las migraciones explosivas del siglo XXI están cuestionando seriamente la posibilidad de la libre circulación tanto en Europa como en Sudamérica, donde también han puesto en cuestión el refugio.

La utopía que empieza a desvanecerse, pero nos deja viva la esperanza de que la libre circulación en Europa y Sudamérica fue posible.

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